No hay acuerdo real católico-luterano sobre la justificación
En la rueda de prensa que el papa Francisco dio en el avión de vuelta a Roma desde Armenia, el Santo Padre habló sobre muchos temas. Quiero fijarme especialmente en sus palabras sobre Martín Lutero. Reproduzco la transcripción que ha hecho el diario argentino La Nación:
Las intuiciones de Martin Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Quiza algunos métodos no eran los justos pero en aquel tiempo, si leemos la historia de Pastor, un alemán luterano que después se convirtió cuando vio la realidad, se ha hecho católico, en aquel tiempo. La Iglesia no era realmente un modelo a imitar. Había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, apego al dinero, al poder. Y por eso él protestó. Era inteligente, ha dado un paso adelante justificando por qué hacía eso. Y hoy luteranos y católicos, protestantes todos, estamos de acuerdo sobre la Doctrina de la justificación. Sobre este punto tan importante él no estaba equivocado. El dio una medicina a la Iglesia pero después, esa medicina, le ha consolidado en un estado, en un estado de cosas, en una disciplina, en un modo de creer de hacer, litúrgico, y luego no estaba solo, estaba Calvino, cada uno distinto del otro y detrás de ellos quienes estaban? Los príncipes. Cuius regio, cuius religio. Debemos meternos en la historia de aquel tiempo, no es una historia fácil de comprender.
Es cierto que en la Iglesia, en tiempos de Lutero, había mundanidad, apego al dinero, al poder. También había una falta de formación tremenda entre los sacerdotes, de tal manera que algunos ni siquiera sabían bien el latín y es dudoso que pudieran celebrar misas válidas. El nepotismo estaba a la orden del día. Y el papado no pasaba, precisamente, por sus mejores momentos. Pero Lutero no «protestó» tanto contra la corrupción moral, sino contra los que él consideraba como errores doctrinales de la Iglesia católica. Él mismo lo dice: «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías». Y años después: «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado». «Entre nosotros –confesaba abiertamente–, la vida es mala, como entre los papistas; pero no les acusamos de inmoralidad», sino de errores doctrinales. Efectivamente, «bellum est Luthero cum prava doctrina, cum impiis dogmatis» (Melanchton).
Lutero puso las bases para la destrucción de la Cristiandad. Enseñó apasionadamente que la Biblia puede ser interpretada por cualquiera y quitó la autoridad de la Iglesia para transmitir su sentido verdadero, con lo que cerró el Libro Sagrado, que ya no era Palabra de Dios proclamada por la Iglesia, sino palabra del hombre que la leía. Su propia interpretación de la Escritura le llevó a sostener la doctrina solafideísta. Es decir, que el hombre es justificado solo por la fe, sin que las obras tengan papel alguno en orden a la salvación. No podía entender de otro modo la justificación partiendo de su convicción de que el hombre quedó totalmente corrompido por el pecado original, y sujeto así al diablo. No hay, pues, en el hombre libertad real que pueda co-operar con la gracia de Dios. Ya en 1525, en De servo arbitrio, estimaba que «lo más seguro y religioso» sería eliminar del lenguaje cristiano el término «libre arbitrio». La justificación necesariamente tiene que ser por la sola fidei puesta en Cristo.
El concilio de Trento condenó claramente esa herejía. De los cánones sobre la justificación:
Can. IX. Si alguno dijere, que el pecador se justifica con sola la fe, entendiendo que no se requiere otra cosa alguna que coopere a conseguir la gracia de la justificación; y que de ningún modo es necesario que se prepare y disponga con el movimiento de su voluntad; sea excomulgado.
Para saber lo que enseñaba Lutero hay que acudir al propio Lutero. Cito de una web protestante:
Ninguna doctrina es más importante para la teología evangélica que la doctrina de la justificación solo por fe - el principio de la Reforma de sola fide. Martin Lutero ha dicho con razón que la iglesia se establece o se derrumba a partir de esta doctrina.
Es cierto que el 31 de octubre de 1999, la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial publicaron una «Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación». Tan cierto como que cientos de teólogos luteranos y la Iglesia evangélica de Dinamarca (luterana), rechazaron dicha declaración con un argumento lleno de sentido común: es un texto que el propio Lutero habría rechazado, pues se acerca a la doctrina católica sobre la justificación y se aparta del sola fide del ex-monje agustino alemán.
El rechazo del documento fue prácticamente total entre el resto de protestantes. Valga como ejemplo este artículo del teólogo protestante español José Grau. Cito:
El llamado acuerdo sobre la justificación de 1999, al igual que las conversaciones que sirvieron de prolegómenos en las dos últimas décadas del siglo XX, hacen con la doctrina de la justificación lo mismo que hizo Trento con el agustinianismo: se acercan semánticamente a Lutero (aunque sin condenarlo por nombre, específicamente, ni tampoco levantar la excomunión vaticana que pesa sobre él). Y así como en Trento la iglesia romana descafeinó a Agustín (nota mía: esto es falso), ahora estos luteranos del brazo de los católicos descafeinan a Lutero.
El resultado práctico no es otro que la inutilización de la «dinamita» del mensaje reformado, luterano, protestante y bíblico sobre todo (el Evangelio es poder (dinamita) de Dios para salvación a todo aquel que cree…» Romanos 1:16), anulando la espoleta de las doctrinas de la gracia mediante una terminología teológica que parece del agrado de todos si se lee de corrido, sin profundizar en los conceptos. Unas afirmaciones equilibran a otras de signo diferente, sin entrar casi nunca en el meollo fundamental de la cuestión.
Como escribe Pedro Puigvert, en carta a «La Vanguardia» (5-11-99): «Los católicos no han cedido nada. Porque eso de confesar que la justificación es obra de la gracia de Dios lo han creído siempre, juntamente con la cooperación humana que ahora resulta que también es fruto de la gracia, aunque lo desmienta la Escritura cuando dice: «Al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia» (Romanos 4:5-6). Roma ha ganado la batalla doctrinal. ¡Si Lutero alzara la cabeza!»
Es algo cierto que católicos y protestantes -luteranos concretamente- no creemos hoy lo mismo sobre la justificación.
Como también es cierto, y dogmáticamente declarado en Trento, que Lutero estaba equivocado sobre esa doctrina.
Luis Fernando Pérez Bustamante