InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

24.11.14

Copiar en el examen final

Copiar en los exámenes

Cuando era escolar, durante un tiempo coleccioné trampas. No me refiero a las trampas de las “películas de chinos”, con pinchos o serpientes en el fondo de un pozo, sino a las formas en las que mis compañeros hacían trampas en los exámenes. Me resultaban fascinantes las mil y una tácticas que utilizaban para copiar sin que los profesores se dieran cuenta. Todo el esfuerzo que no empleaban en estudiar lo aplicaban a diseñar los trucos más complicados para copiar las preguntas del examen.

Recopilé decenas de casos reales, de “chuletas” como se dice en España, con las respuestas para los exámenes copiadas, por ejemplo, en pequeños rollos para desenrollar discretamente, en cilindros que se introducían dentro de los bolígrafos o incluso escritas con un alfiler en el propio plástico del bolígrafo. Otros escribían trabajosamente las respuestas a todas las posibles preguntas en folios oficiales de examen sustraídos en alguna ocasión anterior y los sacaban durante el examen en algún descuido del profesor. Había docenas y docenas de métodos para copiar sin ser descubierto.

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21.10.14

Mi Señor, el gran Poeta

PoesíaEn una iglesia en la que suelo rezar todos los días, hay un gran Cristo crucificado sobre el altar mayor. Es un Cristo enjuto y con cara de castellano viejo. Sufriente, el pelo empapado en sudor y las costillas bien marcadas, pero sereno y con los golpes y llagas apenas sugeridos. Moderno, pero devoto y de talle elegante, con un leve toque de la curvatura de los antiguos crucifijos de marfil.

Por alguna razón, siempre le he atribuido en mi mente a ese Cristo en particular la advocación de “mi Señor, el gran Poeta”. No es, ni mucho menos, la imagen más bonita que he visto, pero tiene la virtud de hablarme del más hermoso de los hombres, como dice el salmista, del amado de mi alma, como suspira el Cantar de los Cantares. Cuanto rezo ante él, de algún modo, mi alma se llena de la hermosura de la creación, que refleja la Belleza eterna del Verbo de Dios, y me alegro y siento nostalgia por el recuerdo de cosas que aún no he visto y que me esperan en el cielo.

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19.07.14

Dos parroquianos ilustres

PobresPor razones que no vienen al caso, la parroquia a la que suelo ir a misa por las mañanas está en un barrio de oficinas y tiendas de alto nivel. La mayoría de los que asisten van elegantemente vestidos, con buenos trajes, zapatos caros y aspecto de directivos. Es la misa de ocho, así que muchos aprovechan para ir allí antes de empezar a trabajar.

En ese entorno elegante y distinguido, llaman la atención dos parroquianos especialmente ilustres.

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29.04.14

Estrella del mar

Ayer, 28 de abril, la Iglesia celebraba la memoria de San Luis María Grignion de Montfort. Es un santo que siempre me ha caído simpático, porque, cuando se fue al seminario de París para ser sacerdote, quiso hacer a pie los trescientos kilómetros y entregó por el camino a los pobres todo el dinero que tenía y su propio traje, que cambió por los harapos de un mendigo. No está mal para empezar.

San Luis era particularmente devoto de la Virgen y un amable lector me envió ayer una imagen de Nuestra Señora con una frase del santo. Como me gustó especialmente, la traigo aquí al blog para bien de los lectores, honor de la Reina del Cielo y confusión de los demonios.

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28.04.14

¡No tengáis miedo!

Juan_Pablo_IIMe ha hecho una ilusión especial que la canonización de Juan Pablo II, el Papa de casi toda mi vida, se produjera en la octava de Pascua. No sólo porque tanto la Pascua como las canonizaciones invitan a mirar al cielo, sino también porque en este tiempo resuenan en nuestras iglesias y (espero) en nuestros corazones las palabras del Resucitado: No tengáis miedo.

Esas fueron precisamente las palabras que eligió Juan Pablo II cuando fue elegido Papa: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo!”. Después, las repitió una y otra vez durante los años posteriores, hasta el punto de que quizá podrían considerarse un resumen de su labor como Papa.

Creo que son palabras muy significativas, porque, al comienzo de su pontificado, lo normal habría sido que dijera algo así como: “tengamos miedo, mucho miedo”.

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