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29.07.14

Consejos bíblicos para tu vida cristiana

¿Quién no quiere ser feliz? ¿quién quiere vivir en desgracia? He aquí una serie de consejos la mar de útiles para que se nos conceda esa dicha:

Guarda sus leyes y sus mandamientos que hoy yo te prescribo, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y permanezcas largos años en la tierra que te da Yavé, tu Dios.
(Deut 4,40)

No tengan ustedes la menor duda de que el camino seguro hacia la felicidad es vivir conforme a la voluntad de Dios. Y eso implica cumplir sus mandamientos. Algo posible de hacer si por gracia amamos a Dios. Como dice San Juan:

Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues ésta es la caridad de Dios, que guardemos sus preceptos. Sus preceptos no son pesados.
(1 Jn 5,2)

Hemos de saber todos que cuanto más amamos a Dios, más fácil nos resulta cumplir sus mandamientos, porque ese mismo amor es gracia que nos ayuda a no pecar. El que ama al Señor acaba odiando el pecado que le aleja de Él. Mas no debemos desesperar si vemos que todavía pecamos, pues Él es fiel para perdonarnos cada vez que caemos si en verdad nos acercamos con un corazón contrito y humillado. Imploremos de su misericordia el perdón y de su gracia la capacidad para vencer toda tentación.

Honra a tu padre y a tu madre, como Yahvé, tu Dios, te lo ha mandado, para que vivas largos años y seas feliz en la tierra que Yahvé, tu Dios, te dará.
(Deut 5,16)

Honrar a los padres es propio de personas decentes. Les debemos obediencia mientras estamos sujetos a ellos. Y respeto siempre, mientras vivan. Independientemente de cómo se comporten con nosotros. Por supuesto, dentro de ese respeto no entra el permitirles que interfieran en asuntos que son de nuestra absoluta incumbencia. Si Dios mismo dice que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, es claro que no debemos permitir que los padres pongan en peligro un matrimonio. Pero hágase tal cosa sin faltarles al respeto y la honra debida.

Ni que decir tiene que en su vejez los padres han de ser objeto del mayor de nuestros cariños. Tanto más si están enfermos. Y permitidme añadir también a nuestros padres espirituales, los sacerdotes. Que no tienen hijos en la carne pero muchos de ellos nos han engendrado y criado en Cristo. Seamos especialmente atentos con ellos.

Porque, siguiendo la verdad, serás feliz en todas tus obras, como todos los que practican la justicia. Según tus facultades, haz limosna y no se te vayan los ojos tras lo que des. No apartes el rostro de ningún pobre, y Dios no los apartará de ti.
(Tobías 4,6-7)

Verdad y caridad, caridad y verdad, binomio inseparable para alcanzar la fidelidad. Goza más el que da que el que recibe. Y pocas cosas hay tan satisfactorias para el alma como ayudar al necesitado.

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