14.05.24

Consagración del Seminario de Tui al Sagrado Corazón de Jesús

Ayer celebramos en Tui el aniversario de la Consagración del Seminario al Sagrado Corazón de Jesús, que tuvo lugar por primera vez el 13 de mayo de 1921. Don Avelino Bouzón, canónigo archivero de la catedral, resume el significado de ese día: La iniciativa de la Consagración del Seminario de Tui (entonces no existía el de San José de Vigo) al Sagrado Corazón partió de los alumnos, estimulados por sus formadores, al finalizar el curso 1917-1918. La idea entusiasmó al clero tudense y a los antiguos alumnos que se habían formado en el Seminario, pero que descubrieron que su vocación no era el sacerdocio.

El obispo D. Manuel Lago González, natural de Randufe (Tui), pone su celo ardiente para que “se levante en el patio del Seminario una estatua del Corazón de Jesús y que de una manera oficial y solemne se le consagre el bendito plantel de sacerdotes”. Con el obispo a la cabeza, se implicaron en llevar a feliz término el deseado proyecto todo el clero de la diócesis, las autoridades de la ciudad tudense y otras personalidades relevantes del ámbito cultural en aquella época.

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10.05.24

Jubileo y esperanza

El papa ha hecho pública la bula de convocación del Jubileo de 2025: “La esperanza no defrauda” es el título, tomado de unas palabras de san Pablo, de este documento. El Jubileo es un año de gracia, un camino, una peregrinación de esperanza, que el romano pontífice convoca cada veinticinco años. El primero de ellos se celebró en 1300, aunque ya existía algún precedente; por ejemplo, el Jubileo compostelano, cuando la fiesta de Santiago coincidiese en domingo, concedido en 1122 por Calixto II.

San Agustín decía que “nadie, en efecto, vive en cualquier género de vida sin estas tres disposiciones del alma: las de creer, esperar y amar”. La gracia de Dios eleva nuestra condición creada y nos permite albergar una esperanza que nace del amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz, que se fundamenta en la fe y que es irradiada, como una luz que ilumina la existencia, por el Espíritu Santo. Y con la esperanza, Dios nos otorga la paciencia que, dice el papa, “ha sido relegada por la prisa”, por el acuciante “aquí y ahora” que hoy hace de esta virtud una realidad extraña.

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4.05.24

La ciencia y la fe: la enseñanza de san Agustín

Para aproximarse a la cuestión de la relación entre la ciencia y la fe resulta útil leer a los grandes autores de la historia cristiana. Entre ellos, destaca con méritos propios san Agustín, obispo de Hipona (354-430). En uno de sus escritos, titulado “De Genesi ad litteram”, advierte de lo contraproducente que resulta, amparándose de modo erróneo en los textos bíblicos, contradecir los datos que sobre el conocimiento del mundo proporcionan la razón y la experiencia.

Esta actitud impide la correcta interpretación de la Escritura y daña la credibilidad de la fe: “Acontece, pues, muchas veces que un infiel conoce por la razón y la experiencia algunas cosas de la tierra, del cielo, de los demás elementos de este mundo, del movimiento y del giro, y también de la magnitud y distancia de los astros, de los eclipses del sol y de la luna, de los círculos de los años y de los tiempos, de la naturaleza de los animales, de los frutos, de las piedras y de todas las restantes cosas de idéntico género; en estas circunstancias es demasiado vergonzoso y perjudicial, y por todos los medios digno de ser evitado, que un cristiano hable de estas cosas como fundamentado en las divinas Escrituras, pues al oírle el infiel delirar de tal modo que, como se dice vulgarmente, yerre de medio a medio, apenas podrá contener la risa. No está el mal en que se ría del hombre que yerra, sino en creer los infieles que nuestros autores defienden tales errores, y, por lo tanto, cuando trabajamos por la salud espiritual de sus almas, con gran ruina de ellas, ellos nos critican y rechazan como indoctos”.

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28.04.24

Lecturas: Daniel Cuesta, La religiosidad popular

Daniel Cuesta Gómez, SJ, La religiosidad popular. Lugar teológico para la nueva evangelización, Sal Terrae (colección “Presencia Teológica” 307), Maliaño 2023, 149 p., ISBN 978-84-293-3100-4.

 

Daniel Cuesta Gómez (Segovia, 1987) ha escrito sobre temas de historia del arte, humanidades y teología. Durante su licenciatura en Teología, ha dedicado tiempo a profundizar en el estudio de la religiosidad popular. Como escribe en el “prólogo” José Jaime Brosel, rector de la Iglesia Nacional Española de Roma: “Fruto de aquellas lecturas [sobre la religiosidad popular], y de sus clases en la Pontificia Universidad Gregoriana, surgió la génesis de lo que hoy es este libro. Un estudio en el que el ya padre Cuesta decidió investigar no solo sobre la religiosidad popular, sino sobre la realidad de los llamados «lugares teológicos» establecidos por el dominico Melchor Cano en el siglo XVI” (p. 11).

Ha sido el papa Francisco quien, en Evangelii gaudium 126, ha vinculado los conceptos que están presentes en el título de esta obra: “Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización”. Es verdad que el papa emplea la expresión “piedad popular”, en lugar de “religiosidad popular”, aunque Cuesta prefiere este segundo modo de decir, pues cree “que expresa mejor la realidad a la que nos enfrentamos y también porque es el término habitual en España” (p. 15, nota 2).

El autor tiene como objetivo llevar a cabo “una doble reflexión que pueda ayudar a responder, por un lado, a la pregunta de qué es exactamente un lugar teológico y, por otro, a indagar si la religiosidad popular puede ser considerada como tal” (p. 17). Para responder a estos interrogantes, Cuesta estructura su trabajo en cuatro capítulos, a los que sigue una conclusión.

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26.04.24

Un español, canónigo en Roma

Una de las cuatro basílicas papales es la de Santa María la Mayor, edificada en la cumbre del monte Esquilino, una de las siete colinas de la Roma antigua. La tradición dice que la Virgen María se apareció en sueños al patricio Juan y al papa Liberio pidiendo la construcción de una iglesia en su honor en un lugar que indicaría milagrosamente. La noche del cinco de agosto de 358 apareció cubierta de nieve una parte del Esquilino. Y en ese terreno se levantó la basílica. Cada cinco de agosto, día de la Virgen de las Nieves, se conmemora en la liturgia este prodigio, haciendo descender desde el techo del templo una cascada de pétalos blancos.

La bella basílica está muy vinculada a España. Ya en el atrio de la misma se puede contemplar una estatua, diseñada por Bernini, del rey Felipe IV, gran benefactor de esta iglesia. El papa Pío XII, en una constitución apostólica de 1953, estableció que el Jefe del Estado español sería proto-canónigo de la basílica; que se rezaría por España y su Jefe de Estado cada año, en la fiesta de san Fernando y en las solemnidades de la Asunción y la Inmaculada; y que uno de los canónigos había de ser de nacionalidad española.

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