Meditaciones sobre el Credo 6.-Ascendió a los cielos, y se sentó a la diestra de Dios Padre Omnipotente

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

……………………..

Enlace a Libros y otros textos.

……………………..

Explicación de la serie

El Credo

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad y que, en la Iglesia católica esperamos el día en el que Cristo vuelva en su Parusía y resuciten los muertos para ser juzgados, unos lo serán para una vida eterna y otros para una condenación eterna.

El Credo, meditar sobre el mismo, no es algo que no merezca la pena sino que, al contrario, puede servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

La división que hemos seguido para meditar sobre esta crucial y esencial oración católica es la que siguió Santo Tomás de Aquino, en su predicación en Nápoles, en 1273, un año antes de subir a la Casa del Padre. Los dominicos que escuchaban a la vez que el pueblo aquella predicación, lo pusieron en latín para que quedara para siempre fijado en la lengua de la Iglesia católica. Excuso decir que no nos hemos servido de la original sino de una traducción al castellano pero también decimos que las meditaciones no son reproducción de lo dicho entonces por el Aquinate sino que le hemos tomado prestada, tan sólo, la división que, para predicar sobre el Credo, quiso hacer aquel Doctor de la Iglesia.

6.- Ascendió a los cielos, y se sentó a la diestra de Dios Padre Omnipotente .

Está sentado a la derecha del Padre

Cuando Jesús resucitó tenía que cumplir con el camino que había establecido Dios para Su Hijo. Tenía que ascender a los cielos, prepararnos las estancias (cf. Jn 14, 2) que prometió a sus apóstoles y cuando fuera voluntad de Dios, volver en su Parusía.

Recoge los Hechos de los Apóstoles, exactamente al principio de los mismos (1, 1-11), lo que San Lucas escribe a Teófilo. Lo hace en los siguientes términos:

“El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo. A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, ‘que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días’. Los que estaban reunidos le preguntaron: ‘Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?’ El les contestó: ‘A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.’ Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.”

Jesús, el Cristo, ascendió a los cielos, a la Casa del Padre y el Hijo de Dios hizo lo que tenía que hacer antes de volver al definitivo Reino de su Padre.

¿Qué hizo Cristo aquel día?

Antes de ascender a los cielos, el Hijo de Dios Jesús les pide que no dejen Jerusalén porque desde ahí tendrán que empezar a cumplir la misión para la que los había preparado durante aquellos años. Era muy importante que siguiesen al pie de la letra aquello que les estaba diciendo porque a partir de aquel mismo momento el Reino de Dios iba a extenderse por todo el mundo conocido y, desde entonces, también, al que ni siquiera sabían que existía.

Es de poca importancia para aquellos otros nosotros y para nosotros mismos conocer o saber cuándo será el tiempo del regreso de Cristo en su Parusía. En realidad, lo que nos debe importar es estar preparados para tal momento por si es mañana mismo. Y aquellos que le escuchaban lo que decía Jesús lo único que tenían que saber es que el Espíritu Santo les daría, pronto, la fuerza necesaria para cumplir con aquello que les estaba diciendo.

Cristo asciende a los cielos pero no para no volver nunca sino para estar presente entre nosotros siempre y, por eso mismo, era tan importante que los que le escuchaban llevaran a la práctica el transmitir su mensaje al mundo.

Al respecto de la importancia que tiene no sólo la celebración de la Ascensión del Señor sino la comprensión de lo que significa para los creyentes, Benedicto XVI, en el Regina Coeli del domingo 4 de mayo de 2008 en el que se celebraba tan importante momento espiritual, dijo que

“En sus discursos de despedida a los discípulos, Jesús insistió mucho en la importancia de su ‘regreso al Padre’, coronamiento de toda su misión. En efecto, vino al mundo para llevar al hombre a Dios, no en un plano ideal —como un filósofo o un maestro de sabiduría—, sino realmente, como pastor que quiere llevar a las ovejas al redil. Este ‘éxodo’ hacia la patria celestial, que Jesús vivió personalmente, lo afrontó totalmente por nosotros. Por nosotros descendió del cielo y por nosotros ascendió a él, después de haberse hecho semejante en todo a los hombres, humillado hasta la muerte de cruz, y después de haber tocado el abismo de la máxima lejanía de Dios. Precisamente por eso, el Padre se complació en él y lo ‘exaltó’ (Flp 2, 9), restituyéndole la plenitud de su gloria, pero ahora con nuestra humanidad. Dios en el hombre, el hombre en Dios: ya no se trata de una verdad teórica, sino real. Por eso la esperanza cristiana, fundamentada en Cristo, no es un espejismo, sino que, como dice la carta a los Hebreos, “en ella tenemos como una ancla de nuestra alma” (Hb 6, 19), una ancla que penetra en el cielo, donde Cristo nos ha precedido.”

En realidad, que Jesús ascendiera a los cielos era una parte importante de su vida en la tierra. Se marchaba porque así estaba escrito en el corazón de Dios y por eso mismo es tan real, como dice el Santo Padre, la esperanza que tenemos en el Creador y en su Amor. Y por eso mismo la Ascensión del Señor es tan importante.

Al respecto de la Ascensión de Nuestro Señor a los cielos dice el Catecismo de la Iglesia católica (662) dice, poniendo las palabras dichas por Cristo que

“Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna,’"no […] penetró en un Santuario hecho por mano de hombre […], sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro’ (Hb 9, 24). En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. ‘De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25). Como ‘Sumo Sacerdote de los bienes futuros’ (Hb 9, 11), es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos (cf. Ap 4, 6-11).

Desde entonces Jesús, según creemos y hacemos profesión de fe, está sentado a la derecha del Padre, de Dios Padre todopoderoso. Es, además, una realidad espiritual y real que Cristo ya había profetizado Jesús cuando dijo (Mc 14, 62) “Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Padre y venir entre las nubes del cielo y (Lc 22, 69) “El Hijo de Dios estará sentado a la diestra del poder de Dios”. Por lo tanto, quienes creemos en Cristo sabemos, con total certeza y seguridad, que está donde dijo que está.

Uno de aquellos, el perseguidor de cristianos que acabó siendo perseguido por serlo, San Pablo, escribió a los de Éfeso, diciéndoles (1, 15-21) que

Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero.

Esto lo que ha de querer decir es que Cristo, desde aquel mismo momento, tiene todo el poder y la gloria que Dios le entregó.

Pero que Cristo esté sentado a la derecha del Padre quiere decir algo más que, en efecto, esté y que quiere decir, por ejemplo, que después de su Encarnación y de la glorificación de su carne (cf. San Juan Damasceno, Expositio fidei, 75 [De fide orthodoxa, 4, 2]) Aquel que fue engendrado desde la eternidad, está junto a Dios. Pero, además, también ha de querer decir que, a partir de tal momento se inauguró el reino del Mesías con lo que se cumplió la visión del profeta Daniel cuando escribió, sobre el Hijo del hombre (Dn 7, 14), que “A el se le dio imperio, honor y reino y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás”. Por eso, bien podemos decir que desde entonces los Apóstoles fueron testigos del “Reino que no tendrá fin”.

¡Alabado sea Dios que no dejó que le Mal triunfase sobre Cristo!

Leer 1.-. Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra

Leer 2.- Creo en Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor

Leer 3.- Que fue concebido del Espíritu Santo y nació de la Virgen María

Leer 4.- Padeció Bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado

Leer 5.- Descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de entre los muertos

Eleuterio Fernández Guzmán

…………………………….
Para leer Fe y Obras.
…………………………….

InfoCatólica necesita vuestra ayuda.

Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:


Y da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

Todavía no hay comentarios

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.