"La tradición clementina del Evangelio", por Dennis Barton
(2017, Edición 2)
Introducción
En memoria de Dennis Barton (fallecido el viernes 24 de marzo de 2017).
Durante 2000 años los cristianos han aceptado que los cuatro Evangelios proveen hechos históricos confiables acerca de la vida de Jesús. Ellos también han aceptado que los historiadores antiguos suministraron relatos confiables acerca de los orígenes de los Evangelios. Obviamente, varios préstamos tuvieron lugar entre los autores de Mateo, Marcos y Lucas. Pero quién había tomado prestado de quién fue de poco interés académico hasta 1764. Fue entonces que Henry Owen, un vicario anglicano, propuso que Marcos escribió después de Lucas. La idea de Owen fue ignorada en Gran Bretaña y, aunque fue discutida en Alemania, los académicos conservadores la rechazaron. Su motivo principal fue que ella contradecía la secuencia de [San] Jerónimo: Mateo-Marcos-Lucas-Juan. Sin embargo Owen había llegado a su teoría examinando críticamente las palabras usadas por los autores, y esto impulsó a otros a usar la misma técnica. En 1838, Christian Weisse afirmó que, como el Evangelio de Marcos estaba escrito en un griego gramaticalmente pobre, comparado con los otros dos, debió haber sido escrito antes que ellos. Su argumento fue que un ‘prestamista’ no convertiría deliberadamente un griego de buena calidad en uno de calidad pobre. Su idea de que Marcos escribió primero se volvió conocida como la teoría de la prioridad de Marcos. No creyentes de universidades alemanas, apoyados por el gobierno [de Alemania], propugnaron esta teoría porque todos los historiadores antiguos habían dicho que Mateo escribió primero. La aceptación de la prioridad de Marcos significaría que todos los primeros historiadores cristianos estaban seriamente equivocados y así no eran confiables en nada de lo que reportaron. También podía argumentarse que, como la mayoría de los académicos fechaban la redacción de Marcos alrededor del año 64 DC, Mateo y Lucas debían haber sido escritos mucho después. Por lo tanto, ambos Evangelios habrían sido escritos por individuos anónimos que nunca se habían encontrado con Cristo ni con nadie que lo hubiera hecho. Su retrato de la vida de Cristo y del cristianismo no habría estado basado sobre hechos históricos, sino sobre su fe personal. Como tales, los Evangelios nos hablarían de un Cristo de la fe y no del Jesús de la historia. La aceptación de tal visión de la Escritura podría devastar al cristianismo evangélico; y también socavar la afirmación de la Iglesia Católica de haber sido fundada históricamente por Jesús. Los cristianos respondieron a los que promovían la prioridad de Marcos basando su posición en la confiabilidad de Jerónimo al ordenar los Evangelios como Mateo-Marcos-Lucas-Juan. Pero aunque ellos desafiaron firmemente la confiabilidad de la teoría de la prioridad de Marcos, no pudieron explicar el griego “pobre” de Marcos. Por otra parte, los marcanos encontraron necesario confiar en un supuesto documento histórico al que llamaron Q -aunque no había la más leve evidencia histórica de que hubiera existido jamás. Los dos bandos se combatieron el uno al otro hasta llegar a una paralización. La [constitución] Dei Verbum del Concilio Vaticano II sostuvo que testigos oculares, apóstoles y asociados suyos, habían redactado los cuatro Evangelios. El Concilio también permitió una investigación más libre, lo que condujo a la emergencia de una tercera teoría (o mejor dicho, la re-emergencia de la teoría de Owen en una forma moderna). Ésta apuntó a reconciliar los métodos modernos de análisis crítico con la evidencia histórica.