(302) Una simbiosis problemática de pensamiento moderno y pensamiento católico
1.- La escuela personalista, en teología moral, pretende ser una alternativa a la escolástica tradicional, más concretamente a la síntesis clásica aristotélico-tomista, algo así como el nuevo armazón intelectual de la moral cristiana. Acusa para ello al pensamiento clásico de minusvalorar la subjetividad y la experiencia personal. En base a esta crítica confecciona una teoría de la moral y de los valores de base kantiana, que contrarreste un supuesto triunfalismo doctrinal tradicional.
Karol Wojtyla, por ejemplo, considera que Santo Tomás es “objetivista", y que por eso no tiene en cuenta debidamente el papel de la conciencia y de la autoconciencia:
«la concepción de la persona que encontramos en Santo Tomás es objetivista. Casi da la impresión de que en ella no hay lugar para el análisis de la conciencia y de la autoconciencia […] de las que, sobre todo, se ocupan la filosofía y la psicología modernas» (Karol WOJTYLA, El personalismo tomista, en Mi visión del hombre, Palabra, Madrid 2006, p.311-312)
2.- El personalismo, por tanto, pretende combinar a) los aspectos subjetivistas histórico-existenciales de la experiencia moral, con b) los aspectos “objetivistas” de la moral cristiana, como la naturaleza de la persona o la filosofía del ser. Y con esta combinación cree poder amalgamar [a] el pensamiento y la psicología modernas con [b] el pensamiento católico tradicional.
3.- Y es que la Nueva Teología, el rahnerismo-maritainismo, y los personalismos en general, cada cual en distinta medida y grado, pretenden incorporarse el numen de Ánomos y Anfíbolos; y al mismo tiempo, ser fieles al espíritu del catolicismo. Pero la pretensión de construir un sistema conjunto modernidad/catolicismo es un proyecto cuestionable. Se puede intentar, pero a base de tensionar la razón católica y obligarla artificialmente a asumir elementos extraños al numen bíblico-tradicional.
Es una simbiosis problemática, por una razón bíblico-tradicional: «nolite conformari huic saeculo» (Rom 12, 2), no toméis como modelo este siglo, no os conforméis a este mundo, no os adaptéis a esta época.
4.- Por eso, el empeño de elaborar, como instrumento alternativo a la teología moral clásica, una especie de tomismo moderno, es un proyecto que da problemas. Porque no hay nada más disonante entre sí que la doctrina aristotélico tomista (que es realista en sentido metafísico), y la doctrina moderna, (que es subjetivista y existencial, por falsamente realista, por nominalista).
5.- La razón de esta disonancia radica en que no puede fundamentarse la moral en la experiencia, no puede fundarse el bien en la autodeterminación del querer. Porque para constituirse de esta manera, tendría que aceptar como derecho la libertad negativa.Tendría que profesar la implenitud de la ley moral. Tendría que asentir la tesis central de Amoris laetitia (la necesidad de añadir la subjetividad de la conciencia a la objetividad de la ley moral). Habría que aceptar, en suma, la independencia última de la subjetividad.
6.- Esto supondría, junto al reconocimiento de una moral universal y objetiva, que ciertamente no se rechaza, la aceptación simultánea de una ética individual, única e irrepetible como la que propone Karl Rahner. —Y que, en el ámbito psicológico, representa ese sentido de la vida único e irrepetible que presupone la logoterapia frankliana.
Supondría la forzada coexistencia de dos morales en un sólo sujeto, la universal, representada por las normas generales, y la particular, representada por la propia ética individual. Que es precisamente el trasfondo intencional de Amoris laetitia c.8. Es lo que tenía en mente, sobre todo, Kar Rahner. Y cuya sobrevaloración situacionista es lo que combate, justamente, documentos magisteriales espléndidos como Veritatis splendor.
7.- En la teología moral personalista existe, por tanto, una tensión permanente entre lo general y lo particular, cuya nota disonante no se puede resolver sin desembocar en la tesis de Amoris laetitia. Porque la cosa es clara: o el sujeto convive con esa tensión dramática —cuya teología y cuya estética encuentra ecos heideggerianos en la obra de Guardini o de von Balthasar—; o el sujeto resuelve la tensión en una falsa consonancia, como propone Amoris laetitia: una ética individual que acepta las “normas generales” pero que las suspende teleológicamente (como diría Kierkegaard), con beneplácito de la autoridad, cuando lo general y lo particular no encajan, cuando hay una “irregularidad” en la combinación.
8.- La cuestión, como decimos, es que la afirmación de dos éticas en un sólo sujeto (que pretende fragmentarse en individuo y persona) es una tesis que procede del existencialismo. La encontramos planteada en Temor y temblor de Kierkegaard, en su afirmación de una ética general que ha de ser puesta, repetimos, en suspensión telológica (en función de un fin subjetivo y no del fin último).
Pero es que toda la ética personalista, por su raigambre liberal, padece esta tensión dramática entre fin universal y fin individual, entre fin personal, único e irrepetible (como diría Rahner), y fin último, universal y común. La doctrina de Maritain conduce a esta doble identidad moral. Sus consecuencias son muy negativas, como estamos viendo en la actualidad.
9.- Es el conflicto entre la teleología y la autoteleología, entre el individuo y la persona, entre la vida pública y la vida privada, entre el bien y los valores. Es el conflicto interior irresoluble de la nueva cristiandad maritainiana y su humanismo integral. Es el dramatismo de una afirmación simultánea de dos principios distintos, con la ambigüedad consiguiente. Es la dicha doble identidad que se postula en la política católica de inspiración democristiana, y que ha descristianizado radicalmente la política.
Esta doble teleología ha sido sobrevalorada por el pensamiento católico reciente, en exceso optimista, y presentada ambiguamente en documentos como Gaudium et spes. En su punto 24, a la vez que afirma tradicionalmente el fin último: «todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios mismo» recoge asimismo la perspectiva autoteleológica personalista de base kantiana que habla del hombre como «única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo». ¿Hay que suponer, entonces, que la causa segunda es fin en sí misma y fin de sí misma, y en cuanto fin en sí es amada por Dios?
10.- En conclusión, no se puede compaginar la liberad moral, tal y como la entiende el principio católico, con la libertad negativa. El intento de simbiosis de ambas, con el cual el personalismo pretender elaborar una alternativa a la teología moral clásica, está llamado a dar problemas, a pesar de pequeños éxitos secundarios, a pesar de las buenas intenciones pastorales, a pesar de la afirmación simultánea del concepto tradicional.
Como muy acertadamente resume Juan Fernando Segovia:
«esta “renovación” de la doctrina católica de la ley natural (que pretende el personalismo] lleva a un galimatías en el que ley natural se dice, a la vez, de la ley de la naturaleza [humana] y de la ley de la conciencia o autoconciencia [personal]» (Juan Fernando SEGOVIA, Examen crítico de “a la busca de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural, Verbo 493-494 Madrid 2011, p. 197).
Porque, como explica la encíclica Libertas praestantissimum, 6:
1) la voluntad depende de la razón:
«la razón prescribe a la voluntad lo que debe buscar y lo que debe evitar»
2) la voluntad no puede elegir su propio fin, sino dirigir su acción al fin último:
«para que el hombre pueda algún día alcanzar su último fin, al cual debe dirigir todas sus acciones.»
3) y este deber dirigirse es precisamente el orden de la ley:
« precisamente esta ordenación de la razón es lo que se llama ley.»
Está claro, por tanto, que la rectitud moral no se discerne en base a la supuesta capacidad de autodeterminación del querer, según reza el principio kantiano-hegeliano. Sino por su sintonía con la sabiduría ordenadora de Dios, participada por la razón.
No es que el personalismo niegue esto último, repetimos. Es que quiere compaginarlo con una ética particular en que la conciencia opere la simbiosis. Y esta imposible amistad, si se exagera, conduce a afirmaciones tan alejadas del pensamiento católico como la que corona el punto 304 de Amoris laetitia, y que tan dramáticamente muestra la fragmentación interior a que ha llegado el pensamiento católico:
«Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano.»
Ni el personalismo en su versión teológica (o sea, la Nueva Teología) ni el personalismo en su versión filosófica, pueden constituirse como alternativa a la teología moral clásica, de base metafísica aristotélico-tomista. Pretender obstinadamente lo contrario sólo puede producir una crisis como la que estamos viviendo.
David Glez Alonso Gracián
28 comentarios
Pido asepsia en el juicios, y dejar al margen las emociones, para poder analizar las cuestiones sin prejuicios.
Ruego lo comprendáis, gracias de antemano. Realmente, los lectores habituales de esta bitácora soléis aportar mucho, con sensatez y con mente cabal. Gracias de nuevo.
hay recogidos ideas y conceptos para darle vueltas varios días. Gracias por la síntesis.
Para mi el personalismo solo tiene cabida en el campo de la psicología. Las experiencias personales son subjetivas, y una misma experiencia produce diferentes efectos segun las personasCuando tu lees "El hombre en busca de sentido" de, V. FRANKL se ve claramente. La logoterapia entraría de lleno aqui
Creo que K. Woytyla no es justo con Sto Tomás
"no hay espacio para el análisis de la conciencia y autoconciencia", dejar al criterio subjetivo la filosofía y la teologia supone llevar al caos y la esquizofrenia a los mismos. No se si su Teologia del cuerpo podría tb tener un enfoque terapéutico. Hace unos meses leí una entrevista a un homosexual, que había reconducido su vida a través de ella. Supongo que la formación recibida marca y los santos tb se equivocan.
Frente a la idea de Kant que dice no es posible conocer la realidad con la razón, o Hegel que para el todo es cambio, yo me quedo con la frase que Dios dice de sí mismo: "Yo Soy El que Soy". Confieso que cuando lo leí por primera vez entendí el valor de mis clases de Filosofía en el bachillerato,y agradecí a D. Bernardo, mi profesor lo bien que explicaba la filosofía realista.
El problema es que este virus lo ha infectado todo.
"Desde luego, tiene que haber entre vosotros disensiones, para que se ponga de manifiesto quienes son de probada virtud entre vosotros"
l Cor 11,19. Las disensiones a día de hoy son de tal calibre y tan extendidas,que la Iglesia se encuentra postrada , no digamos la contaminación de toda esta Nueva Teologia, que distorsiona la Fe Revelada.De hecho muchos sermones, parecen más consejos psicológicos que la Palabra de Dios. Todo rezuma antropocentrismo,tb en la Iglesia.
No se la inventa el Papa argentino. Él solo lleva hasta sus lógicas consecuencias la heterodoxia personalista.
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A.G.:
Yo hace mucho que llevo exponiendo los muchos problemas que da el personalismo, o mejor dicho los personalismos, sea el teológico (Nueva Teología), sea el filosófico, e incluso el psicológico.
No estoy de acuerdo con calificar el personalismo propiamente de heterodoxia, (aunque muchos personalistas hayan desembocado en ella, como Häring) sino de ortodoxia débil, como vengo mostrando. Es un catolicismo reducido, que ha incorporado elementos modernos, y que en muchos casos pretende ortodoxia. El problema es, aparte de su indefinición, su hibridismo.
Respecto de los documentos del Pontífice actual, me he pronunciado muchas veces al respecto. Amoris laetitia es personalista, a mí no me cabe duda, como vengo demostrando. Es un personalismo llevado a su desarrollo conceptual, en que el elemento moderno, por su propia fuerza, va tomando el centro. Por eso las reflexiones personalistas, incluidas en textos como Amoris laetitia, no pasan de ser reflexiones teológicas privadas que no obligan.
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A.G.:
Reconozco que hace varios años no me terminaba de gustar Castellani. Pero desde hace tiempo lo vengo leyendo, y paréceme que sus juicios son además de potentes, muy lúcidos. Pienso que es una mente cabal, también por su estilo. Aunque prefiero a Meinvielle y por supuesto a gran Caturelli.
Respecto a Kierkegaard. Creo que el autor danés tiene muchas cosas buenas, otras malas. Como es lógico, porque no era católico. Intentó combatir el espíritu moderno hegeliano, pero sin conseguirlo. Su obra Temor y temblor, por más que tenga luces buenas, no se compagina con el principio católico, y si es sobredimensionada, pues tenemos un soporte para esa doble ciudadanía maritainiana, la del individuo y la de la persona, tan nefasta.
Pero que Kierkegaard tenía verdadero espíritu cristiano, y verdadero celo apostólico, no me cabe duda, no hay más que leer Mi punto de vista. Lo que pasa es que sus errores son muchos. Pero es que tenía muy lejos la fuente de la tradición.
Doy fe, absolutamente, que ése era el tono y la tónica en mi parroquia y en la Acción Católica de los años '50-'60, cuando me formé y pasé mi adolescencia. Y puedo citar una anécdota que lo ilustra y lo confirma: en 1.966 se hizo en mi ciudad una Gran Misión que incluía múltiples actividades, una de las cuales era un concurso literario para los jóvenes de la secundaria sobre un tema religioso. Participé y gané ese concurso, y mi monografía fue leída el día de la clausura de la Misión, ante numeroso público. ¿Cuál era su argumento? Pues que básicamente había que conciliar fe con mundanidad.
Dos años después yo abandonaría toda práctica religiosa, y por un muy
largo período.
Lamentablemente no conservo esa monografía, pero la hermosa talla de la Virgen de Luján en caja de madera que recibí como premio, todavía corona nuestro altar familiar.
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A.G.:
Gracias Ricardo, por el comentario y por la anécdota. Lo de los círculos cuadrados lo dice mucho nuestro P. Iraburu. Es lógico, es imposible concertar cosas contrarias. Coincido en que esa pastoral de conciliación con la modernidad ha descristianizado vertiginosamente la sociedad. No podía ser menos.
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Me gustaría saber su opinión sobre este texto de Joseph Ratzinger en su último discurso antes de ser elegido Papa, pronunciado el 1 de abril de 2005 en Subiaco:
(https://es.zenit.org/articles/la-ultima-conferencia-de-ratzinger-europa-en-la-crisis-de-las-culturas/)
"En este sentido, la ilustración es de origen cristiano y no es casualidad el que haya nacido única y exclusivamente en el ámbito de la fe cristiana, allí donde el cristianismo, contra su naturaleza y por desgracia, se había vuelto tradición y religión del estado. A pesar de que la filosofía, en cuanto búsqueda de racionalidad –también de nuestra fe–, haya sido siempre una prerrogativa del cristianismo, se había domesticado demasiado la voz de la razón. Ha sido y es mérito de la Ilustración el haber replanteado estos valores originales del cristianismo y el haber devuelto a la razón su propia voz. El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, ha subrayado nuevamente esta profunda correspondencia entre cristianismo e Ilustración, buscando llegar a una verdadera conciliación entre la Iglesia y la modernidad, que es el gran patrimonio que ambas partes deben tutelar."
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A.G.:
Gonzalo, creo que Ud. se imagina mi respuesta.
Los valores revolucionarios puede interpretarse cristianamente, pero en el fondo son eso, valores revolucionarios. El sentido que la ilustración, y la revolución, aporta a los valores de la libertad, la igualdad, la fraternidad, y otros, bebe del espíritu moderno, que es espíritu de independencia.
Otra cosa es que por una pastoral bien intencionada se pretenda buscar puntos de contacto, y reorientar la semántica de esos valores. Lo intentó también San Juan Pablo II con el tema de los derechos humanos.
El problema, pienso yo, como vengo demostrando en este blog, es que el espíritu de la modernidad es incompatible con el espíritu católico.
En esas palabras Ratzinger expone el lugar común personalista, y lo hace, creo yo, con buena intención, con cierto optimismo propio de estos tiempos.
¿Dónde se encuentra el católico común y corriente con esta enfermedad de la Iglesia? ¿Por qué vía puede el católico común y corriente verse afectado por todo esto?
Porque vamos a ser realistas: la mayoría de los católicos hemos leído pocas o ninguna encíclica o documento papal, o teológico. Luego por esa vía NO es.
A lo mejor es por la catequesis, pero la catequesis o da lugar a buenos católicos o da ocasión para abandonar la Iglesia, que es lo que yo creo q ha pasado muchas veces con la catequesis pre Confirmación.
A mí me parece que el punto en el que los católicos promedio se afectan de los males que denuncias es en la LITURGIA de la Iglesia, precisamente. Y por concretar: en el Novus Ordo tal y como es habitualmente llevado a la práctica y en todo lo que el Novus Ordo acarrea en el plano arquitectónico, musical, estético, homilético y en la teatralización de la Misa en el presbiterio.
Es la celebración de la Misa lo que deforma a los católicos promedio y lo que les contagia de todo lo que tú denuncias.
En una misma Iglesia no pueden convivir la objetividad de la norma moral con la subjetividad en el culto a Dios, que es el difícil y fracasado equilibrio que quiso conseguir Juan Pablo II.
El pseudomagisterio de Francisco es la aplicación CONGRUENTE a la moral de los principios que se aplicaron a la Liturgia: circunstancialidad y subjetividad.
Francisco es un campeón de la congruencia, y lo sabe.
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A.G.:
Tulkas, a mí me parece que la causa de los males son siempre las ideas. Los problemas de la Iglesia no pueden ser primero sino problemas teológicos, e incluso filosóficos. La perturbación de la fe conduce al deterioro del culto, de la vida cristiana, de la función docente. No me cabe duda que todo lo que afecta al entendimiento católico es la causa de males.
Como sabes, yo nunca escribo sobre liturgia, porque es un tema que se sale de mi competencia, que son las ideas, los conceptos, la crisis de los principios intelectuales. Así que sobre el tema litúrgico me abstengo y me limito a ir a Misa y sobrellevarlo, creyendo que es santificante, porque es la que tengo, no tengo otra. Y en las homilías, si escucho algo feo, que es lo más frecuente, salirme y volver cuando acabe.
De acuerdo con el criterio que anteriormente te he mencionado, me parece que el problema está esencialmente en las ideas, independientemente del camino por el que esas ideas alcancen a los fieles. Homilías, predicaciones, catequesis, libros, cursos, docencias... por aquí creo yo que se difunden Ánomos y Anfíbolos. Si se bajan las defensas de la Ciudadela, lo lógico es que penetren sus muros y vayan directos al templo, también a la sede de la comunidad política, para que gobierne la Urbe sin criterio católico, luego a las casas de los particulares...Pero si los que están dentro de la Ciudad Católica tienen la mente bien amueblada, su posición siempre es fuerte, pueden hacer frente a cualquier bajada de defensas, porque saben dónde están los puntos débiles del ejército invasor y atacarlos. Y el ejército invasor es la Modernidad. Creo que Pascendi, Humani generis, son textos claros al respecto. No penetran caballos de troya si no se les mete dentro.
Respecto al magisterio del Pontífice, creo que no hay que confundir el magisterio con reflexiones teológicas privadas insertadas en él. Por eso no lo llamaría yo pseudomagisterio, sino simplemente reflexiones personales del Pontífice. Pero es que el ensayismo es eso, ensayismo. Y es sano distinguir. El católico actual sobrevalora en exceso el gusto intelectual de los Pontífices, que realmente no nos interesa.
Que a un Papa le encante Maritain, a otro Husserl, a otro Kasper, no es de mi incumbencia ni me parece relevante, siempre y cuando tengamos en cuenta que el ministerio petrino es confirmación en la fe, no en las preferencias teológicas o filosóficas de los Pontífices. Por aquí, por la depuración de teologías y filosofías privadas, va el camino de la salud y de la superación de la crisis.
Por eso, como digo, el problema está en las ideas. Y el humo de satanás está formado por ideas.
Antes que nada le pido mis disculpas por enviarle un comentario tan crudo y grueso de lo que vi. No volverá a pasar.
Por favor, si no es molestia para usted, puede explicarme ¿que es la libertad negativa y la autodeterminación del querer? pues me cuesta entenderlo. Se lo agradezco muchísimo.
Que Dios le Bendiga.
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A.G.:
No pasa nada, Oscar, sus comentarios suelen ser enriquecedores.
La libertad negativa es el principio de autodeterminación: el hombre puede llegar a ser lo que quiera, lo que importa es la libertad en sí misma más allá del objeto que persiga. La expresión más precisa de la libertad negativa es la de Hegel: el querer por el querer mismo, la libertad sin otro freno que la libertad misma, el tener derecho a autodefinirse, a elegir tanto el bien como el mal, la potencia absoluta luterana: el poder elegir como esencia de la libertad, más allá de si lo elegido es bueno o malo. La voluntad independizada del entendimiento, que elige no el objeto que éste le propone, sino lo que quiere.
La libertad negativa es la libertad de perdición, el querer tener derecho a creer lo lo que a uno le parezca conveniente, etc.
Y sobre su apoyo a Kierkegaard, lo que Castellani rescata es que tuvo la lucidez, pero sobre todo la valentía de enfrentarse a una jerarquía luterana perdidamente hegeliana. Fue, como el mismo chaqueño, un "ruiseñor fusilado" por la burguesía clerical.
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A.G.:
Tranquilidad, jeje. Yo cada vez leo con más fruición a Castellani. Lo enmarco claramente en la tradición hispánica más recia y esencial. Su estilo quevediano me agrada más cada día. Recuerdo que hace poco, leyendo sobre Maritain, alcancé una cita de Castellani en que lo diagnosticaba con precisión y potencia sin par. Está publicada en uno de mis post. También considero infravalorado a Meinvielle y a Caturelli. Para mí los tres son de los grandes. Y me falta aún por leer a otros autores argentinos. Ahora por cierto estoy descubriendo a Calderón Bouchet, y me parece autor de peso, muy inteligente. Pero en cuanto al estilo, al dominio de la lengua, el que mejor escribe es Castellani. Caturelli es realmente profundo, y siempre aporta enfoques inteligentísimos.
Respecto a Kierkegaard, enfrentarse al espíritu hegeliano le condujo al ostracismo intelectual y fue algo heroico, de eso no hay duda. Lástima que no pudiera elevarse sobre él, porque permaneció siempre entre los límites de la Modernidad, como ácrata de ella. Por así decir. Pero es que le faltó el acceso al numen católico. León Bloy, en sus Diarios, describe cuán desfigurado estaba el espíritu cristiano de los ambientes escandinavos. También es una triste guasa que los personalistas hayan adoptado, como lo han hecho, su famosa suspensión teleológica de la ética, o más propiamente el concepto que no la terminología. De su aplicación al humanismo intelgral maritainiano viene el rollo ese de la doble identidad etc etc.
Y lo tengo claro: la Liturgia.
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A.G.:
Tulkas concedo que la liturgia es medio de difusión de errores muy frecuentemente.También paréceme que los daños litúrgicos van más a la voluntad, a la sensibilidad, a los afectos espirituales. Yo creo que sobre todo es la predicación, la enseñanza, los centros de formación católicos, las catequesis, la omisión de verdades esenciales, los medios ordinarios del error. Y me parece que más daño hace la ortodoxia débil, que la heterodoxia. Un hereje sin condenar hace mucho daño, pero un ortodoxo enseñando mucho tiempo una doctrina con semillas imperceptibles de error, con omisiones, con anfibologías, va deformando la fe como a fuego lento.
Más daño hace un Rahner que un Häring, por así decir. Las malas ideas con apariencia de buenas se transmiten por el discurso, escrito, oral...van calando como agua de lluvia ácida, hasta que la mente ya no reconoce con claridad el norte, el sur, el este y el oeste doctrinales, y este desconcierto afecta al culto. Curiosamente, lo primero que se devalúa es el culto de dulía. El error voluntario es siempre el detonante. Y a través de las malas filosofías y malas teologías deteriora la traditio, la entrega del Depositum. Y entonces viene luego lo demás. Si se altera la traditio, la entrega, se afecta el culto, se afecta la vida religiosa, se afecta todo.
Es bueno y altamente significativo que el cardenal alemán reconociera el parentesco entre el CVII y la Ilustración. A mí eso me confirma en mi actual idea sobre lo que supuso ese concilio.
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A.G.:
Gracias Fernando Martín.
Está claro que las ideas de Rahner han hecho un daño enorme, aún más por el inmenso prestigio del autor. Tengamos en cuenta, además, que sus ideas son más o menos compartidas, en general, por otros personalistas, formando una especie de trasfondo conceptual común.
Comparto la observación que le hacen que difícilmente los cristianos, incluidos la gran mayoría de sacerdotes, se pierden por esos vericuetos del personalismo o del tomismo, a los que usted da tanta importancia, supongo que por su formación filosófica.
Quizá sea todo más fácil. Quizá sería más fácil preguntarle a sus hijos por qué sus compañeros tienen dificultades con la fe cristiana en su catequesis de comunión, o por qué los adolescentes dejan de creer en la confirmación o los jóvenes con el matrimonio.
Se me hace muy difícil creer que el influjo teológico negativo de un Maritain o un Rahner en el Catotolicismo sea tan siquiera un elemento de importancia secundaria en la desafección a la Fe y a la Iglesia que presenciamos en Occidente.
Aun suponiendo que todo lo que dice usted sea cierto, ¿no cree que sería mejor hablar con nuestros niños, adolescentes y jóvenes para preguntarles por qué les cuesta tanto creer? Quizá las respuestas no tengan tanta conexión con lo que usted presupone en su blog.
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A.G.:
Soledad, la logoterapia frankliana no es tan mala como otras terapias psicológicas actuales, porque al menos no tiene una base budistoide, como la terapia gestáltica y psicologías new age de este tipo, que tanto gustan a muchos colegios concertados católicos. Pero en definitiva, la antropología que sustenta la logoterapia no es católica, y su filosofía es existencialista. Así que, por mi parte, es otra rama más del personalismo, otra forma de intentar incorporarse los elementos de la espiritualidad moderna nominalista y subjetivista, esta vez a la psicología.
Pero la inmensa mayoría de los católicos no asistimos a clases de teología y caben dos posibilidades, o nos contagiamos del error o no. Si nos contagiamos, mi pregunta sigue en pie: ¿cómo?
Mi hipótesis: en la celebración de la Misa, no por lo que tiene de Sacramento sino por lo que tiene de RITUAL, un RITO en el que la objetividad de los símbolos y la objetividad de Dios han dejado de ser esenciales.
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Con respecto a Benedicto, sí, fue incoherente en algunas cosas. Esa misma imcoherencia le llevó a su Summorum Pontificum.
La coherencia de Francisco es perfecta en todo: sus falsos indicios de nulidad matrimonial, su comunión a los adúlteros públicos y su frase “la reforma litúrgica no tiene vuelta atrás”. El hombre es la medida de todas las cosas, o mejor dicho, la subjetividad psíquica (y a veces psico-patológica) del individuo es la medida de todas las cosas.
Contra la coherencia de Francisco no hay nada.
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A.G.:
Benedicto XVI le daba mucha importancia a la crisis de la liturgia en la crisis de fe, no hay más que leer sus Obras Completas, el volumen XI.
Respecto a Francisco, pienso que si por coherente entiendes que tiene unos gustos teológicos privados bien definidos y concretos, creo que sí, que los tiene. Pero, repito, la teología privada de los Pontífices no nos atañe, pienso que no debe ser relevante. Tenemos problemas, ahora, en esta crisis, porque se le ha dado una importancia excesiva a la reflexión personal de los sucesores de Pedro. Es sano depurar la información que recibimos, y atenernos a lo esencial.
Mi idea es que la crisis tremenda que padecemos viene de mucho antes, concretamente, del modernismo, primero, y luego de su resurgimiento en el período posterior a la II Guerra Mundial, coicindiendo con el auge de la ONU.
Ruego dejemos de hablar de este tema, porque, como sabes, en mi blog no hablo de las personas de los pontífices, creo que lo propio de un Papa es que sea invisible en cuanto tiene de personal, y atenernos al ministerio petrino estrictamente, a las ideas. De liturgia tampoco suelo hablar nunca, porque es un tema que excede mis competencias, soy, simplemente, un filósofo, y de lo ritual sólo puedo hablar como fiel. Como fiel, simplemente, digo que las Misas, casi siempre, son motivo de dolor y angustia, aunque sean santificantes, que lo son. Soy un hombre clásico, amo con toda mi alma la Polifonía sacra, Tomás Luis de Victoria, Guerrero, Morales, el canto gregoriano, la excelsa lengua latina, venerable y tremenda. Haber dejado atrás la tradición musical hispánica es un horror, y más, si es sustituida por canciones de nula calidad musical. También la teología prima queda indefensa con la pérdida del latín, que es el idioma del dogma, inmutable y resistente a influencias del exterior. Pero el abandono de la Misa dominical es un gran mal. Tantos cientos de miles de católicos que han abandonado el domingo, es un drama. No digo más.
Luego, estos padres son los profesores de los seminarios, los formadores de catequistas, vicarios de pastoral, guías de los jóvenes, líderes comunitarios y no hacen sino sembrar ideas ajenas a la Tradición en todo el mundo.
Todo esto para decir que sí, que las ideas y la enseñanza es la base de todo el problema.
Si la gente e general supiese confesarse y asistiera a mos sacramentos, se le daría campo a la Gracia de hacer lo suyo, pero se llenan de tinieblas las mentes y se queda la gente sin las gracias necesarias.
¡Les roban la herencia!
La prueba es que la psicología está en alza y la teología y la filosofía en baja forma. Por eso le van tan bien las prácticas orientales que son corrientes más evanescentes.
Las características de esta ideología anti-cristiana se pueden resumir básicamente en 3 principios muy bien delimitados y definidos por Dominique Bourmoud en su libro "100 años de modernismo"
1. Una filosofía ignorantista. Que desprecia la realidad.
2. Una exégesis egologista. Que pondera al sujeto y los fenómenos por sobre la ley moral.
3. Una teología evolucionista. Que aspira un falso "Cristo Cósmico".
La conjunción de estos principios llevan por necesidad al relativismo neomodernista. Que sufrimos hoy en día quienes deseamos "mantener lo que se nos ha dado"
Gracias por el espacio querido Alonso Gracián.
Me gustaría comentar algo más respecto de esta frase del "añadimiento":
>> la voluntad no puede elegir su propio fin, sino dirigir su acción al fin último
Según entiendo que enseña sabiamente la teología moral clásica, se pueden prohibir categóricamente acciones concretas consideradas "malas", pero en cambio no se pueden mandar categóricamente acciones "buenas". Se puede prohibir matar a un inocente en cualquier circunstancia, pero no se puede mandar la limosna en concreto, sino solo de modo genérico, porque el momento, el destinatario y la cantidad deben ser juzgados por cada persona.
Dicho de otra manera, el camino hacia el mal tiene barreras bien concretas, pero el camino hacia el bien está abierto, no está perfectamente cerrado y definido para todos. El fin último, aunque sea la misma plenitud de vida eterna para todos, no es uno e idéntico para todos en sus detalles, sino que cada uno debe descubrir cómo se realiza su propia originalidad. Esto, en otras palabras, implica que hay que matizar esa afirmación de que "la voluntad no puede elegir su propio fin", puesto que, al menos en cierta medida, la voluntad debe elegir cómo se realiza la plenitud irrepetible de cada uno.
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A.G.:
La voluntad puede, movida por Dios, elegir a la luz de la razón y de la revelación, entre varios bienes. En eso consiste la libertad. Lo que no puede es autodeterminarse a un fin que no sea el fin último, es decir, Dios. Y si lo hace, es abusando de su libertad.
La autodeterminación como libertad negativa es un abuso. La teología clásica enseña que la voluntad, siguiendo la luz que el entendimiento le propone, empujada por la ley moral, que la encauza, puede elegir entre varios bienes. Pero esta elección no es una redefinición ni una autoteleología ni una reconfiguración de la propia esencia.
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A.G.:
Muchas gracias Alberto. La idea es precisamente elabora un mapa doctrinal con el cual orientarnos en la tormenta.
La filosofía tomista (y en una considerable parte la filosofía aristotélica) no es la filosofía de un hombre y de una inteligencia, sino la filosofía del hombre y de la inteligencia.
La Iglesia desde el principio adoptó esta filosofía («Deshacemos sofismas y toda altanería que se subleva contra el conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento para obediencia de Cristo».
II Cor 10, 5) en el sentido de que, todo aquello que fuese verdadero, era posesión de la santa Iglesia (Puesto que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, y Cristo es la Verdad), sea esta verdad natural, y con mayor ahínco, sobrenatural. Y esta es la esencia del tomismo: sistema filosófico y teológico que se adecua a la realidad natural y sobrenatural.
Todo hombre sin prejuicio que se acerque a beber de las prístinas fuentes de los escritos del Aquinate, encontrará más que el pensamiento de un hombre y más que la dilucidación de una inteligencia. No por nada, santo Tomás tiene el indisputable e inigualable mérito de ser el intelectual católico más ávida e intensamente recomendado por muchos sucesores de san Pedro, y la única gloria de haber conquistado para sí el título de ser el pensador y teólogo recomendado por todo un Sacrosanto Concilio de la santa Iglesia, como maestro de teología y del pensamiento (Cf. Concilio Vaticano II, Decreto "Optatam totius" sobre la formación sacerdotal, n. 16; Declaración "Gravissimum educationis" sobre la educación cristiana, n. 10.)
Por ello es que santo Tomás, desde su muerte, estuvo presente en todos los concilios de la Iglesia; pero aquello que es más que el santo, y que lo sobrepuja aún más, estuvo presente desde el principio en la santa Iglesia.
"La fe es es substancia de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve."
Hebreos 11, 1
«Deum verum de Deo vero, genitum, non factum, consubstantialem Patri»
Credo Niceno-Constantinopolitano
«Substancia» es una palabra propia de la filosofía aristotélica. Y es en estos términos y en estas categorías en que la fe de la Iglesia es expresada.
Si nos apartamos del tomismo (entendiendo, por supuesto, a la antes mencionada esencia de esta doctrina), tendremos graves problemas, por ejemplo: no se podría entender la «transubstanciación», tampoco la consubstancialidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, etc; de este modo la transmisión de la fe se haría imposible.
Permítame parafrasear a nuestro autor universal: “Yo sé quién soy, y sé quién puedo llegar a ser”.
(La cita literal dice: “Yo sé quién soy —respondió don Quijote—, y sé que puedo ser, no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías”. El Quijote, Parte I, Capítulo V.)
Lo que quiero decir es que las palabras de Alonso (Quijano) ponen de manifiesto la apertura de la naturaleza humana a una plenitud que no está prefijada, y por tanto requiere cierto grado de autodeterminación de los fines. Por así decirlo, el ser libre no solo tiene un destino, sino que también se forja su propio destino. No solo elige cómo convertirse en algo, sino también en qué quiere convertirse.
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A.G.:
El ser humano no puede elegir en qué convertirse ni puede fijarse otro fin último sin abusar de su libertad. Tampoco puede redefinirse, ni modificar su esencia, o sustituir su fin último por otro que desee. Esa es precisamente la libertad negativa, el principio de autodeterminación en sentido nominalista, tal y como se difunde a partir del humanismo italiano y se propaga hasta eclosionar en la ilustración y la revolución. Hegel lo expone con claridad.
Otra cosa es que el ser humano sea dueño de sus actos, lo cual es cierto, pues movido por la moción divina, puede actuar libremente, elegir entre varios bienes, y alcanzar su fin último que es Dios.
Pero a nadie le es lícito determinarse a un fin último que no sea Dios.
Efectivamente, la idea de autodeterminación se difunde a partir del humanismo italiano, particularmente con Pico della Mirandola y su "Discurso sobre la dignidad del hombre".
Cuando digo que el ser humano tiene una naturaleza parcialmente abierta a su autodeterminación, no quiero decir que pueda cambiar su fin último, ni que pueda decidir convertirse en gato o en lo que le dé la gana. Pero sí puede decidir convertirse en peluquero, profesora, deportista...
Todo eso son concreciones del fin último, que no está completamente cerrado; concreciones que son diferentes para cada uno, porque no somos productos en serie, sino hijos. Forjarse un destino en este sentido no es abusar de la libertad, es ejercerla como Dios quiere que la ejerzamos, con este grado de autodeterminación que tenemos por ser criaturas espirituales.
No se trata de autodeterminarse a un fin último diferente de Dios, sino autodeterminarse en la concreción vital de ese fin último.
En todo caso, creo que ya he expresado mi postura con suficiente claridad, igual que usted la suya, y tal vez no hace falta insistir más.
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A.G.:
Gonzalo, se trata de que la libertad consiste en elegir entre bienes distintos, hacer esto o aquello en orden al fin último. Eso es una autodeterminación sólo en sentido muy restringido, en cuanto que la voluntad es dueña de sus actos y elige entre opciones, siempre movida por la causa primera.
Pero en la elección entre bienes diversos debe de haber una reflexión sobre cuál es aquel que representa la voluntad de Dios. Por lo que, talmente hablando, el hombre no se autodetermina. Sólo es causa segunda movida por la causa primera a moverse libremente. En rigor, tal y como explica la tradición hispánica, concretamente Báñez, la moción divina es una predeterminación física, es decir, existe una iniciativa divina que premueve al hombre a determinarse libremente al bien que le habrá de ordenar a su fin último. Por tanto, si existe una predeterminación divina (no necesitante, es decir, que suscita el acto libre) no puede haber una autodeterminación. La razón es, como digo, que el hombre es causa segunda, no causa primera. Es la causa primera la que mueve al hombre a determinarse libremente al bien que elige.
Esta forma de hablar da la impresión de que solo podemos elegir entre un catálogo predeterminado de opciones. Pero estoy convencido de que la vida humana no es así. No hay un conjunto de profesiones entre las que elegir, también podemos inventar nuevas profesiones. No hay un catálogo cerrado de vocaciones, también nos toca hasta cierto punto ser creativos con la nuestra.
Será por eso que la filosofía/teología de Báñez me parece insatisfactoria: porque no es capaz de dar cuenta de esta característica tan propia de la vida humana, como es la creatividad en la forja de la propia vida.
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A.G.:
La filosofía de Báñez es exposición fiel de la de santo Tomás, y en contra del prejuicio reinante, expone expresivamente cuán libre hace la causa primera a la causa segunda y cuán auténtico, y propio, es por ello el movimiento de ella.
Y es que, como se ve por esa misma frase, autodeterminarse no implica necesariamente ser causa primera de esa determinación, como determinar a otra cosa, por ejemplo, mover un bastón, tampoco implica ser causa primera de esa determinación y movimiento.
La heterodeterminación y la autodeterminación no son necesariamente contradictorias. Lo contradictorio de la primera es la no heterodeterminación, y lo contradictorio de la segunda es la no autodeterminación.
El ser causa segunda no le quita nada al ser causa. Es justamente la prerrogativa de la Causa Primera el poder suscitar una auténtica causalidad en las causas segundas, que no son meras ocasiones, tampoco, para el obrar de la Causa Primera, como sostenía Malebranche.
Saludos cordiales.
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A.G.:
La causa segunda sólo en sentido impropio puede autodeterminarse, porque aunque puede moverse por sí misma (gracias a la moción de la causa primera) no puede moverse por sí sola. En el post se critica la autodeterminación como automovimiento, y el automovimiento es imposible a la causa segunda si por automoción se entiende moverse por sí sola (y por extensión, darse autónomamenente fines sólo para ella, modificar la propia esencia, etc.) En defitiva, se critica la libertad negativa, que es el poder autodeterminarse por el puro querer sin otro freno que el querer por sí solo, tal y como lo entiende Hegel y con él la Modernidad y el ethos revolucionario.
Además, sólo en sentido relativo puede el hombre autodeterminarse, porque debe ser predeterminado a autodeterminarse, en cuanto causa segunda. Su voluntad, que es de lo que trata el asunto, no puede autodeterminarse absolutamente por su solo querer, porque la voluntad depende primero de la razón y sin ella está ciega. Y de la moción divina, sin la cual es inoperante. Se mueve a sí misma pero no por sí sola.
La voluntad, por tanto, no se autodetermina por sí sola, porque necesita del juicio de la razón, del empuje de la ley moral que ha de encauzarla, y de la moción divina. Sólo entonces se hace dueña de sí misma. Como explica la Libertas:
"Pero el movimiento de la voluntad es imposible si el conocimiento intelectual no la precede iluminándola como una antorcha, o sea, que el bien deseado por la voluntad es necesariamente bien en cuanto conocido previamente por la razón. Tanto más cuanto que en todas las voliciones humanas la elección es posterior al juicio sobre la verdad de los bienes propuestos y sobre el orden de preferencia que debe observarse en éstos. Pero el juicio es, sin duda alguna, acto de la razón, no de la voluntad."
La causa segunda es causa real y verdadera pero no por sí sola, aunque sí por sí misma. Es lo que le ocurre a la voluntad, concretamente, que depende absolutamente de la razón, de la ley moral, de la gracia, para no ser puro querer ciego nietzscheniano.
La autodeterminación del hombre por sí solo es, además de una quimera revolucionaria, un imposible metafísico.
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A.G.:
Jejeje. Bueno, estamos hablando del fin último, y sólo hay uno y no puede haber otro. Aunque ponerse a inventar, lo que es inventar, claro que puede. Lo hicieron los revolucionarios franceses... o el nihilismo nietzscheniano....
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A.G.:
De indagar y encauzar cabalmente caminos de santidad se encarga la teología espiritual, que si está bien fundada en el tomismo (y en la tradición hispánica esencial, por ej. Álvaro D´Ors, Royo Marín, Caturelli, Rivera-Iraburu, etc), da mucho fruto y es enormemente rica.
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