InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Enero 2014

6.01.14

Curso monográfico sobre "La Espiritualidad del Camino de Santiago"

Organizado por la Delegación Diocesana para el Camino de Santiago



CICLO DE CONFERENCIAS EN EL INSTITUTO TEOLÓGICO DE VIGO SOBRE “LA ESPIRITUALIDAD DEL CAMINO DE SANTIAGO”


Los martes 14 y 21 de Enero y el 4, el 11 y el 18 de Febrero se llevará a cabo un Ciclo de Conferencias en el Instituto Teológico de Vigo (en el Seminario Mayor de Vigo) sobre “La espiritualidad del Camino de Santiago”, organizado por la Delegación Diocesana para el Camino de Santiago. El Delegado es D. José Eugenio Domínguez Carballo. Todas las conferencias tendrán lugar en el salón de actos del Seminario Mayor, los mencionados días, a las 12.00 h.

Intervendrán, sucesivamente, los siguientes expertos: Francisco Javier Buide del Real, del Instituto Teológico Compostelano; Mons. Sánchez Monge, Obispo de Mondoñedo-Ferrol; Marta Cendón Fernández, de la Universidad de Santiago; Inma Tamayo, de la Oficina de acogida y atención al peregrino, y Andrés Fuertes Palomera, Delegado de Patrimonio de la Diócesis de Tui-Vigo.

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5.01.14

Epifanía: Oro, incienso y mirra

Los Magos, al ver a Jesús con María, su madre, “cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” (Mt 2,11). Los Magos son los segundos destinatarios de la revelación del nacimiento de Cristo.

Los primeros son los pastores, que representan a los apóstoles y a los creyentes del pueblo judío. Luego, los Magos, que prefiguran la plenitud de las naciones; es decir, a las gentes que vienen a Cristo desde lejos. Finalmente, los justos, los que más anhelaban su venida. A estos últimos se dio a conocer Jesús en el Templo.

¿Cuál es el sentido de estos regalos: el oro, el incienso y la mirra? El oro es un símbolo de la realeza. Jesús es el Rey, pero no es un rey como los reyes de la tierra. Santo Tomás, citando a San Juan Crisóstomo, comenta que “si los Magos hubieran venido en busca de un rey terrenal, hubieran quedado confusos por haber acometido sin causa el trabajo de un camino tan largo”.

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4.01.14

II Domingo después de Navidad

El misterio de la Encarnación nos habla de la cercanía, de la proximidad y de la inmediatez de Dios: “Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos” (Sb 18,14-15). La gran distancia que separa al hombre de Dios ha sido salvada por el mismo Dios. La Palabra que, desde la eternidad, expresa, por así decirlo, el diálogo intra-trinitario, quiso resonar en el mundo para ser oída por los hombres, elevados de este modo a la condición de interlocutores de Dios.

La venida de Cristo muestra la misericordia de Dios, su condescendencia: La Palabra que se hizo carne y puso su morada entre nosotros es la misma Palabra que estaba con Dios y que era Dios (cf Jn 1,1). Solo la omnipotencia divina – la omnipotencia de su amor - puede llegar a lo impensable: el anonadamiento de Dios, que se hace concreto en Belén, en Nazaret y en el Calvario.

Dios, sin dejar de ser Dios, quiso entrar en la historia para salvarnos. El Padre envía a su Hijo al mundo. El Hijo, que subsistía eternamente, comenzó a existir en el tiempo también como hombre, asumiendo en su Persona divina la naturaleza humana que el Espíritu Santo suscitó en el seno virginal de María. En Cristo, la Trinidad se acerca a nosotros, ya que el Señor incluyó su humanidad en su relación filial con el Padre y la hizo, asimismo, portadora del Espíritu Santo.

La finalidad de la Encarnación es nuestra salvación: El Hijo de Dios asumió una naturaleza humana “para llevar a cabo por ella nuestra salvación” (Catecismo, 461). Se manifiesta así la suma bondad de Dios, que quiso “comunicarse a la criatura de modo superlativo”, explica Santo Tomás de Aquino.

San Bernardo queda asombrado ante esta prueba de la benevolencia divina: “Cuanto más pequeño se hizo en su humanidad, tanto más grande se reveló en su bondad; y cuanto más se dejó envilecer por mí, tanto más querido me es ahora. Ha aparecido - dice el Apóstol - la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Grandes y manifiestos son, sin duda, la bondad y el amor de Dios, y gran indicio de bondad reveló quien se preocupó de añadir a la humanidad el nombre de Dios”.

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3.01.14

El aborto directo es siempre un desorden moral grave

Por si queda duda, una enseñanza infalible del magisterio ordinario:

“… con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina—, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal” (Juan Pablo II, “Evangelium vitae", 62)

Y añade el Papa:

“Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia".

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