Dos ideas sobre la catequesis kerygmática
Según la práctica tradicional de la Iglesia Católica, la catequesis presupone la fe. Dicho de otro modo: no se da catequesis a los no creyentes, sino a quienes ya han hecho un primer acto de fe cristiana y quieren prepararse para recibir el Bautismo (los catecúmenos) o bien a los bautizados que se preparan para recibir otro sacramento (por ejemplo, la Confirmación o la Primera Comunión). A los no creyentes se les dirige un primer anuncio del Evangelio que incluye una invitación a la conversión y al Bautismo. Sólo si el destinatario de este anuncio lo recibe positivamente (aceptándolo) puede convertirse en catecúmeno. La catequesis es pues siempre una “segunda etapa” del proceso evangelizador.
A esto se suma otro hecho notable: casi todos los catecismos antiguos y modernos (incluso el actual Catecismo de la Iglesia Católica) tienen un estilo marcadamente enunciativo, no tanto argumentativo. Es decir, en general los catecismos dicen qué es lo que los cristianos deben creer, pero pocas veces explican (al menos de forma detallada) por qué deben creerlo. Se esfuerzan mucho más en presentar las verdades de la fe católica que en justificarlas o defenderlas.
La secularización experimentada durante los últimos siglos y agravada en las últimas décadas, sobre todo en las naciones de Occidente, ha planteado problemas muy serios a la catequesis. En la Cristiandad por lo común la fe católica se transmitía sin mayores dificultades de padres a hijos, con la ayuda del influjo de un sinnúmero de tradiciones o costumbres cristianas, que impregnaban los distintos aspectos y estamentos de la sociedad. La crisis espiritual y moral causada por la secularización ha cambiado radicalmente el panorama socio-cultural en los últimos 50 años. Hoy muchos de nuestros catequizandos provienen de familias más o menos alejadas de la Iglesia Católica, con conocimientos religiosos muy pobres, una práctica sacramental escasa o nula y un estilo de vida poco cristiano. Además, la sociedad secularizada tiende a influir fuertemente en sentido contrario a la labor catequética. En resumen, y con perdón de la franqueza brutal, muchos de nuestros catequizandos son casi paganos con algún barniz cristiano. En estas condiciones, no es extraño que su fe cristiana sea con frecuencia muy frágil. Todo esto ayuda a explicar, por ejemplo, la falta de perseverancia en la vida cristiana de muchos niños católicos después de recibir la Primera Comunión, tras varios años de catequesis.
La reflexión realizada en todos los niveles de la Iglesia acerca de estos problemas ha arrojado ya algunos resultados importantes. Uno de los principales es la extendida convicción de la necesidad de una “catequesis kerygmática”, o sea una catequesis que incluya en sí misma el “kerygma” o primer anuncio del Evangelio. El Papa Francisco, en los números 164-165 de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, lo expresa de la siguiente manera:
“Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o «kerygma», que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. El kerygma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte». Cuando a este primer anuncio se le llama «primero», eso no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos. Por ello, también «el sacerdote, como la Iglesia, debe crecer en la conciencia de su permanente necesidad de ser evangelizado».
No hay que pensar que en la catequesis el kerygma es abandonado en pos de una formación supuestamente más «sólida». Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis. Es el anuncio que responde al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano. La centralidad del kerygma demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas. Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena.”
Partiendo de esta enseñanza del Papa, quisiera aportar dos ideas o reflexiones, con la esperanza de que personas más competentes en la materia puedan profundizarlas y desarrollarlas.
Mi primer aporte consiste en señalar que la catequesis kerygmática puede o no ser una gran contribución a la solución del problema antes expuesto, dependiendo de cuál sea el contenido transmitido en ese primer anuncio del Evangelio que, con toda razón, se pretende ahora incluir en la catequesis. Me parece advertir (no hablo ahora del Papa Francisco, sino de la Iglesia en general) una tendencia a reducir el kerygma al anuncio de la resurrección de Cristo. Muchos razonan así: el kerygma es el anuncio de la Buena Noticia. ¿Y cuál es la Buena Noticia? Que Cristo resucitó.
Esto es verdad, obviamente, pero no es toda la verdad. Opino que esta tendencia reduccionista puede llegar a frustrar buena parte de las esperanzas puestas en la catequesis kerygmática, porque la resurrección de Cristo, aunque es la verdad central de nuestra fe, no es su verdad primera, ni lógica ni cronológicamente. En otras palabras, hoy el primer anuncio del Evangelio no debe ser simplemente igual al discurso de San Pedro en Pentecostés (cf. Hechos 2,14-41), cuyo centro fue éste: ese Jesús, a quien ustedes conocieron y vieron morir en la cruz, ha resucitado; y nosotros somos testigos de ello. Ese discurso de Pedro fue muy eficaz porque sus oyentes eran judíos religiosos, que ya creían en Dios, en la creación y en la caída, ya creían en la Biblia hebrea (el Antiguo Testamento) y ya esperaban un Salvador. Hoy nuestro primer anuncio del Evangelio debe partir “de mucho más atrás”. Debe parecerse más al discurso de San Pablo en el Areópago de Atenas (cf. Hechos 17,16-34): dirigiéndose a un grupo de paganos, Pablo, antes de hablarles de Jesús y de la resurrección, les habló de un Dios al que ellos adoraban sin conocer, el Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él.
Un excelente ejemplo de lo que hoy podría funcionar bien como primer anuncio del Evangelio es el numeral 1 del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica: “¿Cuál es el designio de Dios para el hombre? Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en Sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerlo partícipe de su vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocándolos en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y herederos de su eterna bienaventuranza.”
En otras palabras, el primer anuncio del Evangelio debe ser global. Cuando nos limitamos a anunciar la resurrección de Cristo, muchos de nuestros oyentes la consideran como un simple hecho histórico del pasado, sin mucha relación con ellos. No valoran la Redención porque no tienen un sentido del pecado. No comprenden de qué ni por qué tenemos que ser salvados. Opino que, como en el último texto citado, la Buena Noticia de Jesús hoy comienza así: “Soy amado, luego existo”. Nuestra existencia no es absurda, no carece de un sentido absoluto. No somos hijos no deseados de la fría y caótica Madre Naturaleza. Dios existe y hemos sido creados por Él, que es Amor, por amor y para el amor. Dentro de este marco luminoso y feliz se puede desarrollar luego toda la historia de salvación, centrada en Cristo y en su resurrección.
Mi segundo aporte consiste en señalar que hoy no basta que la catequesis sea kerygmática; debe ser también apologética, puesto que no sólo debe transmitir los contenidos de la fe católica, sino también ayudar a fortalecer esa fe mostrando su razonabilidad y defendiéndola de las críticas que se le hacen. Así los catequizandos podrán estar mejor preparados para enfrentar las tentaciones de la increencia, de las sectas, de las supersticiones y de las nuevas formas de religiosidad no cristiana, tentaciones que pululan en el Occidente actual.
Por lo tanto, la catequesis debería prestar especial atención a los “preámbulos de la fe”, las verdades de fe accesibles a la sola razón natural: la existencia, unidad y unicidad de Dios, la espiritualidad e inmortalidad del alma humana, etc. También debería exponer con algún detenimiento las razones por las que creemos en Jesucristo y en la Iglesia Católica y la refutación de los principales argumentos anticristianos y anticatólicos. Por último, debería insistir mucho en la estructura esencial de la fe católica: creemos en todo lo que la Iglesia Católica propone a sus fieles para ser creído porque (con buenas razones) creemos que esta Iglesia ha sido fundada por Cristo y que, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, ella es indefectible en la fe y transmite sin error la verdad revelada por Dios en Cristo para nuestra salvación.
Por lo tanto opino que sería muy provechoso elaborar un “Catecismo Apologético”, que complemente los excelentes catecismos actuales, de estilo enunciativo, con una exposición mucho más argumentativa de las principales verdades de la fe católica.
Daniel Iglesias Grèzes
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11 comentarios
soy un joven al que le preocupa ver como mi comunidad de fieles creyentes no avanza... y también he pensado que es quizás por la poca formación hay en la Iglesia Católica en los fieles que salen a Catequizar, Evangelizar.. pienso que hablar con personas que no tienen la mas mínima formación y menos fé no se debe limitar a hablarles de entrada de la Resurrección de Jesús.. pues este acontecimiento implica de fé para creerlo.. plantear de una mejor forma los pasos del Kerigma (“El primer tema es ‘El amor de Dios’, ese amor tan grande que nos regala Dios; luego viene ‘El Pecado’, la cual es una barrera que no nos deja experimentar el amor de Dios. En tercer lugar llega ‘La Buena Noticia’ aquí es donde llega la noticia de que Jesús murió por nuestros pecados, pero no ha quedado muerto ha resucitado para estar a nuestro lado por medio al Espíritu Santo, en el cuarto tema está ‘Creer y convertirse’ dar ejemplos de fé y conversión den nosotros; el quinto punto habla de ‘Recibir al Espíritu Santo’ recibir en nuestra vida a Jesús resucitado manifestado por medio al Espíritu Santo y por último, hablo del verdadero compromiso como cristianos e hijos de Dios, ‘Integrarse a la comunidad’.
Pero a todo esto viene la segunda parte la que refieren en este articulo un Kerigma Apologético que las personas puedan defender con bases Biblicas a los protestantes e in-conversos que esto que se le ha comunicado no son designios de hombre y mujeres de la Iglesia sino que esto es cierto... soy un amante de la apologética me gusta me apasiona defender mi fe... y justo a esto la primera parte de mi comentario donde digo que falta formación el Católico no sabe defender su Fe viene un Protestante con dos palabras Bíblicas aprendidas a su manera y te roban la poca fe que has tenido en la Verdadera Iglesia de Dios...
Esto es verdaderamente preocupante, entiendo la iglesia debe poner especial atención en un Catecismo Apologético... y no solo promover por los medios de la Internet, sino hacer que esta formación llegue a los feligreses de la Iglesia por medio a las distintas Pastorales.. y poner especial atención a la Pastoral Juvenil con esta formación ya que de esta depende el futuro de una Iglesia formada y con base para defender su Fé....
Muchas Bendiciones..!!
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DIG: Muchas gracias, Joel. Que Dios bendiga tu labor apostólica.
Reducen el cristianismo a ser buenas personas o llaman a los jóvenes a colaborar con Cristo en la salvación del mundo, ayudando a los más débiles, siendo misericordiosos, etc. (en suma, les piden obras) sin aclarar bien como es eso de que es Cristo mismo el que hace la obra, que no pueden ser ellos por sus fuerzas los que las hagan. Un caos, porque les piden que vivan la fe a quienes no la tienen, presuponiendo en parte que sí la tienen. Y así nos va.
Es decir,mostrar en carne propia,que la Verdad es Verdad,que el Camino es la Santidad,y que la Vida se ha manifestado,ha vuelto a encarnar,por medio de SU Espiritu,en los que le buscan con corazon contrito y anhelan recibirle,tal como dijo; porque SU Palabra es Verdad,y nosotros tenemos que dar Fe,de que EL habita en nosotros.
Creo que tenemos que empezar siempre por ahi,por el testimonio de Fe. La que Dios le haya dado a cada uno segun el beneplacito de SU voluntad.Porque sabemos que el evangelio no llega de la misma manera a todos,sino que el Señor llama a cada uno,como EL lo considera,en todo caso,siempre van a coincidir en los elementos nucleares.Purificacion/arrepentimiento,iluminacion/despertar y union/reconciliacion= nueva creacion-7-dia de descanso en la Gracia-santificacion-hombre carnal(6),hombre espiritual(7)-el paso al otro lado del Jordan.
La Paz de Cristo.
pd;Excelente articulo.
Ahora bien, la apologética de los primeros tiempos del cristianismo incluía no sólo la defensa de la propia fe, sino la denuncia y ataque versus las herejías y las sectas, como por ejemplo el agnosticismo y luego el arrianismo. La nueva apologética debería seguir ese ejemplo atacando tanto al modernismo-progresismo, tan infiltrado en todos los niveles ad intra, como a la secta masónica, tan repetidamente condenada por los papas de los siglos XVIII y XIX. La cual secta ha logrado dominar a multitud de gobiernos y a la propia ONU, imponiendo sus consignas y objetivos sobre una gran parte de la población mundial.
Hoy en día vemos que dentro de la Iglesia muchos consideran al Progresismo como una opción legítima, y a las denuncias contra la secta masónica las desestiman por tacharla despectivamente de "conspiranoicas". Sin embargo el Progresismo es el Modernismo (síntesis de todas las herejías) redivivo. Y la Masonería es la que provee la doctrina que in-forma a los Partidos Políticos de la Democracia Liberal.
Habrían de aplicarse no sólo
-a la catequesis de los fieles, sino también
-a la formación de los sacerdotes en los Seminarios.
Las dos.
Gracias, Daniel.
Que la fe es un don de Dios.
Nosotros podemos "anunciar" la buena noticia, pero no podemos obligar a la fe. Del mismo modo, si Dios ha otorgado la fe al catequizando -aunque sea del tamaño de un grano de mostaza- nuestra labor es cultivar esa fe.
El kerigma y la apologética -especialmente ésta última- como se entienden hoy, con demasiada frecuencia se parecen al agricultor que quema el campo, lo ataca con productos químicos, cosecha el fruto cuando aún está verde y luego sale a buscar más semillas, descuidando las que podrían haber crecido con un poco más de cariño y dar ciento por uno.
A mí en particular me da escalofríos cada vez que oigo la frase "defender la fe". Me habla de agresividad, de pasión desenfrenada, de gritos, de vencedores y vencidos, de polarización en un mundo que ya no puede con más polos opuestos.
Trato de imaginarme a un niño de primera comunión proveniente de una familia "poco cristiana" -sumen aquí cuántos defectos y pecados puedan tener sus padres, con quienes pasa el 98% de su existencia- escuchando condenas, contradicciones, cosas que todos sabemos que no deben pasar pero pasan, volviendo a casa sin poder articular palabra porque sabe que todo aquéllo es "teoría" y lo que vive en casa es "práctica". ¿No es natural que después del acto no quiera saber nada más de la Iglesia?
A cambio, una catequesis más nutritiva, que le diga al niño que "si sus padres lo mandaron a catequesis es porque lo aman", así y sean divorciados, de matrimonio mixto, del mismo sexo o cualquier otro pecado evidente, que hable de perdón, de construcción, de conversión permanente, de pasos pequeños... quizás ese niño quiera volver más tarde a escuchar otro poco más sobre el amor de Dios.
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DIG: Verdad y amor deben ir siempre juntos, en la catequesis y en todo lo demás. Tú, con razón, temes a la verdad sin amor. Creo que también deberías temer al amor sin verdad (la gran tentación del tiempo presente).
Es imposible tener amor sin verdad. El amor sin verdad es egoísmo. O manipulación, o cualquier otra cosa, pero no amor.
Me impactaron particularmente las palabras del Papa Francisco a los directores de las órdenes cuando presentó el caso real de una niña a la que vieron triste en catequesis. Y le preguntaron qué le pasaba y ella contestó "es que la novia de mi mamá no me quiere".
No conozco un sólo apologista que habría sido capaz de mostrarle a esa niña el amor de Dios. Ni siquiera habría podido explicarle por qué estaba allí. La tentación de sacar la espada flamígera hoy en día es demasiado grande y en la siguiente frase tres almas podrían haberse salvado o perdido, según cómo a esa niña se le haya presentado la verdad.
Y el problema es que no es un caso aislado. Con tasas de divorcio alcanzando o superando el 50% -según el país- casi podemos asegurar que en cada grupo de catequesis hay más de un niño de padres divorciados. Muchachos que ven pornografía que nosotros ni nos llegamos a imaginar, parejas en cursos prematrimoniales riéndose de la moral sexual, padrinos homosexuales, abuelos languideciendo en asilos, hijos de políticos y sindicalistas... usted dígame.
Y sin embargo, allí están las semillas de fe. Semillas que no pusimos nosotros: las puso Dios. Y las puso allí porque Él cree que pueden crecer y dar fruto.
Sin duda la catequesis debe evolucionar y me parece que usted plantea dos guías muy importantes. Pero como con las leyes, hay que tener cuidado cómo se aplican. Teniendo que elegir, prefiero a la monjita de cara bobalicona inflamada de amor a Dios, sobre el teólogo relumbrante capaz de citar capítulos y versículos de memoria que pondrían verde a Lutero redivivo pero que no sabe tratar con una niña triste.
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DIG: En el fondo tampoco puede haber amor sin verdad. Amar es querer el bien del otro, su verdadero bien. Si el bien buscado no es verdadero bien, no hay tampoco verdadero amor.
Tu error grave está en la frase "teniendo que elegir". No tienes que elegir entre verdad y amor, ni entre fe y caridad, ni entre ortodoxia y ortopraxis. El catequista (como cualquier cristiano) necesita absolutamente ambas cosas.
Es claro que no basta anunciar la verdad sin denunciar los errores. Esa denuncia no es falta de amor, sino una de las formas más importantes del amor. Una de las siete obras de misericordia espiritual es precisamente corregir al que yerra; y otra es enseñar al que no sabe. Normalmente se evita la corrección fraterna por egoísmo, porque el que debería corregir a su hermano quiere evitarse el mal rato de la corrección. El cristiano que no anuncia las verdades incómodas (como la necesidad de la conversión) no ama lo suficiente.
Te invito a reflexionar, en la próxima Cuaresma, sobre las muchas palabras duras del Evangelio, sobre todo de Jesús y de Juan el Bautista. Que el Señor te haga ver que esas palabras brotan de un amor muy grande y manifiestan ese amor.
No es error elegir.
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DIG: Es un error grave elegir entre la verdad y el amor. Ambas cosas son necesarias. Hablábamos de esa elección.
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De hecho, el mayor don que Dios nos ha dado es la libertad de elegir. Y en ningún momento he negado que haya que enseñarse la verdad.
Mi preocupación está en el acento.
¿Qué le decimos a la niña triste? ¿Que sus "mamás" están condenadas al fuego eterno -cierto- o que todos tenemos esperanza de salvación -también cierto-?
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DIG: Todos tenemos esperanza de salvación, pero algunos están en estado de gracia y otros en pecado mortal. Estos últimos deben convertirse para poder alcanzar la salvación.
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Quizás ni una ni la otra. La niña está abriendo su corazón ante nosotros y espera una palabra de aliento, saber que no es su culpa, que tiene que seguir portándose bien a pesar de cualquier circunstancia, que Jesús la ama y que también ama a su mamá y a su novia, aunque hagan cosas malas como no querer a una niña tan linda.
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DIG: Soslayas el pecado más notorio en el ejemplo que pusiste: la relación homosexual.
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Y como eso, mucho. Y no todos los niños se abren y comparten sus problemas de casa, la mayoría los oculta. ¿Qué mensaje se llevan de la catequesis? ¿Que en la Iglesia todo es condena -cierto- o que en la Iglesia todo es perdón -también cierto-? ¿Que todos somos pecadores -cierto- o que todos podemos ser santos -también cierto-?
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DIG: Es falso que "en la Iglesia todo es condena". La Iglesia rechaza el pecado porque ama al pecador. Es ambiguo decir que "en la Iglesia todo es perdón". Todo pecado puede ser perdonado si el pecador se arrepiente y se propone enmendar su vida.
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Yo, educado con el mayor de los cariños y bajo las normas más normales, no escuché del llamado a la santidad hasta hace apenas unos pocos años y ya peino canas hace rato. Antes de eso, sólo sabía que era pecador y que no tenía remedio.
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DIG: Entonces tuviste una educación cristiana muy rara. El llamado a la santidad es el ABC del Evangelio. Y es falso que alguien no tenga remedio.
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Jesús dirigía palabras duras a Herodes, a los publicanos, a los fariseos: a gente que tenía que saber mejor cómo comportarse y a propósito se comportaban mal. A los pobres, a los enfermos, a los pecadores los trataba con cariño y les decía "tus pecados te son perdonados, vete y no peques más". A ninguno le dijo mentiras, Él que es todo verdad. Pero sabía darle el acento a cada uno. Ajustaba su discurso a la capacidad del pueblo, diferente a la de los discípulos.
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DIG: El pecado es siempre un mal cometido a propósito. Los "pecadores" no eran un conjunto disjunto con respecto a categorías tales como "publicanos" o "enfermos".
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No se puede pedir que todos los niños de catequesis salgan convertidos en San Jorges dispuestos a matar dragones en su camino a casa. Alguno habrá. Pero la mayoría serán personas comunes como yo, tratando de llegar al final del mes entre pecados y aciertos. La misión del catequista no es que yo convierta infieles. Sería más que suficiente que yo persevere hasta el fin.
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DIG: La fe se fortalece dándola. Es como un fuego que, si no quema lo que tiene alrededor, tiende a apagarse.
¿Qué sabe una niña de una relación homosexual? ¿Qué puede alguien explicarle en una frase? Es más: en el curso de todo un año de catequesis -a menos que el catequista se obsesione con el tema- pocas cosas se pueden profundizar sobre la tendencia homosexual.
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DIG: No hay que obsesionarse con el tema, pero tampoco silenciarlo. Hay que hablarlo a su debido tiempo, teniendo en cuenta la edad y demás circunstancias de los catequizandos.
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A cambio de eso, una catequesis que hable de...
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DIG: Ahí está tu error: "a cambio de eso". No hay que elegir entre el anuncio de la verdad y el rechazo de los errores. Las dos cosas han de hacerse, aunque la primera tenga prioridad.
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" Todo pecado puede ser perdonado si el pecador se arrepiente y se propone enmendar su vida."
...sería mucho más productiva y sí se puede profundizar, en una frase, en una charla, en una clase, en un mes o en un año.
Los apologistas actuales tienen una tendencia muy fuerte a " quemar lo que tienen alrededor ", sin fijarse si hay algo todavía rescatable (que siempre lo hay).
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DIG: Me parece una acusación gratuita.
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Quizás lo hagan incendiados de amor, no lo sé. Pero no he visto ninguna conversión surgida de una acre discusión sobre "tú no tienes la razón y yo sí". Más bien, lo que se mira con más frecuencia son actitudes polarizadas, niños que no vuelven después de la primera comunión y padres que ni se asoman más que para el acto en sí.
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DIG: Lo que dices me parece irreal. Hoy lo más común, por lejos, es (cuando el catequista es ortodoxo, que no siempre lo es) anunciar la verdad sin denunciar el error; mucho menos frecuente aún es la denuncia obsesiva o con saña.
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¿Se habrían arrepentido las "madres" si su hija llega con espíritu de perdón de vuelta a casa, aunque siga sin entender qué es o cómo funciona la homosexualidad? ¿Habrían tenido ellas curiosidad por ese "Dios invisible" que no conocen pero suponen que existe y por eso mandaron a la niña a la catequesis? ¿O se habrían arrepentido más si llega hecha una furia a decirles que son unas pecadoras irredentas condenadas al infierno mientras sigan durmiendo en la misma cama?
Repito: yo no elijo entre la verdad y el amor, porque yo estoy convencido que son lo mismo. Yo elijo entre matar al mensajero a pedradas porque se atrevió a manifestar sus dudas y no hacerlo. La tendencia actual es a la piedra. Y a mí no me gusta.
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DIG: La tendencia actual (¡clarísimamente!) es hacia un amor sin verdad. Y eso no es bueno.
Repito una vez más porque es OBVIO que no ha leído ni entendido una sola palabra de lo que le he escrito.
EL AMOR SIN VERDAD NO ES AMOR.
Y le voy a poner un ejemplo crudísimo para ver si por fin me lee: Un chico que le dice a una chica "te amo" para llevársela a la cama, ni a ama ni le está diciendo la verdad.
Lo mismo pasa con los que predican "amor" por llenar los canastos de colectas. Ni aman, ni dicen la verdad.
¿Me leyó por fin? Si no lo ha entendido, por favor vuelva a leer porque sin eso todo lo demás que le diga es inútil.
En serio, no siga si no ha entendido que AMOR Y VERDAD SON INSEPARABLES.
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DIG: He leído, entendido y respondido detalladamente todos y cada uno de tus anteriores mensajes. Dado que no has sabido mantener un diálogo respetuoso, esta discusión termina aquí.
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Cuando yo hablo de predicar con amor OBLIGATORIAMENTE estoy hablando de predicar con verdad. Es imposible separarlas.
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DIG: Es imposible separar el amor verdadero de la verdad. Pero muchos cristianos predican hoy un amor falso, separado de la verdad cristiana. Esa separación no sólo es posible, sino frecuente hoy.
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Yo no puedo decirle a nadie "tus pecados están perdonados" si no se ha arrepentido, si no quiere cambiar y si no se ha confesado ante un sacerdote legítimamente ordenado y en funciones.
Pero sí puedo, en amor y en verdad, decirle que no importa qué tan grave sea su pecado, si se arrepiente, si se enmienda y se confiesa su pecado será perdonado.
¿Qué me impide decirle eso a un homosexual, un pederasta, un asesino o uno que no va a Misa los domingos?
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DIG: Pero también hay que decir, en algún momento y con las palabras adecuadas para cada caso concreto, que está mal practicar la homosexualidad, la pederastia, el homicidio o el ausentismo voluntario no justificado de la Misa dominical.
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El acercamiento "apologético" no es así. Los apologistas afirman (y no es una acusación gratuita, lo leo todos los días) que si es testigo de Jehová está condenado al infierno, que si comulga con minifalda no tiene perdón de Dios, que si canta desafinado más le valdría atarse una piedra de molino al cuello y tirarse al mar, que si el cura no lleva estola su confesión es inválida, que si se arrepiente in artículo mortis de todas maneras va al infierno.
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DIG: Esa acusación contra "los apologistas" es completamente gratuita. Ninguno de los apologistas católicos que conozco (y conozco muchos) sostiene semejantes tonterías. Acaso (no lo sé) haya uno o unos pocos apologistas mal preparados o fanáticos que lo hagan; pero no tiene ningún sentido generalizar a partir de una base tan estrecha.
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¿Dónde está allí la verdad y el amor? ¿Eso queremos para nuestros niños? ¿Cuántas almas se salvan con eso?
Yo espero que no se haga eso en la catequesis. Porque cuando mis hijos vayan a ESA catequesis, no van a querer volver jamás a la Iglesia. Y yo no los culparía.
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DIG: Bien, pero ese caso no se da realmente en ninguna medida significativa. Lo que sí ocurre con mucha frecuencia es que unos cuantos catequistas distorsionan la doctrina católica, otros muchos no lo hacen pero callan sobre puntos fundamentales, y otros muchos no caen en las fallas anteriores pero anuncian la verdad católica sin denunciar (o sin denunciar suficientemente) los errores contrarios.
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