Monseñor Alberto Cuevas, sacerdote y periodista
Entre los muchos dones que he recibido de Dios me gustaría destacar la ayuda y el ejemplo – también la amistad – que me han brindado otros sacerdotes. A estas alturas de mi vida veo claramente que han sido muchísimos. Y con ellos, como con quienes en el fondo me han querido y ayudado, soy y seré siempre un desagradecido. No porque no valore esa amistad, sino porque uno se queda corto a la hora de corresponder a la misma.
Podría citar nombres y nombres: D. Vicente, D. Benito, D. Bienvenido… Y tantos otros, compañeros de camino y de etapa de viaje, tantas veces acabada porque tocaba, quizá, bajarse del autobús. No por no durar toda la vida las amistades dejan de ser lo que fueron. En lo que me compete a mí, si he sido amigo de alguien, lo he sido sin reservas, a pesar de mis límites y defectos.
Pero toca hablar de D. Alberto Cuevas, “sacerdote y periodista”. Y no hay en él, y no lo hay en absoluto, contradicción entre un título y otro. “Sacerdote” es equivalente a “mediador” y “periodista”, en cierto modo, también. Un periodista establece una mediación entre la realidad – lo que acontece – y nuestra toma de conciencia de eso que sucede – la noticia - . D. Alberto ejerce esa mediación con una enorme habilidad y con una enorme finura. Él es así. No finge, sino que le sale de dentro.
D. Alberto, que – dicho sea de paso – ha tenido la gentileza de prologar uno de mis libros: “La obediencia del ser. Reflexiones sobre la vida cristiana”, Barcelona 2015, es una persona a la que siempre he admirado.
Él quizá no lo recuerde, pero yo sí, perfectamente, cuando escribió, el 29 de junio de 1991, el día de mi ordenación presbiteral, un artículo en “Faro de Vigo” titulado “Cuatro sacerdotes al Ángelus”. Un título que respondía – ahí está la buena mediación – a la realidad: Sobre las 12.00 horas de ese día, mis compañeros y yo, éramos ordenados sacerdotes por Monseñor Cerviño en la Concatedral de Vigo.
Y D. Alberto ha estado siempre, para mí y para todos, cuando le pedíamos que una noticia de nuestra parroquia fuese “noticia” para muchos más. Y él estaba – y está – para hacer este milagro posible.
A mí me ha servido de puente entre mis artículos y los medios de comunicación. Yo estoy enormemente agradecido a los periódicos de mi ciudad – a “Faro de Vigo” y a “Atlántico Diario” – y a los demás medios. Pero si me han ayudado tanto, si me han dejado asomarme a sus páginas, ha sido, en buena parte, gracias a D. Alberto.
Alberto Cuevas, Monseñor Cuevas – la condición de prelado le viene de su colaboración con el Sínodo Diocesano de Tui-Vigo - , ha estado en Roma. Y el papa Francisco lo ha recibido y le ha dado la posibilidad de concelebrar la Santa Misa con él. Y Alberto Cuevas lo cuenta como solo él sabe contarlo:
“Cuando me acerqué [al Papa], cogiéndole de las dos manos, como a un sacerdote y padre cargado de experiencia, me referí a mis pasados cincuenta años de sacerdocio muy laborioso ¡y siempre feliz! El mirándome con cariño agradecido dijo ‘¡bien!’ y yo me atrevía a continuar: ‘Santidad, últimamente, además de las tareas ministeriales diarias, no hago más que dar gracias y pedir perdón; en adelante ¿qué más podría hacer?’. Papa Francisco me apretó las manos y sonriendo añadió: ‘¡Nada más!, tú sigue adelante dando gracias y también pidiendo perdón’. ’Y ¿nada más?’, exclamé, mientras rompíamos los dos en una sonora carcajada que yo no olvidaré mientras viva".
Pues ha acertado el Papa: “Nada más". Sigue siendo como eres y has sido. Solo a un periodista se le ocurre seguir preguntando al Papa… Sigue siendo un puente entre el mundo y la Iglesia. Sigue siendo un buen portavoz. Sigue siendo, sobre todo, un buen amigo.
Y muchas felicidades, Monseñor Cuevas, por esos cincuenta años de fidelidad.
Guillermo Juan Morado.
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