Los nuevos canónigos

Hace 7 u 8 ocho años el Cardenal Carles emprendía la última etapa de su pontificado, una etapa dura y dolorosa para su persona en la que prácticamente se quedó sólo. Después de tantos disgustos, desengaños y traiciones, el pobre Don Ricardo ya no se fiaba de nadie, y se encerró en la llamada “guardia pretoriana” unos pocos hombres que todavía eran de su confianza. Ese pequeño núcleo de incondicionales tenía dos centros neurálgicos, su propia casa, el obispado, con Don José Ángel Saiz como Secretario General (luego obispo auxiliar) y la fiel Paquita en su secretaría particular. El otro centro era el Seminario Conciliar con el Rvdo. Francisco Prieto a la cabeza y su fiel formador el Rvdo. Manuel Coronado (actualmente secretario particular de Don José Ángel).

Saco este tema a colación porque después de revisar la lista de los canónigos (anticipada por Germinans Germinabit ya hace días), veo que se está produciendo algo parecido. Para estos nombramientos n.s.b.a cardenal Sistach ha recurrido a su núcleo más fiel, cada día más pequeño, que coincide con el de Don Ricardo: La Secretaría General, con El Rvdo. Sergio Gordo como nuevo canónigo y el Seminario Conciliar también con dos piezas para la canonjía: El rector Rvdo. Josep María Turull (el hombre del que se ha perdido ya la lista de cargos y responsabilidades que tiene), y el Rvdo. Josep Serra, el formador más camaleónico de la historia del Seminario. No es el caso de su ex-secretario particular el Rvdo. Robert Baró (Bobby para los amigos), que le salió rana. Aún así lo ha nombrado personalmente como miembro del Consejo Presbiteral.

No cuenta el Rvdo. Josep Vives, del que ayer habló el buen amigo Oriolt y con el que comparto la alegría de su nombramiento. Porque se trata de una persona buena y santa, el perfil ideal para unos canónigos ambiciosos, ya que en su humildad y su modestia el Rvdo. Vives jamás les hará sombra, ni querrá puestos de privilegio ni prebendas. Le tocará hacer la faena “sucia” que nadie quiere, y el la hará, como todo lo que hace, con todo el cariño del mundo.

El cargo de canónigo suele responder a dos principios: es un premio por los servicios prestados, o es un consuelo después de perder otras responsabilidades aparentemente mayores. En el caso de los tres sistachianos (Turull, Serra y Gordo) se dan las dos circunstancias a la vez. Es un premio por su fidelidad al cardenal y una consolación para cuando llegue otro obispo y tengan un buen lugar reservado en el más que probable caso de que pierdan sus actuales cargos.

No olvidemos que el cargo de canónigo es perpetuo, como lo son también sus importantes beneficios económicos y materiales. Ahora ya sabemos que Turull, Serra y Gordo por muy mal que le vayan las cosas en el futuro no van acabar sus días en la residencia sacerdotal de San José Oriol, subsistiendo con ciento y pocos euros al mes. Como en el caso de los ex-ministros del Generalísimo, los privilegios son para siempre.

Como Turull ya no va a ser obispo, su mentor y protector el cardenal Sistach le está preparando el camino, para que al menos en el futuro pueda hacer y deshacer a su antojo en la catedral. Los otros canónigos le dirán “Amén” a todo, esto sin olvidar la gran mano negra que hay detrás de todos estos nombramientos que no es otra que la del Rvdo. Josep Anton Arenas (también del equipo del Seminario de Turull), con quien todos los nuevos canónigos tienen vínculos más que estrechos.

La catedral del futuro será el actual Seminario, con Turull como jefe supremo, con sus acólitos Gordo y Serra y el obediente Vives, y con Arenas moviendo la cola como siempre. Aún así, el daño que pueden hacer a la diócesis será mínimo en comparación del que se está haciendo desde nuestro raquítico Seminario.

A diferencia de los que fueron fieles a Don Ricardo, defenestrados sin ningún tipo de compensación, los fieles al actual arzobispo se están preparando para el día de mañana, como en la parábola del administrados de bienes engañosos del Evangelio.

Antoninus Pius

Germinans germinabit