Las llaves de Pedro – Consideraciones sobre Lumen fidei - Fe, amor, verdad.

Escudo papal Francisco

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23)

En los siguientes artículos vamos a tratar de comentar la primera Carta Encíclica del Papa Francisco. De título “Lumen fidei” y trata, efectivamente, de la luz de la fe.

Fe, verdad, amor.

Amor y conocimiento de la verdad

“26. En esta situación, ¿puede la fe cristiana ofrecer un servicio al bien común indicando el modo justo de entender la verdad? Para responder, es necesario reflexionar sobre el tipo de conocimiento propio de la fe. Puede ayudarnos una expresión de san Pablo, cuando afirma: ‘Con el corazón se cree’ (Rm 10,10). En la Biblia el corazón es el centro del hombre, donde se entrelazan todas sus dimensiones: el cuerpo y el espíritu, la interioridad de la persona y su apertura al mundo y a los otros, el entendimiento, la voluntad, la afectividad. Pues bien, si el corazón es capaz de mantener unidas estas dimensiones es porque en él es donde nos abrimos a la verdad y al amor, y dejamos que nos toquen y nos transformen en lo más hondo. La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos. La fe conoce por estar vinculada al amor, en cuanto el mismo amor trae una luz. La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad.

27. Es conocida la manera en que el filósofo Ludwig Wittgenstein explica la conexión entre fe y certeza. Según él, creer sería algo parecido a una experiencia de enamoramiento, entendida como algo subjetivo, que no se puede proponer como verdad válida para todos. En efecto, el hombre moderno cree que la cuestión del amor tiene poco que ver con la verdad. El amor se concibe hoy como una experiencia que pertenece al mundo de los sentimientos volubles y no a la verdad.

Pero esta descripción del amor ¿es verdaderamente adecuada? En realidad, el amor no se puede reducir a un sentimiento que va y viene. Tiene que ver ciertamente con nuestra afectividad, pero para abrirla a la persona amada e iniciar un camino, que consiste en salir del aislamiento del propio yo para encaminarse hacia la otra persona, para construir una relación duradera; el amor tiende a la unión con la persona amada. Y así se puede ver en qué sentido el amor tiene necesidad de verdad. Sólo en cuanto está fundado en la verdad, el amor puede perdurar en el tiempo, superar la fugacidad del instante y permanecer firme para dar consistencia a un camino en común. Si el amor no tiene que ver con la verdad, está sujeto al vaivén de los sentimientos y no supera la prueba del tiempo. El amor verdadero, en cambio, unifica todos los elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y plena. Sin verdad, el amor no puede ofrecer un vínculo sólido, no consigue llevar al ‘yo’ más allá de su aislamiento, ni librarlo de la fugacidad del instante para edificar la vida y dar fruto.

Si el amor necesita la verdad, también la verdad tiene necesidad del amor. Amor y verdad no se pueden separar. Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca. Quien ama comprende que el amor es experiencia de verdad, que él mismo abre nuestros ojos para ver toda la realidad de modo nuevo, en unión con la persona amada. En este sentido, san Gregorio Magno ha escrito que ‘amor ipse notitia est'’, el amor mismo es un conocimiento, lleva consigo una lógica nueva. Se trata de un modo relacional de ver el mundo, que se convierte en conocimiento compartido, visión en la visión de otro o visión común de todas las cosas. Guillermo de Saint Thierry, en la Edad Media, sigue esta tradición cuando comenta el versículo del Cantar de los Cantares en el que el amado dice a la amada: ‘Palomas son tus ojos’ (Ct 1,15)[21]. Estos dos ojos, explica Guillermo, son la razón creyente y el amor, que se hacen uno solo para llegar a contemplar a Dios, cuando el entendimiento se hace ‘entendimiento de un amor iluminado’ .

28. Una expresión eminente de este descubrimiento del amor como fuente de conocimiento, que forma parte de la experiencia originaria de todo hombre, se encuentra en la concepción bíblica de la fe. Saboreando el amor con el que Dios lo ha elegido y lo ha engendrado como pueblo, Israel llega a comprender la unidad del designio divino, desde su origen hasta su cumplimiento. El conocimiento de la fe, por nacer del amor de Dios que establece la alianza, ilumina un camino en la historia. Por eso, en la Biblia, verdad y fidelidad van unidas, y el Dios verdadero es el Dios fiel, aquel que mantiene sus promesas y permite comprender su designio a lo largo del tiempo. Mediante la experiencia de los profetas, en el sufrimiento del exilio y en la esperanza de un regreso definitivo a la ciudad santa, Israel ha intuido que esta verdad de Dios se extendía más allá de la propia historia, para abarcar toda la historia del mundo, ya desde la creación. El conocimiento de la fe ilumina no sólo el camino particular de un pueblo, sino el decurso completo del mundo creado, desde su origen hasta su consumación.

Lumen fidei

Sabemos, por tanto, que la fe salva. Pero no podemos olvidar que existe una relación muy importante entre creer y conocer la verdad. Es más, que no es posible entender lo segundo sin lo primero.

Empecemos diciendo que el conocimiento de la verdad, la Verdad, es esencial para el ser humano que, mínimamente, considere importante la vida que lleva y, sobre todo, el destino que le tiene reservado Dios. Y, en eso, la fe, su luz, es fundamental para comprender tan crucial realidad espiritual.

¿Tiene, pues, la fe que ver con la verdad?

Así dicho pudiera parecer pregunta absurda. ¡Claro que tiene que ver!, podría decir cualquiera. Sin embargo, no es tan acertado tal pensamiento para según qué espíritus pues es más que cierto que hay un pensamiento muy extendido según el cual la verdad puede ser descubierta sin la fe; vamos, sin nada de fe.

Digamos, por ejemplo, que a la verdad, a nivel de pensamiento areligioso, se puede llegar, por ejemplo, a través de la experimentación. Lo pragmático, entonces, juega un papel esencial y nada que tenga que ver con lo sobrenatural es necesario. Tal es este tipo de idea que sostiene a muchos corazones ateos o agnósticos. No necesitan, pues, la fe y, por tanto, no necesitan creer en Dios para descubrir la verdad: se basta y sobran con sus propias características humanas y con los avances que, en tal terreno, ha podido alcanzar la razón exenta de fe pues en tal caso no hay fides et ratio sino sólo ratio sine fides.

Pero los creyentes sabemos que hay otro camino mucho más recto y, sobre todo, más certero, de llegar a la verdad. Y lo sabemos hace tantos siglos como el ser humano descubrió que había Dios y que era, además, el Creador y Todopoderoso. Y, así, empezó a descubrir las huellas de Elohim en la vida del ser humano. Tuvo fe, creyó y llegó a la verdad. Es más, sabemos, que una verdad sin Dios (propia de lo dicho arriba) es una que lo es alicorta, roma y, en fin, privada de su intrínseca y cierta realidad.

Sostiene, a este respecto, el Papa Francisco, que la verdad, la fe y el amor son conceptos (además de puras realidades humanas) que tienen mucho que ver unos con otros. No se pueden entender por separado si es que se quiere tener conciencia de lo que somos y que tal conciencia no esté torcida.

Tiene, pues, que ver el amor con la fe pues, como dice el Santo Padre, la fe ha de tener una relación escasa con un amor que va y viene sino que ha de sostenerlo con el ímpetu propio de los hijos de Dios. Fe y amor, pues, son instrumentos puestos por Dios en el corazón del hombre y, a través de ellos, se alcanza la verdad que es, se quiera o no se quiera, o, al menos, así debería ser, el objeto fundamental de la existencia humana.

En un momento determinado dice el Papa Francisco que

“Sólo en cuanto está fundado en la verdad, el amor puede perdurar en el tiempo, superar la fugacidad del instante y permanecer firme para dar consistencia a un camino en común”.

Por tanto el amor, que tiene su sostén en la Fe, todo Amor, queda iluminado por la creencia en Dios Todopoderoso y, desde tal creencia, colabora de forma decisiva en que la vida del creyente acuerde y arraigue en el corazón de Dios.

Y es que el amor, además, facilita el vínculo que nos une a la comunidad no ya de seres humanos, que también, sino de creyentes en una misma fe pues ya podemos comprender que nada contrario al amor puede dar sustancia a una vida comunitaria donde la creencia es pilar sobre el que construir una forma de ser y de hacer.

Amor, pues y fe, por tanto, sirven para vincular al ser humano que cree en Dios (y lo demuestra, digámoslo claramente para que nadie se lleve a engaño) con la verdad. Es más, sin uno y sin otro la verdad no puede alcanzarse o, mejor, sin la verdad, el amor y la fe quedan alejados de una concepción digna de ser llamada propia de hijos de Dios.

Y la fe es luz. Y por medio de tal luz somos capaces de alcanzar un pensamiento propio de quien tiene por cierto y verdad, ¡verdad!, que somos herederos de un Reino que Dios nos ha dado. Y eso queda perfectamente reflejado en las Sagradas Escrituras donde, en efecto, verdad y fe van inseparablemente unidas.

Eleuterio Fernández Guzmán

El Pensador

La Editorial Stella Maris convoca el I Premio de Ensayo REVISTA EL PENSADOR.

Las bases son las que siguen:


1.- Editorial Stella Maris convoca el I Premio de Ensayo REVISTA EL PENSADOR, conforme a las presentes bases.

2.- Podrán concurrir al Premio cualesquiera obras inéditas de ensayo, en lengua castellana, cuya temática verse sobre “De Franco a hoy: evolución de España desde 1975 a 2013″ desde el punto de vista social, cultural y/o moral. Esta temática podrá ser abordada en conjunto o desde cualquier aspecto concreto.

3.- Las obras tendrán una extensión mínima de 150 páginas y máxima de 300. La tipografía a utilizar será el Times New Roman, tamaño 12, espaciada a 1,5. Se presentarán dos copias impresas en papel y se adjuntará una copia en formato word.

4.- Los autores, que podrán ser de cualquier nacionalidad, entregarán sus obras firmadas con nombre y apellidos, o con pseudónimo.

En el caso de que la obra venga firmada con nombre y apellidos, es obliga-torio incluir fotocopia del documento oficial de identidad, una hoja con los datos personales (nombre y apellidos, dirección postal, teléfono y email), un currículum vitae detallado del autor, así como un certificado firmado en donde se haga constar que la misma es propiedad del autor, que no tiene derechos cedidos a o comprometidos con terceros y que es inédita.

En el caso de que la obra sea presentada bajo pseudónimo, se incorporará una plica (con el título de la obra y el pseudónimo utilizado), en cuyo interior se incluirá la documentación referida en el párrafo anterior. Las plicas sólo serán abiertas en el caso de que la obra fuera premiada. En caso contrario serán destruidas junto a los originales presentados.

5.- Se admite la presentación de obras colectivas, pero en este caso el premio se repartirá a prorrata entre los autores. Y la documentación exigida en la cláusula anterior regirá por cada uno de ellos.

6.- Las obras presentadas al Premio no podrán ser editadas, reproducidas, cedidas o comprometidas con terceros, hasta el fallo definitivo. El ganador y, en su caso, los accésits ceden, por el mismo acto del fallo y de manera inmediata, los derechos exclusivos y universales de edición durante quince años a favor de Stella Maris.

Ninguna obra presentada al Premio podrá ser retirada del concurso hasta el fallo del Jurado.

7.- El Premio consistirá en:
* 6.000 euros en concepto de anticipos de derechos de autor.
* Publicación de la obra en una de las colecciones de Stella Maris.
* El 7% sobre las ventas, en concepto de derechos de autor.

8.- El Premio puede ser declarado desierto. Asimismo puede otorgarse un Accésit por cada una de las siguientes modalidades: Ciencias Sociales, Cultura y Filosofía.

El premio de cada accésit será un diploma acreditativo. Stella Maris se reservará el derecho de publicación de cada accésit y, en este caso, el otorgamiento de un 7% sobre ventas en concepto de derechos de autor.

9.- El plazo máximo de presentación de obras que opten al Premio comienza el 1 de febrero y finaliza el 29 de diciembre de 2014 a las 24 horas.
Las obras deberán presentarse por correo certificado a la siguiente dirección:

Stella Maris
(PREMIO “REVISTA EL PENSADOR")
c/. Rosario 47-49
08007 Barcelona

10.- El Jurado estará compuesto por cinco profesores universitarios e intelectuales de reconocido prestigio, designados por Stella Maris. La composición del Jurado se hará pública al mismo tiempo que el fallo del Premio.

11.- El premio será fallado el 27 de febrero de 2015 y será publicado al día siguiente, comunicándose directamente además al ganador y accesits. El fallo del jurado será inapelable.

Las obras no premiadas serán automáticamente destruidas y no se devolverán en ningún caso a sus autores. Stella Maris no están obligados a mantener correspondencia con ninguno de los aspirantes al Premio.

12.- La concurrencia al Premio implica la aceptación expresa de las presentes bases de convocatoria.

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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El Vicario de Cristo pastorea a la grey de Dios porque sabe que es lo que Dios quiera que haga.

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Para leer Fe y Obras.
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