Pastores a los que les estorba Cristo. Nos estorban ellos
He de reconocer que, a pesar de lo que hemos visto en estos dos últimos años, me parecía imposible que algún padre sinodal tuviera el valor de plantear en el sínodo la vuelta a la ley mosaica sobre el divorcio. Ya hubo un obispo español que amagó con ese tema, aunque luego intentó salir del paso asegurando que no había pretendido decir lo que dijo.
Pues bien, esta semana un cardenal de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, S..E.R. José Luis Lacunza, ha dicho esto en pleno sínodo:
Moisés dio su consentimiento a la gente (para divorciarse). Hoy la “dureza de corazón” se opone a los planes de Dios. ¿Podría Pedro no ser tan misericordioso como Moisés?
En circunstancias normales, en cualquier otro sínodo o concilio de la historia de la Iglesia, una afirmación de esa naturaleza habría provocado que buena parte de los asistentes se levantaran escandalizados. En este sínodo, lo que han hecho parte de los padres sinodales de habla española ha sido votar para que dicho cardenal sea el relator de uno de los círculos menores (sic). A lo que se ve, solo un padre sinodal defendió ante el resto la fe de la Iglesia: el patriarca melquita Gregorio III Lahman.
¿Y qué dijo el patriarca? Lo obvio. Que Cristo había corregido a Moisés y que los que justificaban el divorcio eran los fariseos. Concretamente, entre las causas por las que una de las escuelas farisaicas lo admitían figuraba el hecho de que la mujer sirviera una comida quemada. Pero eso es lo de menos.
No es solo ese cardenal el que parece estar molesto con las palabras de Cristo enmendando la plana a Moisés. Ayer hemos leído la entrevista que el director de Religión Digital, José Manuel Vidal, hizo hace unas semanas -y publica ahora, por razones obvias- a Mons. José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Lean ustedes, lean:
Qué espera del sínodo. Al final ¿las aguas se pacifican?
Se levantó mucha polvareda. Algunos llegaron a decir, que el papa ponía en peligro la indisolubilidad del matrimonio.
He leído un poco todo lo que ha salido de la primera etapa del sínodo, lo que el papa dice sobre la familia. Y es la misma doctrina. Lo que cambiará, y eso espero, será nivel pastoral. La Iglesia no puede cerrar los ojos ante una realidad que nos toca de cerca. Basta mirar a la gente de nuestro alrededor. Cuántos matrimonios rotos. Cuántas personas sufren por no poderse acercar al sacramento de la confesión y de la comunión.
Este verano tuve la oportunidad de conocer a una persona que sufría por esto. Un hombre que está unido a una mujer divorciada. Viendo cómo se llegó a ese divorcio, tal vez la culpa no la tenían las dos personas, sino una. Por qué condenar a un inocente, a que tenga que vivir al margen de los sacramentos de la Iglesia. Aquí sí que podrá haber alguna novedad. Pastoral, vuelvo a decir, no doctrinal.
A ver, monseñor,¿qué parte no entiende usted de estas palabras de Cristo?:
Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada por su marido, comete adulterio. (Luc 16,18)
¿Y qué parte no entiende usted de este canon dogmático de Trento?:
Canon VII sobre el sacramento del matrimonio.
CAN. VII. Si alguno dijere, que la Iglesia yerra cuando ha enseñado y enseña, según la doctrina del Evangelio y de los Apóstoles, que no se puede disolver el vínculo del Matrimonio por el adulterio de uno de los dos consortes; y cuando enseña que ninguno de los dos, ni aun el inocente que no dio motivo al adulterio, puede contraer otro Matrimonio viviendo el otro consorte; y que cae en fornicación el que se casare con otra dejada la primera por adúltera, o la que, dejando al adúltero, se casare con otro; sea excomulgado.
¿Cómo es eso de que permitir casarse de nuevo a los que no son culpables de sus divorcios no es un cambio doctrinal sino pastoral? ¿de verdad piensa usted, señor arzobispo, que todos los fieles somos una manada de ignorantes? ¿piensa que todos vamos a dejar que se nos dé gato por liebre?
Sin la menor duda quien sufre un divorcio sin culpa por su parte merece toda la atención posible por parte de la Iglesia. Está sobrellevando una cruz inmensa. Pero de la cruz uno no se baja, a menos que despreciemos las palabras de Cristo: “Y el que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser mi discípulo” (Luc 14,27). Hay gracia más que suficiente para sobrellevar las cruces que nos encontramos en nuestra vida cristiana, sean en forma de enfermedades, miserias, pérdidas de seres queridos… y divorcios.
El sufrimiento por el pecado del cónyuge infiel no se soluciona cometiendo el pecado mortal del adulterio. Porque adultera tanto el infiel que provoca el divorcio como el que lo sufre pero se vuelve a casar. Eso lo sabe cualquiera que haya estudiado un poquito eso que se llama fe católica.
José Manuel Vidal, que es heterodoxo a más no poder pero no tonto, le pregunta inmediatamente a Mons. Rodríguez Carballo:
¿Pero no hay riesgo de cisma?
Absolutamente, no. El problema es que a veces no creemos en “la” Iglesia, sino en “mi” Iglesia. Y a Iglesia es una, es santa, es católica, es universal.
Mire, don José, no le quepa a usted la menor duda de que si se empeñan en cambiar la fe de la Iglesia sobre el matrimonio, habrá un gran cisma. Se levantaran cardenales y obispos, como el patriarca melquita, que dirán que no están dispuestos a que las puertas del Hades prevalezcan. Y con ellos, multitud de fieles. Que les quede claro que no vamos a quedarnos de brazos cruzados. No vamos a permitir que entreguen a nuestra Madre, la Iglesia, en manos el error, del adulterio espiritual, de la traición a Jesucristo nuestro Señor.
Estimados hermanos en la fe, es evidente que así no podemos seguir. No puede ser que haya cardenales -y arzobispos curiales- que sea crean con autoridad para leerle la cartilla a Cristo, de quien se ve que piensan que no fue misericordioso cuando prohibió el divorcio y recasamiento. Si a ellos les estorba Cristo, a nosotros nos estorban ellos. Debemos respeto y obediencia a la jerarquía de la Iglesia, pero antes que nada, esta debe respeto y obediencia a Cristo, nuestro Señor. Y si no se lo tienen, están de más. Nosotros siempre con Cristo y bajo Cristo.
Exsurge, Deus, iudica causam tuam
Luis Fernando Pérez Bustamante