(165) Dichas y desdichas del progresismo católico
I.- PROGRESISMO TEOLÓGICO COMO HOSTILIDAD A LA TRADICIÓN
—¿Ve ud. progresismo por todas partes?
—Hombre, por todas partes no, jeje
—¿Cree ud, entonces, que hay un progresismo católico?
—Obviamente. Claro que lo hay. Hay una tendencia del catolicismo cuya convicción es el marxismo cultural. Y digo convicción, porque es mucho más que una afición o un hobby. Es toda una forma de conformarse con el mundo. Es como una gran sombra de catolicismo, un simulacro, un arte de imitación, una impostura teológica. Una sombra que acompaña a la Iglesia, que hay que iluminar con el sol que viene de lo alto, que es la sana doctrina bíblico-tradicional.
—Y, ¿cómo calificaría ud. la esencia de ese supuesto progresismo católico?
—La definiría con esta expresión, un tanto belicosa, lo reconozco: hostilidad latente o manifiesta contra la Tradición y, por tanto, contra la ley natural. Incluyo aquí las buenas tradiciones, es decir, aquellas que conservan y refuerzan la ley natural, mediante la cultura, la leyes, las instituciones, etc. Por ejemplo, la tradición grecolatina y judeocristiana de Europa.
—Es una definición muy extraña, jeje.
—Sí, pero se la puedo explicar, si le interesa.
—No sé que decirle…
II.- PROGRESISMO TEOLÓGICO Y RECHAZO DE LA LEY NATURAL
—Dígame qué parte no entiende.
—Bueno, eso que dice de hostilidad a la Tradición y “por tanto", a la ley natural. ¿Qué tiene que ver la Tradición con la ley natural?
—Tiene mucho que ver. Se lo voy a explicar, pero tenga paciencia.
—La paciencia es uno de mis valores.
—Lo importante es que en ud. también sea virtud.
—Siempre poniendo el punto sobre i. No hay quien le aguante.
—No puedo evitarlo. Soy de natural impertinente y jartible, como dicen en Sevilla.
—Ya, no lo dudo, conociéndole desde hace años, como le conozco.
—Bueno, le explico. Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4). Por ello, comunica al ser humano una serie de verdades sobrenaturales a recibir por fe, y otras que, aun siendo accesibles por la razón natural, necesitan de la gracia y la Revelación, dada la condición caída del hombre. La Iglesia guarda estas verdades, las custodia, las protege, las predica. Las transmite de generación en generación. Por eso, siendo, entre otras cosas, la Tradición la transmisión de la ley natural de generación en generación, odiar la Tradición es odiar la ley natural. Y odiar la ley natural es odiar a la Iglesia, porque la Iglesia es Tradición.
—¿Y qué tiene que ver todo eso con las tradiciones culturales?
—Verá, la ley natural es la misma ley eterna, participada por la criatura racional. La encíclica Veritatis splendor, recogiendo la doctrina de la encíclica Libertas (1888), enseña que «la ley natural es la misma ley eterna, ínsita en los seres dotados de razón, que los inclina al acto y al fin que les conviene; es la misma razón eterna del Creador y gobernador del universo». La ley natural, por tanto, es participada por la razón, y por la razón, llega a las culturas, a las leyes, a las instituciones, y es transmitida como un conjunto de verdades, de preceptos, que todo el mundo lleva dentro, que todo el mundo conoce, no sin dificultad. Es lo que el filósofo J. Budziszewski, en su excelente libro del mismo nombre, llama “Lo que no podemos ignorar”.
III.- PROGRESISMO Y PRINCIPIO DE IMPLENITUD DE LA LEY MORAL
—O sea, que el progresismo teológico niega que existan verdades que NO PODEMOS IGNORAR. Imagino que por ello inscritas en la naturaleza humana, y universales. Imagino que llama ud. progresismo a la negación de la existencia de estas verdades que no cambian, substituyéndolas por otras que cambian supuestamente a mejor, evolucionando dialécticamente.
—Imagina ud bien.
—Entonces, de todo eso se deduce que el progresismo teológico consiste en rechazar toda tradición, cultura, mentalidad, pensamiento, filosofía, etc., que conserve, proteja, legisle, eduque en aquellas verdades acerca del bien y el mal que no podemos ignorar.
—Así es.
—O sea, resumiendo. Afirma ud que eso que no podemos ignorar, porque lo llevamos dentro, y que ha sido transmitido de generación en generación por la Tradición, y a otro nivel por culturas y tradiciones, es la ley natural. Y que el progresismo es hostil a la ley natural, por ser razón de Dios (y aquí radica su conexión con el marxismo), y a la Tradición y a las tradiciones de la ley natural, por transmitirla.
—Caramba, lo ha explicado ud mejor que yo mismo. Pues sí, en efecto. Así es. Como dice el Catecismo:
«1956 La ley natural, presente en el corazón de todo hombre y establecida por la razón, es universal en sus preceptos, y su autoridad se extiende a todos los hombres. Expresa la dignidad de la persona y determina la base de sus derechos y sus deberes fundamentales»
—Según eso, el progresismo ataca la universalidad de la ley moral.
—Efectivamente, es una de sus tesis, expuesta por la moral de situación. Tesis que en otros post, he denominado principio de implenitud de la ley moral.
IV.- PROGRESISMO Y MODERNIDAD
—Ah, sí, lo recuerdo, es uno de los principios de la teología moral de Bernhard Häring. Pero, dígame, cómo empezó todo esto del progresismo. Porque dicen que tiene ud. una tesis un tanto peregrina sobre eso, y que remonta el progresismo a Guillermo de Ockham (†1349)
—Realmente el progresismo teológico como hostilidad a la Tradición y a la ley moral recordada por ella, comenzó con el nominalismo, y se consolidó en el Renacimiento, haciendo eclosionar así la Modernidad. Y con tanta fuerza, que el P. Zeferino González, O.P. (†1894) lo cree la toxina más peligrosa del pensamiento renacentista. Así lo dice en su Historia de la Filosofía (1886) , T.- III, cap. 38:
«Lo que hemos señalado como segundo carácter del Renacimiento, representa y constituye, en nuestra opinión, el defecto capital de éste, el virus radical que vició y esterilizó el movimiento renaciente en casi todas sus manifestaciones. Porque fue esa hostilidad contra la Iglesia y sus instituciones, fue el espíritu anticristiano el que, si no fue causa única del protestantismo, contribuyó eficazmente a su origen, progresos y funestos resultados. Fue también ese espíritu anticristiano, incubado por el Renacimiento, el que en el terreno propiamente filosófico inspiró y dio cuerpo a la incredulidad latente o manifiesta»
Afirmo, incluso, que el fundamento metafísico y antropològico de la ideología de género, ética prototípica del marxismo cultural, fue puesto en el Renacimiento.
—Ah, un día le escuché comentar cómo Pico de la Mirandola (†1494) sustenta la dignidad humana en su falta de esencia definida o estable, y en la potencia ilimitada de su voluntad para ser lo quiera.
—Sí, el ataque a las esencias es un tópico del humanismo renacentista, que combina técnica y magia para endiosar al hombre autorredimido, el hombre vitrubiano, el hombre uno y trino, “homohomohomo", cuyas perfecciones ensalzaba Carlos Bovillus (†1566)
—Es el disparate antropocentrista.
—Aún así, en el Renacimiento, el legado de la ley moral, transmitido de generación en generación, aún pervivía en la Cristiandad. En Occidente todavía se legislaba en torno a todo aquello que no podemos ignorar. Y aunque muchos miembros destacados de la Iglesia se lanzaran entusiasmados en pos del paganismo intelectual, aún quedaba en la sociedad de la época un importante caudal de verdades heredadas. Son las verdades acerca de la ley moral, transmitidas de generación en generación: no matarás, no adulterarás, honrarás a tu padre y a tu madre… es el conjunto de verdades transmitidas acerca de aquello que no podemos ignorar.
V.- PROGRESISMO Y ERRORES MODERNOS
—Recuerdo que en un excelente post, el bloguero de Infocatólica Pedro Luis Llera decía esa frase lapidaria: «El hereje modernista es el posverdadiano en católico.». Ud diría que el progresista es el posverdadiano en católico.
—Jeje, esa frase genial de mi buen amigo Pedro Luis Llera puede servir, desde luego, para sintetizar el tema. El progresista es un posverdadiano. Recuerdo que mi buen amigo Luis Fernando Pérez Bustamante publicó un importante post, muy rico en materiales magisteriales, donde exponía cómo el Magisterio del siglo XIX ha sido profético al advertirnos de los grandes males que vendrían. Especialmente, cita en el post un texto de Pío XII que resume el peligro del progresismo teológico, especialmente en teología moral:
20. Hoy día los hombres, venerables hermanos, añadiendo a las desviaciones doctrinales del pasado nuevos errores, han impulsado todos estos principios por un camino tan equivocado que no se podía seguir de ello otra cosa que perturbación y ruina. Y en primer lugar es cosa averiguada que la fuente primaria y más profunda de los males que hoy afligen a la sociedad moderna brota de la negación, del rechazo de una norma universal de rectitud moral, tanto en la vida privada de los individuos como en la vida política y en las mutuas relaciones internacionales; la misma ley natural queda sepultada bajo la detracción y el olvido. (Encíclica Summi Pontificatus, 10, 1939, Pío XII)
—¿Cuál cree ud., entonces, que es la causa próxima del progresismo teológico actual?
—A mí me parece muy claro que es el crecimiento del naturalismo liberal entre los católicos. Que no es otra cosa que la conformación teológica con el mundo y, concretamente, con su personificación conceptual: el ídolo historia, con sus cuatro brazos: movimiento, cambio, mutación, situación. En la muy excelente obra del Padre José María Iraburu, De Cristo o del mundo, en Gratis Date, VI Parte, 1, se diagnostica muy claramente. Cito, y de paso recomiendo encarecidamente la lectura/compra del libro:
«Partiendo del Renacimiento y la Reforma
El Renacimiento y la Reforma, rompiendo la unidad espiritual de la Cristiandad, dejan en el mundo europeo muchos demonios sueltos. […]
En efecto, si el protestantismo afirma la conciencia individual frente a la autoridad de la Iglesia, en materia de fe y costumbres; si la Tradición no vale, ni es criterio válido para la fe y la conducta; si propiamente no hay ya Iglesia, sino sólo Dios, Escritura y conciencia personal; si no hay en el mundo quien pueda distinguir con certeza, con autoridad divina, la verdad del error, el bien del mal… queda entonces el libre examen abandonado a su propia fuerza destructora»
—O sea, que nominalismo, Modernidad/modernismo, liberalismo y protestantismo van dentro de la misma caja de Pandora.
—De eso no hay duda. El nominalismo tiene un principio destructor, deconstructivo, que al introducirse en la mente europea, produce dos desviaciones del catolicismo: por una parte, el catolicismo reducido, naturalista, voluntarista y anómico. Por otra, el protestantismo. Ambos dan forma a la Modernidad. El alma de la modernidad es el tiempo, el ídolo historia, siempre en movimiento de tesis y antítesis, siempre en frenesí dialéctico. Del culto a este ídolo historia surge el liberalismo, el naturalismo liberal, toxina del voluntarismo humanista antitradicional, que muta en progresismo. Como sigue explicando el P. Iraburu, en el mismo libro:
«Crecimiento del naturalismo liberal entre los católicos
La mentalidad del catolicismo naturalista -liberalismo, americanismo, modernismo, progresismo, da más o menos igual-, va creciendo en las antiguas naciones cristianas de modo casi continuo hasta nuestros días. Por él gran parte del pueblo cristiano cae en la apostasía, muchas veces sin advertirlo, pues «quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios» (Sant 4,4).
Los católicos mundanos son hoy mayoría en Occidente, y aceptan ya las tesis del naturalismo laicista no como hipótesis, por conveniencia o por prudencia, sino como tesis, esto es, por convicción. »
—Es lo que ud. decía al principio de esta conversación, que el progresista no lo es por hobby, sino por convicción.
CONCLUYENDO: DICHAS Y DESDICHAS
—En efecto. Es una de sus desdichas. Porque ser progresista por convicción tiene como consecuencia perder la fe, pues la convicción substituye a la certeza sobrenatural y la suplanta. Como dicha, o falsa dicha, tiene en su haber que son buenos tiempos para los ideales progresistas, favorecidos por el auge del situacionismo, la división producida entre la jerarquía de la Iglesia, la mala formación del clero en general, la falta, en definitiva, de sólida doctrina. Dicha del progresismo es contemplar expuesto en un documento doctrinal el Principio de Implenitud de la ley moral. Dicha del progresismo ha sido, durante los últimos cincuenta años, la indefensión eclesial ante el marxismo cultural, por desistencia de la autoridad. Desdicha suya, sin embargo, es que hay buen magisterio que le es contrario, por ejemplo, Veritatis splendor. Dicha del progresismo es el prestigio que el mundo católico de hoy concede a sus figuras más señeras, como Bernhard Häring, redivivo y recargado.
Desdicha, sin embargo, del progresismo, es que la Iglesia no soporta mucho tiempo el error sin convulsionar y expulsarlo, provocando crisis saludables. Su sistema de anticuerpos, sus defensas, más tarde o más temprano reaccionan y expulsan las ideas extrañas. Y esto formará parte de la reforma que tanto ansiamos.
Dicha del progresismo, en cambio, es el poder que ha ido adquiriendo en la mente eclesiástica la primacía del tiempo, que cual Maelstrom sumerge la doctrina en puro movimiento y anomia.
Pero desdicha suya es que la cruz de Cristo es poderosa, y no deja nunca de suscitar testigos de la sana doctrina. La cruz clavada en el corazón del remolino detiene la huída hacia el mundo, produce mártires de la verdad, que detienen el tiempo de la heteropraxis e iluminan la oscuridad.
—Gracias por la conversación. He entendido un poco mejor su punto de vista.
—De nada, amigo mío. Prometo continuar este diálogo que sólo a duras penas aspira a socrático. Como es tradición.
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
David G. Alonso Gracián
13 comentarios
Me preocupa sin embargo que se hable de progresistas católicos porque es un calificativo que indice a error. Yo hablaría simplemente de herejes. Porque si sólo les llamamos progresistas y encima le ponemos el adjetivo de católicos alguno podría pensar que es una forma lícita de ser católico, tan buena como otras. Y no. O se es católico o se es hereje. Y esta gente no es católica. Piensa que lo es, pero no lo es. Obedecen al mundo antes que a Dios.
Yo añadiría que estos herejes modernistas o postmodernistas apoyan su (falsa) fe en cuatro pilares:
1. Su propio subjetivismo, que nos quieren hacer pasar como si fuera "conciencia": la conciencia rectamente formada siempre refuerza la tradición y la norma moral, nunca las puede contradecir.
2. El falso ecumenismo, según el cual la Iglesia católica tiene que "dialogar" con protestantes, ortodoxos y demás confesiones cristianas y llegar a un acuerdo que exprese verdades compartidas; al precio de la apostasía, concluiría yo.
3. El indiferentismo religioso: todas las religiones son "tradiciones" igualmente válidas para llegar al mismo Dios que todos tenemos.Por supuesto, niegan el carácter trinitario de Dios.
4. La separación farisaica entre norma y pastoral: dicen que mantienen los mandamientos pero los impugnan por la vía práctica, como hacían los fariseos.
Muchas gracias. Dios te bendiga.
Efectivamente, así sucedía en el pasado, pero hoy tengo serias dudas. Viendo lo que vemos cada día en las más altas esferas de la Iglesia, la posibilidad de una reforma que corrija errores la veo sencillamente ilusoria. O peor aún, que sobrevenga una reforma que no sólo no corrija sino que bendiga abiertamente esos errores.
"[S]er progresista por convicción tiene como consecuencia perder la fe, pues la convicción substituye a la certeza sobrenatural y la suplanta."
Ergo: progresistas = apóstatas
Considero esencial, que en el discurso eclesial, cuando se hable del conflicto entre "tradicionalistas" o "conservadores" con "progresistas", quede claro de antemano, que los "progresistas" por definición son apóstatas, ni siquiera solamente herejes (que todavía podría llamárseles cristianos). No son un ala o una facción con posiciones opinables dentro de la legítima pluralidad de la Iglesia. No tienen derecho de ciudadanía dentro de la Iglesia. Son apóstatas. Podrán ser apóstatas válidamente bautizados, pero que por razón de su apostasía han perdido cualquier derecho de estar en la Iglesia y recibir sus Sacramentos. Y si se trata de sacerdotes, obispos o incluso cardenales, podrán haber sido válidamente consagrados en su momento, pero han perdido todo derecho moral de ejercer cualquier autoridad en la Iglesia. Es grave deber de la autoridad eclesial, de traducir esta pérdida de derecho moral a ejercer cualquier función en la Iglesia e incluso de considerarse parte de ella, a la correspondiente sentencia canónica de excomunión para todos los eclesiásticos que hallan abrazado el progresismo.
Son por lo menos cientos, cuando no miles de obispos, que ya tendrían que haber sido excomulgados por ser progresistas de convicción, decenas de cardenales, diezmiles de sacerdotes y religiosos. Sus excomuniones tendrán que ser pronunciadas por sentencia explícita, aún cuando ya se hayan dado ocultamente latae sententiae, para que no haya confusión entre los fieles y no se puedan mantener obstinadamente en sus cargos ecelsiásticos, negando estar excomulgados. Para detectar a los que aún no hayan manifestado claramente sus convicciones progresistas, o cuyas manifestaciones no han sido debidamente registradas, se necesita de un nuevo Syllabus errorum actualizado, así como un nuevo Juramento antimodernista o Juramento antiprogresista basado en él, que tendrían que juramentar (yo sugeriría públicamente, accesible en internet) todos los clérigos y religiosos y todos los que de alguna forma hablen en nombre de la Iglesia o tengan alguna responsabilidad pastoral en ella.
En el laicado, si bién son decenas o cientos de millones los que han sucumbido al progresismo, bastaría con excomulgar explícitamente a quienes están en cargos eclesiales, públicos o de enseñanza y hayan manifestado su adhesión al progresismo. Para la gran masa de los bautizados en cambio normalmente bastaría, que los curas restantes les recuerden regularmente a los que todavía se aparecen en la Iglesia, que el progresismo equivale a apostasía y que los apóstatas están excomulgados automáticamente latae sententiae. Si el cura identifica un apóstata progresista manifiesto, claro que le tendrá que excluirlo de los sacramentos.
Recién cuando la autoridad en la Iglesia haya hecho esta cirugía radical del cáncer del progresismo, que se ha arraigado profundamente en sus entrañas y haya quemado las metástasis extendidas por todo el cuerpo eclesial, tendrá sentido que nos vuelva a hablar de "Nueva Evangelización" y otras linduras, como si el cuerpo de la Iglesia estuviese sano y vigoroso y por ello en condiciones de realizar su tarea habitual, su trabajo normal. Seguro, los sacerdotes y laicos no contaminados por el progresismo continuarán evangelizando donde se encuentren, en la medida de sus posibilidades, pero llamar a la Iglesia a una gran ofensiva de Nueva Evangelización a estas alturas sin haberle extirpado su cáncer previamente, resultaría simplemente tan surrealista como las órdenes del Führer desde su búnker en Berlin en abril del 1945.
El problema es, que en el hospital de la Iglesia, la sección de cirugía fue cerrada ya en 1962, con la alocución inaugural de Juan XXIII al Concilio Vaticano II, y suplantada por la farmacia de placebos homeopáticos y la consulta de terapias alternativas o chamanas, todos ellos también conocidos desde entonces como "medicina de la misericordia". Los últimos decenios hemos visto algunos diagnósticos muy acertados desde la Congregación de la Doctrina de la Fe y avalados por el Romano Pontífice, pero siempre terminaron en que se le envió al paciente de nuevo a casa, para que se recupere tomando té de algunas suaves hierbas medicinales y algunos placebos adicionales, como si se tratase de curar un pequeño resfrío. Hace cuatro años se renuncia siquiera a eso y se celebra el cáncer como fuente de energía, vigor y secreto de verdadera vitalidad, a la vez que se le aplica toxinas al paciente para acabar con lo que le queda de su sistema de imunidad, visto ahora como impedimento para la perfecta felicidad del paciente. ¿Como acabará esto? Pues si no hay verdadera reforma católica, es decir la restauración de la salud básica del cuerpo eclesial, la inevitable expansión de la apostasía acelerará la parusía.
Ha mencionado el americanismo, una ideología producto de esa histórica conformación de sectores católicos al voluntarismo y naturalismo del mundo. Resido en un país hispanoamericano desde hace casi tres años y compruebo, asimismo, el arraigo que tiene el marxismo cultural, pese a la aparente religiosidad popular, y la pésima formación (por deformada) de la mayoría de religiosos y sacerdotes.
El actual agravamiento de la crisis doctrinal en la Iglesia, ¿tiene que ver con que el Papa sea argentino, americano? ¿Es América el continente de la esperanza para el catolicismo o para la desviación progresista?
Luego puedes borrar el comentario ya que no se si tiene que ver con este post o puedes mandarme la rspuesta a mi correo.
Te quedo muy agradecido en el Señor.
Dos cosas:
1) Es una lástima que se le llame progresismo a lo que describís, que en resumen no es mas que el rechazo al Evangelio. El progreso en si no es malo, entendido como la mejora en el bienestar de las personas.
2) Siempre me asombra que haya muchos católicos que crean su deber defender el capitalismo. La Doctrina Social de la Iglesia es clara en sus críticas al capitalismo y al comunismo. Pero al margen de ello, el capitalismo actual surge también casi contemporáneo con el nominalismo, con las practicas comerciales italianas, el avance contrario a la doctrina de la Iglesia sobre los intereses, etc. Y recrudece con la concepción protestante sobre las personas ricas. No me entienda mal, no defiendo el comunismo ni remotamente; reconozco tambien que el capitalismo ha hecho mucho por el progreso material de la gente, pero no podemos quedarnos ahi, e ignorar su pasado y su presente, en lo que de anticatólicos tienen. Hay que ir mas allá.
Pero creo que he dado varias claves, en el post, para entender por qué uso el calificativo de católico para el progresismo.
En primer lugar, como ha notado el comentarista mencionado, he afirmado que:
«ser progresista por convicción tiene como consecuencia perder la fe, pues la convicción substituye a la certeza sobrenatural y la suplanta.»
En segundo lugar, creo necesario llamar católico al progresismo porque:
1.- A veces es heterodoxo pero no herético, en sus múltiples formas.
2.- A menudo es herético pero consentido por la autoridad.
3.- Es una desviación o enfermedad de la mente católica.
3.- A menudo convive con sentimientos católicos. Por ejemplo, hay progres muy devotos de San José, o muy cofrades, o veneradores de imágenes, o cultores de la Virgen en alguna de sus advocaciones, defensores del Papa, o son sacerdotes, o liturgistas, o docentes de seminarios, u obispos o cardenales. etc.
5.- Frecuentemente el progresismo no es explícitamente herético, sino superficialmente obediente al magisterio, por fuera, al menos, pero sutil o subterráneamente heterodoxo, pero sin romper con la fe católica con enunciados formalmente heréticos, sino malinterpretándola o tergiversándola sutilmente sin manifestar que se rompe con ella, aceptando dogmas exteriormente pero interiormente negándolos o insinuando su negación sin decirla, inoculando errores muy sutiles que socaban la fe católica como un virus.
Por todo ello, asumiendo que hay prelados progresistas, docentes progresistas en universidades y seminarios católiocs, que la autoridad no ha removido, sino confirmado en sus puestos, y que llevan años y décadas enseñando a seminaristas y a laicos,
por todo esto, prefiero usar, aunque ciertamente de forma impropia, el calificativo de católico para este progresismo prestigioso en el mundo católico, autorizado, permitido, premiado y reconocido. Véase el caso Häring. Un progresista heterodoxo de enorme influencia y prestigio entre el clero, docentes, prelados...
Porque la jerarquía, los pastores, les permiten enseñar, hablar, predicar. Y estas personas, explícitamente, no quieren dejar de ser católicos, se declaran hombres de Iglesia; lo que quieren es que cambie el catolicismo.
Muchos estamos de este progresismo tan hartos, que experimentamos una gran resistencia a adjetivarlo como católico. La cuestión crucial, con todo, es qué va a ocurrir, porque o nos echan de su Iglesia, de la que se han adueñado, o nos vamos nosotros por no poder respirar en ella. A mí me falta ya el aire.
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