La homilía del Papa: Un intento de esquematización

Los esquemas son útiles y, a la vez, peligrosos. Resumir un escrito, atendiendo a sus líneas o caracteres más significativos, es, de algún modo, reducir a simplicidad lo que es múltiple y variado. El esquema, como un mapa, no sustituye el paisaje original, no puede dar cuenta de su variedad, de sus matices, de sus contrastes. Como máximo, proporciona una guía, un plan, unas coordenadas básicas.

Esquematizar el pensamiento del Papa, expresado en una homilía tan rica, y de tantos niveles de lectura e interpretación, como la que ha pronunciado en la clausura del Año Sacerdotal, es algo así como reducir la belleza de un cuerpo bello a la radiografía de un esqueleto. No obstante, asumo el riesgo. A mí me ayuda el esquema, quizá a otros también. Con una sola condición: No confundir el original con la copia, la vida con el concepto, la realidad con el argumento.

A mi modo de ver, la homilía del Papa tiene los siguientes ejes:

1. El sacerdocio, no es sólo un “oficio”, es un “sacramento”. Esto significa que el sacerdote no desempeña simplemente una “función” social, sino que “hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo”: Perdonar los pecados o celebrar la Eucaristía.

2. La grandeza del “sacerdocio” radica en la “audacia de Dios”, que “considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar”.

3. Los fines del Año Sacerdotal: 1º) Despertar la alegría y la gratitud por la cercanía de Dios. 2º) Enseñar que la vocación sacerdotal existe. 3º) Agradecer el don de Dios. 4º) Responder a este don con la purificación – por los pecados de los sacerdotes - , con el valor y con la humildad.

4. Profundizar en la Liturgia de la solemnidad del Sagrado Corazón para acercarnos al “corazón de Dios mismo”, sabiendo que el sacerdocio de Jesús nos indica el “perenne fundamento” y el “criterio válido” de todo ministerio sacerdotal.

5. A partir del Salmo 23, que la Liturgia propone, se abren varias consideraciones:

5.1. Dios está presente y cuida de nosotros, superando así la aproximación de las religiones y del deísmo ilustrado.
5.2. Dios nos conoce personalmente; es decir, nos quiere. Los sacerdotes deberíamos tratar de “conocer” de este modo.
5.3. El Señor nos muestra el camino, para orientarnos en la búsqueda del sentido de la vida. Nos lo muestra con los mandamientos y con la vida de Jesús. Una tarea, mostrar el camino, que los sacerdotes debemos hacer nuestra.
5.4. El Señor no nos abandona en las cañadas oscuras: En la muerte y en las tentaciones del desaliento y de la prueba. Los sacerdotes debemos acompañar a las personas en esas “noches oscuras”.
5.5. La importancia de la vara y del cayado. No todo lo que aparenta ser amor lo es en realidad. No es amor tolerar comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Ni tampoco lo es permitir la destrucción de la fe y la proliferación de la herejía. Pero el cayado ha de ayudar siempre a caminar por los senderos difíciles.
5.6. El gozo de la mesa. Se trata de una anticipación de la Eucaristía. Los sacerdotes tenemos la alegría de “preparar la mesa de Dios para los hombres”.

6. Las antífonas de la comunión, que propone la Liturgia, ofrecen dos acentos complementarios:

6.1. El corazón de Cristo es un corazón traspasado, del que brotan el agua y la sangre, el Bautismo y la Eucaristía.
6.2. El corazón de Cristo es la fuente del agua viva. El creyente ha de transformarse a su vez en una fuente que dé agua viva a la tierra reseca de la historia. Como los santos. Como la Virgen. Cada cristiano y cada sacerdote han de ser fuentes que comuniquen vida a los demás.

Guillermo Juan Morado.