InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Categoría: Apostolado

25.01.15

(59) Que sólo el Señor puede enderezar nuestros pasos, y no los maestros del error.

 ¡De cuánta incapacidad, espesa como bosque oscurecido, nos libra el auxilio de Dios, estremeciendo la espesura como sendero de plata, hacia el fulgor indiviso!

La red de la alabanza, y la oración litúrgica de la Iglesia, sondean las profundidades de la Redención, y emerge repleta de tesoros: gratuidades sin cuento y condescendencias sin fin, para los miembros de Cristo.

Señor, es indecible tu delicadeza. El alma asiente a tu salvación llevada por ti tan inefablemente…

Oh Madre, cuán hermoso es tu Hijo.

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9.11.14

(40) Las tentaciones del católico, II: De la falsa fuerza del número, o del pelagianismo de la cantidad.

Son muchos los males que nos aquejan. ¿Cómo reaccionar contra ellos? En este post lo veremos, tratando de diagnósticar una tentación insidiosa en que podemos caer, si no estamos prevenidos:

Utilizar al ídolo cantidad, como lo llama León Bloy,  para luchar contra el mal. Confiarnos a la falsa fuerza del número, a la guerra de cifras, al pelagianismo de la cantidad, a la pseudoseguridad de los muchos recursos y los numerosos medios.

Porque nunca venceremos al mal que nos aqueja a base de cuantificaciones pelagianas, sino con el poder de Dios..

A menudo esconde Cristo su poder en los corazones de los santos, para difundirlo cuando quiere y como quiere.

Por eso la Palabra de Dios te convence de esto: pensar en términos cuantitativos implica una reducción de confianza en la potencia del Dios de los Ejércitos.

Veámoslo.

LO QUE DICE EL MUNDO QUE HAY QUE HACER PARA DEFENDERSE DE UN ENEMIGO PODEROSO

Contra un enorme enemigo que nos ataca con intención de destruirnos, lo razonable parece ser armarse hasta los dientes y reunir unas buenas tropas, al menos para reunir el mismo contingente que iguale la contienda.

A esto apunta la sabiduría de este mundo, y lo confirma la historia, sobrecogida de guerras y sufrimiento.

El Pueblo Elegido se ha visto en situaciones de este tipo: unos cuantos, contra un poder maligno inmenso:

“19 Holofernes avanzó con todo su ejército, para preceder al rey Nabucodonosor y cubrir toda la superficie de la tierra, hacia Occidente, con sus carros de guerra, sus jinetes y sus soldados escogidos. 20 Lo seguía una multitud numerosa como las langostas y como los granos de arena de la tierra: su número era incalculable.” (Judit, 2)

Los israelitas contemplan esta amenaza con horror.

“2 Un pánico indescriptible cundió entre ellos ante la presencia de Holofernes y temblaron por la suerte de Jerusalén y la del Templo del Señor, su Dios.” (Judit 4)

¿Cómo entiende la postmodernidad esta batalla? Con parámetros cuantitativos: contra un gran enemigo, un gran ejército. Cantidad. 

El católico empeñado en estas lides, por ejemplo en el sufrido y siempre bienintencionado apostolado de la Ley Natural, si se deja llevar por el espíritu cuantitativocombatirá con armas ineficaces si pone en ellas su esperanza, que se resumen en la advertencia de León Bloy, Diario de mayo de 1910:

“La divinidad moderna, tanto para cristianos y judíos como ateos, es el ídolo CANTIDAD, el dios Quantum, con un culto más exigente, más implacable, que el que pudo tener el fatum antiguo".

Es decir, que hay una mentalidad cuantitativa que considera que el destino (el fatum) de las cosas es bueno o malo según su eficacia numérica.

En el mundo de hoy, en cualquier ámbito, la medida es el número, y el éxito depende de él. La fuerza del número es clave en el liberalismo, el comunismo, el socialismo… las grandes masas aclamando al líder, los entusiasmos colectivos, la presión del poder popular… El número determina las leyes, la ética de mínimos o máximos, la presión de la opinión pública capaz de transmutar valores y morales. Pero Dios actúa de otra manera.

Digamos de forma un tanto brusca para oídos buenistas:

La Postmodernidad inyecta la idolatría de la cantidad. Que consiste en preferir lo visible, la cantidad, a lo invisible (la cualidad divina, la gracia) como recurso decisivo y alimento de la acción moral. La fe sin embargo es potencia de no visión.

La acción de la gracia invisible da esplendor al testigo de Cristo, que hace visible el Amor del Señor en el mundo, y hace asomar la salvación que tanto se necesita.

La presencia visible del cristiano en el mundo descristianizado de hoy es tanto más necesaria cuanto más se proscribe la acción de la gracia invisible en las almas.

Pero esta presencia sería infecunda si no se sustenta en la gracia invisible que opera en los corazones. Cristo ha de ser ensalzado, porque es el Salvador. Por eso la santidad es la clave. La santidad determina la calidad de nuestro apostolado, por así decir: El Espíritu Santo difunde a través de ella, de esa calidad vital, la acción de Cristo que salva.

León Bloy da en el clavo al relacionar la sobrevaloración de lo cuantitativo con la adoración de lo visible en forma de falta de fe, de infidelidad, de idolatría incluso. Como dice en el Diario de julio de 1893:

“La idolatría consiste en preferir lo visible a lo Invisible".

Y pone como modelo y remedio la espiritualidad medieval:

“Si hubo una época en que los hombres descuidaron la Cantidad para dirigirse exclusivamente hacia la Calidad, esa es indiscutiblemente la Edad Media". “La cantidad es esencialmente destructora de la calidad, si a ésta no obedece y se rebela". “Igualar, nivelar, es para la cantidad de una importancia vital y exige la aniquilación de todo lo que aventaja. Es una sucesión indefinida de cantidades perpetuamente iguales".

Los cristianos, ante los horrores de la Cultura de la Muerte de la Postmodernidad apóstata, no hemos de reaccionar con este pánico, producto del espíritu de vértigo y de la falta de fe. Hemos de darnos cuenta de la formidable amenaza del Nabucodonosor de la apostasía liberal, y combatirlo con las buenas armas de Cristo. 

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Es una gran tentación para el católico confiar en el número como si el número diera la victoria; asegurarse el éxito en la cantidad, en los recursos, en el número de firmas conseguidas por la causa, en la guerra de cifras de las manifestaciones, en el número de votos, de objetivos y programas, en la abundancia de recursos humanos o materiales o técnicos.

Nos parece que cuantas más firmas reunamos, más poder va a tener nuestro apostolado. Por eso no nos importa hacerlo aconfesional.

Nada de eso. 

El espíritu de pobreza y debilidad es condición para seguir a Jesús y hacer fecunda la gracia del apostolado.

Con esto no queremos en modo alguno decir que no sea lícito usar medios humanos. Lo que decimos es que no podemos confiar en estos medios. Sólo Cristo es el vencedor.

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UN ENEMIGO CONTRA EL QUE ESTAMOS EN GUERRA.

El icono malo del mundo, de la Cultura de la Muerte, es el rey Nabucodonosor y su lugarteniente Holofernes.

Pero ¿qué quiere Nabucodonor? Veamos qué quiere, y reflexionemos si es posible o no la conciliación, llevarse bien, o imaginar que se le puede vencer con cantidad de recursos, medios, programaciones, firmas, etc.

Nabucodonorsor envía a Holofernes para esto:

destruir “toda la tierra de Occidente” (Judit 2, 19)

Los cristianos vivimos inmersos en esta época de muerte pacifista, en que el nasciturus, el enfermo, el débil, el inocente en general es el principal atacado, y el enemigo una fuerza poderosa capitaneada por el diablo.

Hay muchos católicos buenistas que niegan que estemos en guerra. Quieren llevarse bien con Holofernes, porque la guerra es cosa mala y molesta. Pero es bueno recordarles lo que nos recuerda la Gaudium et spes 37, que nos enseña una verdad que muchos católicos conciliadores con el espíritu del mundo parecen haber olvidado. Recordemos la enseñanza:

(37) “A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.”

Estamos en guerra con el maligno y el pecado. Es el tema central del Señor de los AnillosTolkien estaba empeñado en que nos diéramos cuenta de que, en el Mundo Caído, en esta Tierra Media azotada por el evento primigenio de nuestra caída en la sombra, es preciso librar batalla con armas espirituales. No son las tropas de Aragorn las que aportan la victoria decisiva, sino un pequeño hobbit y su fiel cirineo.

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Y QUE HAY QUE COMBATIR ANTE TODO NO CON LA CANTIDAD DE LAS ARMAS DEL MUNDO, SINO CON LA CALIDAD DE LAS ARMAS DE CRISTO.

Como hemos dicho, la calidad de Cristo está escondida en ciertos corazones: en los corazones de los santos. Y la difunde cuando quiere y como quiere. Con santidad es como debemos combatir. Y no serán muchos los soldados. A lo mejor es uno solo, unos cuantos, un puñado, los que sean. La cantidad no importa.

¡Santidad o muerte! Repetía el beato Spínola.

Sorpréndete de esto. Es la enseñanza de la Palabra de Dios. .

El Señor aconseja la pobreza voluntaria y sobrenatural. No hemos de confiar en la guerra de cifras.

“Poned toda vuestra esperanza en la Gracia” (1 Pe 1, 13)

Judit 4 nos enseña el camino:

“9 Todos los hombres de Israel clamaron insistentemente a Dios y observaron un riguroso ayuno.”

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A LA MANERA DE JUDIT, QUE VENCIÓ A HOLOFERNES

Judit habla con el poder de Dios: 

Non enim in multitudine virtus tua,  "tu fuerza no está en el número".

También se dice en

Samuel 2, 9: el hombre no triunfa por su fuerza

Y fijaos en el poder material del mal. ¿¿Quién podría igualarlo??:

Judit 1, 16: Nabucodonosor posee “una inmensa multitud de soldados".

Con este ejército, capitaneado por el temible Holofernes, planea

“cómo llevar a cabo su idea de venganza contra toda la tierra” (Judit 2, 1)

¡Venganza contra toda la tierra!

Es una ingente fuerza de potencia nihilista, secularizadora, des-sacralizadora.

Nabucodonosor y Holofernes, su servidor, representan al Anti-Dios, el Anti-cristo, el Maligno y sus servidores, las fuerzas del mal.

Envía a Holofernes a destruir “toda la tierra de Occidente” (Judit 2, 19) Con su temible servidor va una

“confusa muchedumbre, incontable como plaga de langosta o la arena de la tierra".

Contra este enemigo tremendo, Israel cuenta con… una mujer viuda, sabia, bella y piadosa, que ora..

En 8, 17, dice al pueblo atemorizado:

” pidamos (al Señor) su ayuda, esperando pacientemente su salvación, y él nos escuchará si esa es su voluntad.”

Es una prueba. Una prueba de confianza. Y para mostrarlo acude a la Escritura, y compara la situación en que se encuentran con otras pruebas de fidelidad:

8, 25 Más aún, demos gracias al Señor, nuestro Dios, que nos somete a prueba, lo mismo que a nuestros padres.

26 Recuerden todo lo que hizo con Abraham y en qué forma probó a Isaac, y todo lo que le sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando apacentaba las ovejas de Labán, hermano de su madre

La victoria sobre este enemigo portentoso no reside en la equiparación (imposible para ellos) de fuerzas, sino en la confianza. Una cuestión de confianza en el poder de Dios.

Judit exhorta a la fidelidad. Ellos no adoran sino al Dios verdadero, no han caído en la idolatría de sus antepasados, que fueron masacrados por diversos enemigos. Ellos son fieles y adoran al único Dios, y en esta fidelidad se fundamenta la esperanza en el auxilio del poder de Dios contra Nabucodonosor y Holofernes, que odian al Señor y a su Pueblo, porque Israel no quiere vivir conforme a sus dictados, conforme a su imperio idólatra.

“20 Nosotros no reconocemos otro Dios fuera de él; por eso esperamos que no nos despreciará”

Con esta esperanza, Judit invoca el poder de Dios:

“9, 4: ¡Dios, Dios mío, escucha ahora la plegaria de este viuda!”

9, 5:14 contiene lo más impresionante de su oración. Todo un tratado de apostolado cristiano y confianza en la potencia de Dios.

” Tú has hecho el pasado, el presente y el porvenir; Tú decides los acontecimientos presentes y futuros, y sólo se realiza lo que Tú has dispuesto.

Las cosas que has ordenado se presentan y exclaman:‘¡Aquí estamos!’.Porque preparas todos tus caminos, y tus juicios están previstos de antemano.

7 Mira que los asirios, colmados de poderío, se glorían de sus caballos y sus jinetes, se enorgullecen del vigor de sus soldados, confían en sus escudos y sus lanzas, en sus arcos y sus hondas, y no reconocen que Tú eres el Señor, el que pone fin a las guerras.

8 ¡Tu nombre es ‘Señor’! Quebranta su fuerza con tu poder, aplasta su poderío con tu ira, porque se han propuesto profanar tu Santuario, manchar la Morada donde habita la Gloria de tu Nombre, y derribar tu altar a golpes de hierro.

9 Mira su arrogancia, descarga tu indignación sobre sus cabezas:

concédeme, aunque no soy más que una viuda,

la fuerza para cumplir mi cometido.Por medio de mis palabras seductoras

10 castiga al esclavo junto con su jefe y al jefe junto con su esclavo.

¡Abate su soberbia por la mano de una mujer!

11 Porque tu fuerza no está en el número ni tu dominio en los fuertes,

sino que Tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los desvalidos, el apoyo de los débiles, el refugio de los abandonados y el salvador de los desesperados.

12 ¡Sí, Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Soberano del cielo y de la tierra, Creador de las aguas y Rey de toda la creación: escucha mi plegaria!

13 Que mi palabra seductora se convierta en herida mortal para los que han maquinado un plan siniestro contra tu Alianza y tu Santa Morada, la cumbre de Sión y la Casa que es posesión de tus hijos.

14 ¡Que toda tu nación y cada una de sus tribus reconozcan que Tú eres Dios, el Dios de toda fuerza y de todo poder, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel!”.

Nosotros, armados con esta confianza, movidos por la gracia, ponemos todo nuestro empeño en adorar al único Dios verdadero y pedir su ayuda y su divino auxilio, para vencer con su poder las fuerzas que nos asedian.

En nuestra batalla contra las fuerzas del mal, con las buenas armas de Cristo, no olvidemos que el maligno se vale del pecado para construir su Anti-iglesia, con la que quiere devastar toda la tierra, como Nabucodonosor.

Y que nosotros, Pueblo Santo por la gracia, podemos hacerle frente, en nuestra debilidad, si imploramos fielmente su divino auxilio,

confiados en que el poder de su brazo no mengua en aquellos que le son fieles.

 

2.11.14

(37) De salir a pescar almas sin demora, y con las redes de Cristo

¡Insensatos! –que diría Gandalf!– Salid ya a pescar, ¡que es tiempo de pesca! No podemos dejar de echar las redes al mar.

 No nos demoremos. Que hay muchos tiburones por ahí, bajo disfraz de escritor heterodoxo, filósofo relativista o gurú de la autorredención. Salgamos a pescar almas para Cristo.

 ¡Salgamos a hablar de su gracia a diestro y siniestro, para que a través nuestra el Señor arranque a muchos de las puertas del infierno!

Pues Cristo nos ha hecho a todos, según la medida y el orden de su don, pescadores de hombres.

Y nos hace pescadores Él, Pescador que domina el mar, los lagos, vientos, tempestades, y camina sobre las aguas cuando quiere, y de sus pasos nos hace participar a nosotros también cuando quiere, y a menudo si no hacemos vana la verdad y la gracia, que Él mismo nos trae (Jn 1, 17).

Ah, pero no te creas un gran pescador a tu manera o con tus propias redes, que no has sido tú quien le elegiste a Él, sino Él a ti. Y sin Él no puedes hacer…¡nada! (Jn 1, 15)

El alma de tu apostolado es tu unión con el Señor a través de la Santa Eucaristía, la oración constante, el desarrollo en ti de los dones del Espíritu Santo, yendo a todas partes con Jesús, contigo, junto a ti, marcándote el paso por delante, y …¡sin miedo!

__________

 Y caminando a lo largo de Galilea vio a Simón y a Andrés, hermano de éste, que estaban echando las redes al mar, pues eran pescadores (Mc 1, 16)

Echaban las redes. No dice la Escritura que hubieran recogido algo. Trabajaban, se afanaban cuando llegó Jesús, que les ve.

Hasta no ser elegidos por Jesús, eran pescadores de otra manera. No pescaban hombres.

Hasta no habérseles aplicado los méritos de la pasión de Cristo, no eran pescadores a hechura de Cristo. ¡No pescaban hombres! Apenas pescaban peces, con sus redes rotas.

San Jerónimo, en su impresionante Tratado sobre el Evangelio de san Marcos, relaciona una pesca fructuosa con los méritos de Cristo:

 “Simón, aún no Pedro (pues todavía no había alcanzado a ser la piedra para que se le llamara Pedro) Simón, digo, y su hermano Andrés, hallándose a la orilla del mar echando en él las redes (…) No se dice que las hubieran echado y que hubieran recogido peces  (…) Lo que quiere decirse, pues, es que antes de la Pasión habían echado las redes, pero no se indica que hubieran capturado algo. En cambio, después de la Pasión lanzan la red y pescan; y pescan tanto que las redes se rompen

De lo cual inferimos que es la gracia, que nos aplica los méritos de Cristo Pescador de Hombres, la cualidad sobrenatural por la que somos pescadores fecundos de almas, a la medida de su Voluntad.

Y les dijo Jesús: venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres (Mc 1, 17)

Exclama san Jerónimo, encendido con este pasaje:

”¡Dichoso cambio de pesca! Jesús los pesca para que ellos, a su vez, pesquen a otros pescadores. Se convierten primero en peces para ser capturados por Cristo, y serán luego ellos mismos quienes capturen a otros. Y les dijo Jesús: Venid en pos de Mí y os hare pescadores de hombres”

Y tuvo que llegar Jesús y mirarles infaliblemente, y a hacerlos pescadores a Su hechura, por voluntad de su Padre.

Es Él quien nos elige para pescar sus peces, que son todos los que Él quiera y nos dé pescar. En un principio, todos cuantos nos rodean, que no le conocen. Todos cuantos  nos dé la providencia. Cualquiera, tal vez ese desconocido que te encuentras por la calle. El amigo que llevas años intentando catequizar sin conseguirlo a tu manera. Algún familiar, un compañero de trabajo… cualquiera…

Como una vez nos dijo san Juan Pablo II:

 “la gracia del Señor, invisiblemente presente, renueva hoy entre nosotros como en aquel amanecer junto al lago, impulsándonos con nuevo fervor en nuestra misión de “pescadores de hombres” (12 abril 1987)

Y otra vez:

“Jesús en sus parábolas comparó el reino de los cielos a “una red arrojada al mar” (Mt 13,47) y los Apóstoles a “pescadores de hombres” (Mc 1,17). El mar es una hermosa imagen de este mundo en el que se desarrolla nuestra existencia. La humanidad surca las olas del tiempo avanzando hacia las riberas de la eternidad. Espera ser salvada por Cristo. A lo largo de su travesía, todo ser humano busca consuelo y seguridad en Cristo, al que “incluso el viento y el mar obedecen” (Mc 4,41). (16 de diciembre de 2000)

Los apóstoles pasan de ser pescadores a ser peces. Cristo echa sus redes, les toma en sus manos. Cristo es el pescador y por Él se recogen las redes llenas de peces.

 Y al instante, dejando las redes, le siguieron (Mc 1, 18)

Los pescadores oyen a Jesús, y se vuelven peces al instante.

San Jerónimo insiste:

 “Y al instante. La verdadera fe no conoce demora alguna. Al punto oye, al punto cree, al punto sigue y al punto se convierte en pescador. Y al instante, dejando las redes lo siguieron. Resultaba realmente imposible que, manteniendo las redes, hubieran seguido a Jesús.”

Dejando las redes.  Manteniendo sus viejas redes, era imposible. Como ellos, hemos de usar las redes de la gracia. Por eso, hemos de abandonar nuestra confianza en medios propios, recursos propios, habilidades propias, redes propias. Abandonemos todo.

“Y al punto los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo, con los jornaleros, le siguieron (Mc 1, 20)

San Jerónimo explica así este pasaje:

 “Aquí nos da a entender, sin duda, que los ojos y el rostro de Jesús irradiaban un algo divino y que fácilmente atraían hacia sí la mirada de quienes lo contemplaban. De lo contrario, al decir Jesús  Seguidme, en modo alguno lo habrían seguido. (…) La palabra de Dios era eficaz; todo cuanto decía, se ponía en práctica. Así pues, si Él lo dio y se realizó, Él lo ordenó y fueron creados” (Sal 148, 5) del mismo modo Él los llamó y por eso lo siguieron”

La gracia es eficaz.

Para ser pescadores eficaces de Cristo hay que dejar nuestras redes de pescador. Y seguir a Cristo, para echar Sus redes, que son las verdaderamente nuestras, por la gracia.

Su hermano Juan, que se hallaban en una barca remendando redes (Mc 1, 19)

San Jerónimo explica que:

 “Cuando se dice remendando las redes se da a entender que éstas estaban rotas.  Echaban, pues, las redes al mar, pero al estar rotas no podían capturar pez alguno. Estaban remendando las redes en el mar, sentados en una barquichuela dentro del mar. (…) No en la orilla, ni en tierra firme, sino en una barca azotada acá y allá por las olas”.

 Hay que dar entonces, movido por la gracia, el gran salto: de estar en una barquichuela azotada por el oleaje, sin pescar nada, a estar en la gran Barca donde Cristo pone el pie: y entonces nuestro apostolado da mucho fruto. Entonces pescamos de verdad. Porque Cristo está con nosotros. Entonces nuestras redes son las suyas.

Cristo es el Fundamento de nuestro apostolado. Él es la red. Él es la honda que vence al mal. Y toda profundidad es Cristo, mana de Cristo.

Fíjate en la etimología libre y espiritual de Fundamento. El Diccionario etimológico Corominas deriva fundamento de funda, que significa red de pescar. Y de funda viene fundamento. Fundamentum, que además de cimiento, fundamento, base, significa fondo del mar. Funditus significa hasta lo hondo, y fundo… hace pensar en producir en abundancia. Funda, además de red, es honda, y funditor es hondero, es decir, David, que mata a Goliat con la honda. Fundo es también derribar a tierra. El que tiene a Cristo por fundamento, pesca abundantemente con ese fundamento, con esa red, que es la gracia de Cristo, y vence a sus enemigos con la honda, que es ese mismo fundamento. Re-fundo… también hace alusión a rechazar, refutar el error. Y diffundo… a difundir (la verdad)

Nosotros estamos en la barca de Cristo, que es la Iglesia, por el bautismo. En la Iglesia remendamos nuestras redes con el hilo sobrenatural de la gracia. Cuanto más hilo sobrenatural más fuerte será nuestra red, más se irá haciendo la red de Cristo.

En el Señor pongo mis esperanzas (Sal 10, 2)

Que nuestras esperanzas de apostolado no recaigan en nuestras redes rotas, sino en la red sobrenatural de Cristo. Gastemos la vida en Cristo, que quiere ganar almas para Sí, a través de nosotros. Salgamos a pescar, que el Leviatán quiere devorar muchas almas por el fondo de los mares, para arrebatarlas al infierno.

El Espíritu de Cristo nos hace pescadores de hombres, embajadores del Amor de Dios. Sigámosle al instante, con esa libertad y valentía que fomenta en nosotros, para salir a proclamar su Santo Nombre.

Dejemos aquí, en esa barca vieja, nuestras propias y vetustas redes. Y lancémonos con Él al mar, en esta Barca que es la Iglesia.

30.10.14

(36) De agradar o desagradar, en bien de las almas, por Cristo.

El capítulo 4 del Evangelio de Lucas nos cuenta un episodio de la vida de Nuestro Señor realmente impresionante.

El Señor llegó a Nazaret “donde había sido criado” (4:16) Va a la sinagoga el sábado, y se levanta para leer.

“Le entregaron el libro del profeta Isaías".

Date cuenta. En la sinagoga, Jesús se levanta para leer, y le dan el libro de Isaías, el profeta que más habla de Él mismo, de Jesús en el Antiguo Testamento. Se levanta a leer el libro del profeta que habla de Él.

El pasaje que lee el Señor habla, por lo tanto, de Él mismo y de su misión salvadora:

“18 El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ha consagrado por la unción.

Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres,

a anunciar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos,

a dar la libertad a los oprimidos

19 y proclamar un año de gracia del Señor.”

Nosotros, tú y yo, y aquellos que estaban aquel día en la sinagoga en que Jesús se levantó a leer, todos nosotros somos por el pecado cautivos del demonio, ciegos a la verdad, oprimidos por nuestras maldades…

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