(130) Filo-lefebvrianos -V
–Y con éste ya van cinco.
–En la tradición bíblica el siete es un número perfecto.
El diagnóstico exacto de una enfermedad es clave para lograr su sanación. Mons. Lefebvre veía a Roma afectada de «sida espiritual» (Tissier 597). Por su parte, como ya dije en el primer artículo de esta serie (126), el lefebvrismo es una enfermedad espiritual que tiene dos causas principales: 1ª el discernimiento condenatorio de la Iglesia presente y de sus Papas; y 2ª, el convencimiento de que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X es el medio providencial necesario para salvar a la Iglesia, manteniéndola en la ortodoxia doctrinal y litúrgica. Voy a asegurar ahora este diagnóstico recordando en una síntesis el desarrollo histórico del lefebvrismo.
1970. Mons. Lefebvre funda la Fraternidad Sacerdotal San Pío X «ante todo para hacer sacerdotes y, consiguientemente, abrir seminarios». Así lo declara en una importante conferencia de principios de 1987, en la que hace un resumen histórico de la FSSPX. Vuelvo en seguida sobre ella. Efectivamente, poco después del Concilio Vaticano II, e incluso durante su celebración, la vida de la Iglesia se vió perturbada por turbulencias muy fuertes. Parecía que andaban sueltos todos los diablos, se producían innumerables «errores y horrores», que ya he descrito (129), siendo quizá el más espectacular el arruinamiento brusco de los Seminarios. Hubo Seminarios diocesanos que pasaron de 1.000 a 10 seminaristas, o a cero.
No tiene, pues, nada de extraño que Mons. Lefebvre fundara en 1971 la FSSPX en Friburgo, Suiza, con una aprobación por cinco años del Obispo local, Mons. Charrière, y que inmediatamente estableciera su Seminario, que pronto pasó a Écône. Allí se formó un Seminario excelente, perfectamente ajustado a la tradición y a las normas de la Iglesia. Si no recuerdo mal, en un momento dado había más seminaristas franceses en la FSSPX que en todos los Seminarios franceses juntos. Una gracia de Dios muy grande. Pero… Écône se mantiene cerrado a la «Misa nueva» y a la «Iglesia conciliar». Las tensiones con la Santa Sede van en aumento.
1974. Mons. Lefebvre hace finalmente en Écône una declaración solemne de su rechazo de la «Iglesia conciliar» (21-XI-1974). «Nos adherimos de todo corazón, con toda el alma a la Roma católica… a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Nos negamos, en cambio –como nos hemos negado siempre– a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante, que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II, y después del Concilio, en todas las reformas que de él surgieron».
«Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada Jerarquía, puede obligarnos a abandonar o disminuir nuestra Fe católica, claramente expresada y profesada por el Magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos… Esta reforma, por haber surgido del liberalismo, del modernismo, está completamente emponzoñada; sale de la herejía y desemboca en la herejía, aun cuando todos sus actos no sean formalmente heréticos… La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico de la aceptación de la Reforma»… Agrega Tissier: «Apenas Mons. Lefebvre acaba la lectura de su declaración, los seminaristas aplauden, conscientes de estar viviendo un momento decisivo» (Tissier 506).
Son años en que los Mons. Lefebvre acentúa más y más su combate público contra el Concilio, la Misa nueva y en general contra la «Iglesia conciliar». Alguna de sus obras son particularmente agresivas: La messe de Luther (1975), J’accuse le concile (1976), Le coup de maître de Satan, Écône face à la persécution (1975), etc.
1975. El rechazo absoluto de la nueva Misa es la causa principal de la supresión de la FSSPX. Cumplido el plazo de cinco años de aprobación temporal, el Obispo Mons. Mamie, sucesor de Mons. Charrière, no renueva el permiso de la FSSPX, es decir, la suprime en un acto confirmado por la Santa Sede, bajo Pablo VI. Mons. Lefebvre eleva recurso a la Signatura Apostólica, pero no es admitido a trámite. Rompiendo entonces con el orden canónico de la Iglesia, Mons. Lefebvre decide que la FSSPX y su Seminario deben continuar su existencia, considerando que de ella depende la continuidad histórica de la misma Iglesia Católica.
1976. Mons. Lefebvre es suspendido a divinis, y en adelante no puede ya celebrar la Misa y los sacramentos lícitamente. Habiendo recibido una monición de la Santa Sede para que no procediera a la ordenación de la primera tanda de seminaristas formados en Ecône, él desobedece el mandato, realiza las ordenaciones y es suspendido a divinis (22-VII-1976). Mons. Lefebvre, que considera desde el principio que la suspensión es nula, un mes después (29-VIII) celebra la Misa de San Pío V en un palacio de los deportes de Lille ante 7.000 fieles y numerosos medios de comunicación, y proclama en la homilía ante unos 400 periodistas:
«La Revolución [de 1789] ha hecho mártires, pero no ha hecho nada en comparación del concilio Vaticano II: ¡sacerdotes apóstatas de su sacerdocio! El matrimonio entre la Iglesia y la Revolución que han querido los católicos liberales triunfantes, que dicen: “con el Vaticano II han sido aceptadas nuestras tesis”, es un matrimonio adúltero. Y de esta unión adúltera no pueden nacer sino bastardos. El nuevo rito de la misa es un rito bastardo, los sacramentos [de los rituales renovados] son sacramentos bastardos, los sacerdotes que salen de los seminarios son sacerdotes bastardos: ya no saben que son constituidos para subir al altar para ofrecer el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo» (Tissier 516-517).
1987. Pasan los años y el enfrentamiento de la FSSPX con la Iglesia va llegando a una fase máxima. En el libro «Lo han destronado» (1987) Mons. Lefebvre combate duramente contra el Vaticano II, y especialmente contra el decreto de la libertad religiosa (Dignitatis humanæ). Esta obra, dividida en cuatro partes y 34 capítulos, reúne una colección de conferencias y escritos de Mons. Lefebvre. Señalo el título de algunos capítulos: El bandidaje del Vaticano II (parte IV, 24), Un liberalismo suicida: las reformas postconciliares (32), etc.
En la III parte, La Conjura Liberal de Satán contra la Iglesia y el Papado, recuerda Mons. Lefebvre algunos documentos secretos obtenidos por Gregorio XVI y Pío IX. En ellos se describen los planes satánicos que entre los años 1820 y 1846 tenía ya trazados la logia Alta Venta de los Carbonarios con el expreso fin de destruir la Iglesia desde dentro. «El papa, sea el que sea, no vendrá jamás a las sociedades secretas: son la sociedades secretas las que han de dar el primer paso hacia la Iglesia» para vencerla… «No queremos ganar a los papas para nuestra causa, hacerlos neófitos de nuestros principios, propagadores de nuestras ideas. Sería un sueño ridículo… Lo que debemos nosotros procurar y esperar, como los Judíos esperan al Mesías, es un papa según nuestras necesidades»… El plan diseñado es infiltrar su espíritu en la Iglesia, sobre todo en seminarios y conventos, hasta que los principios masónicos y liberales sean los predominantes. «Si queréis establecer el reino de los elegidos sobre el trono de la prostituta de Babilonia, que el clero marche bajo vuestro estandarte, creyendo ir siempre tras la bandera de las llaves apostólicas».
Terrible plan diabólico, comenta Mons. Lefebvre: «un papa seducido por las ideas liberales, un papa que utilice las llaves de San Pedro al servicio de la contra-Iglesia. Ahora bien ¿no es acaso lo que vivimos actualmente desde el Vaticano II y desde el nuevo Derecho Canónico? ¡Con este falso ecumenismo y esta falsa libertad religiosa promulgados en el Vaticano II y aplicados por los papas con fría perseverancia, a pesar de todas las ruinas que han provocado desde hace más de veinte años! Sin que se haya comprometido la infalibilidad del Magisterio de la Iglesia, incluso quizás sin que jamás haya sido sostenida una herejía propiamente dicha, asistimos a la autodemolición sistemática de la Iglesia. Autodemolición es una palabra de Pablo VI, que implícitamente denunciaba al verdadero culpable, pues ¿quién puede “autodemoler” la Iglesia sino aquél cuya misión es mantenerla en la roca firme?… ¡Y qué ácido tan eficaz para disolver la roca como el espíritu liberal que penetra al mismo sucesor de Pedro!… ¡Este plan es de inspiración diabólica y de realización diabólica! No solo lo han revelado los enemigos de la Iglesia, sino también los papas lo han desvelado y predicho».
La Fraternidad Sacerdotal San Pío X y Roma es una importante y larga conferencia que Mons. Lefebvre dicta meses antes de ordenar cuatro Obispos para la FSSPX (Fideliter nº 55, I-II-1987). De ella destaco algunos textos más significativos.
La Misa publicada por Pablo VI. En 1975 la FSSPX, como ya vimos, es suprimida porque ésta rechaza la Misa renovada por Pablo VI. Es el Obispo Mons. Mamie quien lo decide y lo comunica: «“Es inadmisible. Por tanto les suprimimos”. Exhibe entonces el Ordo [Missae] de Mons. Bugnini, inventado, antes inexistente. La obligación de la nueva misa ha sido impuesta por los servicios del Vaticano y por los obispos en Francia. De este modo, desgraciadamente, la Misa antigua ha sido abandonada por comunidades como la Abadía de Fontgombault, bajo el pretexto de que era preciso obedecer a los obispos. Todo ello fue impuesto por la fuerza, por obligación. Se pretendía absolutamente obligarnos a abandonar esta liturgia y, por lo mismo, cerrar nuestro seminario.
«Ante tal impostura e ilegalidad en la que todo había sido hecho y sobre todo ante el espíritu con el que aquella persecución había sido orquestada, un espíritu modernista, progresista y masónico, creímos nosotros que era un deber continuar. No es posible admitir una cosa que ha sido hecha ilegalmente, en un espíritu malo, contra la Tradición y contra la Iglesia, para destruirla».
«Si nuestros sacerdotes abandonaran la liturgia verdadera, el verdadero Santo Sacrificio de la Misa, los verdaderos sacramentos, no valdría entonces la pena de continuar. ¡Sería suicidarnos!… Haría desaparecer nuestros seminarios. No podrían aceptar la nueva liturgia, sería introducir el veneno del espíritu conciliar en la comunidad». Y sigue diciendo:
Tres errores. «Hay tres errores fundamentales, que, de origen masónico, son profesados públicamente por los modernistas que ocupan la Iglesia. La sustitución del Decálogo por los Derechos del Hombre [en referencia a la libertad religiosa]… Este falso ecumenismo que establece de hecho la igualdad entre las religiones… Y la negación del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo mediante la laicización de los Estados. El Papa ha querido y ha conseguido prácticamente laicizar las Sociedades, y por tanto suprimir el reinado de Nuestro Señor sobre las Naciones».
«La situación es, pues, extremadamente grave, porque todo indica que la realización del ideal masónico haya sido cumplido por la misma Roma, por el Papa y los cardenales. Es esto lo que los franc-masones siempre han deseado, y lo han conseguido no por sí mismos sino por los propios hombres de la Iglesia».
Excomuniones nulas. Por todo lo cual, las sanciones eclesiales aplicadas a Mons. Lefebvre y a la FSSPX son nulas. «Es esta Roma liberal la que nos ha condenado. Pero condenando así la Tradición, la Verdad. Nosotros hemos rechazado esta condenación porque la consideramos nula e inspirada por el espíritu modernista. Lo que hacemos nosotros y continuamos haciéndolo es trabajar para el matenimiento de la Tradición. Nos hemos hallado así en una situación de aparente desobediencia legal, pero nosotros hemos continuado ordenando sacerdotes, dando sacerdotes a los fieles para la salvación de sus almas»…
La Iglesia conciliar con la Revolución. «Louis Veuillot decía: “Dos potencias viven y están en lucha en el mundo: la Revelación y la Revolución. Nosotros hemos elegido guardar la Revelación, mientras que la nueva Iglesia conciliar ha elegido la Revolución», la de 1789.
1988. Las ordenaciones cismáticas de cuatro Obispos de la FSSPX (18-VI-1988) ya fueron consideradas y descritas por mí en otro artículo (126), donde recordé las graves moniciones previas de la Santa Sede, las normas de la ley canónica, la carta apremiante del Papa, etc. En varias ocasiones, antes de proceder a las ordenaciones de Obispos, hizo Mons. Lefebvre un buen número de consultas a personas de su mayor confianza (Tissier 566-576). Los consejos que recibió fueron muy diversos.
No pocos son los que aconsejan las consagraciones episcopales. Pero son también bastantes, como el P. José Bisig, su segundo asistente, y los futuros Obispos ordenados P.P. Tissier y Williamson, los que estiman que no debe realizarse un acto que prácticamente vendría a negar el Primado del Papa (Tissier 568-569). Y en esta situación de consejos dispares, es personalmente Mons. Lefebvre quien toma la decisión de ordenar. El P. Bisig, inmediatamente, sale de la FSSPX, viaja a Roma con un grupo de sacerdotes y de seminaristas, es recibido por el Papa, y poco después inician la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro. En cambio, Tissier y Williamson aceptan la ordenación espiscopal: «Monseñor tiene gracias para decidir, y nosotros tenemos gracia para seguirle» (591). En ésta y en otras circunstancias se comprueba que el liderazgo personal de Mons. Lefebvre era muy fuerte.
Por otra parte, esta decisión estaba ya hacía un tiempo casi tomada en la mente de Mons. Lefebvre. Un año antes, reunido en Fátima con sus más próximos colaboradores (22-VIII-1987), les dice: «No podemos seguir a este gente, es la apostasía, no creen en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, que debe reinar. ¿Para qué vamos a esperar más? Procedamos a la consagración» de Obispos.
Hay que reconocer que viendo la Iglesia como Mons. Lefebvre la veía, era lógico que ordenase Obispos, aunque incurriese con ello en un «acto cismático» (Juan Pablo II, Ecclesia Dei, 2-VII-1988). Esas ordenaciones episcopales cismáticas eran un deber grave de conciencia (atención) si se cree, como Mons. Lefebvre, que en ese tiempo el Papa [el próximo Beato Juan Pablo II] era el Anticristo. ¿Qué hubiera hecho cualquiera de nosotros si nos hubiéramos visto en una situación semejante?… El Anticristo ha ocupado la Sede de Pedro: ¿qué debemos hacer?… Evidentemente: ordenar Obispos sin su permiso, y si es preciso contra su expreso mandato. Nos hubiéramos creído movidos por Dios a crear Obispos católicos «para que continúe la Iglesia». De un espantoso diagnóstico sobre la Iglesia procede un acto cismático espantoso. Mons. Lefebvre lo expresa con toda precisión en su Carta a los futuros Obispos (29-VIII-1987):
«Muy queridos amigos, estando la Sede de Pedro y los puestos de autoridad de Roma ocupados por anticristos, la destrucción del Reino de Nuestro Señor se produce aceleradamente… Me veo obligado, pues, por la Providencia divina a transmitir la gracia del episcopado que yo he recibido, con el fin de que la Iglesia y el sacerdocio católico continúen subsistiendo» (Tissier 578).
El sermón de Mons. Lefebvre en las ordenaciones episcopales de 1988 nos da también algunas claves importantes para mejor conocer el lefebvrismo. He hallado el texto íntegro en inglés y en español, pero extrañamente no en francés.
«Saben bien, queridos hermanos, cómo León XIII, en una visión profética que tuvo, dijo que un día la Sede de Pedro sería la sede de la iniquidad. Lo dijo en uno de sus exorcismos, en el “exorcismo de León XIII”. ¿Es hoy? ¿Mañana? No sé. En todo caso ha sido anunciado. La iniquidad puede ser sencillamente el error. El error es una iniquidad: no profesar ya la Fe de siempre, no profesar ya la Fe católica, es un grave error; ¡si hay una gran iniquidad, es precisamente ésa! Realmente creo que puedo decir que no ha habido nunca una iniquidad más grande en la Iglesia que la jornada de Asís», etc.
«Y no solamente el Papa León XIII ha profetizado estas cosas, sino Nuestra Señora. Últimamente, el sacerdote que está encargado del Priorato de Bogotá [de la FSSPX] en Colombia, me ha traído un libro que versa sobre las apariciones de Nuestra Señora del Buen Suceso, que tiene una iglesia, una gran iglesia en Ecuador, en Quito, capital del Ecuador. Estas apariciones a una religiosa, tuvieron lugar en un convento de Quito poco tiempo después del Concilio de Trento… Esta Virgen milagrosa es honrada allí con mucha devoción por los fieles del Ecuador y profetizó para el siglo XX. Dijo a esta religiosa claramente: “Durante el siglo XIX y la mayor parte del siglo XX, los errores se propagarán cada vez con más fuerza en la Santa Iglesia, y llevarán a la Iglesia a una situación de catástrofe total, ¡de catástrofe! Las costumbres se corromperán y la Fe desaparecerá”. Nuestra impresión es que no podemos dejar de constatarlo.
«Pido disculpas por continuar el relato de esta aparición, pero en ella se habla de un prelado que se opondrá totalmente a esta ola de apostasía y de impiedad y preservará el sacerdocio preparando buenos sacerdotes. Hagan ustedes la aplicación si quieren, yo no quiero hacerlo. Yo mismo me he sentido estupefacto leyendo estas líneas, no puedo negarlo. Está inscrito, impreso, consignado en los archivos de esta aparición».
Veamos, finalmente, cuál es la situación actual de la FSSPX. Para mejor entenderla, conviene recordar que durante muchos años Mons. Lefebvre tiene como su más importante interlocutor en la Santa Sede al Cardenal Ratzinger. Éste, poco después de ser constituido Papa, Benedicto XVI, realiza dos actos de gran importancia:
–1º. Mediante el motu proprio Summorum Pontificum (7-VII-2007), reafirma el Papa en la Iglesia católica la Misa publicada por Pablo VI (1970) como forma ordinaria de la Liturgia Eucarística, y establece como forma extraordinaria la Misa antigua, anterior al Concilio Vaticano II, en la publicación autorizada por Juan XXIII (1962), que nunca había sido propiamente abrogada.
Las consecuencias que este motu proprio tienen en la licitud de las Misas celebradas por sacerdotes de la FSSPX vienen precisadas en una carta (23-V-2008) que Mons. Camille Perl, Vicepresidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, escribe al Sr. Brian Mershon, respondiendo varias preguntas concretas que éste había formulado a la Comisión.
«Los sacerdotes de la Sociedad de San Pío X están válidamente ordenados, pero suspendidos, eso es: prohibidos de ejercitar sus funciones sacerdotales porque no están propiamente incardinados en una diócesis o instituto religioso en plena comunión con la Santa Sede… Eso significa que las Misas ofrecidas por los sacerdotes de la Sociedad de San Pío X son válidas, pero ilícitas, i. e., contrarias a la Ley Canónica»…
Lleva, pues, decenios la FSSPX celebrando ilícitamente la santa Misa. Eso se explica porque la Fraternidad siempre ha considerado que tanto las excomuniones como las suspensiones a divinis eran y son radicalmente nulas.
–2º. Benedicto XVI levanta la excomunión de los cuatro Obispos de la FSSPX mediante un decreto de la Congregación de los Obispos (21-I-2009).
Este acto es presentado por la FSSPX como una gran victoria. Mons. Fellay, su Superior General, comunica en carta circular que
«la excomunión de los obispos consagrados por S. E. Mons. Marcel Lefebvre el 30 de junio de 1988, que había sido declarada por la Sagrada Congregación de los Obispos por un decreto de1 1 de julio 1988, y que nosotros siempre rechazamos, ha sido retirada por otro decreto de la misma Congregación, fechado el 21 de enero de 2009 por mandato del Papa Benedicto XVI… Gracias a este gesto, los católicos del mundo entero apegados a la Tradición ya no serán más injustamente estigmatizados y condenados por haber mantenido la fe de sus padres. La Tradición católica ya ahora no está excomulgada… Aceptamos y hacemos nuestros todos los concilios hasta el Vaticano II. Pero no podemos más que tener reservas respecto al Concilio Vaticano II… Esperamos la pronta rehabilitación de Monseñor Marcel Lefebvre» (Menzingen, 24-I-2009).
Del otro lado, la remisión de la excomunión «ha suscitado por múltiples razones dentro y fuera de la Iglesia católica una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo». Así lo dice el Papa en el documento que sigue.
Benedicto XVI se ve obligado, pues, a escribir una carta para explicar su acto de benevolencia (10-III-2009). El Papa en ella corrige tanto el triunfalismo falso lefebvriano como el amargo y duro rechazo de una parte de los católicos, especialmente centroeuropeos. En esta carta, pues, declara el sentido verdadero de su benigno gesto.
La Iglesia, escribe el Papa, hubo de reaccionar en 1988 contra las ordenaciones episcopales realizadas en la FSSPX «con la sanción más dura, la excomunión, con el fin de llamar a las personas sancionadas de este modo al arrepentimiento y a la vuelta a la unidad. Por desgracia, veinte años después de la ordenación, este objetivo no se ha cumplido todavía.
«La remisión de la excomunión tiende al mismo fin al que sirve la sanción: invitar una vez más a los cuatro Obispos al retorno. Este gesto era posible después de que los interesados reconocieran en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del Concilio…
«Hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante haya sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia…
«Ciertamente, desde hace mucho tiempo y después una y otra vez en esta ocasión concreta, hemos escuchado de representantes de esa comunidad muchas cosas fuera de tono: soberbia y presunción, obcecaciones sobre unilateralismos, etc. Por amor a la verdad, debo añadir que he recibido también una serie de impresionantes testimonios de gratitud, en los cuales percibía una apertura de los corazones…
«¿Y acaso no debemos admitir que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercársele –en este caso el Papa– también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas».
Colaboremos con el Papa de todo corazón en su intento de lograr que la FSSPX retorne a la plena unidad de la Iglesia. 1º. Colaboremos principalmente con la oración: oremos, oremos, oremos. 2º. Colaboremos con el testimonio de la verdad. Y ya me excusarán que haga referencia a este blog Reforma o apostasía. Favorecemos la plena unidad de la FSSPX con la Iglesia católica
–denunciando las infidelidades doctrinales, litúrgicas y disciplinares que hoy lesionan a la Iglesia católica, y afirmando las verdades católicas, especialmente aquellas más silenciadas o negadas; de este modo se reafirma la continuidad del Magisterio apostólico, mientras que la ruptura con la Tradición católica prevalece en tantos ámbitos eclesiales [véanse en este blog (1-125)]; y colabaramos también
–describiendo y rechazando los errores de los lefebvrianos, pues de este modo se les ayuda a que se desolidaricen de los mismos, condición necesaria para que puedan «arrepentirse y volver a la unidad» de la Iglesia, a la que con tanto empeño les llama bondadosamente Benedicto XVI, y todos los que estamos plenamente unidos a él en la comunión católica [véanse en este blog (126-129) y algún artículo más, si Dios quiere].
José María Iraburu, sacerdote
Post post.- Tengo estos días muchos trabajos, y escribir estos artículos no es el más pequeño de ellos. No podré atender, pues, la Sala de Comentarios, que permanecerá cerrada. Ya lo siento.
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