De acuerdo, vamos a mejorar nuestros sacerdotes
Y “vamos a mejorar nuestros sacerdotes” quiere decir esto:
- No vamos a permitir la murmuración. Ni cuando parece bien intencionada. Ni cuando parece que la persona necesita desahogarse. Ni siquiera cuando el crimen que señala ha sucedido. Una cosa es luchar por la erradicación de un crimen–como caso extremo, digamos, el abuso de un menor de edad–y otra cosa es que alguien se sienta con autorización para regar veneno contra la Iglesia cada vez que abra su boca. Las denuncias hay que hacerlas: claras, certeras, serenas, objetivas, y sobre todo: ante la autoridad civil o eclesiástica pertinente. Y no más. Lo que sigue de ahí se llama: darle uno la lengua a Satanás para que la use como instrumento contra Cristo y el valor de su Sangre en la Iglesia.
- No vamos a permitir la indiferencia vocacional. Que haya un sacerdote ante el altar es asunto que me concierne a mí. Y a ti. Y a todos. No es “su” problema ni “su” negocio. El sacerdocio toca todas las fibras de la Iglesia. Sin sacerdotes no hay plena vida sacramental. La vitalidad de la predicación, la solidez de los principios morales, la guía de camino a la santidad, la libertad frente a la idolatría del mundo… todo ello es posible con muchos y muy buenos sacerdotes. Eso nos importa a todos, en todas partes, y siempre. La animación vocacional, la oración por las vocaciones, el apoyo económico, cuando es necesario, para los seminaristas y jóvenes religiosos, es un deber que brota del hecho mismo de ser bautizados.
- No vamos a descuidar nuestros sacerdotes. Demasiado cómodo resulta para algunos sacerdotes encerrarse en su egoísmo, sus comodidades o sus miedos. Demasiado cómodo para nosotros encerrarnos en nuestros hogares, nuestros intereses o nuestros prejuicios. Y luego demasiado cómodo para ellos llevar dobles vidas, o buscar consuelos mundanos o ilícitos. Y demasiado irresponsable de nuestra parte esperar a que caigan, ellos solos, para entonces señalarlos, y juzgarlos, y hundirlos. Necesitamos un ambiente de calidez en el respeto, y de amistad en Cristo para con todos nuestros sacerdotes, para que amen su vocación, se sientan útiles, y a la vez puedan liderarnos en una vida cristiana plena.
- Sí vamos a proclamar con gozo que somos rebaño de Jesucristo. Si el Señor no se avergüenza de nosotros, ¿qué tal está que nosotros nos avergoncemos de pertenecerle? Muy al contrario, proclamaremos que “somos su pueblo y ovejas de su rebaño,” y diremos sin temor que los Apóstoles y sus sucesores, es decir, nuestros obispos, han recibido el encargo de alimentarnos y cuidar de nuestros corazones. Frente a un mundo que levanta la bandera de una supuesta “autonomía” para detrás de ella clavar el puñal de la soledad amarga y el absurdo, nosotros haremos frente común con nuestros diáconos, sacerdotes y obispos. Bajo el cayado del Papa, permaneceremos unidos como pueblo que confiesa la fe en el Dios uno y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Con motivo del Jueves Santo de 2013. Laudetur Iesus Christus!
9 comentarios
¿Qué deben hacer los fieles que cada domingo deben soportar que el sacerdote celebre una misa abusiva y casi sacrílega, con herejías durante el sermón? ¿Denunciarlo ante las autoridades eclesiásticas? ¿Y si resulta que son ellos mismos los que promueven tales aberraciones?
¿Será de buen cristiano guardar silencio, al menos, mientras la Iglesia siga sin sancionar a aquellos que jamás debieron ser sacerdotes y que, por lo mismo, han hecho tanto daño?
Si la jerarquía insiste en no hacer uso de la potestad que tiene para purificar la Iglesia, tendrá que hacerlo Dios mismo. No nos sorprendamos, pues, si el sacerdote continúa el descenso: poco a poco está pasando de ser una respetada autoridad, a un despreciable embaucador. Al menos, así los ve el mundo. Y mucha culpa de ello la tienen los que han dado mayor magnitud al escándalo, encubriendo.
Oración y mortificación por los sacerdotes. Pero también, que los fieles conozcan todas las conductas que son impropias del sacerdocio. Quienes han incurrido en ellas, ha sido precisamente porque se han apartado de su vocación, sin que nadie les haya frenado antes.
Nota de Fray Nelson: Yo creo que las condiciones actuales, tanto civiles como eclesiásticas, hacen mucho menos probable el escenario que describes, de indiferencia de las autoridades. Siempre queda, por supuesto, el recurso de escalar la protesta. Ya conozco algún caso en que eso ha dado resultado. Por otra parte, considero demasiado globales, y por ende, injustas, tus acusaciones. Pones este sujeto: "la jerarquía," como si todo fuera igual en todas partes. Me permito pedirte que moderes el tono y alcance de tu lenguaje.
Nota de Fray Nelson: Buen punto. Y sin embargo, yo pido que todos nos revisemos, sacerdotes o no.
Dicho eso, me parece que se insiste demasiado - o esa impresión da - en la soledad de los sacerdotes. Y no son los únicos, hay personas maravillosas, que trabajan mucho o han trabajado mucho por los demás y están muy solas humanamente hablando.
El trato con el Señor en oración intensa, la meditación de su divina Palabra ahuyenta toda peligrosa soledad. El sacerdote que celebra Misa diaria no puede sentirse solo de forma angustiosa.
Por eso Jesucristo, a tales sacerdotes les llama sal insípida, que para nada sirve ya sino para ser tirada, y por ello ser pisada por los hombres.
: )
Nota de Fray Nelson: Por eso he escrito lo escrito: para que lo que cuentas no suceda nunca más.
Aún hoy sigue siendo difícil enfrentarse a ciertos grupos de poder. En Chile... [editado]
Nota de Fray Nelson: Está bien que mantengas vivo el tono de denuncia, que ayudará a conversión de algunos. No me parece prudente dar detalles de casos que no podemos comprobar y que involucran personas específicas.
Actualmente sólo lo hacen según el 50% del rito latino, ¿y del otro 50%, qué?
Lo peor de todo, cuando un obispo va a ordenar un sacerdote indaga si el candidato está adecuadamente preparado; la respuesta invariable es positiva, aunque sus formadores sepan (y también el obispo) que sólo conoce la forma ordinaria del Rito Latino.
¿No es lógico que un sacerdote sepa, conozca, y sea capaz de celebrar según las dos formas propias de su rito? De lo contrario, difícilmente puede considerarse bien preparado como para proceder a ordenarlo.
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