Nuevos datos de la ciencia que apuntan hacia el Creador
Con entusiasmo inicio mi labor en este blog, en el que pienso publicar sobre todo artículos de apologética, pero también sobre otros temas teológicos o religiosos. También espero contribuir a la difusión de la obra del Centro Cultural Católico “Fe y Razón”, que desde Montevideo (Uruguay) se dedica sobre todo a la evangelización de la cultura en Internet. Pido a Dios todopoderoso que bendiga este blog y a todos vosotros, de modo que estos textos puedan ser de alguna ayuda a lectores no católicos (para encontrar la verdad revelada por Cristo y transmitida por la Iglesia) y a lectores católicos (para redescubrir los fundamentos racionales de nuestra fe). Agradezco mucho a los amigos de InfoCatólica la oportunidad de escribir en este prestigioso portal, junto a sus destacados bloggers. Dedico este blog, con amor, a mi esposa Alejandra, quien soporta con cristiana resignación mi dedicación a estos menesteres. (De veras: muchas gracias, Ale).
Como dijo hace muchos siglos un griego lleno de sentido común, “el movimiento se demuestra andando”. Por eso, sin más preámbulos, paso a ofrecerles mi primer aporte: una ponencia que presenté el día 4/11/2009 en la Jornada Conmemorativa del 10º Aniversario de “Fe y Razón” (www.feyrazon.org). Se trata de un trabajo un poco arduo, pero creo que el tema es tan interesante que bien vale la pena el esfuerzo de leerlo con atención.
En noviembre de 1793, durante el Régimen del Terror, la Comuna de París clausuró todas las iglesias de la ciudad y convirtió a Notre Dame (la Catedral de París) en un templo de la diosa Razón. Se pretendió entonces que la razón humana ocupara el lugar de Dios.
A mi juicio es esa soberbia del racionalismo ilustrado -y no una sana concepción de la autonomía de la ciencia- lo que se trasluce en el famoso diálogo entre el gran matemático y físico Pierre Simon Laplace y el Emperador Napoleón Bonaparte. En la presentación del Tratado de Mecánica Celeste de Laplace, Napoleón le comentó: “Habéis escrito un libro sobre el sistema del universo, sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador”. A lo que el autor contestó: “No he necesitado esa hipótesis, Siré”.
El siglo XIX fue difícil para los cristianos desde el punto de vista intelectual. A lo largo de ese siglo se produjo un auge cada vez mayor de las corrientes de pensamiento naturalistas, materialistas y mecanicistas y se difundió la idea de que la fe cristiana era intrínsecamente incompatible con la razón y, por ende, estaba destinada a sucumbir ante el progreso inexorable de la ciencia. Recuérdese por ejemplo el positivismo de Compte y su “ley de los tres estados”.
Los partidarios del mecanicismo pensaban que (en teoría), si se pudiera conocer exactamente la posición y la velocidad de todas las partículas del universo en un instante dado, se podría, aplicando las leyes de la mecánica de Newton, determinar el comportamiento futuro de todas las partículas y así del universo mismo. Aunque la inimaginablemente enorme dimensión del sistema de ecuaciones diferenciales resultante haría imposible en la práctica el cálculo de la solución, los mecanicistas concluían que el futuro del universo estaba completamente determinado por su presente, como éste, a su vez, estaba determinado por su pasado. En esta visión mecanicista Dios desaparece, o a lo sumo se reduce a establecer las condiciones iniciales del universo y sus leyes naturales, a partir de lo cual el universo subsiste y se mueve por sí mismo, sin dejar ningún espacio al libre albedrío, ni divino ni humano.
Sin embargo, a comienzos del siglo XX, de un modo casi totalmente inesperado, el edificio conceptual del ateísmo cientificista comenzó a desmoronarse. En 1900 Max Planck dio inicio a la física cuántica, al proponer que la energía se presenta en pequeñas unidades discretas, denominadas “cuantos”. Durante las tres primeras décadas del siglo XX, gracias a los aportes de Einstein, Bohr, de Broglie, Pauli, Schrödinger y otros, la física cuántica hizo grandes progresos. En este contexto, en 1927 Werner Heisenberg enunció el “principio de incertidumbre”, según el cual no se puede determinar, en forma simultánea y exacta, la posición y la velocidad de una partícula dada. Cuanto más se conoce su posición, menos se conoce su velocidad, y recíprocamente. Así se desvaneció una parte sustancial del sueño del mecanicismo. No nos es dado conocer exactamente las condiciones iniciales ni siquiera de una sola partícula, mucho menos de todas las partículas existentes. No obstante, desde una perspectiva realista, opino que no es correcto, como se hace a menudo, interpretar el principio de incertidumbre (gnoseológica) como un principio de indeterminación ontológica. O sea: la indeterminación se refiere a las mediciones, no a las partículas en sí mismas, como si éstas no estuvieran realmente en lugares determinados y no estuvieran determinadas a moverse de cierta manera por las leyes naturales, conocidas o no.
En paralelo con la revolución científica provocada por la física cuántica, se produjo otra conmoción debido a la teoría de la relatividad, formulada por Albert Einstein entre 1905 y 1916 y comprobada experimentalmente poco después. Sin embargo, Einstein agregó en una de sus ecuaciones una constante de integración llamada “constante cosmológica”, con la única finalidad de hacer que su teoría fuera compatible con un universo estático. Posteriormente Einstein declaró que la constante cosmológica había sido el peor error de su carrera científica. Lo dijo porque poco después de 1916 se realizó un descubrimiento asombroso: contrariamente a lo que siempre se había creído, el universo no es un sistema estático, sino que está en expansión. Todavía en 1920 grandes astrónomos pensaban que la Vía Láctea era la única galaxia del universo. Sin embargo, en 1929, a partir del corrimiento hacia el rojo de la luz de las nebulosas espirales (descubierto poco antes) y de sus propias observaciones astronómicas, Edwin Hubble demostró que esas nebulosas eran otras galaxias, que la Vía Láctea es sólo una de los millones de galaxias existentes y que la gran mayoría de las galaxias se están alejando de la nuestra y entre sí, debido a la expansión del universo. Poco antes Friedmann y Lemaître habían demostrado que dicha expansión era compatible con la teoría de la relatividad.
El mismo Georges Lemaître, astrofísico belga y sacerdote católico, propuso en 1931 que el universo se originó en la explosión de un «átomo primigenio» o «huevo cósmico», en lo que hoy es conocido como Big Bang o Gran Explosión. Lemaître estimó que el universo tiene una edad comprendida entre diez y veinte mil millones de años, lo cual se corresponde con las estimaciones actuales. La teoría del Big Bang goza de tres comprobaciones empíricas independientes: el ya citado “corrimiento hacia el rojo”, la radiación cósmica de fondo del universo (descubierta por casualidad en 1964) y la existencia de elementos muy livianos, como el helio, que no podrían haber sido sintetizados en el interior de las estrellas. Todo esto hace del Big Bang una teoría cosmológica muy sólida, que hoy es aceptada por casi todos los físicos y astrónomos.
Consideremos ahora las consecuencias teológicas del Big Bang. Los filósofos paganos de la Antigüedad creían en la eternidad del cosmos. La Revelación bíblica, sin embargo, incluye un dato fundamental: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Génesis 1,1). Por lo tanto, el mundo creado tuvo un principio temporal. Durante la Edad Media, los escolásticos discutieron mucho sobre la eternidad del mundo. Esa discusión no versaba sobre si el mundo era eterno o no, ya que todos los teólogos cristianos aceptaban como un dato revelado que el universo no era eterno. En cambio, la discusión versaba sobre si era posible conocer la no eternidad del mundo mediante la sola razón natural, sin el auxilio de la fe sobrenatural. Por ejemplo, Santo Tomás de Aquino dio a esta cuestión una respuesta negativa, mientras que San Buenaventura le dio una respuesta afirmativa. La filosofía tomista permitía demostrar que, aunque el mundo hubiese sido eterno, igualmente habría necesitado ser creado por Dios. La creación, en el sentido tomista, no es un acto que Dios realizó únicamente al principio del tiempo, sino que es una dependencia permanente y unilateral del ser del mundo respecto de la voluntad creadora de Dios. Es importante destacar que, incluso en el marco conceptual de un universo estático, aparentemente autosuficiente, Santo Tomás, a través de las famosas “cinco vías”, demostró la existencia de Dios, la Causa Primera del ser y del devenir de todos los entes reales.
La concepción actual de un universo que ha comenzado a existir en el tiempo simplifica mucho la demostración de la existencia de Dios. Hacia el año 1100, el teólogo musulmán al-Ghazali, retomando ideas del teólogo cristiano heterodoxo Juan Filopón, quien vivió en Alejandría en el siglo VI, propuso la siguiente demostración silogística: Todo lo que ha comenzado a existir tiene una causa. Es así que el universo ha comenzado a existir. Por lo tanto, el universo tiene una causa. Recientemente esa demostración ha sido divulgada de nuevo por el filósofo norteamericano William Lane Craig, bajo el nombre de “argumento kalam”.
En la Edad Media la demostración puramente racional de la premisa menor de ese silogismo (“el universo ha comenzado a existir”) no podía apelar a las ciencias naturales, sino que se basaba en complejos y discutibles argumentos matemáticos y filosóficos. Sin embargo, he aquí que la moderna cosmología parece servirnos la prueba en bandeja: en efecto, la teoría del Big Bang sugiere que el universo ha comenzado a existir en un instante dado, hace unos quince mil millones de años. Aunque, desde el punto de vista tomista, se insista en que la ciencia no puede proporcionar una demostración estricta de la no eternidad del mundo, es innegable que la teoría del Big Bang sugiere con mucha fuerza la idea de que el universo ha sido creado por un ser distinto de él. Así se ha puesto en crisis al postulado ateo de la eternidad del mundo, volviéndolo casi inconciliable con la actual imagen de un universo evolutivo, dotado de un comienzo, un desarrollo y -quizás- un final.
Esto explica el hecho de que desde hace décadas científicos no creyentes procuren denodadamente derribar la teoría del Big Bang, sosteniendo teorías alternativas, muchas veces más allá de lo razonable, contra un conjunto abrumador de evidencias y argumentos.
Un buen ejemplo de esto es la teoría del “universo en estado estacionario”, propuesta en 1948 y hoy totalmente desacreditada. Esa teoría postulaba la aparición continua y espontánea de nueva materia. Fred Hoyle, uno de sus proponentes, reconoció abiertamente que esa teoría, que carecía de todo apoyo experimental, estaba motivada por el deseo de evitar las implicaciones teológicas del Big Bang.
Otro ejemplo es el “modelo oscilatorio” del universo, ampliamente divulgado por la serie de televisión “Cosmos”. Esa serie, dirigida por el astrónomo Carl Sagan, fue una obra maestra de propaganda del ateísmo. El primer programa de la serie comenzaba con esta declaración de Sagan: “El universo es todo lo que ha habido, hay o habrá”. El modelo oscilatorio postula que la expansión del universo, comenzada por la Gran Explosión, llegará en cierto momento a un máximo y luego se revertirá, produciéndose una contracción que terminará en una Gran Implosión o Big Crunch, que será seguida por otra Gran Explosión y otro ciclo de expansión y contracción, y así sucesivamente, ad infinitum. El modelo oscilatorio enfrenta gravísimos problemas. Por una parte, contradice las leyes conocidas de la física. Por otra parte, las mediciones más recientes indican que la probabilidad de que la expansión del universo continúe indefinidamente es del 95%. Es casi seguro que el universo no se contraerá. Además, los estudios muestran que la expansión del universo se está acelerando, lo cual entierra definitivamente al modelo oscilatorio.
Un tercer ejemplo lo ofrece el caso del famoso físico Stephen Hawking. Él y Roger Penrose demostraron matemáticamente que, en un universo gobernado por la relatividad general, la existencia de una singularidad inicial (es decir, de un comienzo) era inevitable y que es imposible pasar a través de una singularidad hacia un estado subsiguiente. Este resultado molestaba al propio Hawking, quien es ateo, por lo cual más adelante propuso un nuevo modelo matemático en el cual, gracias a la utilización de números imaginarios, la singularidad inicial desaparece. El mismo Hawking ha reconocido que ese modelo es un artificio matemático para ocultar la singularidad inicial. Ésta, sin embargo, sigue estando presente, lo cual queda de manifiesto al reconvertir las ecuaciones de Hawking, volviendo al conjunto de los números reales: al hacer esto, la singularidad reaparece.
A pesar de esos embates casi desesperados de científicos ateos, la teoría del Big Bang hoy parece más fuerte que nunca. Hay un consenso casi unánime acerca de que la historia del mundo comenzó en un momento determinado del tiempo pasado, en un abrupto relámpago de luz y energía. Este consenso ofrece un panorama muy favorable para la “demostración religiosa”, primer paso de la apologética católica clásica.
Por falta de tiempo, aquí sólo puedo aludir a otras nuevas evidencias de la física y de la astronomía que apuntan sugestivamente hacia el Creador. Recientemente los físicos han descubierto que varias decenas de constantes físicas fundamentales tienen valores que parecen haber sido calibrados exactamente para hacer posible la vida en el universo. En efecto, una variación minúscula hacia arriba o hacia abajo de cualquiera de esas constantes produciría un desbarajuste cósmico tal, que haría imposible la vida. A esta sintonía finísima de las constantes físicas fundamentales, que sugiere fuertemente la idea de un universo diseñado para la vida, se le llama hoy “principio antrópico”. Para eludir las consecuencias teológicas del principio antrópico, los pensadores ateos se aferran cada vez más a la hipótesis de la existencia de muchos o infinitos universos, hipótesis totalmente arbitraria que contradice el principio epistemológico conocido como “la navaja de Ockham”.
Por otra parte, recientemente los astrónomos han descubierto que tanto la ubicación de la Tierra dentro de la Vía Láctea y del Sistema Solar, como los intrincados procesos geológicos y químicos de nuestro planeta revelan una serie asombrosa de coincidencias que hacen posible la existencia de la vida en la Tierra, a tal punto que también ellas sugieren la idea de un diseño deliberado. Por eso hoy muchos científicos comienzan a revalorar la posibilidad de que la Tierra sea el único planeta habitado por seres vivos, en todo el universo.
Volvamos ahora nuestra mirada al siglo XIX, el siglo del auge del cientificismo ateo. Karl Marx, Sigmund Freud y Charles Darwin, los tres grandes padres del ateísmo contemporáneo, pretendieron adjudicar valor científico a sus respectivos sistemas. Es interesante notar que Karl Popper, el más famoso epistemólogo del siglo XX, atribuyó al marxismo, el psicoanálisis y el darwinismo el carácter de “pseudo-ciencias”, por no ser “falsables”, es decir, por ser a priori imposible su refutación empírica.
Pues bien, después de la caída del muro de Berlín en 1989 y de la disolución de la Unión Soviética en 1991, son muy pocos los que siguen creyendo que el “socialismo científico” de Marx contiene la verdadera clave de interpretación de toda la historia humana y ofrece el camino infalible para la construcción del paraíso comunista en la tierra. Hoy parece claro que el marxismo, y no el cristianismo, es un “opio de los pueblos”.
En cuanto al psicoanálisis de Freud, quien consideraba a la religión como una forma de neurosis obsesiva colectiva, hoy casi ha desaparecido de las cátedras de psicología de las universidades de los Estados Unidos y de varios países de Europa. Incluso en Francia, donde la influencia del freudismo aún es grande, se publicó en 2004 “El Libro Negro del Psicoanálisis”, una muy dura y documentada crítica del valor científico y terapéutico del psicoanálisis y de la ética científica de su fundador.
Todo ello ayuda a explicar el celo intransigente, rayano en el fanatismo, con que muchos no creyentes se aferran al darwinismo, el único sustento aparente importante que resta del cientificismo ateo. No tengo tiempo de detenerme a explicarlo detalladamente, pero quiero dejar establecido que, en mi opinión, el descubrimiento de la estructura del ADN en 1953 y la subsiguiente comprensión del rol principalísimo que la información genética juega en el ámbito de la biología han puesto en crisis al neodarwinismo, la versión standard del darwinismo actual. Cálculos bastante sencillos muestran que la probabilidad de que la información del genoma de cualquier especie haya surgido por mero azar, dando lugar a un orden tan admirable, complejo y delicado como el de los organismos vivos, es tan abismalmente baja que puede ser despreciada a los efectos prácticos, dando pie a la certeza de que la vida es el producto de un diseño inteligente, en perfecta sintonía con la fe cristiana de siempre. Obviamente, esta convicción no obliga a rechazar toda forma de evolucionismo, sino sólo el evolucionismo materialista.
Como introducción a la crítica científica del darwinismo, recomiendo el sitio Dissent from Darwin, cuyo lema reza así: “Hay un disenso científico con respecto al darwinismo. Merece ser escuchado.” Dicho sitio contiene una lista de más de 700 científicos que se han adherido a la siguiente declaración:
“Somos escépticos acerca de las afirmaciones de que las mutaciones aleatorias y la selección natural pueden explicar la complejidad de la vida. Debe fomentarse un cuidadoso examen de la evidencia a favor de la teoría darwinista.”
Cada firmante de esta declaración tiene un Doctorado en alguna disciplina científica o es un Médico acreditado que además es Profesor de Medicina. Las razones que motivaron esa iniciativa se explican de la siguiente manera:
“Nuevas evidencias científicas descubiertas en las décadas recientes en disciplinas tales como la cosmología, la física, la biología, la investigación de la “inteligencia artificial” y otras, han impulsado a científicos a cuestionar la selección natural, el principio fundamental del darwinismo, y a estudiar la evidencia que la sustenta de manera más detallada.
Sin embargo, los programas de televisión, las declaraciones de política educativa y los libros de texto de ciencia afirman que la teoría darwinista de la evolución explica acabadamente la complejidad de los seres vivos. Además, se le ha asegurado al público que toda la evidencia conocida respalda al darwinismo y que prácticamente todos los científicos del mundo creen en la veracidad de esa teoría.
Los científicos que se encuentran en esta lista impugnan la primera afirmación y se presentan como un testimonio viviente en contra de la segunda. Desde que el Discovery Institute lanzó esta lista en el año 2001, cientos de científicos se han ofrecido valientemente a firmar el documento.
La lista está creciendo y actualmente incluye a científicos de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., las Academias Nacionales de Rusia, Hungría y Checoslovaquia, como así también de Universidades tales como Yale, Princeton, Stanford, MIT, UC Berkeley, UCLA y otras.”
El mismo sitio contiene tres documentos que presentan objeciones científicas muy importantes contra el darwinismo y contra la forma en que éste es enseñado habitualmente.
Recapitulemos. En las últimas décadas, nuestra cultura ha pasado del racionalismo de la modernidad al irracionalismo de la post-modernidad. Antes, muchos esperaban que la razón humana llegara a conocerlo todo, resolviendo todos los misterios; y que, rompiendo con todas las tradiciones irracionales del pasado (sobre todo religiosas), produjera por sí misma una nueva era de progreso indefinido, un “mundo feliz”. Pues bien, todo el siglo XX, con sus dos guerras mundiales, sus sistemas totalitarios, sus genocidios y su bomba atómica, fue un tremendo desmentido de este proyecto de la Ilustración y una prueba de su fracaso catastrófico.
Hoy generalmente se piensa que la razón humana es incapaz de conocer la verdad de lo real y que ninguna cosmovisión tiene el valor de la verdad. Todo sería relativo y la razón pasaría de un paradigma a otro por motivos básicamente subjetivos y utilitarios. Sin embargo, ante la pregunta de qué puede conocer la razón humana, entre el arrogante “todo” de la modernidad y el pesimista “nada” de la post-modernidad, se mantiene firme y válido el católico “algo”. El ser humano puede conocer con certeza algo de la realidad y, a partir de su conocimiento de las cosas de este mundo, puede llegar a conocer al Ser Absoluto y Necesario, el providentísimo Creador de todo lo visible y lo invisible.
Para concluir, quiero destacar que, pese a sus debilidades filosóficas, la obra de los principales autores del movimiento ID o Intelligent Design (Philip Johnson, Michael Behe, William Dembski, etc.) ofrece, para la apologética católica actual, un punto de apoyo mucho más adecuado que la obra de Pierre Teilhard de Chardin, con su muy especulativa y cuestionable “ley de complejidad-conciencia” y su postulado del Punto Omega, de sabor naturalista e incluso panteísta. El filósofo cristiano de hoy puede usar muchos aportes del movimiento ID para actualizar la “quinta vía” de Santo Tomás de Aquino, en fructuoso diálogo con la ciencia contemporánea y en controversia con el naturalismo predominante en el ámbito científico.
Daniel Iglesias Grèzes
Fuentes consultadas:
• Lee Strobel, The Case for a Creator, Zondervan, Grand Rapids – Michigan, 2004
• Dissent from Darwin
• Wikipedia
53 comentarios
Enhorabuena a todos.
Gracias.
Que tu estancia aquí sea fructífera.
Saludos.
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Dejo acá un enlace al Proyecto STOQ (Science, theology and the ontological quest). Igual te interesa, si no lo conocés ya.
http://www.stoqnet.org/people.html
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Aunque esté en catalán (se entiende bastante bien), lo mejor que he leído sobre Big Bang y Creación está acá (página 30)
http://www.poblet.cat/pfw_files/cma/Content/dimensio/POBLET_15.pdf
http://paper.avui.cat/dialeg/detail.php?id=131727
Gracias, asrone, por las referencias que indicaste. Trataré de leer esas páginas.
A Johan Liebhart le pregunto en qué me he apartado -según él- de la doctrina católica. Si he escrito mal, dime dónde está el mal; pero si he escrito bien, ¿por qué me acusas?
Un cordial saludo.
Los gobiernos son de un socialismo insultante e irracional que ha empobrecido económica y espiritualmente el país hasta límites insospechados.
Las logias extienden sus redes de corrupción, nepotismo y hábitos mafiosos por todo el país.
Sin embargo, Dios es misericordioso y suscita cristianos como vd.
Bienvenido y bienhallado, Daniel.
In Corde Jesu.
Sobre tu primer artículo aquí: me ha gustado el resumen de como la física va haciéndose compatible con la doctrina católica, y es verdad que Tiehlhar de Chardin tiene riesgos panteístas, pero no tengo claro que el Discovery Institute sea un buen compañero de cama...
José Ángel Antonio: por favor considera aquel consejo de San Pablo: "examinadlo todo y quedaos con lo bueno". Esto vale para el movimiento ID y para todo lo demás. Opino que en ese movimiento, aunque no todo sea positivo, hay unas cuantas cosas buenas. Espero tener oportunidad de mostrarlo con más detalle.
No se preocupe de lo que dice el señor Johan Liebhart el pobre tiene el discernimiento de unas alpargatas que yo tenía.
Esperaba que salieran los pocos de siempre espero no les haya dado un infarto.
Gracias gracias y gracias.
Leerle será un verdadero placer. Bienvenido a Inforcatólica
La acogida que ha tenido augura muy buen futuro para este blog.
Que lo tengamos por mucho tiempo aportando su competencia y ansia de servir a los hermanos, mostrando la belleza y coherencia de la fe católica.
El Big Bang adolece de las fallas conceptuales del “universo” de Newton, donde el tiempo y el espacio son absolutos y ajenos a lo que las cosas “dentro” de ese espacio. El universo de Newton necesitó de un Dios “relojero” que de vez en cuando le daba cuerda al “reloj” imperfecto de la creación. Un Dios que creó un universo mediocre y con fallas y sobre el cual tenía que intervenir a voluntad. Aceptar el Big Bang es correr el mismo riesgo, y Dios, perdóneme la expresión, no es tonto. El Universo es una Obra Maestra, que no esconde sino que revela la Sabiduría de Dios en cuanto Cración.
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DIG: Entre la evolución cósmica y la evolución biológica hay semejanzas y desemejanzas. En principio la primera no implica necesariamente la segunda. No he querido tratar aquí el problema del origen de la vida. La evolución cósmica (expansión del universo, aparición sucesiva de las galaxias, estrellas y planetas, etc.) está científicamente probada. En sí misma, la evolución biológica es una teoría científica muy razonable, no así sus explicaciones materialistas.
El libro de la Sabiduría elogia a Dios por haber hecho todo "con número, peso y medida". La teoría del Big Bang ha llevado a muchos científicos a rendir, llenos de admiración, el mismo homenaje al Creador.
Enhorabuena al recien llegado apolo-jeta.
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DIG: Mi artículo menciona varios de esos nuevos datos: las comprobaciones empíricas del Big Bang, los datos que sustentan el principio antrópico, las singularidades que hacen de la Tierra un planeta muy raro, el descubrimiento del ADN, la enorme cantidad de información genética de cada especie, etc. Es cierto que algunas de esas cosas apenas las enuncio, pero cualquiera puede profundizar por sí mismo sobre lo dicho. No se puede escribir todo al mismo tiempo; y hay gente muy difícil de contentar.
Por último, una regla de conducta: en este blog hemos de respetarnos todos mutuamente. Si hay respeto, cualquier expresión será publicada. Si no hay respeto, no garantizo la publicación de los comentarios.
Le pediría a Ferretti y otros contertulios que mantuvieran un debate educado con razonamientos, argumentando y redargumentando, y se dejaran de insultos. Los insultos no hacen más que embarullar el debate y llevarlo a otro terreno, más pasional y menos razonable.
Me encanta como usas a Einstein para intentar legitimar el creacionismo citando una teoría que no entiendes y permitiendote la licencia de valorarla.
Todo un ejercicio ejemplar de como se pueden mezclar churras y merinas de un modo muy aparente usando lógica espuria
Tu comentario es la típica descalificación global que no aporta nada concreto al debate. Me gustaría que criticaras alguna afirmación concreta mía, dando razones. De lo contrario se hace muy difícil discutir.
Saludos
A ver si lo pilláis, lo intentaré un un lenguaje claro y directo (pero vamos, que sepáis que esto no es nuevo):
No hay NINGUNA prueba científica de la existencia de Dios. Punto. El que diga lo contrario, o es un mentiroso, o es tonto.
Los dos conceptos son antagónicos por naturaleza. Si queréis creer, allá vosotros. Por eso lo llaman FE, no? :-) Pero no me intentéis justificar lo injustificable, y mucho menos meterme a Einstein en el fregado.
Considerar "Cosmos" (una de las mejores series que jamás se han emitido sobre astronomía cientifica) propaganda atea dice mucho de la parcialidad del artículo y del autor, que intenta predisponer al lector con comentarios peyorativos. Y después de tantos años de ciencia y Darwin, volver a la ideología creacionista... bueno. Sin comentarios.
Veo a la iglesia católica muy falta de argumentos (y argumentadores) últimamente...
Creo que no has leído p.e. el comentario de ARISTO (!): eso sí que es aportar algo al debate y no descalificar a nadie :-D :-D :-D
El artículo es demagógico. Eso no es descalificar a nadie.
al margen de sus "comentarios" (rebuznos) cinco comentarios más arriba (por qué antes en mayúsculas y ahora en minúsculas?), tengo que decirle una cosa: si usted se emperra en demostrar que dios existe, no cabe duda que lo conseguirá. Usando ciencia, metafísica o un plátano. Pero seguro que lo consigue (si lo consiguió tomás de aquino, por qué no aristo?) porque usted TIENE que demostrar que dios existe.
Yo no digo que fuera del método experimental no haya nada, lo único que intento transmitirle es que demostrar que dios existe USANDO el método experimental es lo mismo que usando un mechero bic: absurdo, vano... y una pérdida de tiempo
Si se pudiera demostrar (de cualquier manera) que dios (o alá o shiva) existen, entonces no tendrían sentido las religiones, pues no haría falta CREER. La FE no valdría para nada, puesto que ya sabríamos la respuesta.
No vengan ustedes a hablar de religión a clase de Ciencias y yo no iré a hablar de Ciencias a clase de religión.
Y dejen de negarme a Darwin con la excusa de que tienen una lista de X científicos de yale que están en contra - católicos creacionistas, seguro-. Si tienen argumentos contra la selección natural y la evolución, estoy esperando... Mientras tanto, les animo a que, usando sus teorías creacionistas y anti-evolucionistas, nos expliquen algo tan sencillo como son los órganos vestigiales http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%93rgano_vestigial
Ignorante no es un insulto, es un hecho a tenor del artículo y los comentarios. Caritativamente, por supuesto. Que a ustedes les guste serlo para poder defender mejor sus ideas no quita para constatar la realidad: el creacionismo y otras ideas similares están rebatidas y descartadas desde hace muuuuucho tiempo como para volver a discutir sobre ellas.
Le vuelvo a remitir a los "organos vestigiales", para que me dé su opinión, que me pidieron ustedes argumentos.
No me mezclen ciencia y religión y no tendremos que venir a repetirles lo ignorantes que son.
...y yo me refiero a dios como me da la gana. Con minúsculas por el momento. Aprenda usted a escribir "Ayá usted" como se debe ;-)
un besito para todos y hasta siempre
Es muy cierto que de la existencia de Dios no hay prueba experimental. Las pruebas son filosóficas. Lo que no es nada cierto es que no pueda haber pruebas filosóficas, o que todas las pruebas tengan que ser experimentales, o que las que son filosóficas no sean pruebas. Lo más grave de todo es que en todo caso esta última afirmación sería filosófica, y debería probarse filosóficamente. Es decir, no se puede probar experimentalmente que sólo hay pruebas experimentales. La filosofía es inevitable. El problema es cuando uno no se da cuenta de eso y piensa que se apoya solamente en la ciencia experimental. Eso no existe.
Tampoco quiere esto decir que las pruebas filosóficas no se apoyen en la experiencia. Lo que quiere decir es que la experiencia es el punto de partida, pero no el medio para conocer la validez de la demostración. Este medio, en una prueba filosófica, es solamente la inteligencia, que por suerte, la tenemos todos , no?
Las pruebas filosóficas de la existencia de Dios no vuelven innecesaria la fe cristiana, sino que la fundamentan racionalmente. Para creer en la Divina Revelación (o sea, en la Palabra de Dios dirigida al hombre) debo tener razones para creer que Dios existe. De lo contrario la fe es un salto al vacío. No es ésa la concepción católica de la fe, aunque puede ser la concepción de la fe de algunos protestantes.
Sólo dos puntos más:
1) No he dicho nada falso sobre Einstein.
2) Cuando Carl Sagan comienza la serie Cosmos diciendo que el universo es lo único que hay, ha habido y habrá, no está haciendo ciencia, sino mala filosofía (atea o panteísta).
Gracias a todos los participantes de este intercambio, y cuidemos de no apasionarnos tanto que perdamos el respeto por los demás.
A Comprehensible Universe: The Interplay of Science and Theology
George V. Coyne, Michael Heller
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Scientific Perspectives on Divine Action: Twenty Years of Challenge and Progress
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Chaos and Complexity: Scientific Perspectives on Divine Action
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Physics Philosophy and Theology: A Common Quest for Understanding
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God's Mechanics: How Scientists and Engineers Make Sense of Religion
Guy Consolmagno
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Science and Theology: Ruminations on the Cosmos
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Sobre esa misma materia, también son muy recomendables las obras de Stanley Jaki, benedictino húngaro, Doctor en Física y en Teología, gran experto en historia de la ciencia y en filosofía de la ciencia. Falleció en 2009.
LOUIS PASTEUR (1822 – 1895), uno de los tres fundadores de la microbiología. Produjo la primera vaccina contra la rabia y el proceso llamado pasteurizar. Católico practicante.
«Cuanto mas conozco, mas se asemeja mi fe a la de un campesino bretón». Pasteur murió con el rosario en la mano, después de escuchar la vida de San Vicente de Paul, la cual había pedido que le leyeran, porque pensó que su trabajo, como el de San Vicente, ayudaría mucho a salvar a los niños que sufren.
ALBERT EINSTEIN (1879 – 1955), premio Nóbel de física 1921.
«La ciencia sin religión es renga, La religión sin ciencia es ciega».
«Apenas si calco las líneas que fluyen de Dios».
“Es posible que todo pueda ser descrito científicamente, pero no tendría sentido, es como si describieran a una sinfonía de Beethoven como una variación en las presiones de onda. ¿Cómo describirían la sensación de un beso o el te quiero de un niño?.”
“Ante Dios somos todos igualmente sabios, igualmente tontos.” “Lo más hermoso que podemos experimentar es lo misterioso. Es la fuente de todo arte verdadero y la ciencia.”
“Es más fácil destruír un átomo que un prejuicio”.
“Hay dos maneras de vivir una vida: La primera es pensar que nada es un milagro. La segunda es pensar que todo es un milagro. De lo que estoy seguro es que Dios existe.”
ARTHUR COMPTON (1892-1962), Premio Nóbel de física 1927 por su descubrimiento del denominado efecto Compton y su investigación de los rayos cósmicos y de la reflexión, polarización y espectros de los rayos X.
«Para mí, la fe comienza con la comprensión de que una inteligencia suprema dio el ser al universo y creó al hombre. No me cuesta tener esa fe, porque el orden e inteligencia del cosmos dan testimonio de la más sublime declaración jamás hecha: “En el principio creó Dios”...»
ERNST BORIS CHAIN (1906 - 1979), Premio Nóbel de medicina 1945 por su trabajo con la penicilina.
«La idea fundamental del designio o propósito [divino]... mira fijamente al biólogo no importa en dónde ponga este los ojos... La probabilidad de que un acontecimiento como el origen de las moléculas de ADN haya tenido lugar por pura casualidad es sencillamente demasiado minúscula para considerarla con seriedad...»
MAX BORN (1882 - 1970), Premio Nóbel de física 1954 por sus investigaciones en torno a la mecánica cuántica.
«Solo la gente boba dice que el estudio de la ciencia lleva al ateísmo».
ARNO PENZIAS (1933- ), Premio Nóbel de física 1978 por su descubrimiento de la radiación de fondo cósmica, patrones que otros físicos interpretaron como prueba de que el Universo fue creado a partir de la nada o Big Bang.
«Si no tuviera otros datos que los primeros capítulos del Génesis, algunos de los Salmos y otros pasajes de las Escrituras, habría llegado esencialmente a la misma conclusión en cuanto al origen del Universo que la que nos aportan los datos científicos».
DEREK BARTON (1918 – 1998) Compartió el premio Nóbel de química en 1969 por sus aportaciones en el campo de la química orgánica en el desarrollo del análisis conformacional.
«No hay incompatibilidad alguna entre la ciencia y la religión... La ciencia demuestra la existencia de Dios».
CHRISTIAN B. ANFINSEN (1916 – 1995), premio Nóbel de química 1972 por su trabajo sobre la estructura de los aminoácidos y la actividad biológica de la enzima ribonucleica.
«Creo que solo un idiota es capaz de ser ateo».
ARTHUR L. SCHAWLOW (1921 - ) Compartió el premio Nóbel de física 1981 por el desarrollo de la espectroscopia del láser.
«Al encontrarse uno frente a frente con las maravillas de la vida y del Universo, inevitablemente se pregunta por qué las únicas respuestas posibles son de orden religioso... Tanto en el Universo como en mi propia vida tengo necesidad de Dios»
WILLIAM D. PHILLIPS (1948 – ) Premio Nóbel de física 1997 por su empleo de rayos láser para producir temperaturas de apenas una fracción por encima del cero absoluto.
«Hay tantos colegas míos que son cristianos que no podría cruzar el salón parroquial de mi iglesia sin toparme con una docena de físicos».
JEROME LeJEUNE, Padre de la genética moderna, fiel católico, defensor de la vida humana, su causa de beatificación está abierta.
Los más grandes demuestran tener humildad de espíritu.
Un cordial saludo.
He eliminado varios comentarios que no cumplían la regla básica del respeto. Advierto que tengo intención de cumplir y hacer cumplir esa regla.
Por otra parte, quisiera señalar que en mi artículo no me opongo al evolucionismo, sino al evolucionismo materialista, obviamente ateo. Si el darwinismo es o no necesariamente ateo es una cuestión muy discutida. Muchos cristianos piensan que es posible sostener un darwinismo "metafísicamente modesto", que niega la finalidad sólo en el nivel de las causas segundas, no en el de la Causa Primera. Esa posibilidad teórica, sin embargo, rara vez se da en la práctica. La enorme mayoría de los darwinistas no sólo prescinden metodológicamente de la finalidad en el ámbito científico, sino que niegan la existencia de la finalidad. Su filosofía (implícita o explícita) es atea.
Por otra parte, el darwinismo también es discutible en cuanto ciencia y está en discusión en ese ámbito. Creo que conviene estar informados sobre esa discusión, aunque no le corresponde a la Iglesia en cuanto tal el resolverla.
P.d. Felicidades Daniel en este nueva e infatigable labor.
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