Córdoba, o el paradigma de la fe católica que salva a un pueblo

La policía municipal de Córdoba desistió de contar fieles. Algunas cifras hablan de 150.000. Otros piensan que más. Lo cierto es que el pasado sábado, la ciudad andaluza vio como el pueblo llano, formado por aquellos que verdaderamente pueden ser llamados “cristianos de base", se lanzó a la calle a celebrar un Vía Crucis Magno, propuesto y organizado Agrupación de Hermandades y Cofradías cordobesas, con la anuencia, apoyo y guía de Mons. Demetrio, obispo.

La tan denostada por algunos “religiosidad popular” ha vuelto a dar un ejemplo de su capacidad de ser testigo fiel de la fe de un pueblo. Córdoba fue el sábado una representación en pleno siglo XXI de lo que ocurrió en Jerusalén hace veinte siglos, con la particularidad de que los fieles sí sabían qué es lo que celebraban. El camino del Señor hacia el Calvario, la Cruz donde habría de salvarnos.

Todos con Cristo y Cristo con todos, con su vicario en Córdoba pastoreando el pueblo que el Señor le ha encomendado. Un pueblo que sabe decir sí cuando se le llama y se le guía en comunión con el resto de la Iglesia. Las imágenes al servicio de la fe. La fe al servicio de la sociedad, que si vuelve sus ojos a Dios, puede salir del marasmo en el que el pecado nos ha conducido a todos.

No basta con un acto así para despertar del todo el alma católica a la identidad del pueblo andaluz y español. Pero ese pueblo no puede ser lo que Dios quiere que sea sin la fe que ha forjado su naturaleza a lo largo de los siglos. España es católica o no es nada. Y nada vamos camino de ser si no recuperamos las esencias de nuestra fe.

Ojalá cunda el ejemplo y los católicos españoles recibamos la gracia de celebrar más a menudo el don que nos ha sido regalado de forma pública. Nuestra Madre, la siempre virgen María, intercede para que así sea. Dios lo quiere.

Luis Fernando Pérez Bustamante

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