Descomposición de Amnistía Internacional: «no puede defender los DDHH si no respeta los derechos de sus trabajadores»
Hay marejada en la otrora prestigiosa «Aministía Internacional» (AI). Los recortes de 2,5 m £ han desatado las luchas intestinas. Con los resultados esperados en todos los procesos de descomposición estomacal.
La sede central de Londres ha despedido a unas docenas (hasta la fecha) de trabajadores que han protagonizado varias jornadas de huelga. La crisis no se limita a AI-UK, está en cuestión el liderazgo de su Secretario General, Salil Shetty y el de todo su equipo.
Escuecen más los modos que las actuaciones. El director del programa para América Latina ha dimitido por este motivo. Es normal encontrar piquetes en las oficinas de AI en París, Senegal, Uganda, Beirut, Nueva York, Hong Kong y Johannesburgo. Uno de los principales líderes sindicales describe a Amnistía Internacional como «una de las organizaciones empleadoras más mentirosas que ha conocido», rematando lapidariamente: «AI no puede ser una organización defensora de los derechos humanos creíble o eficaz si no respeta los derechos de sus trabajadores».
Parece ser que el dinero y los despidos no son más que la chispa que ha detonado la batalla por «el alma» de la institución, los más entregados acusan a la dirección de «haber convertido AI en una marca para reclutar más miembros y recaudar más fondos» dejando de lado las tareas de investigación y denuncia. Una muestra de ello sería que su implantación es mayor en el Primer que en Tercer Mundo.
Voluntarios, trabajadores y donantes reprochan haber perdido sus orígenes y su razón fundacional para ir abarcando causas más deletéreas. Fundada en 1961 para luchar por los presos de conciencia, encarcelados por sus creencias en regímenes autoritarios, amplió su campo de acción a la pena de muerte y la tortura. A partir del 11-S se desmadra y con el típico circiterismo terminó luchando por otros motivos y por el dinero: «la principal tortura que hay es la pobreza, hoy hay más presos de pobreza que de conciencia».
La pérdida de credibilidad e inicio de la desintegración moral de Amnistía Internacional llega en 2007, en el que AI se convierte en una organización pro-abortista.
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