(Zenit/InfoCatólica) Comentando el evangelio de Marcos (10, 13-16), el pontífice ha recordado el reproche de Jesús a los discípulos que querían alejar de él a los niños que la gente llevaba para pedir una caricia. Los discípulos proponían «una bendición general y después todos fuera», pero ¿qué dice el Evangelio? Que Jesús se indignó –ha respondido el papa- diciendo «dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. A quien es como ellos pertenece el Reino de Dios».
La fe del pueblo de Dios es una fe sencilla. Por ejemplo, quizá no sabe explicar bien quién es la Virgen, pero «para esto –ha dicho- hay que ir al teólogo: te explicará bien quién es María». Pero, ha añadido, «si tú quieres saber cómo se ama a María, ve donde el pueblo de Dios que te lo enseñará mejor y bien». Es un pueblo «que siempre se acerca para pedir algo a Jesús» y algunas veces también con un poco de insistencia. «Recuerdo una vez –ha contado el papa- durante la fiesta patronal de la ciudad de Salta; una señora humilde pedía a un sacerdote la bendición. El sacerdote le dijo: ¡pero señora usted ha estado en la misa! Y luego le ha explicado toda la teología de la bendición en la misa. Ah, gracias padre, sí padre, respondió la señora. Pero cuando el sacerdote se fue la señora se dirigió a otro sacerdote: deme la bendición. Todas aquellas palabras no entraron en ella porque tenía otra necesidad, la necesidad de ser tocada por el Señor. Esta es la fe que buscamos y que debemos encontrar siempre porque la suscita el Espíritu Santo. Nosotros debemos facilitarla, hacerla crecer, ayudarla a crecer.
El papa luego ha vuelto a explicar la actitud de Jesús que reprende a los apóstoles que impiden a la gente acercarse a él. No lo hacían por maldad: querían sólo ayudarle. Lo mismo habían hecho aquellos que en Jericó trataron de hacer callar al ciego que, advertido de la presencia de Jesús, gritaba para atraer su atención y hacerse salvar. Era como si hubieran dicho, ha explicado el papa: «El protocolo no lo permite: este es la segunda persona de la Trinidad, ¿qué haces? Esto me hace pensar en muchos cristianos...».
Para explicar mejor el concepto, el pontífice ha puesto algunos ejemplos. En particular lo que sucede cuando dos novios que quieren casarse se presentan en la secretaría de una parroquia y, en vez de apoyo o de felicitaciones, oyen enumerar los costes de la ceremonia o les preguntan si sus documentos están bien. Así a veces, ha recordado el papa, estos «encuentran la puerta cerrada». De este modo quien tendría la posibilidad «de abrir la puerta dando gracias a Dios por este nuevo matrimonio» no lo hace, al contrario la cierra. Tantas veces «somos controladores de la fe en lugar de ser facilitadores de la fe de la gente».
Es «una tentación que tenemos; la de adueñarnos, apropiarnos del Señor». Y ha puesto otro ejemplo: el caso de una madre soltera que va a la iglesia, a la parroquia, pide bautizar al niño y le responde «un cristiano o una cristiana»: no «no puedes, tú no estás casada». Y ha añadido: «Mirad esta chica que ha tenido el coraje de llevar adelante su embarazo» y de no abortar: «¿Qué encuentra? Una puerta cerrada. Y así sucede a muchas. Este no es un buen celo pastoral. Esto aleja del Señor, no abre las puertas. Y así cuando vamos por esta vía, con esta actitud, no hacemos bien a la gente, al pueblo de Dios. Pero Jesús ha instituido siete sacramentos y nosotros con esta actitud instituimos el octavo, el sacramento de la aduana pastoral».
«Jesús se indigna cuando ve estas cosas porque ¿quién sufre con esto? Su pueblo fiel, la gente que le ama tanto. Jesús –ha concluido el papa- quiere que todos se acerquen a él. «Pensemos en el santo pueblo de Dios, pueblo sencillo, que quiere acercarse a Jesús. Y pensemos en todos los cristianos de buena voluntad que se equivocan y en vez de abrir una puerta la cierran. Y pidamos al Señor que todos aquellos que se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas para encontrar este amor de Jesús».