Cree el que quiere creer, y solo él (parte 2)
Seguimos con el tema de la Fe y la Crisis de la misma; ahora, más a nivel eclesial que personal. Que nos quedan cosas en el tintero.
Cuando una persona, por los motivos que sean, rechaza al Dios verdadero, al Dios que no solo nos ha hablado, que eso es la REVELACIÓN: Palabra de Dios, recogida en primerísimo lugar en la Biblia; sino que también sabemos por qué lo ha hecho: porque nos quiere “a muerte".
Y lo de “a muerte” va tan en serio, que NOS ENTREGÓ A SU PROPIO HIJO, a Jesucristo. Dios Padre es el “verdadero y único Abraham", que sacrifica a su propio Hijo -la Santidad y la Inocencia más absolutas-, para rescatarnos, a nosotros, de nuestros pecados y de la condenación eterna.
De hecho, es lo que actualizamos, vivimos y celebramos litúrgicamente en/con cada Santa Misa.
Cuando se rechaza al Dios verdadero -vuelvo al hilo del comienzo-, necesariamente el hombre se vuelve y se vuelca -exactamente, y a decir de los Evangelios, “se revuelca” como la cerda recién lavada, en su propio cieno-, en sus pecados, primero: el hombre sin Dios se queda con lo peor de sí mismo: sus debilidades y pecados; y sin posibilidad alguna de liberarse y salir de ahí: de redimirse; y se queda -se inventa- con sus ÍDOLOS después.