La salvación del otro

Homilía para el Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (Ciclo A)

San Pablo resume todos los mandamientos en el amor: “amar es cumplir la ley entera” (Rom 13,10). Pero el verdadero amor no es indiferente con relación al destino del prójimo. Hemos de ver a los otros no como instrumentos útiles para nuestros intereses, sino como hermanos, como miembros de la familia de Jesús que es la Iglesia. Una familia en la que cada uno de nosotros debe sentirse corresponsable del bien de los demás.

El pecado no solamente aleja al hombre de Dios, sino que introduce también una distancia entre los que, por seguir al Señor, somos hermanos. El profeta Ezequiel pone en boca de Dios una advertencia muy seria: Si “tú no hablas, poniendo en guardia al malvado, para que cambie de conducta; el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre” (Ez 33, 8). Es decir, Dios nos va a pedir cuenta de nuestra negligencia a la hora de preocuparnos por la salvación de los demás.

Jesús concreta todavía más la práctica de la fraternidad, exhortándonos a velar por los hermanos para que ninguno se pierda. Al que peca, al que se aparta de Dios y crea discordia en la Iglesia, hay que intentar volver a reintegrarlo en la comunidad, sin abandonarlo a su suerte como si su situación no fuese cosa nuestra. A este fin se orienta la corrección fraterna: “repréndelo a solas entre los dos”, “si no te hace caso, llama a otro o a otros dos”, “si no les hace caso, díselo a la comunidad”. Y si no hace caso a la comunidad “considéralo como un pagano o un publicano” (Mt 18, 15-17).

Se ofrece así toda una gradación de medidas que buscan la recuperación del otro, su vuelta a la comunión. Incluso en la peor de las situaciones, cuando haya que considerarlo como un pagano o un publicano, sigue estando vigente la obligación de no desentenderse de su bien, pues Dios quiere la salvación de todos, también de los publicanos y de los paganos.

San Juan Crisóstomo ve la corrección fraterna como la ayuda de un hermano sano a otro enfermo. El pecador, dice, “está ebrio por la ira y la vergüenza y como sumergido en un sueño profundo” del que hay que despertarlo. Pero no se acerca uno para acusar al otro, para reñir o para pedir venganza – eso no sería verdadera caridad - , sino para corregir. Y en ocasiones este deber de corrección se omite, ocultando la verdad por intereses egoístas, por cálculo o por miedo. Debemos recordar unas palabras de San Jerónimo: “Adquirimos nuestra propia salvación mediante la salvación de otro”.

El Señor nos enseña también la eficacia de la oración en común: “si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo” (Mt 18,19). Un buen motivo por el que debemos rezar juntos es precisamente por la conversión de los pecadores. Jesús no deja desamparada a su familia. El es el “Emmanuel”, el Dios con nosotros, que se hace presente donde dos o tres se reúnan en su nombre; donde dos o tres vivan la voluntad de Dios: “Porque El, que es paz y caridad, colocará su asiento y habitación en las voluntades buenas y pacíficas”, comenta San Hilario.

Guillermo Juan Morado.

7 comentarios

  
pacojota
Este comentario no tiene que ver con el artículo, es solo para desearle que el Señor le ilumine en la conferencia que dará DM el próximo lunes dentro de las XII jornadas de Teológia en Santiago de Compostela, y que a ser posible, nos pueda dar aquí una pequeña reseña de ella.
Muchas gracias D. Guillermo por sus artículos, en verdad que están inspirados por El Espíritu Santo, continúe así. Gracias.

19:30h.- 5ª Conferencia: "La búsqueda de la verdad desde Newman hasta Benedicto XVI" (D. Guillermo Juan Morado, Instituto Teológico Compostelano).




GJM. Gracias por los buenos deseos. La conferencia se publicará, junto a las demás, en las "Actas" de esas Jornadas.
03/09/11 5:28 PM
  
Catholicus
Ojalá todos los sacerdotes tomen buena cuenta de esto y reprendan a los sacerdotes infieles, que dicen o escriben herejías en público, que dan veneno a sus fieles, que sueltan doctrinas falsas etc, etc.

Ojalá hagan exactamente eso, llamarles la atención, luego escribir al superior correspondiente y por último clamar, si no rectifican, por que sean anatemizados como celo por la Casa de Dios y expulsados en público para que el mismo escándalo público sea minimizado.

Eso mismo Pater, es lo que veo yo que deberían hacer los propios sacerdotes, los más "hermanos" de otros, y no que sean los laicos los que hagan el "trabajo sucio", que en realidad es muy limpio.

Muy bien dicho, hay que predicar con el ejemplo.

Bendiciones.


GJM. Se trata de corregir al que yerra... Fraternalmente.
03/09/11 7:29 PM
  
Yolanda
Una homilía muy a propósito de las circunstancias actuales pero eterna en su mensaje profundo.
03/09/11 9:40 PM
  
rastri
-El problema se presenta cuando quien tú crees que estando el error quieres avisarle, te responde:

-No si aquí el equivocado eres tú; Y sino ya verás cómo, por ley, pronto los curas y las monjas amén de los homosexuales podrán casarse y tener hijos legítimos o adoptados;
Y como todas las religiones, en lo esencial, son iguales: cualquiera, si uno quiere, podrá ser sacerdote, cardenal. O Papa por mayoría democratica elegido.

-Entre tantas otras respuestas que se pueden presentar.

-
04/09/11 2:09 PM
  
Nerea
Muchas gracias por la homilía Padre es estupenda.

Hay veces que nos callamos viendo al otro amigo,hermano,conocido que está en una situación de pecado,y por quedar bien con él, nos olvidamos de amarle sinceramente,Jesús nos enseña,el que ama corrige,por el bien del otro,el evangelio nos enseña corregir con amor,por amor.

Es cierto que cuando la persona está abierta lo recibe bien y agradece la corrección, otras veces si aún se encuentra bajo el velo del pecado,no escucha,pero hay que enseñar con firmeza contra el pecado no contra el pecador.

Este finde me ha tocado trabajar con algunos asuntos en defensa de los intereses de unos clientes del despacho,me encontré con un caso,de un hombre que está metido en una serie de acusaciones dificiles, al recordar la homilía de hoy, mire al hombre acosado por la situación,y le hable con firmeza indicando que aunque la situación era sumamente dificil para él, hablara con la verdad ante la autoridad que juzgaría su caso,y así fue, el juez escuchó la declaración y la defensa con atención, y los resultados para asombro del defendido fue a su favor.
Después del resultado me dijo, que llevaba mucho tiempo sin decir una sola verdad,y ahora había comprendido la importancia de hablar con la verdad.

Bonne nuit
04/09/11 11:42 PM
  
Eduardo Jariod
Ayer en el Angelus el Papa recordó estas palabras de S. Agustín: «Se debe olvidar la ofensa recibida, no la herida de tu hermano, porque aquel que te ha ofendido, ofendiéndote, se ha inferido a sí mismo una herida grave, y tú ¿no tienes cuidado de la herida de tu hermano?»

Es cierto, pero ¡cuántas veces el que nos hiere no es consciente de su propia vileza! Hay ocasiones en que debemos desempeñar el papel de elemento propiciatorio para que cobre conciencia de la naturaleza de sus actos. Muchas personas no cobran conciencia del significado de sus actos más que por repetición de los mismos. Hay quien no se dá cuenta del horror de un acto hasta que no lo ha cometido ciento. Sólo entonces es capaz de percibir que está herido. Un logro más complejo y posterior es que caiga en que si nos hiere es porque está herido él. Pero esto, por lo general, ya es mucho pedir.
05/09/11 1:07 PM
  
Guillermo
Muy Bueno y Muy cierto
05/09/11 10:24 PM

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