InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Moral

14.05.14

Polémicas matrimoniales (I): La comunión como premio

Walter KasperEl mundo moderno tiene la curiosa idea de que la fe cristiana es irracional y los cristianos creen lo que creen porque sí y, por lo tanto, pueden creer una cosa hoy y otra completamente distinta mañana. La realidad es que los cristianos inventaron la universidad y, en ella, la disputatio, que es precisamente la sana costumbre de someter las propuestas novedosas a una discusión pública, de modo que se discierna si son acordes tanto a la razón como a la fe.

En ese sentido, creo que es muy saludable que la propuesta del Cardenal Kasper de admitir a la comunión a los divorciados en una nueva unión sea sometida a una verdadera disputatio, como ya ha empezado a suceder. Diversos teólogos, cardenales e incluso el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe han comenzado a analizar la propuesta, generalmente con conclusiones fuertemente negativas. Como es lógico, se presupone la buena intención del cardenal en su propuesta, pero, como estos temas afectan a la vida de millones de católicos o, mejor dicho, de toda la Iglesia, las buenas intenciones no bastan.

He pensado que sería bueno que en este blog nos sumemos a esa disputatio, en la que tanto se puede aprender, así que, Deo volente, iré publicando una serie de artículos sobre el tema. En ellos intentaré examinar, con la colaboración de los lectores, la sustancia de cada argumento que se ha presentado a la luz de la razón, la Escritura, la Tradición y la doctrina de la Iglesia. Así podremos quedarnos con lo bueno y rechazar lo demás.

Hoy vamos a comenzar con el argumento de que negar la comunión a los divorciados en una nueva unión es, de algún modo, convertir la comunión en un premio para los “buenos”, según lo expresó el Cardenal Kasper:

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14.02.14

Cuesta abajo y sin frenos

52983562SB008_CheeserollingEl matrimonio civil o, mejor dicho, los “distintos tipos de matrimonio” civil cada vez se parecen menos al matrimonio natural, inscrito en el corazón del ser humano, como un anhelo profundo y fundamental, desde su misma creación. Llevamos ya por lo menos medio siglo despeñándonos, cuesta abajo y sin frenos, hacia la destrucción total del matrimonio en nuestras sociedades. Por desgracia, construir es difícil y exige un arduo trabajo, pero destruir es mucho más fácil.

Un artículo en el Boston Herald de la columnista Adriana Cohen propone una solución muy significativa a los problemas evidentes del matrimonio en Occidente: dejarse de ficciones y ser “realistas”. ¿Cómo? Reconociendo que, en realidad, los matrimonios no van a durar y que eso de “hasta que la muerte os separe” hace mucho tiempo que es una ficción para la gran mayoría de la gente. En consecuencia, sugiere sustituir los matrimonios indefinidos actuales, herencia de tantos siglos de oscurantismo y represión, por simples “matrimonios a diez años”, mucho más racionales y modernos:

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14.01.14

¿Nunca segundas partes fueron buenas?

Diez mandamientosLa lectura de la misa del viernes pasado contenía una de esas frases que todo el mundo recuerda: Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Una frase impactante y llena de sabiduría divina, así que no es extraño que el sacerdote celebrante se centrara en ella para decir unas palabras. De hecho, si la memoria no me falla, yo diría que siempre que he oído proclamar ese pasaje o hacer referencia a él, se ha resaltado esa misma frase. Algo perfectamente comprensible, por su importancia.

Lo que ya no me parece tan comprensible es que, según mi experiencia, no se resalta nunca la segunda parte de la idea de San Juan, a pesar de que completa y explica a la primera: En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Y todavía más aún: En esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Es decir, si no amas al prójimo, no es verdad que ames a Dios, y si no cumples los mandamientos no es verdad que ames al prójimo ni a Dios.

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4.12.13

Llamados a ser magnánimos

Rendición de BredaDesde su elección, el Papa Francisco ha hablado varias veces de la magnanimidad. A mí, en particular, me ha causado una gran alegría que lo haga, porque la magnanimidad de los santos es una de las cosas que me resultan más atractivas de la historia de la Iglesia.

La mayoría de los cristianos sabemos que debemos ser humildes, incluso los que no tenemos mucho éxito en ese empeño. ¿Quién no desearía poseer la santa humildad de Cristo? Mucha menos conocida para la mayoría, sin embargo, es la virtud de la magnanimidad, hasta el punto de que no solo no la practicamos, sino que ni siquiera la deseamos. Y esta virtud, esta joya como decía Santo Tomás, nos es particularmente necesaria, porque sin ella corremos el riesgo de convertir la humildad en pusilanimidad o mezquindad.

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28.10.13

Atraviesan las nubes

Clamar al cieloEn la primera lectura de la Misa de ayer domingo, se leyó una frase escalofriante, que me hizo temblar: “los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan”. Es terrible pensar que los pecados contra los pobres, en alas de los gemidos de sus víctimas, atraviesan las nubes y llegan sin excepción ante Dios para reclamar su justicia.

Quizá los lectores piensen que no es para tanto o que, como mucho, sólo tienen que preocuparse de esas cosas los grandes magnates o las malvadas multinacionales que oprimen a los pobres del tercer mundo. Y no me extraña que lo piensen, la verdad, porque yo tiendo a pensar lo mismo, pero en esta ocasión me hice una pregunta que no me había hecho antes: ¿Quiénes son esos pobres cuyos gritos atraviesan las nubes y llegan a Dios? La respuesta me estremeció, porque no se limita, ni mucho menos, a los pobres del tercer mundo:

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