El diario «El País» intenta intimidar a los que han descubierto su chapuza con los abusos sexuales y les sale el tiro por la culata
Se veía venir pero no con tanta violencia. La mafia periodística ha acusado el golpe y se ha revuelto. En parte es buena noticia. Con su rabia han colaborado a que se conozca un poco más el montaje utilizando a las víctimas de abusos sexuales contra la Iglesia Católica y han demostrado el terror que tienen a que se sepa más. El diario El País pasa al ataque contra el Colectivo Sergio Gámez.
Una sola víctima es un horror, cada víctima es importante. Por eso mezclar víctimas falsas sin confirmar con las verdaderas es despreciar e insultar a las víctimas, revictimizarlas. El jueves pasado un grupo de católicos decidió crear la falsa historia de Sergio Gámez, para demostrar lo fácil que es inventarse unos abusos sexuales inexistentes. El testimonio del ficticio abusado aparece como auténtico en el informe del Defensor del Pueblo y en las informaciones del diario ‘El País’. Lo que llamaron la «Operación Bollycao». Aquello ha supuesto un antes y después en la triste historia de los abusos en España.
El espantoso e internacional ridículo del diario El País con su casposo ‘Spotlight‘ sería para troncharse si no estuviese cocinado con el dolor de las víctimas. La chapuza elaborada por Daniel Verdú, Julio Núñez, Paola Nagovitch, Lucía Foraster Garriga e Íñigo Domínguez no puede ser el hazmerreír porque está sustentada en casos inventados de abusos sexuales contra la Iglesia Católica, que como algunas verdaderas víctimas me han manifestado les ha causado mucho dolor.
Les ha dado igual que la consecuencia de su «trabajo» haya sido revictimizar a los verdaderos acusados aguando su dolor con casos falsos. Falsos porque no tuvieron la decencia profesional de comprobarlos tal como decían que habían hecho. Queda la duda de si ha sido por maldad o solo es que ellos son malos profesionales.
La chapuza de «investigación» por la que El País se autoconcede un premio ni siquiera dio los frutos esperados. Los casos, ya no se sabe el número de los que son verdaderos, habían estado por debajo de sus previsiones y tuvieron que agarrarse a otra chapuza, utilizar el Informe del Defensor del Pueblo y titular con una mentira, marca de la casa. El tal Iñigo Domínguez, periodista dicharachero, titula al día siguiente de la presentación del informe que en España hay 400.000 víctimas. Fuera de los primeros titulares conseguidos el ridículo le va acompañar el resto de su vida. La Defensora del lector del diario no sabía dónde meterse y tras ser cuestionada ha tenido que admitir que «El País no es una empresa de estadística y, por tanto, no debe ceñirse a los porcentajes», le ha faltado decir, «sed buenos, Iñigo Domínguez da lo que da». Ha sido tremendo.
La situación solo tenía dos salidas. La profesional y digna, que el diario reconociese que el trabajo era una chapuza. Un hecho por otro lado que está ya a la vista de todo el mundo y que no es de extrañar que provoque que la «investigación» del El País no se vuelva a mencionar cada vez que haya que tratar de los horribles casos de abusos. Aunque solo sea por vergüenza.
Y la otra salida, que es la que ha tomado el tal Iñigo Domínguez, periodista.
Esta vez sí ha querido investigar y ha intentado intimidar a una de las personas que está detrás de la «Operación Bollycao», Alfredo Fernández, que me ha enviado la descripción de cómo se produjo la interacción y que os comparto a continuación.
Llama la atención la preocupación del periodista de El País sobre si hay más casos que les hayan colado. Están aterrorizados, se les cae el chiringuito. La duda le corroe. Por lo que cuenta Alfredo la intimidación tiene ese objetivo, que no destape más casos.
El «periodista» intenta amenazar a Alfredo mostrando que «sabe cosas». ¡¡Oh terror!!, es un funcionario de un municipio madrileño, Pozuelo, y fiel del Opus Dei. Lógicamente el Opus Dei ha tenido que emitir una nota que empieza con un «quiere agradecer al diario la oportunidad de contribuir a la información con las aclaraciones». Era obvio, el artículo de El País estaba escrito por el periodista Íñigo Martínez.
Llama la atención que fuera del grupo PRISA solo webs extremistas y marginales se hayan hecho eco de la rabia de El País. El desprecio a las víctimas que destilan es muy conocido, lo han convertido en un modo de vida.
Uno de los «periodistas», excura, llega a preguntarse, literalmente, si Alfredo ha hecho esto «¿Sin consultar con su director espiritual un caso de conciencia y que estuvo preparando durante meses?» Que un sacerdote que piensa que la responsabilidad es de la institución a la que pertenezca el director espiritual, que ese sacerdote se haya secularizado es una noticia de la que tristemente hay que alegrarse. El mal que puede hacer a los escasos lectores es inferior al que podría haber hecho en el confesionario con su dirección de almas. Pero a uno le queda la duda de quién será su director espiritual, y si, según su retorcido modo de pensar, le consulta lo que tiene o no que escribir.
Os dejo con la interacción de Alfredo (el de la foto) con el tal Iñigo Domínguez, de El País.
El País, un master para matones de barrio
13:05 de la tarde del pasado viernes. Suena mi teléfono móvil con un número que no tengo guardado. Mi interlocutor se identifica como Íñigo Domínguez, de El País. Le reconozco entonces como uno de los artífices de la farsa que mezcla informaciones de abusos sexuales contrastados y falsos. Le saludo con cortesía y él me pregunta si prefiero que me llame Sergio (por aquello de que el falso abusado se llama Sergio Gámez).
21 minutos de charla. Al principio parece que hace preguntas inocentes y poco a poco, en el transcurso de la conversación, va mostrando sus cartas. Había hecho los deberes: me había investigado más a mi que a algunos de los casos falsos de abuso sexual que ha publicado. Si me ha indagado tanto, digo yo que podría haber usado por lo menos el mismo esfuerzo y rigor en investigar el caso de abuso del bollycao que se han comido y los que vendrán. No sé si me querían amedrentar. No creo, porque eso sería éticamente reprobable para un socialdemócrata convencido.
Cual maestro que imparte lecciones de ética me espeta que pertenezco a una institución de la Iglesia, el Opus Dei, hace un repaso a mi currículum profesional, pasado y presente, manifiesta sus dudas sobre posibles incompatibilidades laborales e incluso me siento amenazado cuando desliza que quizá haya trabajado el falso abuso en mi horario laboral…
Me pregunta si detrás de haber desenmascarado la mala praxis periodística de El País está el Opus Dei, o algún obispo. Si está la Iglesia como tal detrás de todo. Me produce hilaridad sus preguntas de macarra.
Se muestra muy preocupado por si saldrán más casos de abusos inventados y publicados en El País. Le veo intranquilo por esta cuestión. Compruebo que tiene muy estudiada toda la información que ha salido sobre el tema en todos los medios de comunicación religiosos de España, y alguno extranjero. Se lo ha leído todo. Y no hace más que preguntarme: «¿vais a parar?». Le contesto que no puedo decirle nada al respecto, que quizá salgan a la luz algunos casos más. Me dice que sólo ha sido un caso y le reto a reconocer su mala praxis si salen más casos falsos publicados. Se niega, quizá por la tan conocida superioridad moral de la izquierda mediática.
Le explico que lo hemos hecho para desenmascarar su campaña ideológica. Que ellos no trabajan a favor de las víctimas, sino para su propio ego personal. Que si trabajaran por las víctimas se habrían esforzado en que no se les colara ningún caso falso. Lo que ellos quieren es denostar a la Iglesia, y ese es el motivo por el que hemos realizado esta auditoría a El País.
Cuando le espeto con claridad sus manipulaciones me contesta con un argumento que bien prueba su talla intelectual. Me dice que él no ha mentido en la información. Que ha contrastado con una fuente -reconoce que sólo una fuente[i]- y que él solo informa de que la institución está investigando. Omite de manera torticera que él es el que se ha dirigido primero a la institución para contarle que tiene un caso y que lo investigue. A continuación publica la noticia de que la institución lo está investigando. Periodismo de calidad, muy objetivo y racional.
En un arrebato de chantaje emocional, me cuenta que las víctimas estaban cabreadas al día siguiente de publicarse la noticia en ABC. Y yo le contesto que sí, que las verdaderas víctimas están cabreadas porque El País no ha distinguido las verdaderas de las falsas. Si hubieran hecho bien su trabajo estaría de acuerdo con ellos, porque parecía la única manera de que los obispos se pusieran las pilas y tomaran medidas severas. Tengo la experiencia de acompañar durante un tiempo a una víctima, ayudándole en su dolor, comprendiendo sus secuelas, como para que estos maestrillos de un periodismo de pueblo me vengan a dar lecciones de no se sabe muy bien qué.
A continuación me pregunta que si creo que es ético lo que estoy haciendo, y le contesto que la falta de ética precisamente está en no contrastar las informaciones. De nuevo me ataca con su superioridad moral, que a mí, sinceramente, no me intimida. No será el primer caso, ni el último, en que un periodista se infiltra en una organización o se hace pasar por otra persona para contrastar, verificar… Nos hemos hecho pasar por víctima con un fin profesional. Esto se llama de toda la vida de Dios periodismo de investigación -tenemos miles de ejemplo en los anales del periodismo-, precisamente lo que estos becarios de El País no han hecho.
Pasa entonces a ofrecerme que participe en un programa de radio de la SER, en el que él trabaja, para contar mi versión. Le contesto que no, que yo no soy la noticia, sino que la noticia es que El País no contrasta sus fuentes y su información en casos tan sangrantes y serios como son los abusos sexuales. Me pregunta que por qué digo que esto es una cuestión ideológica y le contesto que lo es porque ellos solo están interesados en un pequeño porcentaje de los abusos sexuales que se cometen en España, obviando los que no proceden del ámbito eclesial. Y lo sé bien, pues también lo tenemos acreditado mediante correos. Lo que buscan es denostar a la Iglesia, con razón o sin ella.
Después de haber visto mi cara hoy en las páginas de El País, me reafirmo en que toda esta auditoría que estamos realizando vale la pena. La actitud de leona herida que manifiestan no hace más que confirmarnos, a mí y al equipo, que estamos desenmascarando las falsedades de este periódico, que vamos por el buen camino.
Ya que a Íñigo Domínguez se le llena la boca hablando de ética periodística, pienso que debería leer despacito el libro de Estilo de El País, que plantean como un contrato que tienen con los lectores. Contrato que incumplen por lo menos en lo referente a la información sobre abusos sexuales en España. Tampoco es muy ético intentar acojonar al mensajero haciendo gala de datos personales que obran en su poder. Después de todo esto espero que no me pase nada, ni a mí ni a mi familia, porque sinceramente esta actitud del periódico gubernamental me parece propia de unos matones de barrio. Y esto que digo es opinión, no información.
Agradezco a El País la publicidad que me ha hecho. Llevo todo el día recibiendo parabienes. Yo no quería ser noticia, ni es mi intención en ningún momento, pero a nadie le amarga un dulce, sobre todo si es para el bien de la Iglesia de Cristo.
Salud, hermano Íñigo.
Alfredo Fernández
Portavoz del Colectivo Sergio Gámez
[i] El hecho de que una información haya sido facilitada por una fuente con la petición de que no sea difundida (en la jerga, una información off the record) no impide su publicación si se obtiene honradamente por otros medios. De otra manera, esa confidencialidad supondría una censura externa para una información que está al alcalce del periodista (Libro de Estilo de El País, 1,17)
16 comentarios
Qué graciosos son esos "periodistas".
¿Cuántos Romanones tendrán en sus cementerios de ignominia?
Solo levanta la voz un obispo o dos y nada más y muy de vez en cuando porque la "X" de la declaración de la renta pesa mucho...mas o menos 256 millones de euros si no me equivoco. Cuando deseo que eliminen la "X" y seamos directamente los fieles los que sostengan a su Iglesia.
O sea, superfuerte tío.
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