Serie P. Julio Alonso Ampuero - Personajes bíblicos-Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico (fin de serie)

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Tener fe es saber que se es hijo de Dios y que se comprende qué significa eso.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación de la serie
P. Julio Alonso Ampuero

El P. Julio Alonso Ampuero, nacido en 1958, formado en el Seminario de Toledo, fue ordenado sacerdote en 1983. Estudia Sagrada Escritura en Roma y Jerusalén entre los años 1984 y 1987. Fue profesor de Introducción a la Sagrada Escritura y Cartas de San Pablo en el Instituto Superior de Estudios Teológicos “San Ildefonso” de Toledo además de formador durante varios años en el Seminario.

Hasta aquí una biografía urgente de este sacerdote que, por cierto, conoció al P. José Rivera, de quien escribió, para el volumen “José Rivera. Sacerdote, testigo y profeta” de BAC Biografías (2002) el artículo titulado “No hay amor más grande” en el que escribe sobre el misterio de la cruz en don José Rivera.

Sin duda alguna que la labor sacerdotal del P. Julio Alonso Ampuero debe ser, actualmente, grande. Sin embargo, aquí vamos a traer, en exclusiva, lo que ha publicado en la Fundación Gratis date y que son, como veremos una serie de libros que nos ayudan a comprender nuestra fe y nos permiten adentrarnos en realidades espirituales dignas de ser tenidas en cuenta.

En concreto, los libros a los que dedicamos esta serie son los siguientes:

-Historia de la salvación

Dice el autor que “Estas páginas intenta ayudar a descubrir de manera sencilla las cosas grandes que el Señor ha realizado en la historia de su pueblo y que quedaron consignadas por escrito en la Biblia”. Y a fe de quien esto escribe que consigue, a la perfección, que nos hagamos una idea más que acertada de lo que, a este respecto, ha sido la historia de salvación de la humanidad.

-Éxodo. El Señor de la historia

Dice el autor de este libro que tiene un objetivo claro al escribirlo y que es “acercar la Palabra de Dios a la gente y acercar la gente a la Palabra de Dios” y, teniendo en cuenta que “todo el comentario está basado en la más exacta fidelidad al texto bíblico”, podemos estar más que seguros de que lo ha conseguido.

-Isaías 40-55. El desierto florecerá

El P. Julio Alonso Ampuero tiene por cierto que el llamado Segundo Isaías (capítulos 44 al 55 del libro de tal profeta) es muy válido para ahora mismo. Si Isaías predicó en tiempos de exilio del pueblo judío, en nuestros días también nos encontramos en una época muy difícil donde el paganismo se está adueñando de multitud de realidades nuestras.

-Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

Es meridianamente claro que a los Hechos de los Apóstoles corresponde darnos a entender cómo era la Iglesia en los primeros tiempos donde la evangelización empezaba. Es más, sin conocer lo que, entonces, constituyó la Iglesia, sus propios rasgos sin los cuales “ya no sería la Iglesia de Jesucristo”.

-Espiritualidad del apóstol según San Pablo

Aunque, como reconoce el P. Julio Alonso Ampuero, cuando aquel hombre que perseguía a discípulos de Cristo y pasó a ser perseguido por venir a serlo no pretendió plasmar en sus escritos su propio testimonio (ha de querer decir que tal fuera su intención) lo bien cierto es que el mismo ha quedado, precisamente, como ejemplo a seguir por parte de los cristianos a lo largo de los siglos.

-Personajes bíblicos

Dice el autor del libro que lleva tal título que “las siguientes páginas pretenden acercarse a diversos personajes bíblicos precisamente desde esta perspectiva: Este hombre eres tú, esa mujer eres tú. Abraham eres tú, David eres tú, Saulo de Tarso eres tú. María Magdalena eres tu…”. Y de esto trata, exactamente, este texto, digamos, de raíz bíblica pero de destino particular e íntimo para cada uno de sus lectores.

-Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico

Evidentemente, este libro responde, exactamente, a lo que su título indica. A lo largo de todo el año litúrgico, es decir, desde Adviento y Navidad, pasando por la Cuaresma, el Tiempo Pascual y todo el Tiempo Ordinario, el P. Julio Alonso Ampuero desgrana, en las correspondientes meditaciones, la realidad espiritual que encierran cada uno de los textos que, de la Sagrada Escritura, son puestos para ser llevados a la Santa Misa de cada uno de los domingos. Además, acompaña unas meditaciones dedicadas a algunas celebraciones del Señor, de la Virgen y de los Santos.

Eso sí, recomiendo encarecidamente se dirijan, si pueden de inmediato, a la Fundación Gratis date (www.gratisdate.org), y se hagan con estos libros. No necesitan, siquiera (de aquí el nombre de tal Fundación) hacer desembolso alguno porque pueden bajarse en formato ZIP o leerlos directamente online aunque, claro si los compran (son muy baratos), mucho mejor… Verán que vale, mucho, la pena.

Personajes bíblicos

Personajes bíblicos

Cualquier creyente que tiene la buena costumbre de acercarse a los ojos y al corazón un ejemplar de la Santa Biblia sabe que en ella hay reflejados muchos estilos de vida y que las personas que los representan son, en muchas ocasiones, un ejemplo a seguir. Así, por unas u otras razones, nos pueden servir y, de hecho, nos sirven, para mejorar en nuestro concepto de la fe y, en definitiva, en nuestra vivencia de lo que decimos creer.

Pues bien, el P. Julio Alonso Ampuero, en este libro hace lo posible para que nos sean familiares y queridos determinados personajes que aparecen en las Sagradas Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento y no siguiendo un orden temporal preciso) y saquemos buenas conclusiones al respecto de los mismos. Por eso nos dice (p. 3) que “Las siguientes páginas pretenden acercarse a diversos personajes bíblicos precisamente desde esta perspectiva: Ese hombre eres tú, esa mujer eres tú. Abraham eres tú, David eres tú, Saulo de Tarso eres tú, María Magdalena eres tú…”

Uno a uno nos va hablando de los siguientes personajes bíblicos (refiriéndose, el principio de cada apartado, al título que el P. Julio Alonso Ampuero da a cada, digamos, apartado de personaje):

El hombre que luchó con Dios, refiriéndose a Jacob, del que dice (p. 5) que “Se pelea con Dios, pero su rostro no se ve. Y cuando Jacob le pide que le diga su hombre, que la manifieste quién es, Dios se niega. El misterio de Dios es inviolable. No podemos controlar a Dios. Y esto nos molesta”.

Desde el fondo de la decepción, donde se refiere a los discípulos de Emaús, de los que dice (p. 7) que “Cleofás y su compañero se sienten decepcionados porque han fallado sus expectativas. Las suyas. Jesús no les ha fallado: está vivo y camina con ellos mientras ellos siguen encerrados en su tristeza. Es su mismo abatimiento el que les impide reconocer que todo tenía un sentido”.

Ajusticiado por méritos propios, en que nos habla del llamado “buen ladrón” que crucificaron al lado de Cristo. En este caso, aquel hombre le parece impresionante lo que está pasando con Jesús. Por eso cree en Él y sabe que no merece aquella muerte. Entonces (p. 9) “lo que le subyuga es su rostro: no hay en él el más leve signo de amargura o de odio, no se le ve desgarrado o abatido… Sufre, sí, indeciblemente; pero emana serenidad y confianza, irradia bondad y ternura… ¡Jamás ha visto cosa igual!”.

“Nada vale la pena”, donde “Qohélet” se siente frustrado y cree que, en realidad, la situación por la que pasa es muy insatisfactoria. Por eso (p. 11) “Qohélet es enormemente actual. Hoy, quizá más que nunca, se siente ese profundo vacío existencial. Precisamente cuando más tenemos –más medios, más progreso técnico, más comodidad-, tanto más insatisfecho se experimenta el hombre. Sin saber por qué, se siente vacío. Le han prometido, le han asegurado mil veces que todo eso le iba a hacer feliz. Sin embargo…”

La prueba del desarraigo que Dios impone, por así decirlo, a Abraham, muestra hasta dónde puede llegar la fe de un hombre al que se le envía a un lugar que no sabe dónde es y que se ve en la obligación de no hacer caso omiso a lo que le dice un Dios que no ve… Sin embargo (p.13) “Abraham nos muestra una faceta fundamental de todo ser humano: su condición de peregrino. Está hecho para ir siempre adelante, sin instalarse. Cuando se instala, deja de crecer; se anquilosa, se empobrece… se esteriliza”.

Voluntarista agraciado, donde San Pablo se siente liberado de todo lo que había sido su antigua vida de perseguidor de discípulos de Cristo. Pero (p. 15) “ha sido libertado de sí mismo, de su vivir desde sí y para sí. Y sus horizontes se dilatan sin límite”.

Una mujer que supo arriesgarse, donde Ester ha de decidir si intercede por el pueblo judío pues corre peligro de ser exterminado por el rey Jerjes I (486-465 a.C.) El caso es que Ester está en una difícil situación pues ha sido elegida reina por Jerjes I. Al final opta por intervenir a favor del mismo porque (p.19) “en realidad, la disyuntiva era falsa: el egoísmo siempre destruye, tanto la vida propia como la de los demás. Sólo el amor que está dispuesto a dar la vida es el que redime y salva”.

Rebelde e inconformista, que, en la persona de Job, muestra su más característica representación. A Job todo le sale mal y se cree inocente. Se encara con Dios y (p.20) “en ese forcejeo en la oscuridad Job ha acabado reconociendo que Dios es siempre más, que no se deja encerrar en fórmulas y conceptos y desborda nuestra lógica. Rebelde e inconformista, y, aún pecando de orgulloso y arrogante, Job ha destrozado con su fe el techo de la sabiduría de este mundo”.

Sorprendido por la alegría, donde Zaqueo, aquel hombre de baja estatura física y moral, quiere ver a Jesús. Y, cuando lo ve se da cuenta (p. 22) que “la sorpresa fue mayor al comprobar que la alegría inundaba su corazón” al conocer a Jesús. Es más (p. 22) “era un amor inmenso e incondicional lo que le producía esta alegría”. Y tal amor no era otro que el que podía comprobar en el Mesías.

Testigo de un amor inmortal, donde Oseas, sintiéndose traicionado por su esposa Gomer no quiere romper aquella relación. Su amor es más fuerte que lo que pudiera sentir por la traición recibida. Así (p. 23) “lo que impulsa a Oseas a actuar así es un amor enérgico y apasionado, un amor que supera toda ‘lógica’ para seguir la suya propia, la lógica del amor”. Y es que había decidido castigar a Gomer pero no lo había hecho, como era de esperar, por despecho, sino por puro y simple amor.

La prostituta convertida en esposa, donde María Magdalena, de profesión prostituta, siente como cambia su corazón cuando conoce a Jesús. Se convierte, así, en esposa del Esposo pero no en el sentido que burdamente se ha dado en hacer parecer desde determinados ámbitos muy contrarios a la verdad sino en el sentido espiritual que esto supone. Es más (p. 25) “sentía el corazón henchido. Jamás había soñado que fuera posible tanta dicha. Su ser regenerado exultó al reconocer al Resucitado: ‘¡María!’ ‘¡Maestro!’ La llamaba por su nombre y la desposaba para siempre”.

Esperar por otro, donde el paralítico que cura Jesús después de haber sido bajado, desde el techo de la casa donde se encontraba el Maestro sabe, es consciente de tal verdad, que ha sido la fe de sus amigos la que le ha curado y que, aún no habiendo sido ellos quienes le han curado sí (p. 27) “han esperado por él”.

La fuerza de los débiles, donde David, débil entre sus propios hermanos y, para los hombres, el menos indicado para ser rey (luego lo sería por elección de Dios) vence a Goliat que (p. 27) “lo despreció una vez más. Pero entonces David esgrimió su verdadera arma: ‘Tú vienes a mí armado de lanza y jabalina, pero yo voy a ti en nombre del Señor de los ejércitos”. Y, claro, con tan gran confianza y tan gran fe, sólo podía ganar. Y ganó.

Víctima y vencedor de la injusticia, donde José, hijo de Jacob, se mostró fiel a su pueblo y fiel a la ley de Dios. Fue, en efecto, la víctima de lo que puede haber de ruin en el ser humano pero, a la vez, (p. 29) “ha sido vencedor de la injusticia. No, desde luego, empleando las mismas armas que sus enemigos. Al contrario, José se mantiene íntegro, porque ‘temía al Señor’, es decir, tenía una actitud de respeto y sumisión ante su Dios y de fidelidad a sus mandamientos”.

La formación de un líder, donde Moisés, verdadero pastor del pueblo elegido por Dios (p. 31) “será el instrumento de Dios para realizar grandes signos (las famosas plagas). No es su poder, sino el de Dios, de quien él se percibe instrumento inútil”.

Profeta a pesar suyo, donde Jeremías, que no tenía intención de ser profeta acaba siendo (p. 32) “profeta verdadero. A diferencia de los falsos profetas que sólo auguraban cosas halagüeñas. Ha sido alto el precio. Pero ha valido la pena. Jeremías se ha convertido en boca de Dios para todos los pueblos y par los siglos venideros, hasta el fin del mundo. También para nosotros”.

La mujer de cinco maridos, donde aquella samaritana que se encuentra con Jesús en el pozo se encuentra agua, pero Agua Viva que le impulsa (p. 33) “a correr a contarlo a sus paisanos, para que también ellos experimenten la dicha que ha comenzado a inundarla. ¡Y con qué poder de convicción lo hace! Muchos creyeron por sus palabras y otros muchos la siguieron para conocer a aquel hombre que prometía algo tan inusual”.

Cuando el creyente se queda solo, donde Elías, profeta perseguido por no adorar a dioses inexistentes, se ve en la obligación de huir para no ser asesinado. Pero, muy a pesar de todo lo que apuntaba, directamente, a su muerte (p. 35) “el Dios que se ha mostrado vivo y verdadero le sostiene y le cuida. Y en la intimidad de Orbe reanima sus fuerzas, reaviva su fe, le inunda de fortaleza y le capacita para seguir llevando adelante la misión confiada”.

“Tu pueblo será mi pueblo”, donde Rut sacrifica su situación personal para acompañar a su suegra Noemí a Judá para vivir allí con ella una vez había muerto el hijo de la primera, su marido. Entonces exclama Rut (p. 35) “No insistas que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas yo iré, donde habites habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras moriré y allí seré enterrada”.

Condenado por desconfiado, donde Judas, quien entregó a Jesús, no supo medir bien sus pasos. Así, mientras Pedro supo que se había equivocado pero no huyó de entre los suyos, Judas (. 37) “huyó de la presencia y la mirada de ese Jesús que estaba pidiendo perdón para sus asesinos (Lc 22,34). Se encerró en sí mismo. No se perdonó a sí mismo. Se mantuvo en la noche y en las tinieblas. No se abrió al único que podía salvarle de sí mismo. Se encerró en la desesperación”.

Cuando el dinero se convierte en dios, donde aquel joven rico que preguntó a Jesús acerca de lo que debía hacer para heredar la vida eterna, supo que debía renunciar a su dios particular: su dinero. No supo (p. 39) “descubrir el verdadero Tesoro. Entonces lo demás nos parecerá ‘basura’, ‘estiércol’, ‘pérdida’ (Fil 3, 7ss)”.

Una amistad sin fisuras, donde se muestra la amistad entre Jonatán y David llega a niveles sublimes cuando el primero muere en la batalla y el segundo, que puede ser elegido rey (p. 39) “no se alegrará, sino que llorará y se lamentará por la muerte trágica y prematura del amigo extremadamente querido, cuyo amor le resultada más delicioso que el amor de las mujeres”.

La importancia de un papel secundario, donde Bernabé, que acompaño a san Pablo en sus caminos de evangelización, demostró no ser, por supuesto, el último de entre los transmisores de la Palabra de Dios y, además, (p. 40) “fue él quien acogió a Saulo, le presentó a los apóstoles de Jerusalén y le introdujo en la comunidad cristiana". Luego (p. 41) “durante un año instruyeron a una gran muchedumbre en Antioquía. Es fue un tiempo de entrenamiento para Pablo. Al lado de Bernabé fue aprendiendo las tradiciones cristianas primitivas y el modo como leían las Escrituras referidas a Jesús”.

Sucederá a un gran líder, donde Josué se ve la tesitura de sustituir a Moisés en el pastoreo de la grey de Dios. Y a él (p. 42) “únicamente se le impone una condición: ser fiel a la Ley, es decir, a la voluntad de Dios, sin apartarse un ápice de ella, ni a derecha ni a izquierda. Confiando en Dios y obedeciendo a su Palabra todo irá bien”.

No dar a nadie por perdido, donde Mateo, cobrador de impuestos, es la prueba más palpable de que, para Dios, nada hay imposible pues (p. 432) “como tantas y tantas veces ocurrirá a lo largo de la historia de la Iglesia, el pecador recalcitrante y perdido a los ojos de todos se transformará en apóstol y evangelista”.

Y, por último,

Las cuentas de Dios no son las nuestras, donde Gedeón, el menos indicado, para los hombres, para ser liberador de su pueblo, es elegido por Dios para tal menester. Había reunido un gran ejército (32.000 hombres) para vencer a los madianitas. Pero el Creador le bastaba, tan sólo, con 300 y, a pesar de tal número, Gedeón venció a su enemigo. En realidad es bien cierto que (p. 45) “las matemáticas de Dios no son las nuestras”.

Ya para terminar sólo indicar que al final de cada una de las semblanzas bíblicas, el P. Julio Alonso Ampuero cita el texto bíblico del que se ha servido para escribir sobre cada uno de los personajes para que, con el sentido didáctico que tiene todo lo que escribe, nos dirijamos al mismo para aprender más acerca de los mismos.

Por otra parte, tenemos que apuntar acerca del libro de título “Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico”. El mismo, como fácilmente se comprende, no puede ser comentado en esta serie porque al estar referido a cada uno de los domingos del Año litúrgico, en sus ciclos A, B y C, haría interminable un artículo a tal respecto. Sí recomendamos su lectura, como siempre hemos hecho con los libros del P. Julio Alonso Ampuero. Es más, este, en concreto, nos viene muy bien porque el sentido didáctico (como tantas veces hemos dicho en esta serie) que este sacerdote aplica a lo que escribe nos ilustra de forma muy acertada acerca de cada uno de los textos que, de las Sagradas Escrituras (tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento) comenta.

Vale, pues, la pena, leer este libro aunque aquí no se comente pues, al fin y al cabo, el valor lo tiene lo que se comenta y no, por supuesto, quien, en este caso, lo comenta.

Eleuterio Fernández Guzmán

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