InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: General

24.12.09

Te diré mi amor, Rey mío

Solemnidad de la Natividad del Señor

“Mientras Dios está en la tierra, nosotros podemos subir al cielo”, decía San León Magno. Dios se ha hecho presente en la tierra, de modo discreto, humilde, para compartir nuestra vida a fin de que nosotros podamos compartir la suya: “Concédenos compartir la vida divina de aquél que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana”, reza la Liturgia.

El signo de la presencia de Dios entre nosotros es un niño: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a hombros el principado, y es su nombre: ‘Mensajero del designio divino’ ”. Un mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria. En Él, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser, Dios nos ha hablado.

Todas las naciones, y cada uno de nosotros, estamos convocados a adorar al Señor, porque “hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Una luz que es vida, que brilla en la tiniebla, que proporciona orientación y sentido a nuestro caminar por el mundo. La gloria de Dios no es una majestad lejana, aislada, sino la grandeza divina que “acampó entre nosotros” y que nos trae, como regalo inmerecido, la gracia y la verdad.

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22.12.09

No todo error es herejía

Lejos de los estereotipos, la Iglesia Católica es una institución bastante “garantista” – salvo, quizá, en los últimos tiempos, en algunos temas, debido a una especie “estado de excepción”, desencadenado por escándalos tristemente conocidos - .

Es tradicional el esfuerzo de precisar las diferentes “notas teológicas” o “censuras”. Las proposiciones relativas a la fe cristiana pueden ser más o menos ciertas, más o menos concordantes con la revelación. La revelación es la revelación. Las opiniones de lo teólogos son opiniones, por más ilustres que sean quienes las sustenten.

“Ninguna persona privada tiene derecho a declarar una nota teológica y a extender la censura más allá de los límites del grado de autoridad que le haya confiado la misma Iglesia, sin cometer un acto ilegítimo”, escribe Gf. Coffele. Es decir, ningún “entusiasta” puede llamar, sin más, pongamos por caso, “hereje” a quien defiende una proposición arriesgada. Podrá decir, sí, que esa proposición parece herética, pero no puede, sin otro expediente, decretar o declarar el delito canónico de herejía si carece de autoridad para ello.

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20.12.09

La misericordia

Hay libros que uno lee muy deprisa, con ansia, con voracidad. Otros se leen por obligación, con mayor o menor, o incluso escaso o nulo, deleite. Algunos libros se compran y no se leen. Otros se leen y no se compran, sino que se piden prestados. Y las combinaciones posibles, en el binomio lector-libro, son casi infinitas.

Yo tengo cerca algunos libros que apenas leo. De vez en cuando, sí. Acudo a una página o a dos. Y no suelen defraudarme. Uno de ellos es “El Espíritu Santo en la vida cristiana”, del eminente teólogo dominico Ambroise Gardeil (1859-1931), maestro de R. Garrigou-Lagrange.

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19.12.09

La Virgen Madre

IV Domingo de Adviento

Miqueas 5,1-4ª; Sal 79; Hebreos 10,5-10; Lc 1, 39-45

El cuarto domingo de Adviento la Liturgia nos presenta la figura de María, la Virgen. Ella esperó el nacimiento de Jesús “con inefable amor de Madre”. Y en cada mujer que aguarda con ilusión el alumbramiento de su hijo, encontramos una imagen viva de esta espera del Adviento que, en la Virgen, llega a su plenitud.

El misterio del Adviento y de la Navidad es el “misterio de la Virgen Madre”, en cuyo seno virginal ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz. Es un misterio de vida: “Los cristianos celebramos la Navidad de Jesús como el nacimiento de la Vida. Dios mismo pronuncia sobre cada niño esta entrañable declaración: Tú eres mi hijo, envolviendo su fragilidad con el manto protector de una sublime dignidad; Navidad es el asombro permanente ante el misterio de la vida que nace, y el fortalecimiento de la repulsa del aborto que mata silenciosamente miles de vidas humanas en el seno materno” (Mons. Ricardo Blázquez).

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18.12.09

¿Acoso y derribo?

Lo que está pasando con el obispo electo de San Sebastián, D. José Ignacio Munilla, parece una maniobra de acoso y derribo, una persecución sin tregua, un intento de demolición.

Ya no es sólo un manifiesto, inoportuno en el fondo y en la forma, sino también el recurso a lo que tiene todos los visos de difamación o, peor aún, de calumnia. Difamar es desacreditar, de palabra o por escrito, atacando la buena fama de alguien. Y todos tenemos derecho a la buena fama. Y todo hombre de bien tiene la obligación de no hacer público lo que no lo es, cuando el asunto en cuestión puede comprometer el honor de un tercero; eso sí, siempre con límites, ya que no cabe encubrir delitos.

La calumnia es todavía peor. Calumniar, atribuir falsa y maliciosamente a alguien palabras, actos o intenciones deshonrosas es un pecado gravísimo, amén de un retrato del calumniador: el que calumnia se define a sí mismo como mala persona, como un ser propenso al juego sucio. Y es juego sucio el consabido “calumnia, que algo queda”.

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