InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: 2016

5.04.16

Una oración que no hemos de cansarnos de rezar: María, Madre de los vivientes

Oh  María, 
aurora del mundo nuevo, 
Madre de los vivientes, 
a Ti confiamos la causa de la vida
mira, Madre, el número inmenso 
de niños a quienes se impide nacer, 
de pobres a quienes se hace difícil vivir, 
de hombres y mujeres víctimas 
de violencia inhumana, 
de ancianos y enfermos muertos 
a causa de la indiferencia 
o de una presunta piedad. 
Haz que quienes creen en tu Hijo 
sepan anunciar con firmeza y amor 
a los hombres de nuestro tiempo 
el Evangelio de la vida.

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3.04.16

San Telmo, misionero de la misericordia

Tengo mucha simpatía por el bienaventurado Pedro González Telmo, comúnmente conocido como “San Telmo”. Es más que simpatía, es devoción; es decir, a la vez, veneración y fervor. Su fiesta la celebraremos mañana en Tui, y en el resto de la Diócesis.

San Telmo es, “avant la lettre”, lo que hoy se denominaría un “misionero de la misericordia”; es decir, un testigo de la cercanía de Dios y de su modo de amar.

¿Cómo nos ama Dios? Nos ama, ante todo, perdonándonos. El perdón es el primer don de la Pascua – del paso de Jesucristo, de este mundo al Padre, a través de su Pasión, Muerte y Resurrección - : “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”.

El origen de todo perdón es el Padre de la misericordia que, mediante la Pascua de su Hijo y el don de su Espíritu, realiza la reconciliación de los pecadores.

Malamente podremos hacernos una cierta idea de la misericordia de Dios si olvidamos que el pecado es algo importante. Quizá, renunciando al concepto de pecado, nos conformemos con un cierto sentimiento de culpa. No es lo mismo. El eclipse de Dios – se ha dicho con acierto – lleva consigo el eclipse el pecado: “Contra ti, contra ti solo pequé”, reza el Salmo 51.

¿Cómo anunciaba San Telmo la misericordia de Dios? Era realmente un misionero itinerante. No iba por libre. Era, al mismo tiempo, un religioso dominico, vinculado al monasterio de Santo Domingo de Bonaval, en Santiago de Compostela.

En Tui y su Diócesis, y antes en otros lugares, combinaba la predicación dirigida a toda la comunidad cristiana con la atención personalizada a cada feligrés en el sacramento de la Penitencia. Predicar y confesar. He aquí el resumen de la misión de misericordia de San Telmo.

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31.03.16

La dimensión pública de la religión

Se ve que algunos representantes políticos son partidarios de la univocidad del lenguaje. Quieren, estos representantes y quienes les apoyan, que todo sea unívoco: Que cualquier predicado se predique de todos los individuos con la misma significación. Quienes así piensan son amigos de la uniformidad, del control, y reticentes hacia los matices variados que presenta la realidad.

Han surgido, como los hongos en un terreno húmedo, defensores acérrimos, y hasta fanáticos, de la univocidad de “lo público”. Para ellos, lo público es única y exclusivamente lo perteneciente o relativo al Estado o a la Administración. Deben de creer que el Estado lo es todo, que la Administración lo es todo. Y no es así. El Estado, si entendemos por tal los conjuntos y órganos de gobierno de un país soberano, está, si no es totalitario, al servicio de los ciudadanos; en definitiva, de las personas.

Lo “público” no es ni unívoco ni equívoco, sino análogo. Hay muchas cosas que son públicas y, siendo diferentes, guardan una cierta relación entre sí. Lo que es conocido por todos, aunque no dependa de la Administración estatal, es público. Lo que se hace a la vista de todos, aunque no dependa de un Ayuntamiento, es público. Lo que es accesible a todos, aunque no sea cosa del Estado, es público. Recortar la analogía es reducir la realidad.

Desde luego, el culto católico es público. No en el sentido de que sea una expresión de la Administración del Estado – que, como tal, no tiene nada que decir sobre la religión, sino solo atenerse al servicio de los ciudadanos, también en sus expresiones religiosas -. El culto católico no se refiere solo al individuo, sino también a la comunidad, a lo colectivo. A una comunidad que es eclesial, pero también social. Si en una parroquia, cada domingo, se reúne un grupo de personas para la celebración de la Santa Misa, esas personas no dejan de ser, durante ese tiempo, ciudadanos. Lo siguen siendo. Son ciudadanos que se reúnen para celebrar su fe.

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29.03.16

Día sí y día también: Asaltos a iglesias y capillas

Llevamos una racha terrible. Casi todos los días asaltan una capilla o una iglesia parroquial, rompiendo lo que haya que romper: puertas, ventanas o hasta el tejado.

En el mejor de los casos, no profanan el sagrario, aunque no siempre se tiene esa buena suerte. Para robar nada, o casi nada, lo destrozan todo.

Hay que reaccionar de algún modo: eclesialmente, socialmente y, por supuesto, policial y judicialmente. Pero esto no puede seguir así.

La foto que ilustra este post es de la capilla de San José de Prado, en Morgadanes (Diócesis de Tui-Vigo).

 

Guillermo Juan Morado.

P.S: Hoy, 30 de marzo, le ha tocado a la iglesia parroquial de Quintela (Redondela), en la diócesis de Tui-Vigo. Han roto la puerta de la iglesia para entrar. Gracias a Dios, no han profanado el sagrario. Y, así, cada día.

Y no hace tanto…. en Vilanova dos Infantes (diócesis de Orense) han asesinado al cura. Al párroco de Domaio (Cangas, arzobispado de Santiago) le rompieron la mandíbula en un asalto a su casa. Al párroco de Pazos de Borbén (Tui-Vigo) lo dejaron maniatado toda una noche. En Cruces, Padrón, asaltaron la casa rectoral y murió la asistenta del párroco.

Y, sin daños a las personas, los ataques a iglesias y capillas son continuos.

28.03.16

Un mandamiento (de la Iglesia) muy importante: “Ayudar a la Iglesia en sus necesidades”.

¿Qué enuncia este quinto mandamiento de la Iglesia? “El quinto mandamiento («ayudar a la Iglesia en sus necesidades») enuncia que los fieles están obligados de ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia (cf CIC can. 222)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2403).

¿Qué dice ese canon del Código de Derecho Canónico? Dice, en su párrafo primero: “Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el conveniente sustento de los ministros”.

Me parece que es un mandamiento un poco olvidado. Quizá por una especie de error eclesiológico, que, en paralelismo con tantos errores cristológicos, considere que la Iglesia no tenga necesidades “materiales”.

El Cristianismo es la religión de la Encarnación. El Verbo se hizo carne. Y la Iglesia no es una entidad puramente espiritual, apartada del mundo, sino que es signo e instrumento de la salvación universal. Es, a la vez, visible e invisible, presente en la tierra y, sin embargo, peregrina.

La Iglesia necesita medios temporales para cumplir su misión:

-         Garantizar el culto divino – que no es abstractamente espirtual, sino sacramental - , lo cual significa que necesita contar con medios materiales: un cirio pascual, el incienso, el vino y el agua, las partículas que serán consagradas, las flores, etc. - . Asimismo, los manteles han de ser lavados, el templo ha de ser limpiado… Habrá que pagar el suministro de electricidad, de gasóleo… Es la lógica de la Encarnación.

-         Las obras de apostolado y de caridad no son, tampoco, etéreas. Distribuir un libro – pongamos la Sagrada Biblia – supone comprar, antes, ese libro. Y lo que vale para lo más, vale para lo menos. Hasta proporcionar unas humildes fotocopias para seguir el canto, no resulta gratis. Y no digamos la caridad. Las personas no se alimentan, en un primer nivel, el más básico, solo con palabras. Y esas ayudas – alimentos y demás – cuestan dinero.

-         El conveniente sustento de los ministros. Es verdad que, los ministros de la Iglesia, podrían dedicarse a “otra cosa”. Pero, entonces, la atención a la Iglesia disminuiría. Y los ministros de la Iglesia desempeñan un trabajo, anegado, por el que merecen ser retribuidos. No se trata de que vivan en el lujo, sino de garantizar su independencia para poder dedicarse, a tiempo completo, a la atención a la Iglesia.

Los católicos, en España, tendremos que hacer un largo recorrido para comprender, en serio, lo que esto significa. No cabe pensar que el Estado vaya a subvencionar a la Iglesia. Ya no lo hace – de momento, destina a la Iglesia un pequeño porcentaje de los impuestos que pagamos, si marcamos la famosa “X” -.

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