1.07.13

Eficaz remedio para Iglesias débiles o enfermas

Los milagros sí suceden es el edificante libro de la M. Briege McKenna, OSC, que he releído varias veces, y a quien tuve la gracia de saludar personalmente durante el 50.º Congreso Eucarístico en Dublín en junio del pasado año.

En el prefacio del libro, el P. Francis A. Sullivan S.J., dice:

«Sor Briege ha ejercido un ministerio con los sacerdotes y a favor de los sacerdotes -por tal cantidad de ellos y en tantos lugares del mundo- que no dudo en afirmar que ninguna mujer ha conmovido y cambiado la vida de tantos sacerdotes como ella lo ha hecho. Y me alegra poder decir que yo soy uno de ellos».

Sor Briege McKenna, de las Hermanas de Santa Clara, nacida en Irlanda, en 1970 después de sufrir durante más de tres años de artritis deformante, fue sanada milagrosa e instantáneamente durante la celebración de la Eucaristía. Cuenta en su libro la historia de su encuentro con el poder sanador de Dios, en ese escrito y en otros, comparte sus enseñanzas sobre la fe, el poder sanador de la Eucaristía, y el misterio de la vocación sacerdotal.

El mayor beneficio que pueda concedernos Dios es que podamos hallarle en cualquier momento de la vida. Dios está presente en el campo y en el mar, en el ómnibus que nos lleva a la casa y en el jardín donde nos sentamos a descansar, en lo más alto de las nubes y en lo más profundo de un volcán.

Y de un modo especial y más real en el sagrario, allá Cristo en forma de pan está tan presente como en los campos de Galilea al tiempo de su predicación y tan presente que en el Calvario muerto por nuestra salvación. En el sagrario está vivo como en un palacio donde nos aguarda para escucharnos, atendernos, consolarnos, fortalecernos.

Hoy en día pareciera

«que no pocas Iglesia locales aceptan en la práctica configurarse al modo protestante… Hay Iglesias católicas locales agonizantes, debido a la abundancia del error. Esto es una verdad evidente» (Autoridad apostólica debilitada, José Mª Iraburu), «cuántas miserias inmensas de ciertas Iglesias locales se explican hoy principalmente porque les falta humildad necesaria para volverse al Señor en una actitud profundamente suplicante» (Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción, José Mª Iraburu).

Antiguamente existía la devoción al Santísimo Sacramento por medio de las Horas Santas que consistían en pasar los 60 minutos entre meditaciones, canciones, plegarias, sobre todo en avivar la fe, de que allá mismo, en la Hostia expuesta en la custodia estaba realmente Cristo. Era muy frecuente la visita al Santísimo oculto en el sagrario cada vez que se pasaba delante del templo, y se entraba en él, para conectar con Jesús.

Una devoción preciosa y utilísima porque enciende el alma en el amor de un Dios que nos busca en todos nuestros caminos.

Con motivo de la festividad del Corpus Christi de 1996, 28 de mayo, el Beato Juan Pablo II ha recomendado esta búsqueda de Jesús y la permanencia de un rato con él. Exhorta

«a los cristianos visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar, pues todos estamos llamados a permanecer de manera continua en presencia de Dios, gracias a Aquel que permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos.

A través de la contemplación, los cristianos percibirán con mayor profundidad que el misterio pascual está en el centro de toda la vida cristiana. Este hecho los lleva a unirse más intensamente en el misterio pascual y a hacer del sacrificio eucarístico, don perfecto, el centro de su vida, según su vocación específica, porque “confiere al pueblo cristiano una dignidad incomparable” (Pablo VI, Mysterium fidei, 37).

En efecto, en la Eucaristía Cristo nos acoge, nos perdona, nos alimenta con su palabra y su pan, y nos envía en misión al mundo; así, cada uno está llamado a testimoniar lo que ha recibido y a hacer lo mismo con sus hermanos. Los fieles robustecen su esperanza, descubriendo que, con Cristo, el sufrimiento y la tristeza pueden transfigurarse, puesto que con él ya hemos pasado de la muerte a la vida. Por eso, cuando ofrecen al Señor de la historia su propia vida, su trabajo y toda la creación, él ilumina sus jornadas» (Mensaje de Juan Pablo II a monseñor Albert Houssiau, obispo de Lieja, en el 750 aniversario de la fiesta del Corpus Christi, 28-5-1996, nn. 6-8).

Comunicarse en amor con Jesús acudiendo a sus sagrarios, y dedicando mente y corazón con plenitud a su persona enriquece fabulosamente el alma, pero ¿qué frutos ha de sacar quien no se acuerda de que Jesús le espera en un sagrario cualquiera, que desea llenarle de todos los bienes espirituales y materiales, que desea hacer gustar su intimidad tan sabrosa, que engendra en el alma una dulce esperanza?

«La Iglesia nos manda asistir a Misa no porque Jesús nos necesite, sino porque, como toda buena madre, la Iglesia sabe que nosotros necesitamos del Pan de Vida para vivir en un mundo que Jesús mismo nos dijo que nos odiaría tanto como lo odió a Él» (Los milagros si suceden, M. Briege McKenna).

«Reconocer la gravedad de los males presentes, tanto en e mundo como en la Iglesia, es completamente necesario para que la súplica se alce a Dios y se eleve con fuerza y perseverancia», «acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y obtener la gracia en el auxilio oportuno» (Heb 4, 16) (Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción, José Mª Iraburu).

Pregúntese cuáles horas y cuántas ha pasado Usted ante el sagrario solamente para dialogar con Jesús, y se dará cuenta de por qué está Usted tan triste, tan desolado, tan desconfiado, es que no quiere buscar ni hallar a Dios con su alegría.

27.06.13

El laicado y el "demonio de la acedia"

La Hora de los Laicos (14)

Comentarios a la Exhortación apostólica Christifideles laici

No es la uniformidad, sino la pluriformidad la nota característica del ser de la Iglesia y de su praxis: «hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo» (1 Cor 12,4), carismas que suscita el Espíritu Santo siempre en función de las necesidades evangelizadoras de la Iglesia.

«Lejos de sobreinstitucionalizarse deberá (la Iglesia) permanecer siempre abierta a las imprevistas, improgramables llamadas del Señor» (Card. Ratzinger, Los Movimientos eclesiales y su colocación teológica).

«Cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división; y cuando somos nosotros los que queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación. Si, por el contrario, nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia. Caminar juntos en la Iglesia, guiados por los Pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo de la acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento» (Papa Francisco).

El laico reside primariamente en la sede parroquial. Más, debe am­pliar su horizonte hacia muchos millones de hermanos aun no heridos con el dardo de la persona y de la doctrina de Jesús. La Iglesia primitiva conoció la gracia de laicos que abandonaban su propia patria para evan­gelizar, aunque fuera temporalmente ambientes distantes. Los carismas laicales no son algo que quedó relegado para los cristianos de la primitiva Iglesia, como si aquel momento histórico fuese el único en el que los seglares han podido recibir dones espirituales de cara a los desafíos pastorales.

Son escasas las parroquias que podrían considerarse como semilleros evangelizadores de los diversos areópagos que surgen en las realidades de hoy.

Contrariamente a lo que la Iglesia enseña y pide respecto del apostolado de los seglares, se ha promovido la idea equivocada de que

«la mejor forma para que el laicado sea activo requiere estudiar términos de gobierno de la Iglesia; que la Iglesia y sus estructuras son equivalentes a agencias del gobierno o compañías privadas; que hay que mirar con desconfianza a la Iglesia y a sus ministros; y que la Iglesia necesita estar supervisada por reformadores seglares. Si esas actitudes toman cuerpo, harán que sea muy difícil para la Iglesia salir de esta crisis y progresar sin comprometer sus enseñanzas o su libertad para ejercer su misión» (Mary Ann Glendon).

Una mala dirección pastoral fomenta lo que el P. Horacio Bojorge, S.J., dice que es el «octavo pecado capital»: «el demonio de la acedia».

La acedia (o acidia), es una pereza en el plano espiritual y religioso, y por lo tanto pereza para el apostolado activo. Este pecado, generalizado entre los bautizados de hoy, fue llamado por los Padres del desierto «terrible demonio del mediodía, torpor, modorra y aburrimiento». Santo Tomás de Aquino la definió como «tristeza del bien espiritual indicando que su efecto propio es el quitar el gusto de la acción sobrenatural». El P. Reginald Garrigou-Lagrange O.P., la definió como «cierto disgusto de las cosas espirituales, que hace que las cumplamos con negligencia, las abreviemos o las omitamos por fútiles razones. La acidia es el principio de la tibieza».

La falla está en la dirección de las parroquias y asociaciones. El papel del sacerdote en el Cuerpo místico es análogo al de la cabeza humana. El sacerdote es para el cuerpo, no para sí mismo. La inercia evangelizadora de las parroquias tiene mucho que ver con el enfoque pastoral de los sacerdotes. Las mismas asociaciones y los movimientos evangelizadores insertos en las parroquias no llegan a desarrollar el máximo de sus potenciales apostólicos porque no son conducidos a la evangelización, y en vez de exigírseles el cumplimiento de su carisma, tantas veces son llevados a cumplir tareas insignificantes o distintas, con un daño grave para los mismos, y sobre todo para la misión de la Iglesia.

Otro aspecto: el canon  307 § 2. señala: «Una misma persona  puede pertenecer a varias asociaciones» ciertamente, pero se da el caso de que hay seglares que parecería que tienen un apetito desordenado de estar en una y otra organización, y son los primeros en apuntarse en las obras y asociaciones recién llegadas, evitando de este modo un sólido crecimiento de los carismas ya presentes en las parroquias y diócesis. Los sacerdotes y directores espirituales tienen aquí una tarea extraordinariamente importante, ayudando a los laicos ya insertos en dichas asociaciones a ser fieles a su propio carisma.

«Mientras más se multiplique la riqueza de los carismas, más están llamados los obispos a ejercer el discernimiento pastoral para favorecer la necesaria integración de los movimientos en la vida diocesana, apreciando la riqueza de su experiencia comunitaria, formativa y misionera. Conviene prestar especial acogida y valorización a aquellos movimientos eclesiales que han pasado ya por el reconocimiento y discernimiento de la Santa Sede, considerados como dones y bienes para la Iglesia universal» (Aparecida, n. 313).

Se plantea el panorama actual:

«La Iglesia tiene que dar hoy un gran paso adelante en su evangelización; debe entrar en una nueva eta­pa histórica de su dinamismo misionero. En un mundo que, con la desa­parición de las distancias, se hace cada vez más pequeño, las comuni­dades eclesiales deben relacionarse entre sí, intercambiarse energías y medios, comprometerse a una en la única y común misión de anunciar y vivir el Evangelio. Las llamadas Iglesias más jóvenes necesitan la fuerza de las antiguas, mientras que éstas tienen necesidad del testimonio y de empuje de las más jóvenes, de tal modo que cada Iglesia se beneficia de las riquezas de las otras Iglesias» (CL, 35).

En este intercambio de mutua comunica­ción resalta la necesidad y utilidad del laico.

El apostolado evangelizador es una especial característica, una impronta de las iglesias vigorosas. Su ausencia es señal de decaimiento. De ahí que resulta vital que cada uno de sus miembros desarrolle su sentido de pertenencia al Cuerpo místico.

24.06.13

La “misa” de la “Iglesia popular”

Cuando uno conversa con seglares vinculados a las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), de los 1980, se da cuenta inmediatamente del ideologizado resultado que produjo la agitada y sediciosa Teología marxistizada de la Liberación.

Un equipo conformado por el sacerdote belga Joseph Comblin, Carlos Mesters, O. Carm, el ex sacerdote dominico Betto (Carlos Alberto Libânio Christo), el ex presbítero Leonardo Boff, y su hermano Clodovis Boff, OSM, llevó adelante la instauración de “otra Iglesia en la base” con las bendiciones de obispos como Pedro Casaldáliga, Tomás Balduinos y Leónidas Proaño (entre otros), y la apertura de las puertas de múltiples obispados, a través de las CEBs.

Esa falsificación de la fe sentó soberanía no solamente en las CEBs, sino que desde éstas cundió también a las parroquias, Asambleas y Sínodos diocesanos, documentos episcopales, y otras instancias pastorales, gravitando fuertemente en la identidad misma de las iglesias particulares, en las cátedras de las facultades de teología, universidades «católicas» y en los seminarios.

«Imagino la tristeza de una madre que educó cariñosamente a su hijo en las virtudes de la sólida doctrina cristiana, oírlo después de un período en el Seminario, agresivo y rebelde contra todo y contra todos los que le habían enseñado el cristianismo, considerado ahora –después de su deformación personal- como viciado y superado. Y tal lavado de cerebro fue realizado no en un campo de concentración nazista o comunista, sino en una institución mantenida por la caridad cristiana, incluso con sacrificio de los fieles. Allí se formó alguien que pudo tener como modelos a Camilo Torres o al Che Guevara» (Verdades, errores y peligros en la Teología de la Liberación, cardenal Agnelo Rossi).

En un obispado el Prelado quiso incluso efectuar una mutación de los movimientos apostólicos a dichas CEBs, y fueron los dirigentes de un movimiento, que defendiendo firmemente su derecho de ser fieles a su carisma original, salvaron con su decidida y resuelta firmeza también a los otros movimientos.

El error comenzó cuando las CEBs se politizaron.

«Siguendo esa idea se imprimieron Cartillas Políticas, con la pretensión de formar una clase social en lucha contra las instituciones civiles e incluso eclesiásticas, convirtiéndose así las CEBs en minas inagotables de acción partidista».

En el escrito ya citado, el cardenal Agnelo Rossi concluye:

«En este ambiente toma cuerpo la “Iglesia popular", creada por el pueblo, o comunidades eclesiales de base contaminadas por la lucha de clases en oposición a la Iglesia con autoridades superiores, la Iglesia tradicional».

Una de las Cartillas instruía generar un nuevo concepto de la Misa: «La Eucaristía en las CEBs.» ampliamente difundida y aplicada a capa y espada, especialmente en aquellas diócesis en las que dichas CEBs fueron declaradas la «opción principal» de los prelados.

Esa imposición artificialmente fabricada del Sacramento Central de la Fe Católica, la Santísima Eucaristía, condujo a su adulteración, misma que durante más de tres décadas ha  penetrado en la mente y en la praxis litúrgica, hasta el punto de que muchos se preguntan, si la misa así «celebrada» es válida o no. Si consideramos el largo período distorsionador, millones han participado de ese tipo de eucaristías adulteradas y no conocen otra celebración eucarística que esa.

Es evidente esa devaluación eucarística, cuando se pone mayor énfasis en los movimientos corporales, o en la incorporación de ritos paganos 

«ya que donde no se puede fomentar la lucha de clases se busca afanosamente reemplazar la fe católica por la lucha de culturas y religiones, para llegar a la lucha de razas (las razas indígenas contra la raza blanca)» (Puebla y la revolución marxista en América Latina, Miguel Poradowski).

El plan hábilmente tejido, quedó patentizado en el texto señalado que a la letra dice:

«Fue necesario el Concilio Vaticano II para repensarse el absurdo que estaba sucediendo con el cristianismo».

Para los promotores de la «nueva misa», ésta queda reducida a una especie de mitin que consiste en la«celebración de las luchas del pueblo», es «celebrar la esperanza repartiendo luchas… pues las luchas de hoy son señales de que el Reino está próximo», luchas «para vencer el sistema que causa la marginalización, que no permite que el pan sea repartido».  Visión reduccionista de la Misa que se concretiza en «las luchas de nuestras comunidades, sus conquistas y sus dolores; la vida de nuestros mártires: San Dias da Silva, Don Oscar Romero, etc., las luchas de la liberación de nuestros hermanos latinoamericanos».

«Queda claro que para nosotros la celebración de la Eucaristía, antes que nada es la celebración de los iguales en la lucha, en la donación de la vida toda» (La Eucaristía en las CEBs, Antonio Francisco Falconi y Adelina Zaccardi e Carlos, Ediciones Paulinas, 1982).

Para el padre Lisboa, Vicepresidente del Instituto Misionero Indígena «la Misa es buena para nosotros. Para los indios, la expresión del mismo impulso religioso se expresa bailando con una maraca pintada de achiote», por lo tanto si esa mal llamada «misa» es un «impulso religioso» simplemente, deja de ser la perpetuación del sacrificio redentor de Cristo en la Cruz y en la Ultima Cena, y por lo tanto ya no es el Santo Sacrificio de la Misa.,

«Él, (Satán) formará una contra-iglesia que será el mono de la iglesia, porque el diablo es el mono de Dios. Tendrá todas las características de la Iglesia, pero a la inversa y vaciadas de su contenido Divino. Será el cuerpo místico del Anticristo, tan parecido externamente al Cuerpo Místico de Cristo. Luego se verificará una paradoja: las mismas objeciones con que los hombres del último siglo rechazaron la Iglesia, serán las razones por las que aceptarán la contra-iglesia» (Mons. Fulton J. Sheen. El comunismo y la conciencia de Occidente).

20.06.13

Saber callar

Recientemente una amiga, brillante bloguera, entregada a la causa de la Iglesia, catequista, colaboradora infatigable de su párroco, defensora de la vida, inteligente, y dinámica como ella sola, me comentó que un diácono pronto a ser ordenado presbítero la había tratado groseramente, faltándola al respeto porque expresó algo que ya le había instruido un sacerdote que hiciera. Es que muchos sacerdotes y religiosos, lamentablemente solo entienden la autoridad como sinónimo de prepotencia, autoritarismo, maltrato verbal.

Es muy difícil la ciencia de callar, personas hay que no se miden en sus palabras y que estarían dando al chorro de sus labios durante la jornada.

Hay una ciencia que es saber callar a tiempo, porque contiene muchas virtudes. Véalo Usted mismo:

«Callar las cualidades y los éxitos es humildad, callar las cualidades y las buenas obras del prójimo es envidia. Callar para no herir la susceptibilidad del prójimo es delicadeza. Callar los defectos propios es prudencia. Callar los defectos ajenos es caridad. Callar las palabras inútiles es sabiduría. Callar para escuchar es educación. Callar a tiempo discernimiento. Callar junto al que sufre la mejor compañía. Callar cuando se ha de hablar cobardía. Callar ante el fuerte sometimiento. Callar ante el débil magnanimidad. Callar ante una injusticia es complicidad. Callar cuando lo humillan es andar en verdad. Callar en los momentos difíciles de dolor y sufrimiento es virtud. Y callar ante la injuria, la maledicencia y la calumnia es fortaleza» (J. L. Alimbau).

Pero callar puede ser una virtud y puede ser una traición. Es delicada la situación porque no es fácil descubrir las consecuencias de nuestro silencio, o de nuestra palabra. Jesús nos da ejemplo del valor del silencio no respondiendo a Pilato que buscaba más curiosidad que verdad, y nos enseña que no debemos callar ante las injusticias, como Él mismo usó de la palabra condenatoria, sobre la actitud de los fariseos y maestros del Templo de Jerusalén. Aunque pudiera percatarse de las trágicas consecuencias que le acarrearía su conducta.

En el Libro sagrado del Eclesiastés se nos avisa que hay tiempo para callar y un tiempo para hablar, pero señalándonos que se trata de graves deberes sociales, la lengua pude producir bienes para los demás si se emplea justa y oportunamente, en cuyo caso no se debería callar.

Nos servirá para comprenderlo el episodio de San Francisco de Asís. Invita a un discípulo a salir de la ciudad con la intención de predicar. Van descalzos, con unos hábitos de lana gruesa y picante, y con unos rostros macilentos por la penitencia. Giran calle por calle, barrio por barrio sin abrir la boca. De regreso al convento, el compañero dice a Francisco: «¿No me has dicho que íbamos a predicar?» «Sí, y ¿acaso no hemos predicado?». Es la predicación muda del buen ejemplo.

Una palabra atropellada, expresada ante la provocación, privó a Moisés de entrar en la Tierra Prometida (cf. Num 20, 12).

San Francisco de Sales afirmó que siempre se sintió arrepentido después de haber corregido a alguien de manera áspera, y por eso hizo un pacto con su lengua para no hablar jamás en tanto su corazón estuviera perturbado. Le llevó años aprender que la mejor respuesta al enojo es el silencio.

Y como Cristo nos avisa que no debemos juzgar a los demás, bien estaría que cerrásemos la boca oportunamente para no condenar a los que no conocemos suficientemente o no divulgar lo que puede dañar al prójimo.

El Papa Francisco, en su catequesis de este 19 de junio, reflexionando sobre la Iglesia Cuerpo de Cristo, ha retomado el tema de los chimes, como lo había hecho ya el Miércoles Santo. El Papa dijo que

«la unidad es superior a los conflictos, la unidad es una gracia que debemos pedir al Señor para que nos salve de las tentaciones, de las divisiones, de las luchas entre nosotros y del egoísmo, de los chismes. ¡Cuánto daño hacen los chismes: cuánto daño! Cuánto daño. Nunca chismes sobre los otros: nunca. ¡Cuánto daño causa a la Iglesia las divisiones entre los cristianos, los partidismos, los intereses mezquinos!»

Es toda una difícil ciencia, saber callar oportunamente, pero debemos aprenderla con ilusión. El Apóstol Santiago expresó toda la trascendencia de la lengua humana, cuando nos transmite:

«Basta una llama pequeña para incendiar un bosque inmenso, la lengua también es un fuego, es un mundo de maldad nuestra lengua, mancha a toda la persona y comunica el fuego del infierno a toda nuestra persona. Animales salvajes y pájaros, reptiles y animales marinos de toda clase, son y han sido dominados por el hombre. La lengua por el contrario, nadie puede dominarla, es un látigo incansable lleno de mortal veneno. Con ella bendecimos a Dios Padre y con ella maldecimos a los hombres hechos a imagen de Dios, de la misma boca sale la bendición y la maldición».

Un diagnóstico que puede inquietar a todos.

17.06.13

El síndrome silenciado

Se ha difundido la noticia de que la actriz india británica Jiah Khan fue encontrada muerta en su apartamento en Bombay, misma que se habría suicidado ahorcándose, tras no poder superar la depresión por el aborto de su bebé y supuestos abusos de su pareja. En una nota dejó escrito que el aborto de su hijo la había «herido profundamente».

Muchos ignoran aún, la conclusión a la que ha llegó la Dra. Susan Stanford, hace ya cinco lustros, y que estremece a quien la conozca. La Dra. Stanford, codirectora del Institute for Pregnancy Loss de Jacksonville (Florida), es una de las pioneras en la investigación sobre el «síndrome postaborto» y su tratamiento. En su libro Will I Cry Tomorrow? (1986),«Stanford explica cómo el discurso pro-choice la llevó a considerar el aborto como una solución aceptable; lo mal que lo pasó después; y cómo se arrepintió y logró salir adelante».

Tras un estudio de especiales encuestas, confesiones, manifestaciones de psiquiatras, psicólogos y directores espirituales ha llegado a la conclusión de que el 80% de las mujeres que han practicado el aborto son luego víctimas del síndrome postaborto que es un pesar, un arrepentimiento tardío, una situación de reconocimiento de su crimen, que se manifiesta en las siguientes condiciones: una depresión permanente y que parece incurable a medida que transcurre el tiempo. una antipatía en las relaciones con el varón que provocó o recomendó dicho aborto. una agresividad amarga que arranca a la persona de su normalidad. una rebaja de toda ilusión y vitalidad.

Se han realizado numerosos estudios que encontraron una asociación entre el aborto y el suicidio. Otros estudios han encontrado una relación entre aborto y depresión (que es un importante factor de riesgo para el suicidio).

La información que ofrece la organización HazteOir resume diversos estudios realizados, como el de AC Gilchrist en el British Journal of Psychiatry (1995) mismo que encontró que en las mujeres sin antecedentes de enfermedad psiquiátrica, la tasa de autoagresión deliberada era un 70 por ciento más alta después de un aborto que después de dar a luz.

Otro estudio verificado en Finlandia (1996) por el investigador a favor del aborto Mika Gissler en el British Medical Journal quien encontró que la tasa de suicidio fue casi seis veces mayor entre las mujeres que abortaron que entre las mujeres que dieron a luz.

Un estudio en 2002 sobre registros relacionados de pacientes de Medicaid de California en el Southern Medical Journal, que controlaba la enfermedad mental previa, encontró que el riesgo de suicidio fue de 154 por ciento más alto entre las mujeres que abortaron que entre las que dejaban nacer a sus hijos.

La revista British Medical Journal, en 2003, reportó un estudio que revela que las mujeres que abortaron eran siete veces más propensas a suicidarse que las mujeres que dieron a luz.

Mientras los pro-choice promueven el aborto en nombre de una falsa compasión, parecería que mucha gente cristiana no se ha enterado de las diversas condenaciones públicas de la Iglesia respecto al aborto. El Concilio Vaticano II llamó al aborto «crimen» porque no se debe disimular de que se trata de un verdadero asesinato premeditado, y «crimen abominable» porque es el colmo de la degradación el hecho de que una madre y personas que la aman lleguen a realizar tan increíble fusilamiento.

Juan Pablo Magno lo señaló con gravedad:

«La Iglesia tiene que defender con fuerza, con claridad y con paciencia el derecho de todos a la vida, especialmente cuando se trata de niños que no han nacido y que por ello mismo están más necesitados de ayuda; la Iglesia tiene que defender la validez ilimitada del quinto mandamiento de Dios: no matarás. A pesar de los intentos de disfrazar la verdad con juegos dialécticos; a pesar de que se pretende rehuir la reflexión, la mayoría de la gente sigue pensando que el aborto es un crimen consciente contra vidas humanas inocentes» (Münster, Alemania, 1 mayo 1987).

Hay que evitar el aborto por lo que es, pero si las mujeres tuvieran en cuenta esta situación de síndrome del postaborto que queda en la inmensa mayoría de las que lo practican, lo evitarían no solamente porque es un crimen abominable, sino, por los efectos que en ella produce, porque aumenta la tensión, la seguridad de que no puede arreglarse la injusticia, porque no se puede resucitar a la criatura, de que se privó a un inocente de su derecho a gozar de una vida, cuyos cimientos humanos poseía legítimamente. Así como antes de agredir y asesinar a un adulto se piensa, se calibra el crimen y casi siempre se desalienta y abandona el vil propósito, igualmente hay que medir el alcance del aborto antes de cometerlo.

Ante la arremetida abortista, han surgido en la Iglesia Católica variadas iniciativas para ayudar a sanar los efectos traumáticos del síndrome postaborto como «Viñedo de Raquel» y «Proyecto Raquel»” entre otros.

Si teme el síndrome del SIDA ¿por qué no al aborto no menos temible y roedor?