17.10.09

La compasión y la confianza

XIX Domingo del TO (B)

La Carta a los Hebreos nos presenta a Cristo, sumo Sacerdote, mediador entre Dios y los hombres, intercediendo ante el Padre por nosotros: “tenemos un sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios” (Hebreos 4, 14). Su compasión fundamenta nuestra confianza: “No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse en nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado” (4, 15). Esta identificación de Cristo, hombre para siempre - pues su humanidad ha entrado irreversiblemente en la gloria divina - con la condición humana nos permite mantener “la confesión de la fe” y “acercarnos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente” (14, 16).

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16.10.09

El riesgo de la heterojustificación

Lo “hetero-” es lo otro, lo desigual, lo diferente. Lo “heterogéneo”, por ejemplo, es lo compuesto de partes de diversa naturaleza. El diálogo nos lleva a prestar atención al otro, a lo otro: a quien piensa de modo diferente, a quien parte de principios diversos, a quien concibe la vida desde perspectivas que no son las nuestras.

No está mal este hacerse cargo del otro. A veces, incluso, el “otro” no está fuera, sino dentro de nosotros. Un hombre pacífico puede albergar, en algún rincón de su alma, una porción de genio, un reducto de mal carácter, un residuo innominado de furia o de ira. También un creyente puede, si bucea dentro de sí mismo, descubrir alguna trinchera en la que, agazapado, se empeña en resistir un pequeño ateo.

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14.10.09

Sobre un documento del Institut Borja de Bioética: ¿Cristiano?

He leído, a raíz del tema que trata Luis Fernando en su blog, una parte del número monográfico que la revista “Bioética&Debat” dedica a una serie de “Consideraciones sobre el embrión humano”. Esa publicación pertenece al “Institut Borja de Bioética”. El número al que hago referencia concluye con un “Posicionamiento del IBB”, firmado por diferentes especialistas, encabezados por Francesc Abel Frabre, s.j., presidente del Instituto.

Afirma ese “Posicionamiento” que “hay suficientes argumentos desde el punto de vista biológico, ético y jurídico para afirmar que, al embrión humano, hay que otorgarle un valor diferenciado”. Hasta aquí nada, o casi nada, que objetar. Pero, de modo inmediato, se establece una distinción entre la fase “previa” a la implantación y la fase “posterior” a la misma. Y esa diferenciación no es meramente descriptiva, sino que lleva consigo consecuencias éticas. Digo “casi” nada que objetar porque se habla de “otorgarle un valor diferenciado” al embrión humano. “Otorgar” es consentir en algo, conceder algo, o condescender en algo. ¿Cuál es, me pregunto, la misión de los científicos, de los especialistas en ética, de los legisladores: hacer merced de algo o limitarse a reconocer la realidad y la demanda ética que proviene de lo real? ¿Soy yo quien “otorgo” un valor al embrión humano o es el embrión humano, en tanto que humano, el que tiene derecho, por lo que es, a mi “reconocimiento”?

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13.10.09

Fátima, esperanza y estímulo

Homilía en la Parroquia-Santuario de Fátima, de Vigo.
13-Octubre-2009

El 13 de octubre es el día de la última aparición de la Virgen a los tres pastorcitos de Fátima, Francisco, Jacinta y Lucia. Estando presentes cerca de 70.000 personas, la Virgen les dijo: “Yo soy Nuestra Señora del Rosario”. Y añadió que venía para exhortar a los fieles a que cambiaran de vida, a que no afligieran más con el pecado a su Hijo, el Señor, y a que hicieran penitencia. La Virgen les mandó mirar al sol y, en ese momento, el sol, como un disco de plata y oro, comenzó a girar vertiginosamente sobre sí mismo, proyectando a todo su alrededor haces de luz de varios colores.

Podemos comentar tres aspectos de esta aparición: el resplandor de la luz, la necesidad de la penitencia y el rezo del Santo Rosario.

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12.10.09

Esfuerzos y resultados

¿Se corresponde, en la vida pastoral, el esfuerzo con el resultado? ¿Hay una ecuación exacta que vincule el empleo enérgico de las propias capacidades con los efectos deseables de nuestros desvelos? Si existe esa ley, yo la desconozco. Ya sé que no faltará quien ponga ejemplos que, aparentemente, desmentirían mi sospecha. Que si unos religiosos son muy “observantes” - ¿qué es ser “observante”? – y tienen numerosísimas vocaciones; que si unas monjas llenan su noviciado a causa de la atracción que ejerce la pureza evangélica de sus vidas; que si tal párroco – es menos frecuente, por cierto, el elogio a los párrocos – “consigue” llenar la iglesia cada domingo.

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