(Vaticannews) En primer lugare, el Pontífice dirigió su mirada al pesebre y en particular a la liturgia de estos días, que nos hicieron volver a vivir el día del nacimiento de nuestro Salvador.
A partir de allí, y siempre con el corazón y la mente en el significado más profundo del nacimiento de Cristo, el Obispo de Roma reflexionó sobre una realidad de nuestros días, a saber, la «desnaturalización», de la Navidad:
«Dedico la catequesis de hoy a reflexionar sobre el significado de la Navidad. En nuestros días, estamos asistiendo a una especie de «desnaturalización» de la Navidad. En nombre de un falso respeto ante quien no es cristiano, muchas veces se esconde la voluntad de marginar la fe, eliminando todo tipo de referencia al nacimiento de Jesús. Sin embargo, el verdadero sentido de estas fiestas se encuentra en Jesús, es Él quien da sentido a todo lo que celebramos».
Sin Jesús no hay Navidad
Esta desnaturalización de la Navidad que, como observó el Papa, «se da particularmente en Europa», «en nombre de un falso respeto que no es cristiano», y que «a menudo esconde la voluntad de marginar la fe», hace por una parte que sí, sea una fiesta, «pero no es la Navidad», porque no está en el centro Jesús. Si en el centro está Jesús –explicó Francisco- , también todo el contexto, a saber, las luces, los sonidos, las distintas tradiciones locales, incluidos los alimentos característicos, convergen para crear la atmósfera de la fiesta.
Si recibimos a Jesús nos convertimos en don para los demás
«Nosotros, como los pastores del Evangelio, estamos llamados a buscar la verdadera luz que es Jesús, que es el don de Dios a la humanidad que se encuentra inmersa en la oscuridad de la noche. Cuando acogemos a Jesús en nuestras vidas, nos convertimos en un don para los demás».
En este mismo punto, en su catequesis en italiano, el Santo Padre profundizó en esa «luz que es Jesús», describiendo y volviendo a repasar el sorprendente modo en que nuestro Salvador se muestra al mundo: «nace de una pobre joven desconocida, que lo da a la luz en un establo, con la única ayuda del marido. El mundo no se da cuenta de nada, pero los ángeles en el cielo – que saben de esto - exultan». Así es como Jesús se presenta también a nosotros, como el don de Dios para la humanidad. Y por este motivo -explicó Francisco - nosotros los cristianos nos intercambiamos regalos, porque el verdadero don para nosotros es Jesús y, como Él, queremos ser don para los demás.
La humanidad prefiere la oscuridad
Lamentando, con otras palabras, el hecho de que aun hoy, «a menudo la humanidad prefiere la oscuridad», porque sabe «que la luz revelaría todas las acciones y pensamientos que harían enrojecer o remorder la conciencia», el Santo Padre explicó el significado de acoger el don de Dios que es Jesús, que es «volverse cada día un don gratuito para quienes se encuentran en nuestro mismo camino».
Su Santidad citó luego al gran pregonero de Jesucristo, san Pablo, en su carta a Tito, cuando escribe que la gracia salvífica de Dios se manifestó, «enseñándonos a renunciar a la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad», para subrayar que la encarnación de Cristo, nos ha abierto el camino de la vida nueva, que debe estar fundada no en el egoísmo, sino en el amor.
Con los pequeños Dios quiere construir un mundo nuevo
«Jesús viene a este mundo y los primeros destinatarios de su venida son los pequeños y despreciados, con los que establece una amistad que continúa en el tiempo. Con ellos, en cada momento, Dios desea construir un mundo nuevo en el que no haya más personas rechazadas, descartadas ni maltratadas».
El Romano Pontífice destacó asimismo un aspecto importante de la Navidad, y es que en ella podemos ver cómo la historia humana es «visitada» por la historia de Dios: «Dios involucra a aquellos que, confinados a los márgenes de la sociedad, son los primeros destinatarios de su don», dijo. Estas personas en el pesebre están representadas por los pastores de Belén: a ellos «se les apareció una gran luz» (Lc 2,9-12), que los condujo a Jesús; y «con ellos en todos los tiempos, Dios quiere construir un mundo nuevo, en el que no haya más personas rechazadas, maltratadas e indigentes». «Ellos eran los emarginados, los mal vistos, los despreciados». Y sin embargo, a ellos se les apareció primero Jesús.