El Concilio Vaticano II y el diálogo ecuménico: ¿renovación o ruptura? –3
10. El ecumenismo según el Concilio Vaticano II
En este apartado analizaré algunas cuestiones referidas al diálogo ecuménico, que se corresponden con el tercer fin principal del Concilio, según Pablo VI. (13)
La “hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura” denunciada por Benedicto XVI se ha manifestado en todos los aspectos de la vida de la Iglesia, en particular en lo referente al diálogo ecuménico, generando no pocas desviaciones con respecto a la auténtica doctrina conciliar. Acerca de este tema intentaré practicar la “hermenéutica de la reforma o de la renovación en la continuidad” prescrita por Benedicto XVI. Para esto citaré y comentaré brevemente seis textos del Vaticano II sobre el ecumenismo que manifiestan claramente dicha renovación en la continuidad.
a) La única Iglesia de Cristo es la Iglesia católica
“Ésta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica, y que nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara (cf. Juan 21,17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mateo 28,18ss), y erigió perpetuamente como “columna y fundamento de la verdad” (1 Timoteo 3,15). Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, si bien fuera de su estructura se encuentran muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica.” (Concilio Vaticano II, constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, n. 8).
De este texto surgen estas cuatro enseñanzas:
• La Iglesia de Cristo es una y única; no está ni puede estar dividida.
• La Iglesia de Cristo “subsiste en” la Iglesia católica, o sea es la Iglesia católica, puesto que la substancia de la Iglesia de Cristo permanece en la Iglesia católica. No se dice ni podría decirse otro tanto de ninguna otra Iglesia o Comunidad eclesial.
• La Iglesia de Cristo es una realidad actual, presente en la historia, visible en el mundo, no un mero proyecto, ideal o entelequia abstracta. Según la voluntad de su Divino Fundador, se trata concretamente de la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de San Pedro (el Papa) y los Obispos en comunión con él (los Obispos católicos).
• Los elementos de santidad y verdad presentes en las Iglesias y Comunidades eclesiales no católicas son bienes propios de la Iglesia católica e impulsan a los cristianos no católicos hacia la unidad propia de la Iglesia católica.
La interpretación indicada, en realidad obvia, de la expresión “subsistit in” (= “subsiste en”), que sin embargo ha dado lugar a tantas interpretaciones diversas, fue confirmada oficialmente por un documento de 2007 de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF): Respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia. Ese documento afirma la plena identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católica (14).
Junto con ese documento, la CDF publicó un “Artículo de Comentario” que explica más extensamente las respuestas del documento (15). De dicho artículo, destaco la siguiente frase: “la sustitución de “est” con “subsistit in”, contra tantas interpretaciones infundadas, no significa que la Iglesia católica renuncie a su convicción de ser la única verdadera Iglesia de Cristo.”
La misma doctrina eclesiológica fue expuesta en otro documento de la CDF: la Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia; sobre todo en el Capítulo IV, titulado “Unicidad y unidad de la Iglesia”. Destaco parte del numeral 16: “Por eso, en conexión con la unicidad y la universalidad de la mediación salvífica de Jesucristo, debe ser firmemente creída como verdad de fe católica la unicidad de la Iglesia por Él fundada. (…) Los fieles están obligados a profesar que existe una continuidad histórica –radicada en la sucesión apostólica– entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia católica.” (énfasis presentes en el original).
También destaco, dentro del mismo Capítulo IV, la nota 56: “Es, por lo tanto, contraria al significado auténtico del texto conciliar la interpretación de quienes deducen de la fórmula subsistit in la tesis según la cual la única Iglesia de Cristo podría también subsistir en otras iglesias cristianas. «El Concilio había escogido la palabra “subsistit” precisamente para aclarar que existe una sola “subsistencia” de la verdadera Iglesia, mientras que fuera de su estructura visible existen sólo “elementa Ecclesiae”, los cuales –siendo elementos de la misma Iglesia– tienden y conducen a la Iglesia católica» (Congr. para la Doctrina de la Fe, Notificación sobre el volumen «Iglesia: carisma y poder» del P. Leonardo Boff, 11-III-1985: AAS 77 (1985) 756-762).” (16)
b) Los cristianos no católicos están en comunión incompleta con la Iglesia católica
“La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro… De esta forma, el Espíritu suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo y la actividad para que todos estén pacíficamente unidos, del modo determinado por Cristo, en una grey y bajo un único Pastor. Para conseguir esto, la Iglesia madre no cesa de orar, esperar y trabajar, y exhorta a sus hijos a la purificación y renovación, a fin de que la señal de Cristo resplandezca con más claridad sobre la faz de la Iglesia.” (Concilio Vaticano II, constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, n. 15)
De este texto surgen estas cuatro enseñanzas:
• La Iglesia católica reconoce que los cristianos no católicos son verdaderos cristianos, siempre y cuando hayan recibido válidamente el sacramento del bautismo y profesen los dogmas principales de la fe cristiana (expresados por ejemplo en el Credo Apostólico).
• Los cristianos no católicos pertenecen a la Iglesia católica de una forma imperfecta. Esa imperfección no se refiere directamente a la condición moral de esas personas, sino a una profesión de fe incompleta o a una comunión sacramental y jerárquica incompleta con la Iglesia universal.
• El Espíritu de Dios suscita en los cristianos el deseo de la unidad perfecta en el modo determinado por Cristo, es decir, en el seno de la Iglesia católica fundada por Él y guiada por el Papa, Pastor supremo a quien Él encomendó el cuidado de su grey.
• La unidad perfecta de todos los cristianos en la Iglesia católica hará que ésta sea más claramente señal de Cristo, sacramento de Cristo.
c) El objetivo del movimiento ecuménico es restaurar la unidad entre todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo
“Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los principales propósitos del Concilio ecuménico Vaticano II. Porque una sola es la Iglesia fundada por Cristo Señor; muchas son, sin embargo, las Comuniones cristianas que a sí mismas se presentan ante los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y siguen caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido. Esta división contradice abiertamente a la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio a todos los hombres.” (Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo, Unitatis Redintegratio, n. 1).
De este texto podemos deducir estas tres verdades principales:
• El objetivo del movimiento ecuménico es la restauración de la unidad entre todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo, no la restauración de la unidad de la Iglesia, puesto que la Iglesia nunca ha perdido la unidad, esa característica esencial suya.
• Como ya vimos, según el Concilio la única Iglesia de Cristo es la Iglesia católica. Por ende, el objetivo del diálogo ecuménico de parte católica es la restauración de la unidad entre todos los cristianos en la Iglesia católica.
• Muchas Comuniones cristianas se presentan a sí mismas como la verdadera herencia de Jesucristo, pero no todas pueden serlo en lo que tienen de peculiar y específico, es decir en lo que las distingue de las demás y las contrapone a ellas, ya que la verdad es sólo una; la verdad no puede contradecir a la verdad. Todos los discípulos de Cristo deben tener un mismo sentir y un mismo obrar en lo referente a la voluntad de Dios, tal como ésta ha sido revelada por Cristo y transmitida por la Iglesia.
d) La incorporación plena de los cristianos no católicos a la Iglesia católica es necesaria
“Sin embargo, los hermanos separados de nosotros, ya individualmente, ya sus Comunidades e Iglesias, no disfrutan de aquella unidad que Jesucristo quiso dar a todos aquellos que regeneró y convivificó para un solo cuerpo y una vida nueva, y que la Sagrada Escritura y la venerable Tradición de la Iglesia confiesan. Porque únicamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es el auxilio general de salvación, puede alcanzarse la total plenitud de los medios de salvación. Creemos que el Señor encomendó todos los bienes de la Nueva Alianza a un único Colegio apostólico, al que Pedro preside, para constituir el único Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual es necesario que se incorporen plenamente todos los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios. Este pueblo, durante su peregrinación terrena, aunque permanezca sometido al pecado en sus miembros, crece en Cristo y es guiado suavemente por Dios, según sus secretos designios, hasta que llegue gozoso a la entera plenitud de la gloria eterna en la Jerusalén celestial.” (Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo, Unitatis Redintegratio, n. 3).
De este texto podemos deducir estas tres verdades principales:
• Los cristianos no católicos no disfrutan de la plena unidad de la Iglesia querida por Cristo.
• Por voluntad de Dios, sólo por medio de la Iglesia católica, sacramento universal de salvación, se puede alcanzar la plenitud de los medios de salvación. Por eso es justo, conveniente y necesario que se incorporen a ella todos los cristianos no católicos.
• La Iglesia católica es la verdadera Iglesia de Cristo, aunque permanezca sometida al pecado en sus miembros y no haya alcanzado aún, en su porción terrenal (la Iglesia militante), la entera plenitud de la gloria eterna, que sin embargo pertenece ya a su porción celestial (la Iglesia triunfante).
En sintonía con esta doctrina del decreto Unitatis Redintegratio, la declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa enseña que la “única religión verdadera subsiste en la Iglesia católica y apostólica” (n. 1). El ejercicio de la religión debe ser libre, pero el hombre debe buscar la verdad en materia religiosa y, una vez conocida ésta, debe adherirse a ella con un asentimiento personal (cf. n. 3).
e) El diálogo ecuménico y las conversiones al catolicismo no se oponen entre sí
“Todas estas cosas, cuando son realizadas prudente y pacientemente por los fieles de la Iglesia católica bajo la vigilancia de los pastores, contribuyen al bien de la justicia y de la verdad, de la concordia y de la colaboración, del espíritu fraterno y de la unión; para que por este camino, poco a poco, superados los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica, todos los cristianos se congreguen en la única celebración de la Eucaristía, para aquella unidad de una y única Iglesia que Cristo concedió desde el principio a su Iglesia y que creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca cada día hasta la consumación de los siglos.
Es evidente que la labor de preparación y reconciliación de cuantos desean la plena comunión católica se diferencia por su naturaleza de la labor ecuménica; no hay, sin embargo, oposición alguna, puesto que ambas proceden del admirable designio de Dios.” (Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo, Unitatis Redintegratio, n. 4).
De este texto podemos extraer tres verdades principales:
• La Iglesia de Cristo, vale decir la Iglesia católica, siempre ha sido, es y será una. La unidad y la indefectibilidad son dones que Cristo concedió desde el principio a Su Iglesia.
• No obstante, la unidad de la Iglesia puede “crecer” en el tiempo, en la medida en que se realice y manifieste de un modo cada vez más perfecto la unidad y la comunión de todos los cristianos en la única Iglesia y la única Eucaristía.
• Es evidente que el diálogo ecuménico no puede oponerse a la labor orientada hacia las conversiones individuales de cristianos no católicos al catolicismo, labor que también procede del admirable designio de Dios.
Acerca de este último punto, agrego que hoy se tiende a oponer falsamente ambos aspectos de la misma tarea evangelizadora, dejándose de lado la búsqueda de conversiones individuales por temor a ofender a nuestros socios en el diálogo ecuménico y a recibir de ellos la acusación de “proselitismo”. El “proselitismo” es ciertamente condenable cuando se busca obtener conversiones por motivos mundanos (aumento de poder, de prestigio, etc.). Pero no corresponde descartar, junto a ese falso “proselitismo”, también el justo empeño por atraer a todos los cristianos hacia la perfecta comunión con la Iglesia católica, para mayor gloria de Dios y mayor bien de las almas.
f) Verdad y caridad, dos dimensiones esenciales del ecumenismo auténtico
“La manera y el sistema de exponer la fe católica no debe convertirse, en modo alguno, en obstáculo para el diálogo con los hermanos. Es de todo punto necesario que se exponga claramente toda la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña a la pureza de la doctrina católica y oscurece su genuino y definido sentido.” (Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo, Unitatis Redintegratio, n. 11).
Acerca de este texto, aporto los siguientes tres comentarios:
• El “ecumenismo de la caridad” y el “ecumenismo de la verdad” no deben ser dos esfuerzos yuxtapuestos o independientes entre sí, ni menos aún dos tendencias contrarias. El verdadero ecumenismo debe estar fundado tanto en la caridad como en la verdad. Promover y defender la verdad es en sí mismo un acto de caridad de fundamental importancia.
• La apertura al diálogo sólo resulta fecunda cuando cada uno de los interlocutores respeta su propia identidad. No sería conducente un diálogo en el que una de las partes ocultase aspectos esenciales de su identidad por temor a una reacción negativa de las demás partes.
• Existe hoy entre los católicos una tendencia a no discutir con nuestros hermanos separados acerca de los aspectos de la fe cristiana que siguen siendo controvertidos. Si bien es cierto que es más importante lo que nos une que lo que nos separa, sería un grave error subestimar las diferencias que subsisten entre ambas partes. La división de los cristianos no se debe a simples malentendidos, que podrían superarse con un poco de buena voluntad, diplomacia y política eclesiástica. Los cismas y herejías que están en el origen de esas divisiones proceden de graves pecados y serios errores que han tenido enormes consecuencias históricas y que no se desvanecerán por sí mismos ni por medio de decretos arbitrarios. Hace falta dialogar sobre las diferencias de fondo con humildad, caridad, sabiduría, fortaleza y perseverancia, sin ceder a la tentación de construir precipitadamente una falsa unidad basada en un máximo común denominador de nuestras creencias respectivas.
11. Vías verdaderas y falsas hacia la unidad plena
La vida y la obra del Beato John Henry Newman, quien fue tal vez el principal teólogo del siglo XIX, pueden servirnos de fuente de inspiración para encontrar soluciones correctas a muchos de los problemas del diálogo ecuménico.
En el siglo XIX las relaciones institucionales entre la Iglesia Católica y las demás Iglesias cristianas eran virtualmente inexistentes. En el ámbito popular las relaciones entre las diversas confesiones cristianas estaban marcadas por un alto grado de agresividad; y en el ámbito teológico el diálogo se reducía por lo común a una fuerte controversia.
Desde joven Newman anheló la restauración de la unidad de los cristianos y oró fervorosamente por ella. Mientras fue anglicano, fue superando gradualmente sus iniciales prejuicios antirromanos y llegó a apreciar vivamente a la Iglesia Católica. Sin embargo, no cayó en el indiferentismo, y cuando se convirtió al catolicismo sintió que estaba en juego su salvación eterna. Como católico, Newman no despreció a la Iglesia anglicana, puesto que la consideraba como una barrera que impedía en parte el progreso de la irreligión, a pesar de ser una mera institución nacional. Pensaba que la superabundancia de la gracia divina hacía que ésta pudiera actuar de algún modo fuera de los límites visibles de la Iglesia.
Muchas de las obras de Newman tienen un alto interés desde el punto de vista ecuménico. En su último período como anglicano, Newman se esforzó por reinterpretar la doctrina anglicana de un modo compatible con la fe católica; y en su período católico escribió varios sermones y cartas en los que procuró presentar la doctrina católica (por ejemplo sobre la Virgen María y sobre la infalibilidad papal) de un modo más comprensible y aceptable para los anglicanos.
Antes de su conversión definitiva Newman sostuvo la “doctrina de las ramas”, según la cual el árbol de la Iglesia de Cristo vive hoy en tres ramas diferentes: la rama católica, la rama ortodoxa y la rama anglicana. Desde 1845, cuando fue recibido en la Iglesia Católica, Newman rechazó la “doctrina de las ramas” y creyó firmemente que la Iglesia Católica es la única verdadera Iglesia de Cristo. Por eso se esforzó a fondo en busca de la conversión al catolicismo de muchos amigos y compañeros suyos anglocatólicos, es decir anglicanos cercanos a la Iglesia Católica. Por ejemplo, un día antes de su ingreso en la Iglesia Católica escribió alrededor de veinte cartas a otros tantos amigos (algunos de los cuales se convirtieron más tarde al catolicismo) y en cada una de esas cartas presentó a la Iglesia Católica como el “único verdadero rebaño” de Cristo. (17)
El P. Stanley Jaki, un notable erudito católico fallecido hace pocos años, escribió que: “Newman no dudaría un momento acerca de qué decir a aquellos obispos anglicanos (y a algunos católicos romanos) que hoy en día anulan la conversión de cientos de clérigos anglicanos (tratándola) como una mudanza de una sección a otra en el mismo conjunto habitacional.” (18)
La “doctrina de las ramas” permanece como una tentación presente en el actual movimiento ecuménico. El ejemplo personal de Newman enseña que las conversiones individuales no deben ser sacrificadas como objetivo pastoral en aras de la búsqueda de la unión de las Iglesias. Y el ejemplo de los ordinariatos creados por Benedicto XVI en varios países para los anglicanos que desean ingresar a la Iglesia Católica demuestra que el camino de las conversiones individuales seguido por Newman puede dar también grandes frutos comunitarios. Esos ordinariatos son un gran logro de verdadero ecumenismo: por medio de ellos muchos anglocatólicos han alcanzado la plena comunión con la Iglesia universal conservando grados de legítima diversidad litúrgica, canónica, etc. (como las Iglesias orientales católicas).
Ahora citaré un texto muy interesante del Cardenal Ratzinger sobre el diálogo ecuménico con los cristianos protestantes. El Cardenal señala vías válidas para la superación de la división, distinguiéndolas de caminos falsos que no conducen a ningún lugar.
“Totalmente diferente es la cuestión de si las doctrinas expuestas por Lutero pueden seguir dividiendo hoy a la Iglesia, excluyendo así la comunión eclesial. De ello se ocupa el diálogo ecuménico. La comisión mixta instituida con ocasión de la visita del Papa a Alemania se propone precisamente estudiar el problema de las exclusiones del siglo XVI, así como de su objetiva validez futura o superación. Y es que hay que tener en cuenta no sólo que existen anatemas por parte católica contra la doctrina de Lutero, sino que existen también descalificaciones muy explícitas contra el catolicismo por parte del reformador y sus compañeros; reprobaciones que culminan en la frase de Lutero de que hemos quedado divididos para la eternidad. Es éste el momento de referirnos a esas palabras llenas de rabia pronunciadas por Lutero respecto al Concilio de Trento, en las que quedó finalmente claro su rechazo de la Iglesia católica: “Habría que hacer prisionero al Papa, a los cardenales y a toda esa canalla que lo idolatra y santifica; arrastrarlos por blasfemos y luego arrancarles la lengua de cuajo y colgarlos a todos en fila en la horca… Entonces se les podría permitir que celebraran el concilio o lo que quisieran desde la horca, o en el infierno con los diablos”.
Lutero, tras la ruptura definitiva, no sólo ha rechazado categóricamente el papado, sino que ha calificado de idolátrica la doctrina católica de la misa, porque en ella veía una recaída en la Ley, con la consiguiente negación del Evangelio. Reducir todas estas confrontaciones a simples malentendidos es, a mi modo de ver, una pretensión iluminista, que no da la verdadera medida de lo que fueron aquellas luchas apasionadas, ni el peso de realidad presente en sus alegatos. La verdadera cuestión, por tanto, puede únicamente consistir en preguntarnos hasta qué punto hoy es posible superar las posturas de entonces y alcanzar un consenso que vaya más allá de aquel tiempo. En otras palabras: la unidad exige pasos nuevos y no se realiza mediante artificios interpretativos. Si en su día [la división] se realizó con experiencias religiosas contrapuestas, que no podían hallar espacio en el campo vital de la doctrina eclesiástica transmitida, tampoco hoy la unidad se forja solamente mediante variopintas discusiones, sino con la fuerza de la experiencia religiosa. La indiferencia es un medio de unión tan sólo en apariencia.” (19)
12. El futuro es de Dios
Finalmente, me referiré a otra de las muchas enseñanzas preciosas que Benedicto XVI nos dejó en el último mes de su pontificado. Citaré parcialmente la lectio divina de Benedicto XVI del 8 de febrero de 2013 (tres días antes del anuncio de su renuncia), durante una visita al Pontificio Seminario Romano Mayor. Estas palabras forman parte de un excelente comentario espontáneo del Papa a un texto de la Primera Carta de San Pedro (1,3-5), ante los seminaristas de la Diócesis de Roma.
“Herencia es algo del futuro, y así esta palabra dice sobre todo que los cristianos tenemos el futuro: el futuro es nuestro, el futuro es de Dios. Y así, siendo cristianos, sabemos que el futuro es nuestro y que el árbol de la Iglesia no es un árbol moribundo, sino un árbol que crece siempre de nuevo. Por lo tanto, tenemos motivo para no dejarnos impresionar –como ha dicho el Papa Juan– por los profetas de desventura, que dicen: bien, la Iglesia es un árbol venido del grano de mostaza, crecido en dos milenios, pero ahora tiene el tiempo detrás de sí, y ahora es el tiempo en que muere. No. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. El futuro es nuestro. Naturalmente, hay un falso optimismo y un falso pesimismo. Un falso pesimismo que dice: el tiempo del cristianismo ha terminado. No: ¡comienza de nuevo! El falso optimismo era aquel de después del Concilio, cuando los conventos cerraban, los seminarios cerraban, y se decía: pero… no pasa nada, todo va bien… ¡No! No todo va bien. Hay también caídas graves, peligrosas, y debemos reconocer con sano realismo que así no funciona, no funciona donde se hacen mal las cosas. Pero también estamos seguros, al mismo tiempo, que si aquí y allá la Iglesia muere a causa del pecado de los hombres, a causa de su increencia, al mismo tiempo nace de nuevo. El futuro es realmente de Dios: ésta es la gran certeza de nuestra vida, el optimismo grande y verdadero que sabemos. La Iglesia es el árbol de Dios que vive eternamente y lleva en sí la eternidad y la verdadera herencia: la vida eterna.” (20)
Concluyamos con una oración: que el Espíritu Santo haga arder en nuestros corazones el deseo de la comunión plena de todos los cristianos en la única verdadera Iglesia de Cristo y nos guíe día tras día hasta alcanzar esa unidad completa. Amén.
Daniel Iglesias Grèzes
Notas
13) Este apartado se basa en: Daniel Iglesias Grèzes, Razones para nuestra esperanza. Escritos de apologética católica, Centro Cultural Católico “Fe y Razón”, Montevideo 2009, Capítulo 17. El libro en cuestión está disponible en dos versiones (impresa y digital) en:
http://www.lulu.com/spotlight/feyrazon
14) Véase el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) en:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20070629_responsa-quaestiones_sp.html (sobre todo las preguntas segunda y tercera y sus respectivas respuestas).
15) Véase ese artículo en:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20070629_commento-responsa_sp.html
16) Véase la Declaración Dominus Iesus en:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000806_dominus-iesus_sp.html
17) Cf. Stanley L. Jaki, The One True Fold: Newman and His Converts, Real View Books, Royal Oak-Michigan, 1998, pp. 1-2.
18) Stanley L. Jaki, The One True Fold: Newman and His Converts, Real View Books, Royal Oak-Michigan, 1998, p. 8. La traducción al español es mía.
19) Card. Joseph Ratzinger, Iglesia, Ecumenismo y Política. Nuevos ensayos de eclesiología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1987, pp. 120-121.
20) El texto original, en italiano, se encuentra aquí:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2013/february/documents/hf_ben-xvi_spe_20130208_seminario-romano-mag_it.html. La traducción al español es mía.
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1 comentario
La palabra viene del griego "Irene" = paz. El término viene de la propuesta de Erasmo de querer conciliar el catolicismo y el protestantismo.
IRENISMO = PACIFISMO = ERASMISMO = RELATIVISMO = PROGRESISMO = MODERNISMO = BUENISMO.
Esta herejía tiene un afán excesivo y totalitario de conciliar y de dialogo pero en detrimento de la verdadera justicia y de la verdadera libertad. Destruye la identidad universal del ser-humano.
Hay en el "Irenismo" una búsqueda de consenso, de diálogo, de relativismo y de espíritu conciliador, que hace que los principios del derecho universal o las Verdades Fundamentales pasen a un 2º Plano, dejando las Convicciones y las Creencias-Principios Personales en 3º Plano.
El "Irenismo" con su mano tendida y apertura a "posiciones progresistas", no es amigo de poner "los puntos sobre las íes" , ni de refutar falsedades/errores, ni de afirmar la verdad de la realidad. Esta mentalidad puede ser nociva al Bien Común porque con la apariencia de comprensión y reconciliación, disimula la verdad y autoriza el error para vivir con este.
Algunos ven en el "Irenismo" como un Humanismo-Naturalista-Pseudoecologista y otros un caballo de Troya.
Tanto el falso profeta como el anticristo serán irenistas, (pacifistas, progresistas, conciliadores), pseudo-ecologistas y falsos ecumenistas.
El Concilio Vaticano II condenó el Irenismo en el número 11 del Decreto Unitatis Redintegratio diciendo que "no hay nada tan ajeno al ecumenismo como ese falso Irenismo que daña la pureza de la doctrina católica y oscurece su sentido genuino y cierto". Sin embargo en la practica es la herejía mas difundida en la Jerarquía actualmente.
El Papa Pío XI definió como «ignominiosa» la colocación de la religión verdadera de Jesucristo «en el mismo nivel de las falsas religiones» (SS. Pío XI , encíclica Quas Primas).
PAZ Y BIEN A TODO SER HUMANO DE BUENA VOLUNTAD.
ANTHONY LÓPEZ.(Alias:Boanerges)
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