(EP) En esta línea, apuntan que la pasión que siente el sacerdote por el Evangelio y por Dios suscita esa esperanza que emerge también de los "amores imposibles" de la literatura como el de Abelardo y Eloísa, Calisto y Melibea o Romeo y Julieta que, según recuerdan, "prosperan en virtud de la pasión", a pesar de "la aparente imposibilidad de llevarlo a cabo".
De hecho, aseguran que, al igual que se rompen parejas porque "se había extinguido la pasión", en la vocación sacerdotal, como "en toda historia de amor", también existe el "riesgo de que la pasión se apague" pues, según apuntan, la vocación para el sacerdocio tiene en su origen una "verdadera pasión por el Evangelio" que "lamentablemente puede decaer".
Según indican, el Evangelio "no es para gente razonable" que tiene "los pies en la tierra" porque "subvierte la lógica del mundo, valora la realidad terrena con criterios ajenos a los comunes". En este sentido, remarcan que la pasión posibilita el surgimiento de la esperanza "allí donde la razón solo constata la imposibilidad, donde el sentido común desaconseja cualquier inversión".
¿Profesión o vocación?
Por otra parte, en referencia al ranking publicado por la revista Forbes en el que se decía que la profesión de sacerdote era "la más feliz del mundo", los obispos aclaran que el sacerdocio, aunque está considerado socialmente como un trabajo cualificado, se trata más bien de una vocación.
Concretamente, señalan algunas diferencias entre profesión y vocación como que esta última exige "una determinación espiritual" y no tanto de gustos o cualidades; que tiene que ver con el interior de la persona y no es tanto una actividad externa; que es un servicio "gratuito" frente a la remuneración de cualquier trabajo; que permanece en el tiempo y exige no sólo dedicación sino "exclusividad y entrega absoluta".
En cualquier caso, sobre la afirmación de que los sacerdotes son las personas más satisfechas y realizadas en el ejercicio de su profesión, los obispos advierten que "causó sorpresa tanto entre creyentes como en no creyentes" porque, a su parecer, la imagen que habitualmente se da de los sacerdotes es de "hombres algo amargados, apartados del mundo y escasamente comprometidos con los problemas reales de la sociedad".
Los más felices
Por ello, consideran que "no es fácil" responder a la cuestión de si realmente son los más felices, si además se suman los "obstáculos y las dificultades" que, según indican, aparecen "hoy más que nunca" en el camino sacerdotal como "la soledad", el sentimiento que experimenta el sacerdote a veces de se "indigno y pecador" o el hecho de que sean "pocos" los que le escuchan o parecen interesados en su mensaje.
Sin embargo, apuntan que, más allá de eso, los sacerdotes viven una vocación que nace de una pasión que "embruja, hechiza, desinstala de la realidad habitual para hacer entrar a quien posee en una dimensión distinta, en otro orden de realidad" y que "no es razonable ya que cuestiona la prudencia de la razón, el realismo de la sensatez que no pocas veces enmascara un larvado pesimismo". "Es la condición indispensable del enamoramiento", concluyen.