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30.03.15

Voces angélicas escapadas del cielo

Desde hace muchos años, cuando llegamos al Sanctus, me quedo maravillada por cuán gloriosamente somos capaces de cantar. 

Muchas veces me he preguntado ¿cómo es que, si –antes o después del Sanctus- no podemos afinar un solo tono, precisamente en ese canto, suenan nuestras voces como parte de un coro angelical?

Nunca tuve interés en hallar explicación ya que, de seguro, no la tendría.  

Sin embargo, haciendo memoria, la experiencia ha sido muchas veces tan sobrecogedora que se me han saltado las lágrimas. Esa es la razón por la que no culparía a quien pensara de mi cualquier barbaridad al verme llorar. Es que, seamos honrados: ¿quién llora escuchando el Sanctus a menos que le falte un tornillo?

Pues bien, este Domingo de Ramos, supongo estaba distraída cuando llegamos al Sanctus ya que aquellas voces gloriosas al fondo, con un golpe de adrenalina, me sacaron intempestivamente como de un sueño. Fue cuando lo supe:

-  “¡Son voces angélicas escapadas del cielo!”

Claro! Eso lo explica todo! Es perfectamente posible. No existe doctrina que lo contradiga. ¡No existe!

Yo, que tan quejica soy acerca de cuán feúchas son a veces nuestras celebraciones litúrgicas, aprendí que, ya que si el Señor no solo derrama su invisible y portentosa gracia sobre nosotros durante la misa, por qué privaría a los ángeles de una escapadita para unir sus voces a las nuestras?

 

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.  Sí, Padre, porque así lo has querido”

Mateo 11, 25-26