13.06.13

Reparación al Corazón de Cristo y templanza

El Padre James Cullen S.J. se reunió el 28 de diciembre de 1898 en el locutorio de la parroquia San Francisco Javier de Dublín con cuatro mujeres de las más apostólicas y piadosas de la zona, proponiéndoles «una aventura que tenía madurando en su mente desde hacía muchos años», convocatoria apostólica que devino en el movimiento que más tarde sería conocido como «Asociación Pionera del Sagrado Corazón de Abstinencia Total».

Según la concepción del P. Cullen, los pioneros de abstinencia total son «víctimas de amor, oración y reparación» uniendo la oración y el sacrificio a la oración y el sacrificio del Corazón de Jesús con la finalidad de ejercer una «suave violencia en los cielos en favor de los que padecen» el síndrome del alcoholismo.

Cristo -dice el P. Bertrand de Margerie, S.J.- no sufrió para dispensarnos de sufrir, sino para permitirnos asociar a Él nuestros sufrimientos. En la Cruz, Jesús rechazó beber el vino del bienestar y el consuelo y prefirió darnos, entre su propio dolor y sus propios sufrimientos físicos y mentales, el ejemplo de la abstinencia. En el ejemplo irlandés, vemos cómo la consagración y la reparación al Corazón de Jesús ayudan a conseguir las virtudes de la templanza y la fortaleza en el marco de la edificación de la civilización del amor para la Divina Trinidad y para nuestros hermanos humanos

Se podría decir que la génesis de los Pioneros del Sagrado Corazón, arranca el 17 de marzo de 1889, una década antes de su fundación, cuando el P. Cullen redactó lo que llamó «Ofrecimiento heroico» y que el mismo rezó como una promesa vitalicia de abstinencia total:

Sagrado Corazón de Jesús, para tu mayor gloria y consuelo, por amor a Ti, para dar buen ejemplo, para abnegación propia, para reparar los pecados de la intemperancia y para la conversión de los que beben en exceso, yo me abstendré durante toda mi vida de toda bebida embriagante.

Desde los albores del siglo XIX, otros apóstoles de la templanza habían iniciado grandes movimientos de sobriedad para «sacar a sus compatriotas irlandeses, hombres y mujeres, de la esclavitud del alcohol, a fin de llevarlos a la libertad de la sobriedad», lo hizo especialmente el sacerdote capuchino Theobald Mathew, promotor de una de las más extraordinarias campañas de templanza jamás emprendidas, movilizándose «en el nombre de Dios», a lo largo y ancho de la Isla Esmeralda, así como en Escocia, Inglaterra y Estados Unidos, moviendo a cientos de miles de corazones a asumir una promesa de abstinencia total.

Su exitosa campaña llevó al cierre de muchas cervecerías y licorerías en Irlanda, reduciéndose considerablemente la tasa de actividad delictiva grave, empero, tras su muerte el país cayó nuevamente en el fango de la embriaguez, hasta que alguien pudo estar de pie y solucionar el problema del abuso del alcohol.

El P. Cullen, con la ambición de ser otro Padre Mathew fundó la Asociación Pionera, convencido de que un movimiento, enraizado en la devoción al Sagrado Corazón podía lograr un cambio dramático en los hábitos perniciosos de sus contemporáneos. Para el P. Cullen el abuso del alcohol, era uno de esos demonios que sólo se podían expulsar, con una extensa campaña de oración y ayuno (Marcos 9, 28) (cfr. Anuario de la Compañía de Jesús, 2001).

Probablemente –afirmó su biógrafo el P. Lambert McKenna S.J.- el Padre Cullen, será conocido por las futuras generaciones de irlandeses como un gran reformador de la templanza.

Puso en marcha su cruzada de templanza, con la seguridad del cumplimiento de la promesa hecha por el Sagrado Corazón a Santa Margarita María de Alacoque, de que tres efectos especiales seguirían de la devoción al Corazón de Cristo, para beneficio de la familia humana entera, a saber:

- que los pecadores encontrarían en el Corazón de Cristo un océano de misericordia

- las almas tibias se harían fervorosas, y,

- las ya fervientes alcanzarían rápidamente la perfección.

La generosa respuesta al llamado del P. Cullen y el éxito de su movimiento se debió a la base religiosa que él puso como impronta de la asociación enraizándola en la devoción al Sagrado Corazón y en el espíritu ignaciano.

La irresistible pasión de su vida era el amor de Cristo, odiaba la intemperancia sobre todo porque ésta le roba a Cristo las almas que anhela su Sagrado Corazón… era ante todo un apóstol del Sagrado Corazón. Su exitosa difusión del amor al Sagrado Corazón y la promoción de la abstinencia total como una manifestación de ese amor, constituyen su mayor título de gloria.

Antes del establecimiento de la Asociación Pionera, ya había conquistado la reputación de celoso y virtuoso sacerdote. Todos los que tenían incluso conocimiento escaso de él, no podían dejar de sentir que era un defensor de la templanza porque en primer lugar era un apóstol cristiano.

Cuando uno ofende a otra persona, particularmente un amigo, es algo natural sentirse avergonzado de lo que ha hecho e intenta disculparse; de esta forma el cometer faltas propias se hace a su vez un motivo para demostrar el amor al prójimo. Esta es una comparación humana, para ayudarnos a entender el misterio de la reparación. Reparar es consolar al Corazón de Jesús y compensarle por los ultrajes que constantemente recibe, con nuestros pecados y con los de los demás. La reparación, en el mundo crucificado por el pecado, es el molde de todas las virtudes.

10.06.13

Exorcizar la lengua paralizada de los laicos

La Hora de los Laicos (13)

Comentarios a la Exhortación apostólica Christifideles laici

La Exhortación apostólica sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, (1988)

«constituye un verdadero patrimonio de teología y espiritualidad para comprender el rol insustituible que mujeres y hombres laicos poseen en este particular momento de la historia» (Mons. Rino Fisichella).

El documento señala como cuarto criterio de eclesialidad, para el reconocimiento de asociaciones, movimientos y nuevas comunidades:

«La conformidad y la participación en el “fin apostólico de la Iglesia", que es “la evangelización y santificación de los hombres y la formación cristiana de su conciencia, de modo que consigan impregnar con el espíritu evangélico las diversas comunidades y ambientes".

Desde este punto de vista, a todas las formas asociadas de fieles laicos, y a cada una de ellas, se les pide un decidido ímpetu misionero que les lleve a ser, cada vez más, sujetos de una nueva evangelización» (C. L. 30).

El Concilio Ecuménico Vaticano II, hizo sonar el clarín de los laicos:

«saben (los Prelados) que no han sido constituidos por Cristo para asumir ellos solos toda la misión de salvación que la Iglesia ha recibido con respecto al mundo, si­no que su magnífico encargo consiste en apacentar los fieles y recono­cer sus servicios y carismas, de modo que todos, en la medida de sus posibilidades, cooperen de manera concorde en la obra común» (C. L. 32).

La Iglesia no puede subsistir sin el Papa, pero tampoco el Papa sin la Iglesia, ni tampoco los obispos sin la Iglesia, ni sin el Papa como su líder. La Iglesia es garante de la verdad y por eso hay que escucharla, por lo que quien se juzga poseedor de carismas extraordinarios debe mantener en sí una conciencia de sometimiento a la Iglesia.

«El Señor no tiene otros labios que los nuestros, otra boca que la nuestra, otras manos que las nuestras, otros pies que los nuestros, para ir hacia este mundo a llevar su mensaje. No tenemos derecho a guardarlo a encerrarlo en nuestro corazón y a callarnos».

«Me parece que debemos exorcizar a ese demonio mudo que hace que tantos cristianos se refugien en el mutismo, creyendo responder así al respeto que se debe a las convicciones del prójimo, y desconociendo que el respeto más profundo que podemos expresar a alguien es ofrecerle, con toda humildad, lo mejor que hay en nosotros y a lo que servimos de instrumento; nuestro Señor Jesucristo hablando a los hombres de hoy» (L. J. Card. Suenens, El cristiano en el umbral de los nuevos tiempos).

Destacan cuatro campos en la trayectoria pastoral del laico:

1) di­vulgación del Evangelio; 2) purificación del ambiente social; 3) unifica­ción y elevación del sector de la familia; 4) rectificación de la moción po­lítica. Campos en los que apenas puede (y no gusta) penetrar el clérigo; y que el laico debe influenciar desde dentro, porque él mismo vive las vi­cisitudes prósperas y adversas de los cuatro escenarios, muchas veces exclusivos suyos.

«Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tie­nen la vocación y la misión de ser anunciadores del Evangelio: son habi­litados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la inicia­ción cristiana y por los dones del Espirito Santo» (C. L. 33).

El Evangelio no solo se debe expender en el pulpito y por consagrados; es también luz del laico que debe colocarlo sobre una mesa a fin que ilumine a cuantos se hallen en el recinto.

El ateísmo, el consumismo y el indiferentismo religioso atropellan el ambiente social y demuestran la imposibilidad de resolver los graves problemas de la vida. Es hora de emprender una nueva evangelización, aun en países que observan lánguidamente sus veinte siglos de cristia­nismo: a los laicos

«les corresponde testificar cómo la fe cristiana —más o menos conscientemente percibida e invocada por todos— constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad» (C. L. 34).

Es preciso formar comunidades diocesanas y parroquiales maduras, construcción en gran parte propia y exclusi­va del laico. Y para las generaciones futuras les cabe y les ata la proyec­ción de una sistemática labor de catequesis.

Para ser capaces de enfrentar esos retos, tenemos el Sacramento de la Confirmación. Como hechos recientes lo corroboran, tenemos que enfrentar un mundo cada vez más hostil a Cristo. Los Apóstoles también enfrentaron este reto. El Espíritu Santo los habilitó para salir a predicar la Buena Nueva. Cuando las autoridades los tomaban presos, los perseguían y llevaban a la cárcel y al martirio, ellos les replicaban: «No vamos a obedecerlos a ustedes, porque tenemos que hablar de lo que sabemos y de lo que hemos visto».

Ante situaciones similares, muchos de nosotros somos como la gelatina: temblamos y nos asustamos, tenemos la lengua muda, y sin embargo en el Pentecostés de nuestra vida, en nuestra Confirmación el Espíritu Santo nos ha capacitado para que todos los vientos de las falsas doctrinas no hagan tambalear nuestra fe.

6.06.13

Avanza la droga

A finales de octubre de 2012, me encontraba en Bogotá para establecer la Asociación Pionera del Sagrado Corazón de Abstinencia Total. Con la señorita que me conducía de una parroquia a otro sector, tuvimos que cruzar un campus universitario a cielo abierto, cuando el aire comenzó a envolvernos de un fuerte olor a droga, que no terminó hasta que dejamos la zona. Me impactó ciertamente la experiencia.

En países como Uruguay, Chile, México, Colombia, la legalización de las llamadas «drogas blandas» es la punta de lanza de grupos y sectores políticos que han puesto el tema en debate.

Durante hartos años, muchos estados han quedado dormidos respecto al problema de la drogadicción. Los países productores de la hoja de coca por ejemplo, afirmaban y continúan afirmando, que son países productores de la «sagrada hoja de la coca» y basta. Eso es dormir el sueño de los justos sin ni siquiera sospechar que el producto final de la hoja de coca, la cocaína, es alarmantemente objeto de interés como droga.

De repente los MCS nos despiertan de nuestra fatídica siesta con títulos como éste «Creció de manera alarmante el consumo de alcohol y sustancias». Ha sido el Observatorio Interamericano sobre Drogas (OID) de la OEA, que en su «Informe sobre el consumo de drogas en las Américas durante 2002-2009» ha puesto el dedo en la llaga, lanzando el temeroso aviso, patentizado en las estadísticas, y más recientemente el «Informe sobre el problema de las drogas en las Américas» de la OEA, presentado el 17 de mayo de 2013.

Francisco Cumsille, titular del OID, dijo:

«Se pueden observar patrones diferenciales por regiones y subregiones, además de diferencias al interior de cada país, lo que requiere políticas públicas específicas que respondan a las diferentes realidades que viven nuestros países».

El informe señala que el alcohol es la droga de mayor consumo en casi todos los países; sin embargo, los países con mayor prevalencia de consumo de alcohol no necesariamente son los mismos que presentan altos niveles de consumo riesgoso de esta sustancia. También indica que existe una preocupación especial por las altas cifras de uso de alcohol entre la población escolar de 13 a 17 años.

La marihuana es la droga ilícita más consumida entre los estudiantes de secundaria de la mayoría de los países, aunque en algunos de ellos el consumo de inhalables (se refiere a las sustancias químicas respirables que producen efectos sicoactivos -tipo solvente, por ejemplo- y son accesibles en el mercado abierto) supera el consumo de marihuana en la misma población. Además, algunos países que han realizado estudios entre la población universitaria han observado que el uso de inhalables entre las mujeres supera el uso de marihuana en ese grupo.

«El consumo de cocaína se ha generalizado en casi toda América Latina y el Caribe. Ya no es una droga solamente exportada hacia el norte, por ejemplo, aproximadamente el 27% de los consumidores de cocaína del hemisferio se encuentran en America del Sur».

«Por otra parte, la pasta base de cocaína, una droga usada casi exclusivamente en América del Sur, si bien su consumo es relativamente bajo, tiene un impacto sobre la salud mucho más nocivo que otras drogas, convirtiéndola en un problema al que los países afectados ya le están prestando mucha atención», advirtió Cumsille.

Por el contrario, en aquellos países con mayores niveles respecto de percepción sobre facilidad de acceso a drogas ilícitas, son aquellos países donde las cifras de consumo son también mayores.

El hecho ha sido comprobado, son el alcohol, los inhalantes, la mariguana, la cocaína y la pasta base que están de moda sobre todo entre los jóvenes.

No se trata de una falsa alarma, nos hallamos sentados sobre el cráter del volcán, ya que los países productores de la hoja de coca, no necesitan, pasar por sus fronteras, la materia de la producción, la producen en su territorio, y se extiende con facilidad por los rincones de nuestras ciudades. Existe una sobre oferta, se trafica mucha cocaína, pero siempre quedan excedentes suficientes como para aniquilar a su población.

La drogadicción comienza o por curiosidad o por búsqueda de un placer momentáneo, pero cuando llega a exigir dependencia es difícil por no decir imposible de dejarla en la mayoría de los sujetos que han probado la experiencia.

Hay que vigilar en torno: las autoridades porque frecuentemente se sabe quien vende la droga y dónde, pero siguen actuando impunemente, sobre todo si son fáciles en cerrar la boca de las autoridades con las propinas que ofrecen los narcotraficantes.

Hay locales de expendio de bebidas a las que se añade la droga, y que llevan meses y años vendiéndola como si se tratara de una inocente golosina.

Hay establecimientos escolares cuyos docentes conocen las actividades delictivas de sus alumnos, pero se cruzan de brazos, y dejan que la serpiente se extienda.

Hay padres de familia que toman con glacial indiferencia la existencia de sospechas en la conducta de algunos de sus hijos, de los que han recibido confidencias, pero que prefieren no actuar, por no molestarse.

Bien está, muy bien, que la OEA como autoridad bien enterada, haya lanzado un detonante grito de alarma. Todos los ciudadanos debemos conocer la procedencia y la dimensión de uno de los enemigos más destructores de la actual civilización: la droga.

3.06.13

Hay conciencias muertas

El mundo sufre porque tiene que hacer frente a una doble angustia:

La angustia humana con múltiples rostros, que cada día nos estremece en los informativos televisivos por su naturaleza inhumana.

La angustia moral, el sufrimiento de los que ya no saben por qué viven, y, en ocasiones, ponen fin a una existencia que, a sus ojos, ya no tiene razón de ser.

Están los indigentes que carecen de medios para vivir, y los indigentes que se suicidan porque ya no tienen razón alguna para vivir.

¿Dónde estás? Preguntó Dios en el Paraíso al primer hombre. No porque lo ignorase, sino para significar que no le conocía, desfigurado como estaba por la culpa. ¡No te hice yo así. Extraordinariamente más hermoso te hice yo!

La belleza es orden, proporción, colorido. En cambio la fealdad es desorden, desproporción y oscuridad. El desorden consiste en que cada parte no ocupe el lugar propio, la desproporción en que las partes no guarden relación conveniente de tamaño y la oscuridad en la falta de color conveniente.

En la fealdad espiritual:

Desorden; arriba los sentidos y abajo la inteligencia.

Desproporción; un superdesarrollo de lo material y un raquitismo espiritual.

Oscuridad: siendo el hombre razón, donde ésta no brilla no hay hombre sino bestia.

La malicia consiste en que todo esto es voluntariamente querido.

Dice San Pedro Crisólogo:

«En cuanto se aparta el alma sobrevienen al cuerpo el hedor, la corrupción, la podredumbre, los gusanos y tantas cosas horribles a la vista. En cuanto se aparta de Dios inmediatamente entran en el alma, el hedor de los pecados, la corrupción de los crímenes, la podredumbre de los vicios, el gusano de la conciencia, la ceniza de las vanidades, el horror de la infidelidad y en el sepulcro vivo del cuerpo se realizan los funerales del alma» (Sermón 19, MG 52, 252, ss.).

El apostolado brinda la oportunidad de entablar un contacto directo, de alma a alma, de corazón a corazón. Curiosa esta persona que conversando sobre su vida personal repitió varias veces su estribillo: «A mí no me remuerde mi conciencia».

A los fariseos y escribas, a los que tan gravemente condenó Jesús, no les remordía la conciencia tampoco. El señalado interlocutor siguió diciendo: «A mí no me remuerde la conciencia», y podría ser verdad, porque de tanto desoír la voz de la conciencia, puede morir, como voz de Dios en el interior.

La conciencia es la presencia de Dios en el alma, va inspirando lo que cada uno debe practicar en todo momento, señala los peligros para que se aparte de ellos a tiempo, invita a la práctica de las buenas obras, condena las malas dando a las personas una sensación de dolor, de vergüenza y de insatisfacción. Pero las personas pueden acostumbrarse a no hacer caso a su conciencia, a tomar por quimera sus advertencias, a manifestarse a sí mismos que más tarde hará caso a las protestas de su interior.

De tanto despreciar la voz de la conciencia, ésta muere, desaparece. Mi interlocutor era alcohólico, un desastre como familiar, un incompetente en su profesión, un mujeriego, y a pesar de todo salía siempre con el mismo sonsonete: «A mí, no me remuerde la conciencia».

Se le podría finalmente contestar: «Es que Usted ya no tiene conciencia la ha asesinado». El desprecio de la voz de la conciencia, produce la ceguera espiritual, que supone la privación de la luz divina y una perversión positiva del juicio. Dos elementos necesarios para constituir este triste estado del alma:

Primero, vuelve a la inteligencia inepta para recibir las verdades, o al menos para percibirlas de una manera útil, una vez así, ya no saca ningún provecho de los sermones, conversaciones, o lecturas piadosas. Se vuelve impermeable.

El segundo elemento: falsea el juicio sobre las cosas concernientes a la salvación, se atiene a lo falso por verdadero, el mal por bien, la oscuridad por la luz, la duda por la certeza. De la ceguera llega el endurecimiento en la voluntad. Lo mismo que la luz divina excita en la voluntad una cierta disposición para seguir las inspiraciones de Dios, la ceguera espiritual produce el endurecimiento, la obstinación en el mal, de donde se sigue que la voluntad del pecador no se doblega ni por las advertencias venidas del exterior, ni por las inspiraciones internas, ni por las amenazas de Dios.

Muerta la conciencia, no tiene Dios más que el milagro para sacudir y convertir al alma.

 

30.05.13

¿Fe en la Presencia verdadera o en los ornamentos?

La solemnidad del Corpus Cristi nació para contrarrestar la perjudicial influencia de ciertas ideas heréticas que se propagaban entre los fieles en detrimento de la verdadera Fe. Ciertamente:

«Por ella los fieles se fortalecen en el amor a Jesucristo, expían los pecados y desprecios que se cometen con frecuencia contra la Eucaristía, y al mismo tiempo contrarrestan con esa fiesta litúrgica las agresiones sacrílegas cometidas contra el Sacramento» (José María Iraburu, La adoración eucarística).

Mientras los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas nos ofrecen una descripción de la institución de la Santísima Eucaristía, San Juan dedica el capítulo VI de su evangelio a la teología de la Eucaristíacitando dos milagros, ya que la Eucaristía es algo que requiere fe. El primero, el de la multiplicación de los panes y los peces (6, 5-15), y el segundo, el hecho de que Jesús caminó sobre las aguas del mar de Galilea (6, 16-23).

Pero también algunas de las líneas más tristes de todo el Evangelio se encuentran en ese capítulo. La muchedumbre comprendía las palabras del Señor pero al mismo tiempo rechazaba sus enseñanzas, Jesús estaba presente físicamente entre ellos, de ahí que para sus oyentes la enseñanza sobre el Pan de Vida era tan difícil de aceptar, y, para no dejar duda de que se le debía tomar al pie de la letra, Jesús añadió: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

La Eucaristía es el acto más elevado de adoración a Dios, porque es mucho más que una oración o devoción: es el sacramento central de la Iglesia Católica. Sin Eucaristía no hay Iglesia, y consecuentemente tampoco puede haber miembros suyos, es decir cristianos. Cuando se debilita la relación hacia la Eucaristía o desaparece de plano, se pierde o se desvanece también la vida divina en los creyentes, y consecuentemente en el mundo. Una atrofia mortal, que sólo puede ser sanada por medio de la Eucaristía.

Todo esto, es también una falta de fe, como entre los contemporáneos de Jesús, una falta de vida divina, de santidad y de perseverancia que los cristianos sufren hoy, y en ellos, y con ellos, también la Iglesia, y, como se ha dicho, el mundo entero. Los cristianos que son transformados por la Eucaristía en Cuerpo de Cristo, llevándolo dentro de sí, lo introducen en el mundo y a la historia de la humanidad.

«A veces se convierten en el centro de la conversación los ornamentos y los vasos sagrados como si tales cosas fueran algo trascendental. Importan, pues son los atavíos que convienen para esta gran ceremonia; pero no pasan de ser simples atavíos, del estilo más o menos de las ropas que nos ponemos cada día»,

cuando lo trascendental es, que

«la Misa coloca al Calvario en medio de nosotros; o, si prefieren, nos transporta al momento y al lugar del auténtico Sacrificio de nuestro Señor (Frank Duff, La Misa acontecimiento impresionante).

La fe en la presencia real de Cristo en las Especies Eucarísticas pertenece a la esencia de la Fe de la Iglesia, desde sus orígenes es parte intrínseca de la identidad católica es la fuente, el centro y el culmen de toda la vida de la Iglesia.

Profesar que la Eucaristía es la Presencia Real de Cristo, es sin duda un don de Dios.

El Concilio de Trento proclamó:

«En el augusto Sacramento de la Santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, está presente verdadera, real y substancialmente, bajo la apariencia de estas realidades sensibles» (DS 1651).

El Papa Paulo VI, dijo que tal presencia

«se llama real por antonomasia, porque es también corporal y sustancial, ya que por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro» (Mysterium fidei, 21-22).

«Todos debemos estar vigilantes al respecto. En humildad de corazón debemos recordar, que la recepción eucarística y la adoración eucarística son nuestra más grande necesidad cristiana y por lo tanto nuestro más alto deber. Aquellos en el ministerio pastoral tienen una necesidad especialmente urgente de este fortalecimiento espiritual, precisamente porque ellos son responsables de muchas almas del Cuerpo místico de Cristo. El rebaño está sediento, y ¿cómo les podemos llevar el balde de agua, si no hay agua en el balde? Cuanto mayor sea nuestra responsabilidad en la Iglesia, mayor es nuestra necesidad de ser llenados, para que podamos alimentarnos y dar de beber al rebaño de Dios» (Mark I. Miravalle, STD, El dogma y el triunfo).

En ese arco, y con motivo del Año de la Fe, el Santo Padre Francisco, ha convocado a toda la Iglesia a un gesto único: que el domingo 2 de junio, a las 5 de la tarde hora de Roma todos los católicos del mundo nos unamos en un gesto unánime de comunión con el Señor, y también de comunión con el Vicario de Cristo, con todo el Colegio Episcopal, y con toda la Iglesia extendida por toda la tierra, en una hora de adoración al Santísimo Sacramento.