(Fides) Estos niños, a los que se acusa incluso de estar relacionados con la magia negra, se convierten en objeto de abusos, que culminan con su expulsión de la familia. A menudo es el mismo pequeño el que huye para evitar el maltrato. El fenómeno afecta a los niños más vulnerables, los huérfanos y los que viven en las calles. Según la información enviada a la Agencia Fides, en Kinshasa son 30.000.
Estas pequeñas víctimas se ven sometidas a «Sesiones de Liberación», prácticas de exorcismo que usan algunas comunidades pentecostales que han hecho un negocio de los exorcismos que permiten a los pastores enriquecerse y a las familias deshacerse de los niños considerados «incómodos».
Después del pago de exorcismo, el ministro confirma que el niño es «un brujo» y la familia puede entregarlo a la iglesia. Aun cuando el pastor los declara curados, las familias no los aceptan en casa y los niños se ven viviendo por las calles, comiendo de los desechos de los mercados, durmiendo sobre cartón, mendigando o robando. Las niñas son forzadas a la prostitución.