(Il Corrieredellasera/InfoCatólica) Para el cardenal Pell, la cuestión es completamente «secundaria», ya que «el número de católicos divorciados y casados que creen de deber ser admitidos a la Comunión es muy reducido».
Haciendo referencia a las palabras del cardenal Kasper, que habló de la necesidad de lanzar una lancha de salvación a los fieles que han sido víctimas de un divorcio y se han vuelto a casar, el prelado australiano explica:
«Según algunos el objetivo primario de la Iglesia es proveer una lancha de seguridad a las parejas náufragas del divorcio.... Pero, ¿hacia dónde deben dirigirse estas lanchas de seguridad? ¿hacia los riscos, hacia los pantanos o hacia un puerto seguro, que se puede alcanzar solamente con dificultad? Balsas sí, pero que aseguren la salvación»
El cardenal afirma que «está fuera de duda que la crisis del matrimonio refleja la crisis de la fe y la práctica religiosa» y recuerda que la misericordia no debe confundirse con cualquier tipo de tolerancia del pecado.
Desilusión hostil de la opinión pública
Tras recordar que la praxis pastoral sobre este asunto es ahora la misma que en los primeros siglos, cuando la Iglesia crecía en medio de la persecución, el purpurado advierte que este debate pueda llevar a una «desilusión hostil» de la opinión pública.
El cardenal anima a «hablar claro», con calma, sosegadamente, para procuar evitar que cuando todos se den cuenta de que «un cambio sustancial de la doctrina y el pastoral es imposible», se repita lo que ocurrió con la encíclica Humanae Vitae, cuando el Papa Pablo VI fue objeto de una ataque brutal.