(RV/InfoCatólica) Al celebrar el encuentro con los "ilustres cultivadores del pensamiento, la ciencia y el arte", el Papa manifestó gran alegría al ver reunido al conjunto multiforme de la cultura portuguesa, que representan de manera tan digna. Y al agradecer a todos los que han hecho posible este evento, en particular a la Comisión episcopal de la cultura, con su presidente, Mons. Manuel Clemente, Benedicto XVI le dio las gracias por las palabras de cordial acogida y la presentación de la realidad polifónica de la cultura portuguesa, representada en esta circunstancia por algunos de sus mejores protagonistas.
"Y de cuyos sentimientos y expectativas –dijo textualmente– se ha hecho portavoz el cineasta Manuel de Oliveira, de venerable edad y trayectoria, y a quien saludo con admiración y afecto, al mismo tiempo que le agradezco las palabras que me ha dirigido, y en las que ha dejado entrever las ansias y disposiciones del alma portuguesa en medio de las turbulencias de la sociedad actual".
"En efecto", ha dicho el Papa, "en la cultura de hoy se refleja una `tensión´ entre el presente y la tradición, que a veces adquiere forma de `conflicto´. La dinámica de la sociedad absolutiza el presente, aislándolo del patrimonio cultural del pasado y sin la intención de proyectar un futuro. Pero, una valorización del `presente´ como fuente de inspiración del sentido de la vida, tanto individual como social, se enfrenta con la fuerte tradición cultural del pueblo portugués, profundamente marcada por el influjo milenario del cristianismo, y con un sentido de responsabilidad global, confirmada en la aventura de los descubrimientos y en el celo misionero, compartiendo la fe con otros pueblos. Los ideales cristianos de universalidad y fraternidad inspiraron esta aventura común, aunque también se sintió la influencia del iluminismo y del laicismo. Esta tradición dio origen a lo que podíamos llamar una `sabiduría´, es decir, un sentido de la vida y de la historia, del que formaban parte un universo ético y un `ideal´ que cumplir por parte de Portugal, que siempre ha procurado relacionarse con el resto del mundo".
"La Iglesia –prosiguió diciendo el Papa– aparece como la gran defensora de una sana y elevada tradición, cuya rica aportación está al servicio de la sociedad; ésta sigue respetando y apreciando su servicio al bien común, pero se aleja de la mencionada `sabiduría´ que forma parte de su patrimonio. Este `conflicto´ entre la tradición y el presente se expresa en la crisis de la verdad, pero sólo ésta puede orientar y trazar el rumbo de una existencia lograda, como individuo o como pueblo".
Y añadió textualmente: "Queridos amigos, queda por hacer un gran esfuerzo para aprender la forma en que la Iglesia se sitúa en el mundo, ayudando a la sociedad a entender que el anuncio de la verdad es un servicio que ella le ofrece, abriendo horizontes nuevos de futuro, grandeza y dignidad. En efecto, la Iglesia tiene `una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. […] La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso, la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable´(Enc. Caritas in veritate, 9)".
El Papa también les dijo que para una sociedad formada mayoritariamente por católicos, y cuya cultura ha sido profundamente marcada por el cristianismo, resulta dramático intentar encontrar la verdad fuera de Jesucristo. Y añadió que la convivencia de la Iglesia, con su firme adhesión al carácter perenne de la verdad, con el respeto por otras "verdades", o con la verdad de otros, es algo que la misma Iglesia está aprendiendo. Porque como dijo el Papa "en este respeto dialogante se pueden abrir puertas nuevas para la transmisión de la verdad".
Hacia el final de su alocución al mundo de la cultura, el obispo de Roma recordó que éste es un momento que exige lo mejor de nuestras fuerzas, audacia profética y, como diría su poeta nacional, Luigi Di Camões "mostrar al mundo nuevos mundos". Mientras animó a estos "trabajadores de la cultura en cualquiera de sus formas, creadores de pensamiento y de opinión a no tener miedo de confrontarse con la fuente primera y última de la belleza, de dialogar con los creyentes, con quienes, como ellos, se sienten peregrinos en el mundo y en la historia hacia la Belleza infinita".
Por último, el Santo Padre les dijo: "queridos amigos, la Iglesia considera su misión prioritaria en la cultura actual mantener despierta la búsqueda de la verdad y, consecuentemente, de Dios; llevar a las personas a mirar más allá de las cosas penúltimas y ponerse a la búsqueda de las últimas. Os invito a profundizar en el conocimiento de Dios, del mismo modo que él se ha revelado en Jesucristo para nuestra plena realización. Haced cosas bellas, pero, sobre todo, convertir vuestras vidas en lugares de belleza. Que interceda por vosotros Santa María de Belén, venerada desde siglos por los navegantes del océano y hoy por los navegantes del Bien, la Verdad y la Belleza".