InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

3.04.15

Una gota de esa Sangre

Aconsejaba Pascal pensar que, en la Pasión, una gota de toda la sangre que Cristo derramó fue derramada por mí, para mi bien, para mi salvación, para el perdón de mis pecados concretos, que contribuyeron a causar esa Pasión. Cristo no sufrió en general, ni por una causa abstracta. Ese día, Cristo pensaba en mí.

Aquí tienen un sonetillo de Viernes Santo para meditar sobre este gran Misterio.

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2.04.15

El beso de Judas

Retomo la costumbre de los versos en Semana Santa, pensando que a nadie le viene mal un pequeño sacrificio antes de que llegue la Pascua de resurrección.

Así pues, ofrezco a la caritativa paciencia de los lectores un sonetillo sobre aquel beso terrible, que quizá dolió más a Nuestro Señor que todo lo demás que sucedió en su Pasión.

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28.03.15

La Semana Santa y Marrakech

Cuando llega la Semana Santa, suelo acordarme de Marrakech. Como veo que esto suena algo extraño, explicaré que, al acercarse la Semana Santa, lo que hago es acordarme de la parábola evangélica de los jornaleros y eso inevitablemente despierta en mí los recuerdos de Marrakech. Curiosamente, tuve que viajar a un país musulmán como Marruecos para que la parábola de los jornaleros que empezaron a trabajar por la mañana, al mediodía y a media tarde se convirtiera en algo concreto y tangible en mi mente.

Al contratar nosotros mismos el alojamiento en lugar de utilizar una agencia de viajes, no reservamos un hotel caro en la parte más turística de la ciudad, sino uno más económico y modesto junto a la estación de autobuses, cerca de Bab Doukkala. Desde nuestra ventana, para nuestra desilusión, lo único que se podía ver era una enorme plaza más bien poco atractiva. Después de la primera noche en el hotel, nuestro interés se reanimó al descubrir que esa gran plaza era el lugar en el que se reunían los jornaleros para esperar a ser contratados, igual que en el Evangelio.

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23.03.15

Mi santo favorito

[Con ocasión de la memoria litúrgica de San Dimas, recupero este post de hace siete años]

El otro día, nos preguntaban en el magnífico blog los Sarmientos de la Vid sobre nuestro santo favorito. No tuve que pensarlo ni un segundo: mi santo favorito siempre ha sido el Buen Ladrón, San Dimas. Me gusta especialmente este santo, porque después de haber sido toda su vida un ladrón y probablemente un asesino (literalmente un “malhechor", dice el Evangelio, alguien que ha hecho el mal), bastó que se volviera hacia Cristo en el último momento de su vida, al borde de la muerte, en el patíbulo, para que recibiera el perdón y la misericordia de Dios. Más aún, bastó para que el mismo Cristo le prometiera ir al Paraíso con él, para entrar en el número de los santos y para que hoy, nosotros, podamos tenerle como ejemplo. Un santo como San Dimas es, para mí, un signo claro de que Dios me quiere gratuitamente, de que no tengo que ganarme el amor de Dios, sino que ya como pecador Dios me ha elegido para salvarme y para ser su hijo. Dios es el único que me quiere gratis, sin exigir nada a cambio, regalándome su gracia para que pueda dar frutos de vida eterna. Así quiso a Dimas, porque ¿qué podía esperar de un ladrón crucificado? Quizás el Señor estaba pensando en él y en mí cuando dijo: No he venido a salvar a los justos, sino a los pecadores.

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2.12.14

Dos sofismas sobre los Evangelios por el precio de uno

Sofisma Como quizá recuerden los lectores, el día de la solemnidad de Santiago Apóstol, el pasado mes de julio, se leyó en misa la lectura en la que Santiago y Juan le piden al Señor sentarse a su derecha y a su izquierda y los demás apóstoles se enfadan con ellos. Después, Jesús los reprende a todos y les explica cómo es la autoridad para un cristiano.

En la parroquia a la que fui, predicó sobre ese texto evangélico un venerable sacerdote de blancos cabellos, mirada bondadosa y quizás medio siglo de sacerdocio a sus espaldas. Revestido con las vestiduras rojas de los mártires y hablando con la autoridad de Cristo, este buen sacerdote comenzó a hablar… y no paró de decir barbaridades (cito de memoria, claro):

Este pasaje es uno de los más verdaderos de los Evangelios, uno de los que sabemos que son auténticos. Otros pasajes son expresión de la fe de las comunidades primitivas, pero este sabemos que es algo que pasó de verdad. Lo sabemos porque no tiene sentido que los primeros cristianos se inventaran una escena en la que quedaban tan mal dos de los apóstoles, que eran sus dirigentes, así que esto tuvo que ser auténtico. Es de las lecturas más verdaderas”.

Mientras lo escuchaba, casi podía oír a mi alrededor los pensamientos de los demás fieles, mientras sacaban la conclusión lógica de lo que se había dicho: “Si esta lectura es de las ‘más verdaderas’, eso significa que otras son ‘menos verdaderas’. Es decir, que no son verdaderas. ¿Y cuáles serán esas lecturas que no son verdaderas? ¿Las que hablan de la resurrección, de la encarnación, de los milagros, de la fundación de la Iglesia…?”

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