La misantropía verde
Con frecuencia el ecologismo radical desprecia al género humano.
La cosmovisión cristiana es relativamente antropocéntrica y absolutamente teocéntrica. San Pablo lo expresó así: “Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios1.” Todavía en 1947, en la Advertencia que da inicio a su obra principal, un teólogo católico muy “progresista” dijo que su ensayo se basa en dos hipótesis primordiales, de las que la primera es la “significación preeminente del Hombre en la Naturaleza2“.
Pocas décadas después, el influjo combinado del darwinismo, el materia-lismo, el neomalthusianismo, el ecologismo radical y el animalismo ha deshecho el consenso que, durante toda la Cristiandad, consideró como algo evidente que el ser humano ocupa el lugar principal en la jerarquía de los seres del universo material. Si el hombre es sólo un animal más, algo más evolucionado que los otros animales, si en el fondo no es más que un conjunto de átomos, si su reproducción amenaza gravemente a la especie humana y a todas las demás especies, si agota los recursos naturales y pone en peligro al medio ambiente, si es un tirano que viola los supuestos derechos de los demás animales y un cáncer que ensucia y destruye la Tierra, entonces ya no es la obra maestra del supremo artista divino que creó el mundo sino, en definitiva, un ser maligno y despreciable. Allí ha venido a parar buena parte del “humanismo” ateo. Por desgracia, hoy esa misantropía no es rara dentro del movimiento ecologista. Ofrezco algunos datos al respecto.
a) En 1991 el estadounidense Les U. Knight fundó el Movimiento para la Extinción Humana Voluntaria, que propone la extinción de la especie humana, por medio de una decisión libre de no reproducirse, como la mejor solución a los problemas que sufre Gaia, la Tierra personificada o diviniza-da.
b) En 1992 la persona transexual vegana Chris Korda fundó en Boston la Iglesia de la Eutanasia, cuyo lema más popular es “Salva el planeta, suicídate.” Su doctrina moral se resume en un único mandamiento: “No procrearás". Sus cuatro pilares son: suicidio, aborto, sodomía y canibalismo (para los que insisten en comer carne).
c) El ecologista finlandés Pentti Linkola, propulsor de la reducción de la población mundial y la desindustrialización, declaró que otra guerra mundial sería “una ocasión feliz para el planeta… Si hubiera un botón que yo pudiera presionar, me sacrificaría a mí mismo sin dudar si eso significara que millones morirían3.”
No crean que sólo personas o grupos marginales abrazan la misantropía ecologista. También personas muy influyentes sostienen ideas similares.
En 1988, el Príncipe Felipe, consorte de la Reina Isabel II, dijo: “En caso de que yo me reencarnara, me gustaría volver como un virus mortal, para contribuir algo a solucionar la superpoblación". Palabras especialmente significativas hoy, después de la pandemia de COVID-19.
En 1991, el famoso oceanógrafo francés Jacques-Yves Cousteau, entrevis-tado por El Correo de la UNESCO, dijo: “Deshacerse de los virus es una idea admirable, pero plantea problemas enormes. En los primeros 1.400 años de la era cristiana, las cifras de población eran virtualmente estacionarias4. A través de las epidemias, la naturaleza compensaba los nacimientos excesivos con muertes excesivas… [El director de la Academia Egipcia de las Ciencias] me dijo que los científicos se horrorizaban al pensar que para… 2080 la población de Egipto podría llegar a 250 millones. ¿Qué deberíamos hacer para eliminar el sufrimiento y la enfermedad? Es una idea maravillosa pero quizás no del todo beneficiosa a largo plazo… Es terrible tener que decir esto. La población mundial debe ser estabilizada y para hacer eso debemos eliminar a 350.000 personas por día.”
En las grandes reuniones internacionales acerca del cambio climático se está planteando cada vez más abiertamente la necesidad de reducir la población mundial y el desarrollo económico para combatir el calentamiento global supuestamente antropogénico y catastrófico. La misantropía del ecologismo radical está creciendo. Su receta para salvar a los osos polares y al planeta incluye el aborto, la eutanasia, etc.
Un concepto que se las trae es el de “capacidad de carga de la Tierra": la máxima población humana que puede vivir en nuestro planeta de un modo “sostenible". La actual población humana es de unos 8.000 millones. El ecologista radical Paul Ehrlich sostuvo que dicha capacidad es de unos 1.500 a 2.000 millones de personas. Ehrlich escribió varios libros sobre ecología en colaboración con John Holdren, quien fue el principal asesor científico del Presidente Obama. Holdren es partidario del des-desarrollo de las naciones ricas y el semi-desarrollo de las naciones pobres.
Hans Joachim Schellnhuber, otro ecologista radical, ex asesor científico de la Canciller Angela Merkel, dijo que la capacidad de carga de la Tierra está “por debajo de los 1.000 millones de personas5.” El ateo Schellnhuber fue uno de los tres expositores que el 18/06/2015 presentaron oficialmente en el Vaticano la encíclica ecológica del Papa Francisco, Laudato Si’.
Daniel Iglesias Grèzes
1) 1 Corintios 3,22-23.
2) Pierre Teilhard de Chardin, El fenómeno humano, Ediciones Orbis S.A., Barcelona, 1978, p. 40.
3) En: Wall Street Journal, 20/05/1994.
4) Esto es inexacto: en ese entonces la población crecía de forma casi continua, aunque lentamente.
5) En: New York Times, 13/03/2009.
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6 comentarios
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DIG: Muchas gracias, hermano. Lo retribuyo desde Uruguay.
1) los neomalthusianos, en general, son proclives a adoptar hábitos de vida ecológicos y a apoyar políticas públicas sostenibles. Ese estilo de vida aumentaría la "capacidad de carga de la tierra" (posibilidad de + población)
2) los ultranatalistas, en general, son reacios a adoptar hábitos ecológicos y a las políticas públicas sostenibles. Ese estilo de vida llevaría al colapso (sería necesaria - población) .
Paradojas humanas...
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DIG: Es que en realidad la "crisis de sostenibilidad" es más bien dudosa, y está inflada por el alarmismo malthusiano.
Los estadounidenses son menos del 6% de la población mundial pero consumen el 25% de los recursos del planeta.
De nada sirve reducir la población mundial y pasar de los ocho mil millones actuales a solamente tres mil millones de personas, si cada uno de ellos va a consumir como actualmente consume un europeo o un norteamericano.
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