Sabemos poco, queremos mucho
Para ser sincero, he de decir que me han sorprendido mucho algunos datos de la encuesta de Paix Liturgique sobre la cuestión de la Misa según el rito extraordinario. Los católicos españoles estamos a la cola de los católicos europeos en cuanto al conocimiento de la existencia del Motu Proprio Summorum Pontificum. A mí no me extraña lo más mínimo esa circunstancia. Pero también pienso que ocurriría lo mismo con la mayor parte de los documentos pontificios. ¿Cuántos sacerdotes hablan de los mismos en sus homilías? ¿cuántos fieles están interesados en la información religiosa, más allá de la que aparece en las hojas diocesanas, que por otra parte no son leídas mayoritariamente?
La Iglesia en España no ha recibido precisamente con los brazos abiertos la liberación de la liturgia previa a la reforma post-conciliar. Se da la circunstancia de que en la web de la CEE estuvo presente durante largos meses un artículo del secretario de la comisión episcopal para la liturgia que era crítico con el motu propio del Papa. Francisco José Fernández de la Cigoña le dedicó varios artículos a esa cuestión hasta que a alguna mente preclara de Añastro se le ocurrió que aquello quedaba muy feo.
Tampoco abundan los obispos españoles que hayan celebrado la Misa según el Usus Antiquior. Que yo sepa, tan sólo lo ha hecho Mons. Ureña, arzobispo de Zaragoza. Ciertamente los obispos no está obligados a celebrar esa Misa, pero que sólo uno lo haya hecho muestra que su interés es más bien escaso, por no decir inexistente. Además, en las pocas diócesis donde los seglares se han organizado para solicitar que se cumpla la voluntad del Papa expresada en el Summorum Pontificum, se han encontrado con todo menos con facilidades por parte de sus pastores.
Sin embargo, el dato más espectacular de la encuesta es el siguiente: “El 50,4% de los católicos practicantes españoles afirmó que asistiría al menos una vez al mes a la Misa según la forma extraordinaria si se celebrase en su parroquia“. Sorprendente, ¿no? Menos de un 20% conoce que se puede celebrar la Misa así, pero más de la mitad asistiría a la misma si se celebrara con cierta regularidad. La consecuencia lógica sería que nuestros obispos atendieran a ese deseo de los fieles. No pido que en todas las parroquias se celebra el rito extraordinario, pero sí que se pueda realizar al menos en una parroquia de cada arciprestazgo. Y si luego los fieles no acuden a esas misas, pues se dejan de celebrar y santas pascuas.
Es sintomático que sean los jóvenes los que menos sepan de la existencia del motu proprio a la vez que los que más están a favor de la convivencia de las dos formas del rito latino. La juventud suele estar más abierta a lo novedoso. Y me parece que la Tradición para ellos, al menos en su faceta litúrgica, es novedad. Tal cosa no ocurriría si el Novus Ordo se celebrara más solemnemente, siguiendo la voluntad del Concilio Vaticano II, que de ninguna de las maneras abogó por la supresión absoluta del latín en la liturgia. No hace falta hablar de los absusos litúrgicos. Hoy hay misas que se realizan según indica la Iglesia, que apenas transmiten sacralidad alguna. Quienes desean asistir al rito extraordinario buscan algo que no obtienen en las misas habituales.
Por último, una nota de humor. Como el cardenal Sistach se entere de que Barcelona es precisamente el lugar de España donde mayor aceptación hay de la celebración de la Misa según la forma extraordinaria, le puede dar un pasmo. Y con él, a todo el clero progre-nacionalista que le rodea. No sé lo que nos dirán nuestros amigos de Germinans al respecto, pero creo que el dato merece, por sí solo, un artículo suyo.
Luis Fernando Pérez Bustamante