(Efe) Tras reconocer que “el voto en blanco y la abstención consciente son alternativas válidas“, añade que lo habitual será examinar la ideología y los programas de los partidos políticos y las conductas de sus líderes, y votar en conciencia el que nos parezca mejor.
“Y si no hay ninguno, acordémonos de la doctrina del mal menor“, explica el arzobispo, que no quiere ser más concreto pues “la Iglesia no está vinculada a ningún partido político, no es de izquierdas, ni de derechas, ni de centro“. A su juicio, “no hay verdad si hay fanatismo y rechazo de los otros“, lo que no quiere decir que “no se deban denunciar las leyes o las decisiones inhumanas de los gobiernos“.
En esta línea, recuerda que en 1931, poco después del advenimiento de la República, el cardenal Vidal i Barraquer y todos los obispos españoles firmaron una carta colectiva en la que se decía que un católico debe ser el mejor ciudadano y debe sumisión a la jurisdicción de la autoridad legítimamente establecida, sea cual sea la forma de régimen. Pero también advertía de que una cosa es el “poder constituido“ y otra la “legislación“, es decir las decisiones que tomen el Gobierno o el Parlamento.
“El resultado electoral, cualquiera que sea, no autoriza a quienes llegan al poder a saltarse derechos humanos como el derecho a la vida, el de expresión, el de religión o el de asociación“, indica Jaume Pujol, para quien en los periodos entre elecciones “tenemos la obligación de intervenir, de acuerdo a las posibilidades de cada uno, en el debate público para influir en bien de la sociedad“