Adoración
¿Qué significa “adorar”? El Catecismo nos proporciona una respuesta sintética: “Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso” (n. 2096). Se explicita de este modo lo que prescribe el primer mandamiento del decálogo: “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc 4,8; Dt 6,13).
Santo Tomás de Aquino ve en la adoración un elemento integrante de la virtud de la religión: “lo propio de la religión es testimoniar nuestra reverencia a Dios. Por tanto, la adoración con que Dios es honrado es acto de religión” (STh II-II 84 1). Adorando se expresa el reconocimiento de la trascendencia de Dios y de su infinita santidad.
Tiene, la adoración, un elemento exterior y un elemento interno, y ambos no pueden disociarse: “Como escribe el Damasceno, puesto que estamos compuestos de doble naturaleza —la intelectual y la sensible—, ofrecemos doble adoración a Dios: una espiritual, que consiste en la devoción interna de nuestra mente, y otra corporal, que consiste en la humillación exterior de nuestro cuerpo. Y porque en todos los actos de latría lo exterior se refiere a lo interior como lo secundario a lo principal, por eso es por lo que la misma adoración exterior se subordina a la interior, para que mediante los signos corporales de humildad se sienta empujado nuestro afecto a someterse a Dios, pues lo connatural en nosotros es llegar por lo sensible a lo inteligible” (STh II-II 84 2).