InfoCatólica / José Miguel Arráiz / Categoría: General

23.09.13

Conversando con mis amigos evangélicos sobre la indefectibilidad de la Iglesia (Introducción)

DiálogoContinuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un nuevo diálogo ficticio en donde se hace una breve introducción a dos conversaciones más amplias que abordan el tema de la indefectibilidad de la Iglesia, tomada del libro “Conversaciones con mis amigos evangélicos” (capítulo 15). Como de costumbre los argumentos los he recogido de conversaciones que he tenido de este tema a lo largo de los años con amigos evangélicos. Los nombres de quien participan no son reales.

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10.09.13

Arte merideño

He regresado de unas agradables vacaciones de la Ciudad de Mérida, que se caracteriza por ser uno de los principales sitios turísticos de mi país, Venezuela, y uno de los sitios que visité fue el Mercado Principal de Mérida.


Mercado Principal de Mérida


Allí encontré en el tercer piso una galería de arte que tenía unos cuadros de nuestro Señor Jesucristo, el Papa Francisco, el beato Juan Pablo II y el padre Pio de Pietrelcina que me dejaron gratamente impresionados. Los autores de las pinturas, Víctor Mendoza y Jimmy Mendoza, padre e hijo, y la galería es la del señor Luis Sánchez (Teléfonos: 0424-7152401). Aquí una pequeña muestra.

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22.08.13

Citas memorables: Sobre la importancia de buscar el fruto sobrenatural en la predicación

San Pio XMi amigo Salvador Melara (ex-pastor evangélico converso a la Fe Católica) ha compartido en su Facebook una cita que me parece que vale la pena rescatar del Papa San Pio X, y que nos recuerda el peligro de que en las predicaciones del evangelio se deje de lado temas importantísimos para la vida cristiana, como el pecado, o los novisimos (que es el campo de la teología que trata de las “cosas últimas": muerte, juicio, purgatorio, cielo, infierno).

En las predicaciones del Señor estos temas no faltaban, y bastante falta hace que nos recuerden que “todo el que comete pecado se hace esclavo del pecado” (Juan 8,34). Es cierto que todos somos pecadores, pero El mismo que nos tiende la mano como a la mujer adúltera es también quien nos dice “en adelante no peques más” (Juan 8,11).

Otra manera de hacer daño es la de quienes hablan de las cosas de la religión como si hubiesen de ser medidas según los cánones y las conveniencias de esta vida que pasa, dando al olvido la vida eterna futura: hablan brillantemente de los beneficios que la religión cristiana ha aportado a la humanidad, pero silencian las obligaciones que impone; pregonan la caridad de Jesucristo nuestro Salvador, pero nada dicen de la justicia. El fruto que esta predicación produce es exiguo, ya que, después de oirla, cualquier profano llega a persuadirse de que, sin necesidad de cambiar de vida, él es un buen cristiano con tal de decir: Creo en Jesucristo.

¿Qué clase de fruto quieren obtener estos predicadores? No tienen ciertamente ningún otro propósito más que el de buscar por todos los medios ganarse adeptos halagándoles los oídos, con tal de ver el templo lleno a rebosar, no les importa que las almas queden vacías. Por eso es por lo que ni mencionan el pecado, los novísimos, ni ninguna otra cosa importante, sino que se quedan sólo en palabras complacientes, con una elocuencia más propia de un arenga profana que de un sermón apostólico y sagrado, para conseguir el clamor y el aplauso; contra estos oradores escribía San Jerónimo: Cuando enseñes en la Iglesia, debes provocar no el clamor del pueblo, sino su compunción: las lágrimas de quienes te oigan deben ser tu alabanza. Así también estos discursos se rodean de un cierto aparato escénico, tengan lugar dentro o fuera de un lugar sagrado, y prescinden de todo ambiente de santidad y de eficacia espiritual. De ahí que no lleguen a los oídos del pueblo, y también de muchos del clero, las delicias que brotan de la palabra divina; de ahí el desprecio de las cosas buenas; de ahí el escaso o el nulo aprovechamiento que sacan los que andan en el pecado, pues aunque acudan gustosos a escuchar, sobre todo si se trata de esos temas cien veces seductores, como el progreso de la humanidad, la patria, los más recientes avances de la ciencia, una vez que han aplaudido al perito de turno, salen del templo igual que entraron, como aquellos que se llenaban de admiración, pero no se convertían“.

San Pio X, Motu Proprio Sacrorum Antistitum

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20.07.13

Los Cristianos y el Yoga - Basilea Schlink

Los cristianos y el Yoga - Basilea SchlinkRecientemente llegó a mis manos este excelente libro, que en mi opinión, aunque breve aborda de una manera muy completa y profunda el tema del yoga. El libro comienza con una introducción a la disciplina y su concepto, para profundizar luego en su origen y tipos. El libro sustenta de manera clara y convincente como su práctica al final lleva a la religión hindú pagana y como la posibilidad de combinar el yoga con la fe cristiana no existe:

Lo que se practica aquí, en los países de Occidente, no es solo una gimnasia que favorece la salud. Quien piensa así es víctima de un engaño, porque los ejercicios del yoga no se pueden separar -como muchas veces se ha afirmado- de conceptos especiales del hinduismo y del mundo espiritual oculto que está detrás de él. Esto lo dicen muy abiertamente hasta los promotores del yoga.”

Confirma a lo largo de sus páginas de manera objetiva y sustentada lo que otros expertos que conocen esta práctica han dicho en no pocas ocasiones (y que hemos reseñado aquí mismo en el blog). Un libro definitivamente muy recomendable de la Editorial Católica AMS - Asociación María Santificadora de la que también tengo otros libros muy buenos, de los que ya les hablaré en una próxima ocasión.

Vea también:

¿Es lícito para un católico practicar Yoga?

Un debate sobre la licitud de la práctica del Yoga

Conversión del monje belga Joseph-Marie Verlinde y sus advertencias sobre la práctica del Yoga

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29.06.13

Conversando con amigos evangélicos sobre el pecado

Diálogo
Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un diálogo ficticio sobre el pecado y su distinción entre el pecado venial y el pecado mortal cuya noción es generalmente desconocida en el protestantismo. Está tomada del libro “Conversaciones con mis amigos evangélicos” (capítulo 8). Como de costumbre me ha basado en algunas conversaciones con algunos amigos evangélicos. Los nombres de quien participan en la conversación, por supuesto, no son reales.

Miguel: Ok José, me quedé con la intriga de por qué los católicos creen que no todos los pecados son iguales. ¿Podrías explicarlo?

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