(El Espectador/InfoCatólica) El P. Carlos Novoa, sj, que fue decano de la Javeriana, publicó un artículo hace unos años en el que aseguraba que tras haber visto varias veces el DVD con la última gira mundial de la cantante Madonna, defendía su polémica “crucifixión”, reivindicaba el uso de desnudos y proponía su show como modelo de evangelización.
El padre Carlos Novoa es licenciado en Teología y en Filosofía, con maestría y doctorado en Ética. Se especializó en ética sexual y en ética económica-política. Es profesor investigador en las facultades de Teología, Economía, Arquitectura y en el doctorado de Derecho. Ha publicado 13 libros y 50 artículos especializados.
En una entrevista concedida a la periodista Cecilia Orosco para El Espectador, analiza como religioso y como científico la propuesta de prohibir en cualquier circunstancia el aborto en Colombia.
–¿Los deberes éticos que nacen de la teología se le pueden imponer a una sociedad entera?
No, de ninguna manera. El Concilio Vaticano II, del cual vamos a celebrar en 2012 los 50 años de su iniciación, mencionó expresamente la libertad religiosa. En la declaración Dignitatis humanae (Dignidad humana) el santo Concilio dice, acerca de la libertad religiosa, que a ninguna persona se le puede imponer una religión. Dicho de otra manera, a nadie se le puede violentar su conciencia, mucho menos en materia de asuntos religiosos. Adicionalmente, la Constitución del 91 que estableció que Colombia es un Estado Social de Derecho, también declaró que es un Estado no confesional. Estos son los marcos de la discusión sobre el aborto.
–¿Se puede violentar la conciencia de otros con el argumento de que priman las creencias religiosas del grupo más numeroso o el más poderoso?
Jamás se puede violentar la conciencia del otro.
–¿Usted está de acuerdo con el proyecto primero legislativo, y en el futuro mediante referendo, que pretende hacer aprobar la prohibición absoluta de la práctica del aborto en contravía de una decisión de la Corte Constitucional?
Evidentemente la sociedad civil tiene derecho a debatir todos sus puntos de vista y a los católicos también nos asiste el derecho de intervenir, aunque no con argumentaciones religiosas. Pese a que como dice el gran maestro de la ética contemporánea Jürgen Habermas, hay que oír las religiones, esta discusión debe ser secular. Como sacerdote y al mismo tiempo como hombre de ciencia, resumiría la situación del debate sobre el aborto diciendo que estamos cargando las tintas donde no hay que cargarlas…
–¿Por qué?
Porque el problema del aborto no se soluciona con la prohibición ni encarcelando a nadie. No podemos manejar de cualquier manera lo que implica ese drama, ni podemos asimilarlo a un homicidio que se comete con premeditación y alevosía. Ese planteamiento no tiene presentación desde la óptica de la ética teológica, de la ética filosófica o de la jurisprudencia, porque en la mayoría absoluta de los casos el aborto es un drama que se presenta cuando las mujeres se quedan sin otra alternativa.
Argumenta con base en la Evangelium Vitae
–Esa afirmación en labios de un sacerdote católico suena fuerte. ¿Es su opinión personal o tiene un fundamento teórico que lo sustente?
Claro que sí: de nadie más ni nadie menos que Juan Pablo II. En su encíclica Evangelium vitae (Evangelio de vida, N° 17) dice textualmente: “Las opciones contra la vida —entre ellas el aborto, añado yo— proceden, a veces, de situaciones difíciles o incluso dramáticas de profundo sufrimiento, soledad, falta total de perspectivas económicas, depresión y de angustia por el futuro. Estas circunstancias pueden atenuar incluso notablemente la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad de quienes hacen estas opciones en sí mismas moralmente malas”. Así que desde la concepción de Juan Pablo II no se puede ver el drama del aborto simplemente con soluciones de cárcel, de penalización o de castigo.
–Cuando usted dice que “se están cargando las tintas” en donde no hay que hacerlo, ¿se refiere a la “atenuación de la responsabilidad” de la que habla Juan Pablo II en la cita que menciona?
Exactamente. No conozco a la primera mujer a la que le encante abortar. Creo que todos estamos de acuerdo en que el aborto no es ideal. Pero hay que comprender humanamente “las situaciones difíciles o incluso dramáticas y de profundo sufrimiento” que enfrenta una mujer angustiada y sola.
–¿Cuál es su opinión sobre los promotores del proyecto de prohibición y penalización total del aborto que ahora intentarán hacer un referendo?
Hay que decir la verdad: tenemos entre los promotores de ese proyecto a un grupo de personajes de la más dudosa reputación. Ellos son como el diablo que pretende hacer hostias. No sé con qué cara los señores del PIN, a los que conoce bien la opinión pública, hablan de ética. Concreto más: ¿qué autoridad moral tienen algunos de los actuales congresistas del Partido Conservador para meterse a agitar esa bandera? Por ejemplo, ¿qué hace ahí el señor Corzo que se quejaba hace unos días de que no tenía dinero para la gasolina de su vehículo y el de sus escoltas, mientras que Planeación sostiene que quien gane $190.000 al mes está por encima del nivel de pobreza? ¡Qué cinismo el de los partidos que votaron por ese proyecto y que simultáneamente tienen a varios de sus miembros encarcelados por la narcoparapolítica!
–¿Cree que los prohibicionistas están buscando limpiar su imagen ante la población creyente del país?
Claro que lo creo. Esos políticos quieren lavarse la cara y aparecer como muy católicos y cristianos para recoger votos a costa del dolor de muchas mujeres.
–Los extremismos de cualquier creencia, ¿promueven o le hacen daño a la religión?
Les hacen daño no sólo a las religiones, sino también a la sociedad.
–¿Qué reflexión se hace usted ante el hecho de que el gran promotor de ese proyecto sea el procurador general de la Nación, que parece velar por los derechos sólo de aquel sector de la población que comparte creencias con él?
No comparto muchas de las argumentaciones del procurador, pero es necesario hacer una claridad: nadie quiere incentivar la práctica de los abortos. Todos estamos de acuerdo en que es un drama que hay que evitar. Hay una gran polémica sobre el momento en que surge la vida humana y yo, como hombre de ciencia, no me puedo cerrar a la discusión y tengo que reconocer que hay argumentos muy serios en uno y otro sentido. Sin embargo, usted lo ha señalado: el problema de fondo es que se está moviendo una agenda muy sutil de tergiversación de la sensibilidad católica.
–¿Cuál de las posiciones sobre el momento en que hay vida humana asume usted?
La de la Iglesia, que dice que hay vida desde la fusión del óvulo y el espermatozoide, que es, al mismo tiempo, una postura científica seria dentro de muchas otras. Por eso nosotros no estamos de acuerdo con el aborto y eso debe quedar claro. Pero al mismo tiempo, tampoco estoy de acuerdo con el encarcelamiento y castigo para las mujeres que abortan.
–Vuelvo al tema del procurador: con su autoridad, él ejerce presión sobre la conciencia de las mujeres, pero también sobre las de los médicos y las clínicas a los que, además, amenaza con investigaciones. El ejercicio del poder en esas condiciones, ¿no llega a ser abusivo y en consecuencia inmoral?
En términos generales, diría que no se debe cultivar un ejercicio punitivo del poder ni tampoco incentivar las caserías de brujas frente a todas las situaciones de conflicto, como es el tema del aborto. En concreto, pienso que no es papel del procurador imponer posturas éticas en temas absolutamente polémicos. En este sentido, se daría un abuso de autoridad y de poder.
–¿Un tema con tantas implicaciones científicas y de salud pública puede decidirse en un referendo popular?
Esa respuesta no se puede dar en sentido general, sino que es necesario ubicarse en el momento cultural colombiano. Si hubiera educación sexual integral de la población en sus tres niveles, es decir, el psicológico, el fisiológico y el espiritual, la gente sería capaz de decidir con pleno conocimiento del tema. Lamentablemente la situación en Colombia no es la ideal para plantear ese tipo de problemas en las urnas.
–La Corte ha dicho, y se mantiene vigente su orden, que es posible abortar en tres casos específicos…
Hay que afinar el argumento que algunos tergiversan: la Corte lo que ha hecho es despenalizar el aborto en tres situaciones extremas: violación, malformación y pocas posibilidades de vida del feto, o peligro para la vida de la madre. No es cierto que haya dicho que el aborto es legal.
–¿Usted está de acuerdo con esa sentencia de la Corte?
Es una pregunta muy compleja. A la comunidad católica no le resulta clara esa sentencia de la Corte Constitucional. Como sacerdote tengo que decir que no estoy de acuerdo, pero como ciudadano pienso que es respetable.
Absolutos éticos, los de la Declaración de Derechos Humanos
–¿Cómo se resuelve el dilema desde el punto de vista de la ética teológica: la vida de la madre o la vida del hijo? ¿Es preferible que ella muera para que viva el hijo?
Técnicamente hablando, usted está refiriéndose al aborto terapéutico que es el que se practica por razones médicas. Por ejemplo, un embarazo extrauterino, o sea el que se desarrolla en las trompas de Falopio, pone en riesgo la vida de la mujer. Pero del otro lado allí hay vida humana, según corrientes muy serias de la biología, la genética y la medicina. Su pregunta entra, entonces, en un campo muy delicado de la ética que tiene que ver con el bien moral más valioso, el de la vida humana que hay que proteger de manera especial. No obstante, ese bien no es un absoluto. Por eso se puede decir que el aborto terapéutico es ético.
–¿Cómo así que la vida humana no es un bien absoluto?
Un absoluto ético es aquel horizonte contra el cual yo no puedo actuar jamás. Los absolutos éticos en el consenso mínimo universal son la base de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Personales y Sociales de 1948: la dignidad de la persona humana y la solidaridad. Nadie puede actuar en contra de esos absolutos. En cuanto a la vida humana, debo protegerla, pero hay ciertos momentos en que puedo actuar contra ella. Por ejemplo, en legítima defensa personal. O en el ejercicio del monopolio de las fuerzas por parte del Estado, aunque ajustado, claro está, al Derecho Internacional Humanitario. O por una causa superior, como la de Jesucristo, que puso en peligro su propia vida por la humanidad. En esos momentos surge un paradigma ético que consiste en la ponderación de los bienes morales, en este caso, el de la vida del cigoto y el de la vida de la madre. Prima el de la madre.
–¿Es éticamente aceptable que una mujer violada quiera abortar?
En ese caso nos encontramos con las situaciones límite de que nos habla Juan Pablo II. Yo la invitaría, la comprendería y le pondría terapia psicológica para que se quede con la vida. Le proporcionaría soluciones de última instancia, como la adopción. Pero en última instancia es ella quien tiene que decidir en conciencia lo que va a hacer. Lo dice el Concilio y lo dice la Constitución de Colombia.
–Un médico católico común y corriente, que trabaja en un hospital público, ¿cómo debe actuar cuando llega una mujer para que le practique un aborto?
Debe examinar, oír a su conciencia y decidir.
–¿Cómo se decide en conciencia?
Cuando yo respeto la dignidad humana y cuando soy sinceramente solidario, todos mis comportamientos se orientan a las opciones que se toman en conciencia. Evidentemente si el médico es católico no va a creer que el aborto es el camino ideal, pero podrá evaluar si está ante una mujer que —parafraseando a Juan Pablo II— se encuentra en “una situación difícil o incluso dramática, de profundo sufrimiento, soledad, falta total de perspectivas económicas, de presión y de angustia por el futuro”. Esas circunstancias pueden atenuar “incluso notablemente la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad” del médico frente a esa tragedia
–¿Los lectores no creyentes pueden interesarse en sus respuestas?
De una parte soy un hombre de ciencia y, de la otra, un sacerdote. No me puedo abstraer de lo uno o de lo otro, pero sí sé cuidar bien las diferencias.
–¿Un teólogo estudia la ética desde el punto de vista de los creyentes?
Esta ciencia tiene dos vertientes: una teológica, que evidentemente es para los creyentes, y una filosófica. Ambas son autónomas. He estudiado las dos y por eso sé que desde la ética teológica se les pueden hacer propuestas a los no creyentes. Éstos se mueven en la esfera de la ética filosófica.
– ¿Cuál de esas dos es pertinente para discutir el intrincado tema del aborto?
En ese debate, que tenemos que resolver dentro del consenso constitucional, la única ética que cabe es la filosófica.
“Aman tanto la moral que tienen dos”
–Los políticos ultraconservadores que posan de religiosos, ¿representan a los católicos?
Van a contrapelo del núcleo del catolicismo que es el Evangelio. No me parece católica alguien dedicado al robo del erario o al narcoparamilitarismo. El Evangelio dice: “No he venido a buscar la muerte del pecador, sino a que se convierta y viva”. La perspectiva católica auténtica no consiste en castigar a las personas que están en dificultades. Usted no se imagina cuántas mujeres nos buscan a los sacerdotes para confiarnos el drama que viven. Y encima proponemos meterlas a la cárcel. Esa actitud no tiene nada de cristiana.
–De todas maneras, ellos se tomaron las banderas del catolicismo…
Como dice Daniel Samper Ospina, esos personajes aman tanto la moral que tienen dos. ¿Por qué en vez de promover proyectos punitivos no le metemos una plata a un gran programa nacional de educación sexual? O, ¿no destinamos esfuerzos y recursos a disminuir una de las grandes causas del aborto que es la pobreza? ¿Por qué no atacamos las causas sociales que provocan, según cifras del Ministerio de la Protección Social, 300 mil abortos clandestinos al año, 70 decesos anuales y 132 mil víctimas de traumas físicos?