La belleza en la liturgia: "demasiado bonito, parece un concierto"
Acabo de regresar de una estancia en Francia por motivos de trabajo. Allí he tenido ocasión, naturalmente, de tratar sobre cuestiones relacionadas con la música de órgano, y por supuesto también con la música en la liturgia.
Una de las primeras cosas que a uno le llaman la atención -lo digo así, en general, porque ya me ha ocurrido varias veces- es que al norte de los Pirineos la gente parece tener bastante menos prisa durante las celebraciones. Puede que la estampida tras el ite, missa est vernáculo o latino sea similar a la que acaece entre nosotros, pero hay otros detalles en los que se manifiestan diferencias. En la iglesia en la que asistí a la Misa este pasado domingo, inmediatamente después de la homilía hubo un prolongado silencio acompañado por una intervención del órgano, con el fin de que los textos sagrados proclamados junto con los comentarios del predicador pudieran ser meditados por los asistentes. Lo mismo sucedió después de la comunión, donde hubo una larga acción de gracias que se prolongó bastante más allá de la purificación de los vasos. Nuevamente el órgano intervino ampliamente en este momento.
Estos espacios concedidos, en lo externo, a puras manifestaciones de belleza musical dentro de la celebración trajeron a mi memoria uno de los cambios de actitud más penosos de los que se han producido en las últimas décadas dentro de la Iglesia: los escrúpulos ante la belleza.
De modo absolutamente lógico y natural, la Iglesia siempre entendió que la manifestación externa y sensible de los signos litúrgicos debía corresponderse del modo menos imperfecto posible con las realidades sobrenaturales a las que se refieren. De ahí viene, por ejemplo, la profusión decorativa que conmueve a todo aquel que entra en una iglesia de rito oriental. Algo similar se dio en los templos románicos occidentales, cuyo ambiente interior estaba bastante alejado de esa penumbra pétrea y un tanto cavernaria que nos han dejado las restauraciones neo-medievalizantes de la imaginación romántica.
Una vez que la arquitectura progresó lo suficiente, el genio europeo alcanzó su cénit de originalidad y fecundidad creativa con el arte gótico, absolutamente nuevo y pletórico de significación. Es la época de las grandes vidrieras, con su impresionante efecto de luz y color, y es también el tiempo en que la música de la Iglesia conoce el desarrollo cada vez más rápido de la polifonía, y se extiende por las iglesias de Occidente el uso del órgano de tubos.
Con el paso del tiempo este desbordamiento de belleza visual y sonora, que con razón se consideraba connatural al templo en cuanto casa de Dios y signo visible de la Iglesia, experimentó una cierta degeneración. La espiritualidad litúrgica sufrió un debilitamiento por el vuelco antropocéntrico del llamado Renacimiento -“Recaída”, prefería llamarlo Chesterton-. Los salmos, las antífonas, las lecturas de la Escritura ya no eran, como en los tiempos patrísticos, objeto de explicación y meditación y fuente de oración. Los ritos quedaron congelados en una extrema objetividad normativa, muy a tono con el voluntarismo moralista que había llegado aparejado con el antropocentrismo. Entre los fieles, el lugar de la liturgia fue siendo ocupado por libros y prácticas devocionales de carácter más privado.
En consecuencia de todo ello, la música de la Iglesia comenzó a irse poco a poco por los cerros de Úbeda. El movimiento litúrgico del siglo XIX contemplará escandalizado esas enormes misas musicalizadas para coro, solistas virtuosos y orquesta que se escriben en el barroco tardío, el clasicismo y el romanticismo. El contexto cultual había quedado como mera excusa para reunir y remunerar a músicos de calidad y número suficiente como para abordar tan grandiosas composiciones.
El movimiento litúrgico, que en última instancia desembocará en el Vaticano II, rechaza todo este mundo cultual-musical. Con una indudable fidelidad a la tradición de la Iglesia, y con un sentido teológico y simbólico que será desarrollado teóricamente más tarde, reivindica la primacía del texto sobre la música; del canto gregoriano y de la polifonía según los modelos romanos del s. XVI -en este orden- sobre cualquier otro género de música; de la voz humana creada por Dios sobre los instrumentos hechos por el hombre; y del órgano de tubos sobre cualquier otro instrumento musical. Se pide que la música regrese a unas dimensiones de duración temporal que no desbaraten el desarrollo de los actos de culto. A comienzos del siglo XX empieza a cobrar importancia también la cuestión de la participación de los fieles con el canto, y esta dinámica acaba poniendo sobre la mesa con mucha fuerza la cuestión de la lengua usada en la liturgia.
Hasta aquí todo parecía ir bien. Pero a mediados del siglo XX -antes del Concilio Vaticano II- empezaron a ocurrir cosas extrañas. La fealdad fue admitida en las iglesias casi como opción preferencial. El minimalismo, los colores grises, la aversión a los elementos figurativos, decorativos y catequéticos, la luz fría y artificial, los ornamentos y objetos litúrgicos depauperados, y en lo más hondo, la música, que desde los años posteriores al Vaticano II ha alcanzado unos niveles de banalidad, fealdad, mediocridad y, sobre todo, inadecuación litúrgica, sin precedentes en la bimilenaria historia de la Iglesia.
Dado que la belleza había entrado en la liturgia como algo necesario y significante, no podía ocurrir de otro modo con su ausencia, hoy triunfante de facto. Es una grave desorientación el que la belleza en las iglesias produzca escándalo. Hace unos años me decía alguien que volvía de contemplar el esplendor de una de las grandes catedrales españolas: “estas cosas me quitan la fe”. Es de señalar que no se trataba de alguien especialmente inclinado hacia la pobreza en su vida personal. Este planteamiento pobrista ad extra, no infrecuente, denota, además de cierta incoherencia, una incomprensión de la liturgia cristiana y del fin de la belleza en los templos mucho mayor que la que se achaca a los campesinos supuestamente ignorantes de hace siglos.
Por otra parte, las contradicciones acaban saltando a la vista con incómoda claridad. A la hora de organizar una celebración de carácter más bien privado, véase una boda, nadie acude a los modelos musicales preconizados oficial u oficiosamente para la misa dominical. Todo el mundo acaba contratando a unos cantores hábiles para que llenen de belleza musical el acto litúrgico. No será raro que la misma persona que ha soñado quizá con el Ave Maria con música de Schubert, o con el Cantate Domino con música de Haendel, todo ello para “su” misa, y que no ha escatimado medios para conseguirlo, a la hora de opinar sobre el culto dominical de su parroquia se sume al discurso “eclesialmente correcto” en pro de una “sencillez” y una suerte de “pobreza evangélica” cuya concreta manifestación se reduce a la mediocridad. Pero, ¿Es acaso más importante una celebración “particular” que la liturgia general y pública de la Iglesia?
Ciertamente, la fealdad que suele caracterizar actualmente al modo en que se celebra la liturgia católica de rito romano es un gran problema en sí misma. Para empezar, atenta contra la virtud de la justicia, que consiste en dar a cada uno lo que le corresponde. Se niega a Dios lo que le es debido, mientras que, en nuestra misma sociedad, realidades de nivel infinitamente inferior -véase cualquier acto político o institucional- son objeto de toda la sofisticación imaginable en cuanto a protocolo: tiempos, gestos, palabras, vestimentas, música, ubicación, etc. El esmero con que a día de hoy se cuida la “liturgia” civil, sobre todo en según qué ocasiones, puede llegar a un puntillismo extenuante. Sin embargo, este esmero nos recuerda una vez más que donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
También desde un punto de vista apostólico y de cara al diálogo con la sociedad actual, la fealdad con que se presenta la Iglesia en su culto público tiene un efecto demoledor. Una Iglesia que se avergüenza de la belleza que le es consustancial, transmite de sí misma una imagen de tristeza, de decadencia, de desolación, de cansancio, de desorientación y des-orientación, y en consecuencia, de vacuidad e insignificancia. Yo esto lo siento siempre que veo el antiguo y bellísimo altar abandonado, quizá incluso con su cruz y sus esbeltos candeleros, rechazado sólo por la costumbre reciente de que el sacerdote tenga que celebrar todo el tiempo vuelto hacia el pueblo, usando si es preciso un mamotreto puesto sobre una tarima.
Ahora bien, es claro que no se trata de caer en un apego a los detalles estéticos. Sería todavía más penoso incurrir en una suerte de concupiscencia estético-litúrgica. No se trata de recaer en las parafernalias sin contenido que pudieron darse en ciertos momentos históricos. Se trata simplemente de reconocer el significado y asignar su significante. De considerar el fin y adecuar los medios bajo el gobierno de la prudencia. De abandonar, si hace falta, la soberbia de asceta pretencioso y dejarse inundar por la Luz increada, sin cegar ni decolorar las vidrieras que nos la comunican desde la Jerusalén celeste.
42 comentarios
El mejor párrafo de todo el post.
El peor párrafo de todo el post, agarradera de progres soberbios, felices con el derribo litúrgico (y de todo tipo) de la Santa Iglesia.
Enhorabuena por todo el post, incluido el último párrafo, habla de la belleza, unida a la verdad y a la bondad.
________________
RdT: yo creo que ese párrafo es necesario. Puede darse, y se da de hecho en ocasiones, una afición hipertrofiada a los detalles materiales del culto (vestiduras, vasos y otros objetos), que puede coincidir, y de hecho coincide en ocasiones, con una deficiente comprensión y vivencia de la liturgia en su sentido verdadero y profundo.
En el campo de la música, esto ocurre cuando, ante el desastre de las cancioncillas habituales, alguien piensa que la solución pasa por atiborrar las celebraciones de obras musicales artísticamente bellas, incluso mejor si son complejas y sofisticadas, con tal de que puedan pasar por música "religiosa" de un modo u otro. Esto se da, y mucho, y es una gran rémora para la defensa de la buena música verdadera y propiamente insertada en la liturgia.
________________
RdT: Como he respondido anteriormente, el párrafo en cuestión es verdadero, necesario y prudente. La argumentación, ut supra.
______________
RdT: el tema no tiene nada que ver con la cuestión Vetus/Novus Ordo.
Todo el texto es muy bueno, pero hay tanto idólatra de la estética litúrgica que se olvidan del mensaje de Cristo y hasta del respeto debido al papa... Que es oportuno recordar lo afortunado de ese párrafo.
La müsica debe facilitar la Contemplación del Enorme Misterio que se celebra, y la unión de Cristo, en la Eucaristia con el Alma, en el Silencio Interior, donde justamente inhabita la Santisima Trinidad.
A Dios no se lo bebe bucar por afuera, sino por adentro, como lo enseña San Agustin, y Santa Teresa, de la unión con el Señor nace verdaderamente la Comunidad, el amor al prójimo, el bien común etc, y nuestra incorporación a Todo el Cuerpo Mistico,recibimos el tremendo amor de Cristo, la Corredención de la Santisima Virgén Maria, y la de todos los Mártires, no se puede adminitir reduccionismos como los que hoy ocurren.Y es EL TEMA, de la Iglesia!!!!!!!!!
También tiene que ver con el tema del Sinodo, con cualquier tema sin Dios NADA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!Humanismos sin sentido, filantropias masónicas.
No tiene desperdicio
Todavía cabe remarcar la bajísima calidad de los **remplazos** del órgano.-
Guitarras desafinadas, que acompañan voces des-afinadas, ritmadas por extraños tambores o bombos.-
En general, parece que a muchos Obispos tanta mediocridad en una MISA, no los inquieta-
_____________________
RdT: Si se fija usted bien, precisamente lo que digo en el artículo es que la "espantada" final fue similar a las habituales en España.
Puede que el papa santo fuera muy optimista o que en su entorno, los aficionados a la música fueran lo suficientemente numerosos como para que esta petición no nos pareciera utópica.
Sin embargo, no somos pocos los que creemos que, si bien todas las composiciones gregorianas no están al alcance de todo el mundo, al menos algunas de las misas del Kyrial, de los ordinarios de algunas de estas misas, podrían estar al alcance de muchos o de la mayor parte de los fieles... si hay voluntad para que aprendan.
Creo que en la actualidad, estamos en mejores condiciones que hace 110 años, en cuanto a temas de educación musical. Puede que mi origen valenciano haga que sea muy optimista en este aspecto, pero si se articulan los medios de soporte desde las distintas diócesis y archidiócesis, el que el pueblo acompañe a este tipo de cantos no tendría que ser una quimera. Al menos los de algunos ordinarios de algunas misas.
Ya te echábamos de menos en este blog y en "El órgano" de RTVE. Desde otras páginas también están trabajando en la difusión de la Belleza (por ejemplo, Aeterna Christi munera; musicaliturgica punto com, etc.). En varias ciudades españolas han resurgido las cátedras de órgano y se llenan los templos en los conciertos de verano ("el Espíritu sopla a donde quiere"). El Camino de Santiago vuelve a ser un referente religioso y cultural...
Dificultades, unas cuantas: No hay organistas, aunque sí teclistas de oportunidad, como tú mencionas en varios post; la educación musical está muy a ras de suelo (como lo demuestran las piezas que se oyen en las bodas).
Es posible que el Centenario de Santa Teresa, el Encuentro Europeo de Jóvenes, Las jornadas de la familia, las JMJ... sean una oportunidad para impulsar y educar las conciencias y sensibilidades.
Son frecuentes las retransmisiones de celebraciones litúrgicas por televisión: a menudo, los comentaristas no callan ni en los 46 compases del Ave verum de Mozart. ¿No pueden incluir un pie de pantalla con el título y autor de la obra que se está oyendo?
En muchas parroquias se recurre al CD: una buena edición de piezas de órgano para cada momento de la celebración eucarística constituiría una excelente ayuda (me lo sugieren tus podcast de RTVE con los que rezo).
Confío en que la inminente renovación del Cantoral litúrgico nacional aporte algún soplo nuevo de Belleza y Armonía "no usadas" que diría a Salinas fray Luis de León.
Sigue tu senda. Te oímos y escuchamos atentamente.
____________________
RdT: Muchas gracias por tus amables palabras. Tienes absolutamente toda la razón en lo que dices. El hecho de que los comentaristas se pongan a hablar cuando empieza la música quiere decir que ellos mismos no se enteran de que la música es parte de la liturgia, no un adorno. O así debe ser al menos. Incluso el silencio debería ser respetado. La palabrería de los locutores muchas veces boicotea la comprensión y vivencia del acto que supuestamente quieren acercar al espectador. Lo de los subtítulos supongo que será muy difícil de hacer en directo.
Si es así, ¿no deberían comenzar los cambios por ahí, para que en las otras diócesis se imite el buen ejemplo?
Otras pregunta: ¿el gregoriano es fácil para que los fieles de a pie lo podamos cantar en las misas sin tener que hacer un curso de canto?
Finalmente, yo no sé de liturgia más que lo que leo en comentarios por la red, pero en mi pobre conocimiento y experiencia, encontré muy especiales las misas del camino neocatecumenal en las 3 o 4 ocasiones que tuve la oportunidad de participar, y me gustó la manera como se participaba de los cantos, realmente se sentía que todos participábamos. ¿Le parece que encaja la música neocatecumenal en lo querido por el concilio vaticano ii, a pesar de no tener órgano ni ser canto gregoriano?
________________
RdT: No, las grandes misas a las que me refería se escribieron desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX aproximadamente. Las misas que se celebran en el Vaticano, al menos hasta donde yo sé son modélicas, por lo menos en lo que yo he podido ver. No sigo el tema habitualmente, pero al menos hace unos años así era, al margen de juicios de carácter puramente técnico-musical.
En cuanto al gregoriano, hay piezas de todo tipo. El Ordinario de la Misa es accesible a cualquiera. El Propio de la Misa no, pero tampoco tiene por qué serlo. No todo el mundo tiene que cantar todo al mismo tiempo. Una cosa que debemos recuperar es la función propia del coro o schola, que debe hacerse cargo de las partes musicales más específicas y menos frecuentes. Si nos empeñamos en que todo el mundo tiene que cantarlo todo, la consecuencia necesaria será no poder salir del "sota-caballo-rey", es decir,un empobrecimiento general, no sólo en lo musical, sino sobre todo en lo litúrgico-espiritual.
Sobre la liturgia del Camino Neocatecumenal, la verdad es que no la conozco en profundidad. Al igual que usted, también a mí me impresiona la intensidad con la que participan en el canto. Ahora bien, la calidad musical de sus melodías no es su punto fuerte, ciertamente. Creo que ellos, o muchos de ellos, esto lo reconocen con naturalidad. Por el contrario la calidad de sus letras, por su estrecha vinculación con la Escritura, está a años luz de las simplezas que se oyen en otros lugares.
Cuando me refiero en el artículo a las "parafernalias", pienso en lo musical sobre todo en dos cosas:
a) El repertorio que fue frecuente, como he dicho antes, entre finales del s. XVIII y finales del s. XIX. Es decir: imagínense el canto del Gloria, en el que cada versículo es una pieza autónoma que dura unos 5 minutos. Por ejemplo, "et in terra pax hominibus bonae voluntatis". Imaginemos una introducción puramente instrumental de 1 minuto; luego el tenor solista canta durante 40 segundos "et in terra et in terra et in terra pax pax hominibus in terra pax et in terra pax" con escalas arriba y abajo, mientras la orquesta aporta un acompañamiento rítmico, en el estilo de la ópera etc. Y así todo. No es una caricatura. Así es más o menos el Miserere de mi admirado paisano Hilarión Eslava. Lo que en origen era el canto del salmo 50 como conclusión de los maitines durante la Semana Santa en la catedral de Sevilla, se acabó convirtiendo en un auténtico concierto (más de una hora de duración sólo el Miserere), en el que mientras se cantaban los maitines la gente estaba esperando al lucimiento de los solistas de moda que acudían para la ocasión, con la orquesta afinando, etc. Ejemplos así hay montones, continuos en esa época. Contra eso reaccionó mucha gente, con san Pío X a la cabeza. Y gracias a eso surgió una música igualmente bella y sabia, pero de otro estilo, más encuadrada en el hecho litúrgico. Matiz importante: la inadecuación litúrgica no significa carencia de valor musical. No nos confundamos.
b) La otra cosa a la que me refiero es a cuando, actualmente, gente con buena intención pero poca formación acude a apagar el incendio con gasolina. En cuanto tiene ocasión reproduce estos montajes en la medida en que les alcanzan los recursos a su disposición, creyendo que así se recupera lo bueno de antes de la debacle. Es decir, ponen en el atril obras bellas, guiados únicamente por el atractivo musical, pero que no guardan relación apropiada con el contexto. Y así dan lugar al rechazo de quien sí comprende la liturgia, y se da cuenta del estropicio.
Para definir cómo aportar la belleza musical necesaria a la liturgia, hay que conocer la música, sin duda, pero es indispensable conocer bien la liturgia, saber lo que exige en cada momento, etc.
En resumen: abogo por que nuestra liturgia deje de ser tan fea musicalmente -y en otros aspectos- como ahora lo es tantas veces, y que reciba la belleza que en justicia le corresponde. Pero así, en justicia. De un modo orgánico, con los medios orientados a los fines, y donde cada elemento respete su lugar en la jerarquía de bienes.
Bajo este aspecto, si se podría consentir el apartarse de la música litúrgica a la que la Iglesia Católica siempre ha concedido la primacía, igual que en un territorio de misiones, tal vez sea necesario el uso de otras formas musicales que no tengan nada que ver con, pongamos por caso, el Canto Gregoriano Eso si, espero que los que no pertenezcan a este movimiento, no se vena obligados a escucharlos
Entre interpretación e interpretación, el joven Lorenzo preguntó sobre algunas de las objeciones al párroco de este templo, que pudo responder a ellas con una cosa que le resultó chocante al joven: con un admirable conocimiento de la Biblia, que permitía a aquel sacerdote objetar lo que planteaba Lorenzo.
En aquel tiempo, el que luego sería padre Lorenzo Hatch, tenía una vocación, que en aquel momento, le hacía plantearse un futuro como pastor evangélico.
Sin embargo, con las respuestas del sacerdote se caía un mito protestante: el que los católicos desconocen la Biblia, y tenía ante él una serie de respuestas que hacían tambalearse sus creencias bautistas.
Pasado el tiempo, se convirtió al catolicismo. Sin embargo, esa vocación de servir a la sociedad, que en un primer momento podría haberle llevado a ser un pastor bautista, no le llevaba tras su conversión, a buscar su ordenación sacerdotal, debido a los escándalos sexuales que azotaron a la Iglesia Estadounidense, por aquellos años. El joven Lorenzo se formó como paramédico.
Finalmente, decidió seguir la llamada de Dios y se ordenó finalmente sacerdote.
Me he alargado pero creo que era necesario hacerlo. Y es que tras conocer la historia del padre Lorenzo Hatch, creo que el aprecio por la música litúrgica por parte de aquel sacerdote, que logró la conversión del joven bautista (un aprecio que incluía, no lo olvidemos, el derecho a que un músico debía recibir una remuneración por su trabajo), no era otra cosa que un "síntoma" de que dicho sacerdote tenía unos conocimientos "profesionales" sobre la Bibiia y la doctrina católica.
Por otra parte, las acciones y omisiones de la Iglesia Estadounidense, eran otros síntomas más graves de otros desconocimientos. Unos síntomas que pudieron malograr una vocación, y ¿quién lo sabe? tal vez pudieran malograr otras, y llevaron a la apostasía a un gran número de fieles, escandalizados por acciones y omisiones.
Tal vez por ello, igual la solución empieza por fomar más "profesionalmente" a los presbíteros. Y con esa formación se consiga recuperar otras cosas.
Verdad - bondad - belleza deben ir siempre juntas en la epifanía de los seres, potenciándose mutuamente, sosteniéndose mutuamente como los lados de un triángulo.
Y con respecto al Camino Neocatecumenal: más de lo mismo, y de lo malo. Es decir: sus cantos suplantan indebidamente al inexistente/cuasi-abolido/desconocido/ignorado/suplantado/enterrado/olvidado/ninguneado PROPRIUM MISSAE.
La restauración de la música litúrgica sólo puede venir, y siempre lo digo y siempre digo lo mismo, de la restauración del Proprium Missael. Mientras no haya una edición de los libros del Novus Ordo que contenga el Poprium íntegramente, no hay remedio. Por eso es por lo que defiendo que es el propio Novus Ordo la principal causa del deterioro y del mantenimiento del desastre de la música litúrgica: por la ausencia de los cantos del Proprium Missae como parte integrante, explícita, ineludible, del Ordo Missae.
Jesús nació en un pobre portal; los Evangelios no dedican ni una letra a hablar de la belleza de la copa de la Última Cena o de la sala, que simplemente era grande. El Hijo del Hombre no tenía donde reclinar cabeza, y cuando habla de la belleza, aunque creció en un hogar de artesano, no habla de muebles ni copas, sino de los lirios del campo las aves del cielo.
Es inevitable que volvamos una y otra vez al modelo de Jesús, lo que dijo, cómo vivió... Sabemos que cantaba los salmos y que acudía al Templo, pero que estableció su propia liturgia sin templo.
Por eso, todos estos temas de "belleza" -que no sean los de animales y plantas- son un añadido posterior y cualquier cristiano -excepto estetas y algunas personas especialmente aficionadas a estos temas, que nunca superarán el 15% de los practicantes, ya no digamos de los creyentes- entienden que un tema que preocupó tan poco a Cristo y al Evangelio no debe preocuparnos demasiado.
Ahora bien, yo entiendo que para llegar a ese 15% de almas -como mucho- que estas cosas les emocionan vale la pena hacer un esfuerzo estético.
"Wozu dienet dieser Unrat..."
Vamos, José Ángel Antonio, a cantarlo con el soprano: "Wozu dienet dieser Unrat? Wozu? Wozu? Wozu dienet dieser Unrat? Dieses Wasser hätte mögen teuer verkauft und den Armen gegeben werden,den AAAAAAArmen, und den Armen gegeben werden".
(¿A qué viene ese derroche, a qué, a qué? ¿A qué viene ese derroche? El perfume podría haberse vendido por un alto precio y haberse dado a los pobres, a los pobres, y haberse dado a los pobres.)
Sigue la respuesta de Jesús (la cual confirma que, como dice José Ángel Antonio, "todos esos temas de belleza - que no sean los de animales y plantas- son un añadido posterior y cualquier cristiano... blablabla):
¿Por qué molestáis a esta mujer? Lo que conmigo ha hecho, buena obra ha sido, pues me unge para mi sepultura. En todo tiempo tendréis pobres con vosotros. Pero, en verdad os digo (¡cómo me gusta esta parte! Wahrlich ice sage euch: wo dies Evagengleium geprediget wird in dem ganen Welt...): doquiera sea precado este Evangelio en el mundo entero, se recordará lo que esta piadosa mujer ha hecho conmigo."
Es decir, José Ángel Antonio: en el mismo Evangelio que recuerda la pobreza de Jesús se recuerda, igualmente, el derroche de amor y piedad de la mujer que le ungió en Betania y la respuesta que el Kyrios dio a sus discípulos.
Como ves, hace falta algo más que ideología, y si viene con música de Bach: miel sobre hojuelas...
__________________
RdT: No conviene simplificar. Para recuperar la belleza en la liturgia no es necesario remitirse exclusivamente al Vetus Ordo.
Recuerdo con dolor, hace años, en una bella iglesia de la localidad en que me encontraba ese día, asistir a la Santa Misa y quedarme pasmado con algo que ocurrió y que me abrió los ojos. Durante la Eucaristía, sólo estábamos en el templo tres o cuatro señoras mayores y nosotros, y la música fea y vulgar a la que estamos por desgracia acostumbrados.
Cuando acabó la Misa, al rato, comenzaron a preparar la Iglesia para un concierto de música polifónica: Morales, Guerrero, Lobo, Victoria, el gran Gesualdo... Comenzó a llegar gente, y gente, a repartir proramas... la iglesia se llenó. Y resultaba grotesco. Misa casi vacía de gente, con música fea. Templo a tope, con polifonía, en un concierto.... Es algo dramático.
______________________
RdT: Tienes mucha razón en tu observación. Es mi experiencia cotidiana en el campo de la música. Ya observó Benedicto XVI que la mejor carta de presentación de la Iglesia ante el mundo actual, si no la única inteligible ya, es la belleza, es su propia trayectoria de expresión y manifestación a través de los siglos. Pero en lugar de ello, en los últimos 50 años, y a pesar de la retórica oficial que suele leerse en documentos oficiales, la realidad práctica es que la Iglesia no tiene ni idea de qué hacer consigo misma, con su historia, con su enorme equipaje de belleza y cultura. Alguien se entrometió en su día y consiguió envenenenar muchas e ilustres mentes eclesiásticas para crear este afán de auto-ocultamiento, este considerar los últimos 1500 años como un empeñarse en un error. Dicho de otra manera, un deseo de poner el contador a cero. En este mismo blog hay comentaristas que lo deslizan con cierta frecuencia. El resultado es el que dices: la Iglesia comparece ante el mundo como una sociedad decadente, revestida con los feos harapos que le han colocado sus peores enemigos, mientras su auténtico ajuar, elaborado durante siglos y siglos durante los cuales es de suponer que el Espíritu Santo no estaba dormido, es apreciado fuera de ella, y, por su dejadez, incluso en contra de ella. En fin, un negocio pésimo.
_______________
RdT: Tulkas, tu respuesta era, como suele decirse, un poco "sobrada". Puedes escribir lo mismo evitando esos ataques tan duros contra la afiliación eclesial-espiritual del comentarista al que rebatías. Apliquemos la máxima de "intentar salvar la proposición del prójimo".
A Tulkas le recuerdo que Jesús no habló alemán así que esa lengua está prohibida en la Iglesia :)
En cuanto al Renacimiento, tengo entendido que fue un poco ambiguo en este sentido, pues también hubo un desarrollo musical importante en la Iglesia en ese período, no?
Saludos cordiales.
________________
RdT: Efectivamente, en el siglo XVI, después y a raíz del concilio de Trento, se desarrolló un estilo musical polifónico que en sus líneas fundamentales ha quedado como modelo de música litúrgica para los siglos venideros.
Lo del tam-tam católico es una imagen muy acertada de la monumetal salida de vía en la que estamos, para más inri con la complacencia de no pocos pasajeros.
Jesús nació en un pobre portal; los Evangelios no dedican ni una letra a hablar de la belleza de la copa de la Última Cena o de la sala, que simplemente era grande.
-------------------------------------------
La copa era, sin duda, de gran belleza y valor. Para los ritos propios de la cena de Pascua (no la comida en sí) todo judío compraba copas que se usaban sólo para eso. Las mejores copas que podían comprar. Hasta el judío más pobre estaba orgulloso de sus copas de Pascua. Y, puede estar seguro, de que el dueño de la casa que cedió a Jesús el lugar para celebrarla, sacaría lo mejor de lo mejor para el Maestro y sus discípulos. Como haríamos cualquiera de nosotros.
Esto pasa por no usar in teclado como debe ser.
Aunque esto quizá no sea compartido, yo creo que hay mucha belleza en la música pop, y que hay composiciones muy buenas y cantables con textos bíblicos o doctrinalmente muy adecuados que superan con muchísimas creces las consabidas cancioncitas infumables de los 70. Estas se imponen aún en nuestras parroquias, que han quedado como congeladas en su peor momento. Algunas canciones actuales me parecen buenas y bellas, enseñan y tocan el corazón. Algunas sirven para escuchar y meditar, otras para orar en comunidad, y hay otras que me parecen válidas para la liturgia. Me parece muy adecuada la liturgia participativa y fervorosa, con música buena, bella y cantable.
La música pop, debido a su carácter profano y mundano, carece de sacralidad.
Por ejemplo: estuve esta Semana Santa en una parroquia de la periferia de una gran ciudad y en los Oficios del Viernes Santo éramos, literalmente, cuatro gatos. Había ancianos, una familia inmigrante y un matrimonio con un bebé. Punto.
Cuál fue mi sorpresa cuando en la adoración de la CRUZ una anciana comenzó a cantar: "Crucem tuam adoramus hodie, et sanctam resurrectionem tuam laudamus et glorificamus. Ecce enim propter lignum venit gaudium in universo mundo".
Efectivamente NO lo cantó en latín ni con la melodía gregoriana, sino una traducción apropiada con una breve melodía. Nunca lo habia escuchado. En el Cantoral """"""Litúrgico"""""" nacional no viene...
Eso es música litúrgica.
Esas ancianitas cantaron más música litúrgica que muchos coros de catedrales y seminarios pero mejor me callo.
Respecto a la belleza en las iglesias y en la liturgia, habría mucho que decir. Pero respecto a las catedrales medievales (lo de "góticas" es un mote despectivo que les pusieron luego), no olvidemos que tienen un lado oscuro. Como obra de arte son, desde luego, admirables. Pero como obra cristiana...no tanto. Representan exaltación del poder real, clasismo (con los nobles pagando porque les hicieran su capillita particular), un clero socialmente exaltado que vive en el lujo y la opulencia y además, todo ese esplendor (indiscutible y admirable, insisto) ahoga, aplasta y asfixia lo más importante, el verdadero centro de todo, que es Cristo presente en el Santísimo sacramento.
Y que conste que no defiendo las iglesias garaje, ni adaptar canciones profanas (¿cuántos de vosotros no habéis oído en las iglesias música de los Platters, los Beatles o Simon y Garfunkel a la que se pone otra letra?) poniéndoles letras malísimas, ni el guitarreo, ni las palmas ni los globitos ni horrores semejantes.
En ese sentido, la realidad hoy no es tampoco uniforme. Incluso dentro del género de la guitarra y el órgano electrónico, hay diferencias muy grandes, obviamente, no solo en cuanto a calidad de ejecución instrumental y vocal, sino también en cuanto a nivel de espiritualidad en la misma.
Lo digo por experiencia, pues conozco tanto los maullidos de gatos como ejecuciones verdaderamente inspiradoras.
Saludos cordiales.
Por lo demás, cada época tiene sus costumbres y sus convenciones. No podemos juzgar a nuestros antepasados con la mentalidad actual. Debemos quedarnos con el hecho incuestionable de que esas catedrales góticas fueron levantadas con el esfuerzo de todos los creyentes (nobles, clérigos, campesinos, artesanos, burgueses...) con el único fin de dar gloria a Dios.
Saludos cordiales.
Así, en la página 187 de su libro "Organología" podemos leer:
"Recuerdo del maestro de capilla de una Catedral, muy poseído, por cierto, de su talento musical (no dudo que con una buena ilustración, sería tal vez un músico notable): el hecho es que en misa mayor, durante la elevación, tocó la marcha del torero de la ópera "Carmen". A buen seguro no lo haría con mala intención. Yo no soy nada competente en música para apreciar si esta música de la marcha del torero tiene algo de litúrgica, pero si creo que la sola circunstancia de ser una música llamando al torero a la lucha con una fiera no debe ser muy a propósito para solemnizar el momento más grande, el de la consagración de Dios nuestro Señor":
En otras ocasiones, el significado de una música puede cambiar "por accidente". El compositor Julius Fucik creó un gran número de marchas militares. La que tal vez ha llegado a ser la más famosa de sus creaciones, "La Entrada De Los Gladiadores", se convirtió en la música que sonaba cuando los payasos entraban a la pista de los circos en todo el Mundo. Tal vez no fuera esa la idea que tenía el músico checo cuando editó esta composición. Sin embargo, esa entrada de los payasos es lo que viene a nuestra mente con solo escuchar sus primeros compases. Pese a esta circunstancia, dicha marcha se uso en la "Novena Solene" de Aparecida en Brasil, para dar entrada a los Santos Evangelios, en una de las jornadas, en el año 2012.
El emplear una música moderna (bueno, ahora ya no lo es tanto, pero lo era hace 45 años para la misa), no atrajo ni a los jóvenes de entonces, ni lo hace con los jóvenes de ahora. Por contra, muchas de aquellas músicas se acompañaron de versiones del Padrenuestro monstruosamente modificadas (caso de Simon & Garfunkel), o del "Santo Carismático" que usa un texto no aprobado, y a pesar de todo, se usó ampliamente. Es decir, se usó una música que evocaba cosas profanas, y se emplearon unas letras que mutilaban unas cosas y añadían otras que no era pertinente añadir.
Para él, al iniciarse el VAT II unos sacerdotes católicos masones - da los nombres- le desbarataron a San Juan XXIII los esquemas que presentaba para renovarnos en la Iglesia y prefirieron protestantizar la Iglesia Católica. Cuenta también cómo - los gobernantes de las ordenes religiosas, infiltraron en la formación de seminaristas las políticas inmorales de la sodomización de la Iglesia Católica, sin que se pudiera hacer nada para parar semejante atropello... Lo mismo sucedió con la Sagrada Liturgia...
____________________
RdT: La actividad de la masonería para manipular el Concilio, al parecer con muy especial interés en la reforma litúrgica, ha sido afirmada repetidamente por fuentes totalmente solventes. Se puede aceptar que la manera como ha acabado celebrándose la liturgia en muchos lugares (desplazamiento del tabernáculo hasta casi su ocultamiento, protagonismo del celebrante, orientación versus populum (es decir, des-orientación), des-sacralización/mundanización de los los signos visibles y musicales, etc) puede corresponderse bastante bien con el proyecto masónico de ensalzar al hombre frente a Dios. Ahora bien, los textos del concilio en sí y de la reforma litúrgica en sí no pueden calificarse de triunfo masónico. El uso práctico de que han sido víctimas, en muchos aspectos sí.
Rechazar en bloque la reforma litúrgica por los errores que se colaron sería tirar el agua de la bañera con el niño dentro.
Una vez más, y de modo ciertamente milagroso, portae inferi non praevaluerunt.
Hecho este comentario, no daré paso a más referencias a este tema.
Saludos!
Los comentarios están cerrados para esta publicación.