(66) Gracia y libertad –I. luteranismo y quietismo
–Éstos me parece que nos quedan un poco más lejos. A los católicos. Digo.
–Coincidimos. Pero ojo.
El luteranismo es Lutero. Es una herejía muy personal, aunque todas lo son, por supuesto. Consideremos la experiencia fundamental del hombre sobre su vida moral. Todos tenemos conciencia de que somos libres, de que «podemos» elegir. Y si obramos mal, sentimos el peso de nuestra culpa. Pero también es cierto que todos tenemos conciencia de que no somos libres, de que nuestra libertad está enferma, atada, impotente para hacer el bien que quiere y evitar el mal que aborrece (Rm 7,15). Pues bien, en Pelagio prevaleció el primer convencimiento –somos libres: podemos–, hasta oscurecer la necesidad de la gracia. Y en Lutero, después de luchas morales angustiosas, predominó el segundo, hasta negar la necesidad de obrar el bien –no somos libres: no podemos–; no podemos ni siquiera con la ayuda de la gracia.
La doctrina teológica de Lutero (1483-1545) tiene unas profundas raíces biográficas, que conviene conocer. De los agustinos de Erfurt había recibido una mala formación filosófica, nominalista, y una mala teología de la gracia, voluntarista o semipelagiana. La morbosidad de su vivencia espiritual consecuente queda reflejada en confesiones personales como ésta: «Yo, aunque mi vida fuese la de un monje irreprochable, me sentía pecador ante Dios, con una conciencia muy turbada, y con mi penitencia no me podía creer en paz; y no amaba, incluso detestaba a Dios como justo y castigador de los pecadores; me indignaba secretamente, si no hasta la blasfemia, al menos con un inmenso resentimiento respecto a Dios» (Weimarer Augsgabe 54,185). «Al solo nombre de Jesucristo, nuestro Salvador, temblaba yo de pies a cabeza» (44,716). «Yo recuerdo muy bien qué horriblemente me amedrentaba el juicio divino y la vista de Cristo como juez y tirano» (44, 775)…
Así, desde luego, no se puede vivir. ¿Qué salida hay para escapar de esta idea nefasta de Dios y de sí mismo?… El remedio de Lutero fue casi peor que la enfermedad, fue un inmenso y múltiple error. Ya lo he descrito en Lutero, gran hereje. Me fijo ahora sólo en su doctrina sobre el tema gracia-libertad.
El hombre está totalmente corrompido por el pecado, y lo mejor es reconocerlo con todas sus consecuencias. «El hombre peca siempre, aun cuando intente obrar el bien. El hombre está tan corrompido que ni siquiera Dios puede rescatarle de su podredumbre: lo único que es posible a Dios es no tener en cuenta sus pecados, no imputárselos legalmente» (L. F. Mateo Seco, Martín Lutero: sobre la libertad esclava, Madrid 1978, 18).
El hombre no es libre, perdió su libertad al corromperse. Es inútil, pues, que siga atormentándose la conciencia con la ilusión psicológica de su pretendida libertad. Lutero, en sus primeras obras, aún creía en la libertad del hombre (4,295); comenzó a ponerla en duda a partir de 1516, y vino a negarla furiosamente en 1525, en una de sus obras preferidas, De servo arbitrio, polemizando con Erasmo. La libertad humana es incompatible –con Dios, que todo lo preconoce y predetermina; –con Satanás, porque él tiene cautivo al hombre, y domina verdaderamente sobre él; –con la realidad del pecado original, que corrompió todo lo que es el hombre, también su libertad; –y es inconciliable con la redención de Cristo, que sería superflua si el hombre fuera libre (18,786). Consiguientemente, la misma expresión libre arbitrio debiera desaparecer del lenguaje humano; sería «lo más seguro y lo más religioso» (18,638). Ya Lúcido negó antes la libertad, y su error fue condenado en el concilio de Arlés (473: Denz 331).
Sola fides. Por tanto el cristiano se salva por la fe, no por las obras. La justificación cristiana es necesariamente sólo declarativa, pasiva, «imputativa» (WA 56,287). Simplemente, por la fe en el Salvador, no tiene Dios en cuenta el pecado del creyente. Y aunque las buenas obras son convenientes, como expresión de la fe, en modo alguno han de considerarse como necesarias para la salvación. Incluso pueden ser peligrosas, cuando debilitan la fe fiducial, y la persona, esforzándose por conseguir obras buenas, trata entonces de apoyarse en su propia justicia. El cristiano, pues, debe aprender a vivir en paz con sus pecados. Debe reconocer que es «simultáneamente pecador y justo (simul peccator et iustus): pecador en realidad y justo en la reputación de Dios» (WA 56,272).
En efecto, «en nada daña ser pecadores, con tal que deseemos con todas nuestras fuerzas ser justificados». Pero el diablo, con mil artificios, tienta a los hombres «a que trabajen neciamente esforzándose por ser puros y santos, sin ningún pecado, y cuando pecan o se dejan sorprender de alguna cosa mala, de tal manera atormenta su conciencia y la aterroriza con el juicio de Dios, que casi les hace caer en desesperación… Conviene, pues, permanecer en los pecados y gemir por la liberación de ellos en la esperanza de la misericordia de Dios» (56,266-267).
Sola gratia. No es posible que las buenas obras sean necesarias para la salvación. Si fueran necesarias, todos los hombres se condenarían, pues todos son pecadores y han de pecar inevitablemente. Notemos bien que el error de esta herejía de Lutero, sola gratia, no está, como se ha afirmado tantas veces en el catolismo postridentino, en «atribuir todo a la gracia divina», pues, efectivamente, a Dios hay que atribuirle toda la gracia y la salvación. Lo contrario, pretender que la salvación viene realizada en parte por la misericordia de la gracia divina, y en parte por la fuerza de la libertad humana, que viene a completar lo que le falta a la acción gratuita de Dios, es puro semipelagianismo.
Aunque parezca paradójico, el error que subyace al pensamiento de Lutero es el mismo que con frecuencia ha contaminado de naturalismo semipelagiano a sus oponentes católicos: el error de pensar que la acción de la gracia es extrínseca a la acción buena del hombre; es decir, es el enorme error de ignorar que precisamente la acción de la gracia divina es la causa íntima de la acción libre del hombre, y así produce en él y con él la obra buena, salvífica y meritoria de vida eterna. Atribuir, pues, todo a la gracia de Dios no deja excluida en modo alguno la libertad humana, pues ésta se ve precisamente causada por aquélla. La voluntad se mueve movida por la gracia de Cristo.
Un correcto diálogo ecuménico exige tener bien en cuenta estas verdades. Según esto, cuando los luteranos acusan a los católicos de ser semipelagianos, y de que no atribuimos a la misericordia de la gracia divina toda la salvación del hombre, sino parte de ella, sería un error muy grave contestarles que atribuir toda la salvación a la misericordia divina equivale a anular la libertad humana. Diciendo tal cosa les confirmaremos en su convencimiento de que somos semipelagianos. Por el contrario, desde la fe católica
–hemos de afirmar al luterano que, efectivamente, todo es gracia, pero que precisamente la misericordia de Dios es mayor cuando su gracia renueva verdaderamente al hombre en su ser, y cuando potencia realmente sus facultades, haciéndole instrumento activo y operante de obras sobrenaturales; y
–hemos de afirmar igualmente al católico temeroso de que una acentuación de la gracia implique la anulación de la libertad, que la gracia divina no actúa en la naturaleza humana desde fuera, extrínsecamente, sino desde dentro, sanándola, inclinándola y potenciándola activamente en su misma entidad natural hacia las obras buenas. Así lo veremos al recordar con más detenimiento la doctrina católica de la gracia.
Una herejía permanente. Lo mismo que el pelagianismo, el luteranismo es una herejía permanente, que, desde luego, extiende su tentación más allá del campo protestante. Ya señalé la «protestantización» actual que amenaza por muchos lados a la Iglesia Católica (41). Pero fijándome únicamente en el tema gracia-libertad, que ahora nos ocupa, conviene advertir que
–la pérdida actual de la fe en la libertad del hombre, y la casi anulación consiguiente de la conciencia de pecado, partiendo de unas premisas muy diversas de las de Lutero, conducen finalmente a un efecto semejante. Como señala G. Piovene, «entre la diversidad de las filosofías actuales [y lo mismo sucede en las escuelas principales de psicología] se descubre una constante: ninguna se presenta como una filosofía de la libertad. Se intenta sobre todo establecer los mecanismos por los que el hombre está condicionado: económicos, psicológicos, derivados de la estructura del lenguaje o de la situación histórica en que vive» (Elogio della libertà, Milán 1970,287). Esto luteraniza la cultura de hoy.
–La eliminación en el cristianismo de la soteriología, salvación-condenación, realizada prácticamente por Lutero con su «sola fides», afecta también a muchos católicos, pues consideran increíble que los actos cumplidos en la vida presente puedan determinar una vida eterna de premio o de castigo. Como ya vimos, no hay ya propiamente una cuestión de salvación/condenación (08-09). Basta la fe en Cristo Salvador, y no son propiamente necesarias las buenas obras. Así es el «catolicismo luterano».
Cuando un católico tiene por irremediable su atadura al pecado, se cierra a la gracia del arrepentimiento efectivo, y luteraniza así su experiencia cristiana de pecado y salvación. En esta actitud espiritual, si va, por ejemplo, al sacramento de la penitencia, busca en Cristo una justificación al estilo luterano: «soy pecador, y como inevitablemente lo seguiré siendo, ni siquiera hago propósito de enmendarme; pero pongo toda mi fe en Cristo, y así Dios me perdona, y me seguirá perdonando siempre». Y basta con eso.
Entre Pelagio y Lutero. La tentación predominante del catolicismo actual está en Pelagio, en el voluntarismo antropocéntrico, que no quiere reconocer la necesidad de la gracia, de la ayuda sobre-natural de nuestro Señor Jesucristo, «que es verdaderamente el Salvador del mundo» (Jn 4,42). Pero también está vigente hoy la tentación de Lutero. En realidad, hay que decir que el pueblo católico hoy experimenta al mismo tiempo las dos tentaciones.
De este modo, en ciertos ambientes, hallamos la extraña especie híbrida de un cristianismo pelagiano-optimista ante la multitud, es decir, ante la juventud, los obreros, la cultura moderna, el progreso y la técnica, y luterano-pesimista ante el individuo, pues no cree en las posibilidades reales que tiene la persona, ni siquiera con el auxilio de la gracia, para salir efectivamente de su pecado y vivir santamente. Cualquier sacerdote comprueba esto como ministro del sacramento de la penitencia. Estamos, pues, aunque parezca increíble, ante un pelagianismo luterano o bien un luteranismo pelagiano. Cualquier cosa se puede esperar de quienes se alejan de la doctrina católica de la Iglesia. Pero consideremos brevemente otro grave error.
El quietismo no niega la libertad, como el luteranismo, pero propugna que se esté quieta, que no actúe. En la historia de la espiritualidad se registran tendencias quietistas de muy diverso estilo –maniqueos y gnósticos, cátaros y fraticelli, hermanos del libre espíritu, beguardos y beguinas, alumbrados españoles del XVI–, pero el más caracterizado quietismo, el que aquí considero, es el que se produce a fines del siglo XVII en torno a Miguel de Molinos (+1696; Denz 2201-2268; +2181-2192), Fenelón (+1715), el padre Lacombe (+1715) y Madame Guyon (+1717; Denz 2351-2373). El camino interior de Molinos no es idéntico al amor purísimo de Fenelón, pero coinciden en algunas orientaciones. La Iglesia, al condenar el quietismo radical y típico, lo esquematizó en sus rasgos más propios:
Pasividad total. «Querer obrar activamente es ofender a Dios, que quiere ser él el único agente; por tanto es necesario abandonarse a sí mismo todo y enteramente a Dios» (Denz 2202). «La actividad natural es enemiga de la gracia, e impide la operación de Dios y la verdadera perfección; porque Dios quiere obrar en nosotros sin nosotros» (2204).
Quietud en la oración, nada de devociones activas. «El que en la oración usa de imágenes, figuras, especies y conceptos propios, no «adora a Dios en espíritu y en verdad» (Jn 4,23)» (2218). La concepción quietista de la oración recuerda al zen: «En la oración hay que permanecer en fe oscura y universal, en quietud y olvido de cualquier pensamiento particular…, sin producir actos, porque Dios no se complace en ellos» (2221).
Aniquilación personal, muerte mística. «No conviene a las almas de este camino interior que hagan operaciones, aun virtuosas, por propia elección y actividad; pues en otro caso, no estarían muertas» (2235).
Indiferencia total. El alma no debe interesarse ni por cielo o infierno (2207), ni por su propio estado espiritual, «sino que debe permanecer como un cadáver exánime» (2208). «Resignado en Dios el libre albedrío, al mismo Dios hay que dejar el pensamiento y cuidado de toda cosa nuestra, y dejarle que haga en nosotros sin nosotros su divina voluntad» (2213).
Impecabilidad. «Con ocasión de las tentaciones, por furiosas que sean, no debe el alma hacer actos explícitos de las virtudes contrarias, sino que debe permanecer en el sobredicho amor y resignación» (2237). Las caídas que sobrevinieren «no son pecado, porque no hay consentimiento en ellas» (2241), ni es conveniente confesarlas (2248, 2260).
Tanto el luteranismo como el quietismo parten de una pésima teología de la relación entre naturaleza y gracia. La Iglesia afirma que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona y eleva, con la colaboración libre del hombre. Pero el quietismo piensa que la gracia, para divinizar al hombre, necesita aniquilar sus actos. Felizmente, el quietismo del XVII no dejó muchas huellas en la espiritualidad cristiana. Lo que habrá siempre entre los cristianos es la pereza, la indolencia, la resistencia a la gracia de Dios cuando mueve a algo que es penoso. Pero el quietismo no es eso; es otra cosa.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
16 comentarios
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JMI.- Bueno, bueno, bueno... Aunque no puedo negarla, no creo que la cita que pone Ud. entre comillas sea verdadera. Molinos (1628-1696)no fue una mala bestia, un corrupto corruptor. Trabajó con gran celo en la predicación y la dirección espiritual. Uno de los mejores estudiosos actuales del quietismo, el P. Eulogio Pacho, OCD, rechaza que Molinos "permitiera los desórdenes corporales en conexión a pseudo-experiencias místicas" (Dict. Spirit.10,1494). Fue tanto en Valencia como en Roma un sacerdote apreciado. Y la persecución de su doctrina se produjo sobre todo en los últimos quince años de su vida. Aceptó la condenación del Santo Oficio, se retractó de lo que le exigieron, y murió resignado y cristianamente tras 9 años de cárcel.
Y por supuesto hubo cristianos más o menos afectados de quietismo que fueron honrados y piadosos, pero errados.
Yo si lo estoy.
El obispo de Téano, Giuseppe Maria Giberti, que en 1687 escribió en su " Ragguaglio della pessima vita di Michele Molinos " sobre la confesión de Molinos ( no se sabe su hubo tortura ):
" No observaba el ayuno ni viernes ni sábado ni día de vigilia ni de cuaresma, sino que siempre comía carne, y el pez era sólo para aguzarse el apetito, juntamente con la carne. Haber tenido durante dieciocho años continuos comercio con una mujer (ésta también del Santo Oficio, y que cada mañana la hacía comunicar). Que para conseguir la libido, se hacía servir en la mesa y desnudarse a más mujeres desnudas, y otra veces estaba presente para ver mujeres y hombres desnudos entrelazarse juntos y relacionarse. De haber sido más veces sodomizado (acto que él decía que no era pecado porque no estaba escrito en el Decálogo, lo mismo que decía del bestialismo)".
Obispo Giberti (Nápoles), 1687:
" El 13 de septiembre de ese año, Molinos abjuró de sus errores en la iglesia de Santa María sopra Minerva. Fue condenado "por inmoralidad y heterodoxia" a estar permanentemente vestido con un hábito penitencial, a recitar diariamente un Credo y un tercio del Rosario, a confesarse cuatro veces al año y a reclusión perpetua ".
El papa Inocencio XI ratificó la sentencia el 20 de noviembre de 1687 con la bula Coelestis pastor.
Nueve años después, Molinos fue trasladado de la mazmorra a un monasterio en Roma, donde murió el 28 de diciembre de 1696.
Desde mi punto de vista Miguel de Molinos, no tiene defensa alguna. Confesó lo que hacía con su criada y con muchas monjas. Por el orgasmo hacía Dios.
Que Dios, en su infinita misericordia se haya acordado de él y le haya perdonado.
Una sola gota de sangre de Jesucristo, perdona todos los pecados cometidos por todos los hombres en la tierra.
Lea usted el libro del catedrático gallego Novoa Santos ( el mejor patólogo español que ha existido nunca ). " El instinto de la muerte ".
Aquí se explica muy bien la patología mística y su repercusión asociada libidinosa y sexual.
Cordiales y respetuosos saludos.
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JMI.- Mi artículo, como ve, se centra en la doctrina del quietismo, que realmente es abominable. De Molinos no dice nada. La inmoralidad extrema de Molinos, al modo como la describe el Obispo Giuseppe Maria Giberti: "Ragguaglio della pessima vita di Michele Molinos e delli falsi dogmi da lui insegnati a molte migliaia di persone con tanto danno e pregiudizio della Fede cattolica", etc. (Napoli, Camillo Cauallo, 1687), yo, tal cual, no me la creo. Y por lo que recuerdo haber leído hace años en la Biblioteca de la Facultad de Teología de Burgos, otros historiadores católicos tampoco se lo creen. Siento no tener a mano esos libros.
Dice Ud. que en las declaraciones de Molinos "no se sabe si hubo tortura". Es éste un detalle de bastante importancia.
En todo caso, como Ud. bien dice, la infinita misericordia de Dios le haya acogido para siempre.
Gracias por su comentario.
Sócrates toma de la wiki un trozo. Se puede leer completo y al menos dejarle el beneficio de la duda, habiéndose quemado el proceso y no teniendo toda la bibliografía al alcance, me quedo con lo que dice el padre Iraburu.
Bibliografía más completa sobre Molinos
http://www.editorialsunya.com/molinos.html
Cuando aceptamos los criterios de Cristo y la doctrina de su Iglesia encontramos la Libertad porque solo El libera el camino hacia el Padre, si adulteramos esa doctrina y peor aun cuando se separa para reformarla se pierde la Libertad, que esta en Jesucristo y en su Iglesia creada en Simon Pedro a quien le dio las llaves del reino.
Oscurecida o mal entendida la libertad con criterios humanos, anulamos el Misterio de la Gracia, queda el hombre encerrado en si mismo lleno de dudas y vació de Sabiduría,
que viene dado por el Padre e Hijo a través del Espíritu Santo, tres Nombres en un solo DIOS.
Pienso que no hay Fe sin obra, ni obra sin FE.
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JMI.- Interesante y valioso su comentario. En todo caso, el existencialismo no tiene una fisonomía filosófica única, sino multiforme. En unas versiones hay más libertad que en otras, y en algunos casos, como en el de nihilista ateo J. P. Sarte, su concepción del hombre "condenado a ser libre", no nos vale. Algo semejante le diría del libertarismo, que, por otra parte, vaya Ud. a saber qué es eso.
Lo que sí le digo es que el concepto criatiano de libertad, como dominio real sobre los propios actos, y reconocimiento de que éstos son transcendentes a la vida presente, y tienen por tanto una repercusión de premio o castigo en la vida eterna, no está presente ni entre filósofos ni entre psicólogos. Y después de 1970, en estos últimos "40 añitos", tampoco.
Escribe usted: " Molinos (1628-1696)no fue una mala bestia, un corrupto corruptor ".
Discrepo de usted. Hay una contradicción.
La Santa Iglesia Católica y no yo, le condenó claramente "por inmoralidad y heterodoxia".
Y fue el Santo Padre de Roma, el papa Inocencio XI quién ratificó la sentencia, el 20 de noviembre de 1687 con la bula " Coelestis pastor ".
En ella se piensa que : " el argumento más reiterado es el de la INMORALIDAD y la incitación al pecado, entendiendo muy a menudo implícita o explícitamente por tal pecado la torcida y aberrante conducta sexual. La lógica de esta derivación es bastante clara: se acusa a Molinos de promover una espiritualidad que dejaría en suspenso, en virtud de la apelación a la quietud, la responsabilidad moral; de ahí, la derivación hacia la irresponsabilidad moral, que conduce, entre otros, al pecado de contenido sexual, lujuria ". Este es el resumen de la Bula.
¿ si no existió tal inmoralidad como usted dice, por qué fue condenado por INMORALIDAD ?.
¿ Es que la Iglesia se equivoca ?.
No por cierto.
Miguel de Molinos fue un profundo inmoral y utilizo el sexo ( esta comprobado, aunque muchos papeles de su Proceso, se quemaron ante la llegada de Napoleón Bonaparte a Roma, que no interesaba supiera cosas muy desagradables de conocer )para engañar a las gentes con su herético " Molinosismo " o " Quietismo ".
Para Marcelino Méndez y Pelayo, fue un gran heterodoxo ( Historia de los heterodoxos españoles ) y para NADA tuvo " gran celo en la predicación y la dirección espiritual ", ni fue " un sacerdote apreciado ", como usted nos indica.
Fue un personaje perfectamente golfo, lujurioso y sumamente indecente.
Y toda la MALA PRENSA que tiene actualmente en el mundo la mística, se la debemos a él y a su penosa actuación condenada por INMORAL por la Santa Iglesia. El fue el inventor del " Quietismo " o " Molinosismo ". Y no olvide, que fue el PRINCIPAL discípulo de San Juan de la Cruz.
Y ya me callo por cortesía y porque no me gusta el escándalo. Pero soy de las personas, que no se chupan el dedo y además muy profundamente católico.
Y agua pasada, no mueve molino.
" Los últimos serán los primeros y hay muchos primeros, que serán últimos " y Jesucristo fue siempre " manso como la paloma y astuto como la serpiente ".
Y así, me atrevo a creer, que es como todos debemos ser. " La verdad os hará libres ".
Y el más astuto,( no lo olvide ) es el DEMONIO ( que ahora dice Juan Masiá YA NO EXISTE, " ni tentó a Jesús en el desierto ", " ni expulsó demonios "; y los jesuitas y la santa Iglesia lo escuchan decir HEREJIAS arrobados sin protestar, sin ofenderse en lo más mínimo y sin apenas rechistar. Y así nos va. Un escándalo detrás de otro, con enorme daño para los cristianos del mundo entero)
Le saludo muy cordial y atentamente.
( Beso su mano y pido su bendición ).
Posdata: Lea usted, " EL instinto de la muerte " del Prof. Novoa Santos. Se lo recomiendo, para comprender la patología del sexo y los instintos.
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JMI.- No comparto su diagnóstico sobre Molinos. Y autores muy competentes sobre él, como el P. Eulogio Pacho OCD, J. Ignacio Tellechea, Melchíades Álvarez -los tres, por cierto, amigos míos- tampoco. Y hay bastantes más.
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JMI.- No hay que complicarse en las frases que puedan resultar algo desconertantes "en las palabras". Lo que está claro es que Cristo, siempre y en todo momento, también en Getsemaní, solo quiere hacer lo que el Padre quiera. "Su alimento" es hacer la voluntad del Padre. Valga el ejemplo, aunque sea un poco basto: si un coche funciona a gasolina, Jesús funciona a voluntad del Padre. Su motor vital NO PUEDE funcionar de otra manera.
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Precisa, sencilla y contundente definición la suya de la libertad verdadera, Padre Iraburu.
Muchas gracias. La necesitaba.
1.- Una vida espiritual edificada sobre el voluntarismo. Se alienta a la persona a incrementar su vida de piedad, no en seguimiento a las mociones de la gracia, sino a fuerza de propia voluntad. Se acumulan así las prácticas de piedad en un abultado plan de vida espiritual, que a veces viene acompañado de un imprudente descuido de los deberes del propio estado.
2.- Proselitismo agresivo o imprudente. Ante tal incremento de la vida espiritual y la manifestación de algunos signos externos de idoneidad, se alienta a la persona a asumir un compromiso vocacional para el cual Dios no la ha llamado (sea porque su idoneidad es tan sólo aparente o porque, siendo idónea, no hay llamamiento divino y sobrenatural, lo que es esencial). Olvidando que “en tiempo de consolación no hay que mudar de estado” (S. Ignacio, Ejercicios) es frecuente que se utilicen los ejercicios espirituales para hacer planteamientos vocacionales imprudentes; se hagan afirmaciones categóricas acerca de que una persona “tiene vocación”, como si quien eso afirma, en la práctica, tuviera el don de la cardiognosis o estuviera en posesión de la Ciencia Divina; o se presiona al candidato dubitativo con la amenaza del infierno; todo ello para forzarlo a dar el primer paso de un camino vocacional determinado.
3.- Ingreso en una institución vocacional. La persona, inexperta en la vida espiritual y no pocas veces psicológicamente inmadura, cede ante las presiones mencionadas e ingresa en la institución vocacional.
4.- Crisis. Una vida espiritual apoyada en el voluntarismo, y una vocación inauténtica, edificada sobre esa base, en algún momento comienza a hacer crisis. Esta crisis puede presentar manifestaciones de índole psíquica: la persona comienza a sufrir problemas de ansiedad. A veces, los problemas psíquicos pueden derivar en alguna somatización. En cualquier caso, la persona comienza a adquirir progresiva conciencia de que no logra vivir de manera pacífica y gozosa lo esencial del compromiso vocacional asumido, en un modo que superan lo que podrían considerarse tentaciones las contra la vocación. Ante el conocimiento de esta situación, el director espiritual reacciona tratando reforzar la perseverancia, exhortando a la fidelidad mediante el recurso a una interpretación rigorista de algunos autores espirituales. Ante las nuevas presiones, la persona intenta continuar el camino emprendido; luego de cierto tiempo, la crisis se profundiza. Los síntomas de ansiedad suelen agravarse y puede comenzar a gestarse una depresión.
5.- Salida traumática. Ante esta situación, la persona abandona la institución. La salida le resulta muy traumática, y puede producir un agravamiento de la depresión ya incoada. Experimenta una profunda amargura interior: considera que se le ha causado un daño injusto, lesionando su integridad psíquica; que se la ha utilizado como a una cosa; que se ha manipulado su libertad y se ha producido una afrenta a su dignidad. Surge así el resentimiento hacia la institución vocacional de la que ha salido, que puede extenderse a la Iglesia en su totalidad, por permitir tales abusos. Lo anterior puede ir acompañado por escrúpulos y un aumento de las tentaciones de desesperación.
6.- Abandono de la vida sacramental. Unas veces, la persona ha considerado que los criterios rigoristas con los que intentaron blindar su perseverancia institucional eran tan ciertos como la fe teologal, por lo que desarrolla un complejo de infidelidad, que la lleva a abandonar la práctica religiosa, pensando que está predestinada a condenarse.
Otras veces, la persona no se siente infiel a Dios, pero asocia la vida sacramental con los problemas psíquicos que ha padecido, o padece, por lo que la abandona, en la esperanza de encontrar así alivio a sus sufrimientos.
De este modo se malogran buenos cristianos en manos de directores espirituales voluntaristas, rigoristas, carentes de la ciencia y de la prudencia debidas.
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JMI.- Punto 2, "en tiempo de desolación" (Ejerc. 318). Solo un lapsus.
Ya se entiende que su descripción corresponde a "ciertos casos", pero que no es regla general y necesaria del proceso vocacional en ambientes voluntaristas.
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JMI.- Y hacen bien. Estamos describiendo errores y tratando de vencerlos con la verdad católica. No estamos para señalar con el dedo a ninguna institución o movimiento de la Iglesia.
Los problemas de la Iglesia no proceden exclusivamente de las herejías y la apostasía. Por el lado, digamos, más "ortodoxo" y más fiel en teoría a la doctrina también existen aspectos muy preocupantes, que creo que alguna vez deberían ser abordados con valentía y coraje, porque también restan mucha credibilidad y provocan mucha pérdida de fé. Y esa no es una cuestión menor.
Recuerde las palabras que según Ricardo de la Cierva le dijo Juan Pablo II: "canes debent latrare".
Aunque no sea una tarea agradable, es inevitable.
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JMI.- Cuando un teólogo "publica" algo en contra de la doctrina de la Iglesia, conviene escribir en contra, citando su nombre, por supuesto. Así lo ha sido siempre en la tradición de la Iglesia. Y como sabe, yo le he hecho muchas veces, concretamente en este blog. Pero es muy distinto denunciar a una institución o a un movimiento, aprobados por la Iglesia, como afectados de cierta herejía. Eso no hay que hacerlo y no lo haré nunca. Y tampoco dejaré que se haga en la Sala de Comentarios de mi blog.
Le agradezco mucho su humilde delicadeza. De momento, con explicar bien la conexión maravillosa entre gracia divina y libertad humana ya me doy por contento. Y pido oraciones, que el tema es importantísimo, y no es tan fácil tratarlo, sobre todo estando la mentalidad general católica tan oscurecida en este tema.
No, no tengo un consultorio. No llego a tanto.
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Sólo es una bromita, P. Iraburu. No la publique si no le parece adecuada.
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JMI.- No, hombre. Si aquí el más bromista soy yo.
Por otra parte, tendrá usted que reconocerme que no es "una" institución la que puede verse retratada en mis descripciones críticas: SON CIENTOS. ¿Qué haremos, pues, una lista de ese centenar?
¿O citar sólo las que más rabia me den? Más rabia no, más pena.
¿O sea, que lo que hagamos no sirve para nada? ¿Es decir, que si estamos predestinados nos salvaremos independientemente de lo que hagamos, pues la predestinación divina es infalible, y si no estamos predestinados, entonces no nos salvaremos?
¡Vaya sofisma! La infalibilidad no es incompatible con la libertad. La libertad sí que es incompatible con la necesidad. Hay que distinguir necesidad de infalibilidad.
Necesidad es lo que de hecho y de derecho es así y no puede ser de otra forma. Infalibilidad es lo que de hecho es así, pero de derecho o absolutamente puede ser de otra forma.
Si pecamos estaremos infaliblemente equivocados mientras no salgamos del pecado, pero podemos pedir perdón a Dios y así salir del pecado pues sabemos que nos perdona. Permanecer en el pecado no es una necesidad, pero sí una infalibilidad mientras no nos convirtamos.
No podemos juntar libertad con necesidad, pero sí libertad con infalibilidad.
El concepto cristiano de libertad es que si con dominio real sobre los propios actos queremos vivir habitualmente en gracia Dios nos premia en la vida eterna, pero si con dominio real sobre los propios actos queremos vivir habitualmente en pecado no nos salvamos en la vida eterna.
(Por cierto, ¿la Reforma entre otras cosas rompió la unidad cristiana y comenzó el proceso de secularización, pasando por el racionalismo que dio lugar al ateísmo etc., etc., hasta el genocidio legal del aborto y demás influjos satánicos de hoy, o ya es decir demasiado?).
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JMI.- Recortando un párrafo gracioso pero inconveniente, ahí va el comentario.
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