La razón teológica y el castigo divino
Pasando a lo que podamos decir sobre lo que la razón teológica y filosófica enseña sobre el tema del castigo divino, presentamos en primer lugar un texto de Santo Tomás que lo dice prácticamente todo, y el resto del “post” es un pobre intento de comentarlo. El Aquinate plantea primero las objeciones contra su propia tesis, luego da un par de argumentos en sentido contrario, luego da su razón fundamental a favor de esa misma tesis, y luego, responde a las objeciones que planteó al comienzo. Todos los subrayados son nuestros.
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Santo Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, lib. 2 d. 37 q. 3 a. 1
Si la pena o castigo procede de Dios.
A lo primero se procede así. Parece que la pena no procede de Dios. Porque todo mal es contrario a algún bien. Pero la pena es un mal, porque daña. Por tanto, es contraria a algún bien. Pero lo que es contrario a un bien, no puede proceder del Sumo Bien: porque el Sumo Bien no podría ser autor de la paz, sino de la lucha y la disensión, si de Él procediesen cosas contrarias. Por tanto, el castigo no procede de Dios.
Además, todo lo que está más allá de la intención del agente, se debe a algún defecto. Pero todo mal está más allá de la intención del agente, como diceDionisio: porque nada obra en vista del mal. Por tanto, todo mal se debe a algún defecto. Pero nada de lo que se debe a un defecto se reduce a Dios como a su causa, como se ha mostrado. Por tanto, no procede de Dios.
Además, lo que no es causa de la acción, no es causa de aquello que es causado por la acción, como se ha dicho. Pero existen muchas penas que se infligen aalgunos por los pecados de otros, pues muchos son castigados con aflicciones por aquellos que injustamente los oprimen. Por tanto, como Dios no es causa de la culpa, parece que tampoco es causa de toda pena.
Además, todo lo que procede de Dios tiende al bien. Pero algunas penas inclinan al mal, como el hambre y cosas semejantes. Por tanto, no toda pena procede de Dios.
Además, para aquello cuya generación es buena, su corrupción es mala. Pero la generación de la gracia es buena, porque procede de Dios. Por tanto, lacorrupción de la gracia es mala. Pero la corrupción de la gracia es una pena o castigo. Por tanto, no toda pena procede de Dios, pues Dios es causa solamente de los bienes.
Pero contra esto, todo lo que es justo, es bueno, y todo lo que es bueno, procede de Dios. Pero toda pena es justa, como probó San Agustín en la distinción anterior. Por tanto, toda pena o castigo procede de Dios.
Además, al mismo que pertenece la remuneración pertenece la condenación, es decir, a aquel a quien corresponde juzgar los actos buenos y malos. Pero premiar las buenas obras es propio de Dios. Por tanto, también es propio suyo infligir las penas.
Respondo : Hay que decir que la pena contiene dos cosas, es decir, la razón de mal, en tanto que es la privación de algún bien, y la razón de bien, en tanto que es justa y ordenada. Por tanto, algunos antiguos que consideraban la pena solamente en tanto que es un defecto y un mal,dijeron que las penas no procedían de Dios, en cuyo error incurrió también Cicerón, como se ve por su obra “De Officiis”. Estos hombres negaron pues la providencia de Dios sobre los actos humanos, por lo que el orden que la pena tiene a la culpa no decían que se debiese ala Providencia divina, sino a la justicia de los hombres que infligían la pena; y que el defecto que hay en la pena no era ordenado por Dios, sino que ocurría por la necesidad de las causas segundas: pues afirmaban que Dios daba el ser a las cosas como lo hace un agente movido por necesidad natural, de modo tal que de un Primer origen que no tiene ningún defecto, procedería un primer originado distante de su perfección, y según que era mayor la distancia respecto a un primero por el orden de las causas y los efectos, más defectuoso decían que algo era.
Esta tesis es errónea, como se mostró en el Libro I, dist. 39, donde se dice que la Providencia divina se extiende a todo . Y por tanto, hay que decir que los castigos proceden de Dios, pero la culpa no procede de Dios, por más que ambas cosas sean malas.
La razón de ello es que a cada cosa se le asigna una causa eficiente según el modo en que esa cosa procede de dicha causa. Pero la culpa tiene razón de maly de defecto según que procede de su causa eficiente, que no ordena su acción al fin debido, y así a la culpa no se le puede asignar una causa que no pueda caer en algún defecto. La pena en cambio no tiene razón de mal ni de defecto según que procede de su causa eficiente, porque ésta inflige el castigo por una acción ordenada, sino que tiene razón de defecto y de mal solamente en el que recibe la acción, el cual es privado de algún bien por una justa acción.
Y así Dios es autor de la pena, pero de diverso modo según la diversidad de las penas.Porque hay una pena de daño, como la sustracción de la gracia y cosas semejantes, y de estas penas Dios es causa, no haciendo algo, sino más bien no haciendo, pues por el hecho de que Dios no influye la gracia, se sigue en el castigado la privación de la gracia. Hay una pena de sentido, que se inflige por alguna acción, y de esta Dios es autor también haciendo algo.
Al primero, por tanto, hay que decir que un bien particular es contrario a otro bien particular, como lo caliente a lo frío; y ambos proceden de Dios. Y no se sigue por esto que Dios no sea autor de la paz, porque la misma lucha entre los contrarios se ordena a alguna unión, pues convienen en la forma del mixto, y también por cuanto en el universo se ordenan por modo de cierta consonancia. Así pues no es inconveniente, por más que el bien natural procede de Dios, que también la pena, que contraría ese bien natural, proceda, en cuanto es buena, de Dios.
Al segundo hay que decir que ningún mal ni ningún defecto es intentado ni por Dios ni por ningún otro agente; sino que todo mal y defectose deben a algún defecto, o bien de la causa eficiente, o bien de la materia recipiente. Ahora bien, el mal de culpa resulta del defecto de la causa eficiente; y por tanto no puede ser reducido a la Causa Eficiente que no puede fallar. Pero el mal de la pena se debe a un defecto de la materia, como se ve por lo siguiente. El juez justo tiende a implantar el orden de la justicia en sus súbditos. Ese orden no puede ser recibido en el pecador sino en tanto que es castigado por algún defecto, y así, por más que ese defectopor cuya causa la pena es un mal no sea intentado por el juez, sino el orden de la justicia, sin embargo, el juez justo es autor de la pena, en tanto que la pena es algo ordenado, y así Dios es autor de las penas.
Al tercero hay que decir que por más que Dios no sea autor de la acción torpe según que comporta una deformidad, sin embargo es causa suya según que es cierta acción, y por tanto, también puede ser llamado causa de aquello que es efectuado por esa acción.
Al cuarto hay que decir que la pena no inclina al mal de culpa directamente por modo de hábito y disposición, sino indirectamente, en cuanto por la pena alguien es privado de algo por lo que era retraído de la culpa. Y esto no es inconveniente, que se diga que Dios sustrae aquello por lo que alguien se conservaba inmune de la culpa, es decir, la gracia.
Al quinto hay que decir que por más que la corrupción de la gracia en sí es algo malo, sin embargo, que éste que es indigno de la gracia sea privado de ella es bueno y justo, y de este modo procede de Dios como Ordenador.
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A continuación, unas reflexiones nuestras a modo de comentario.
Dios es el Bien infinito . El ente como tal es bueno, porque el ser es acto, y es el acto fundamental, y el acto es perfección, y el ente es el sujeto del acto de ser. Y Dios es el Ente Infinito, idéntico realmente con el Ser mismo subsistente o Acto Puro de ser.
Dios es Amor. El Amor divino se identifica, como todo atributo divino, con el mismo Ser y la misma Esencia de Dios, pues Dios, Sumo Bien, Suma Inteligencia y Suma Voluntad, todo ello realmente idéntico a la misma Esencia divina, se conoce y se ama necesariamente a Sí mismo, en forma inmutable y eterna.
La Teología, basada en la Revelación divina, nos enseña que de ese eterno autoconocimiento divino procede eterna e inmutablemente el Hijo,la Segunda Persona de la Trinidad, y de ese eterno amor de Dios por sí mismo, el cual depende de ese eterno autoconocimiento divino,procede eterna e inmutablemente el Espíritu Santo, la Tercera Persona, que por eso mismo procede no solamente del Padre, sino también del Hijo.
Conociéndose y amándose necesariamente a Sí mismo, Dios conoce en su misma Esencia los infinitos modos posibles en que dicha Esencia podría ser participada e imitada, es decir, las infinitas creaturas posibles. Pero no las ama necesariamente, porque todas ellas, en tanto que participadas yfinitas, quedan infinitamente por debajo del Bien que es Dios mismo, Bien Infinito que sacia necesariamente la infinita capacidad de amar de la Voluntad divina, que se identifica realmente con ese mismo Bien.
Así dice Santo Tomás en la Suma Teológica, I, q. 20, a. 2, respuesta a la segunda objeción:
“Aun cuando las criaturas no han existido desde la eternidad más que en Dios, sin embargo, Dios, por el hecho de que han existido en El desde la eternidad, la ha conocido desde la Eternidad tal como son en sus propias naturalezas; y por esa misma razón las ha amado. Como también nosotros, por las semejanzas que en nosotros hay de las cosas, las conocemos tal como existen en sí mismas.”
Al parecer habla de las creaturas de hecho existentes , y lo que dice entonces, es que desde la Eternidad han estado presentes a la mente divina como esencias posibles y creables, de modo tal que eso ha hecho posible que las amase libremente, determinado darles la existencia actual.
O bien, dice que desde la Eternidad Dios ha conocido en Sí mismo todas las esencias creables posiblesy las ha amado según el grado de bondad participada posible que cada una de ellas representa, y que precisamente por ser una bondad finita e imperfecta, no ha podido causar necesariamente en la Voluntad divina un amor tal que por eso mismo ya determinase su creación “ad extra”, sino que ha sido libremente que la Voluntad divina las ha amado de modo de determinarse a dar a algunas de ellas la existencia actual en sí mismas.
De modo que la bondad que actualmente tienen en tanto que existentes en acto es posterior y no anterior al amor que Dios libremente ha querido tenerles, si bien es anterior lógicamente a ese amor su bondad esencial en tanto que meros entes posibles.
En todo caso, libremente y sin necesidad alguna Dios ha elegido amar a algunas de esas infinitas creaturas posibles de tal modo que les diese el bien fundamental, que es la existencia real misma . El amor de Dios por sus creaturas no procede de ninguna necesidad divina, sino que brota gratuita y libremente de la abundancia de ese Amor necesario a la Bondad divina que es Dios mismo.
Dios no nos ama, entonces, porque seamos buenos, sino que somos buenos porque Dios nos ama.
Por eso dice Santo Tomás en la Suma Teológica, I, q. 20, a. 2:
“Dios ama todo lo existente. Pues todo lo existente, por ser, es bueno; ya que el mismo ser de cualquier cosa es un cierto bien, como también lo escualquiera de sus perfecciones. Ya se demostró anteriormente (q.19 a.4) que la voluntad de Dios es causa de todas las cosas. Así, es necesario que en tanto algo tenga ser o cualquier otro bien en cuanto es querido por Dios. Por lo tanto, Dios quiere algún bien para cualquier ser existente. Por eso, como amar no es más que querer el bien para alguien, resulta evidente que Dios ama todo lo existente.Sin embargo, no ama como nosotros. Pues, como nuestra voluntad no es causa de la bondad de las cosas, sino que es movida por ella como por su objeto, nuestro amor, por el que queremos el bien para alguien, no es causa de su bondad. Sino que por el contrario, su bondad, real o aparente, provoca el amor por el que queremos que conserve el bien que posee y agregue el que aún no tiene, y para ello obramos. Pero el amor de Dios infunde y crea bondad en las cosas.”
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Dios crea todo para su gloria.
Es libre de crear o no, pero si lo hace, tiene que hacerlo por un fin. Todo agente obra por un fin y especialmente aquel que está dotado de inteligencia y voluntad, que en Dios tienen su realización perfecta e infinita.
Y ese fin no puede ser otro que Él mismo. Dios no puede subordinar su acción, que es idéntica a su mismo Ser, a algo distinto de Él mismo, porque Él mismo no puede estar subordinado a nada.
Dios mismo es el fin de toda acción divina, pero no, obviamente, como un bien a conseguir, sino que sólo puede serlo como un bien a comunicar. En la acción divina “ad extra”, hacia las creaturas, el fin al que apunta el actuar divino es entonces comunicar una participación de la Bondad divina a las creaturas.
Por eso dice Santo Tomás en la Suma Teológica I, q. 19 a. 2:
“Hay que decir que Dios no sólo se quiere, sino que también quiere lo distinto de El. Esto resulta claro por la comparación que antes se puso (a.1).Pues una cosa natural no sólo tiene inclinación natural con respecto al propio bien, para conseguirlo si no lo tiene y para descansar en él si lo tiene; sino para difundir el propio bien en otros en la medida de lo posible. Por lo cual, vemos que todo agente, en cuanto está enacto y es perfecto, hace lo semejante a él. Por eso, en la razón de voluntad entra que el bien poseído se comunique a los demás en la medida de lo posible. De modo especial esto le corresponde a la voluntad divina, de la cual deriva, por semejanza, toda perfección. Por lo tanto, si las cosas naturales, en cuanto que son perfectas, comunican su propio bien a las demás, a la voluntad divinale corresponderá mucho más que comunique su propio bien a los demás en la medida de lo posible. Así, pues quiere ser y que los demás sean. Pero a sí mismo se quiere como fin, a los otros como orientados al fin en cuanto que les concede participar de la bondad divina.”
Y también, allí mismo en la respuesta a la tercera objeción:
“Del hecho de que la bondad de Dios colme su voluntad, no se sigue que Dios no quiera otras cosas; sino que no las quiere más que por razón de su bondad. Como también el entendimiento divino, aun cuando sea perfecto porque conoce la esencia divina, sin embargo, en ella conoce las otras cosas.”
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Por eso se dice que Dios crea todas las cosas para Su gloria extrínseca.
La gloria de Dios es la clara manifestación de la Bondad divina con la consiguiente alabanza. “Clara notitia cum laude”.
La gloria divina intrínseca es la misma Bondad divina esencial, que se manifiesta eternamente al conocimiento divino y es eternamente amada por Dios, independientemente del hecho de que Dios cree o no algo.
Esa gloria divina intrínseca es eterna, inmutable y necesaria como Dios mismo, no puede aumentar ni disminuir y no depende en nada de las creaturas.
La gloria divina extrínseca es la participación de la Bondad divina en las creaturas, que es reconocida y alabada en ellas por las creaturas racionales.
Las creaturas manifiestan la gloria de Dios porque sus naturalezas creadas son participaciones de la Naturaleza divina, y por tanto, de su Bondad y excelencia infinitas.
Por eso, al actuar conforme a su naturaleza propia, las creaturas al mismo tiempo glorifican a Dios y alcanzan el fin para el que fueron creadas.
Es decir, actualizan plenamente las potencialidades propias de sus naturalezas y alcanzan así su plena realización, que en el caso de la creatura racional se llama “felicidad”.
En un sentido, por tanto, decir que Dios ha creado las creaturas racionales para Su gloria extrínseca y que las ha creado para que sean felices es la misma cosa.
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La ley divina eterna es la “razón o voluntad de Dios, que manda guardar el orden natural y prohíbe perturbarlo” (San Agustín). Es el orden, presente eternamente en la Inteligencia divina, y querido por la divina Voluntad, por el cual las creaturas, obrando de acuerdo con la naturaleza propia de cada una, recibida del Creador, alcanzan el fin para el fueron creadas: la gloria extrínseca de Dios consistente en la plena realización de esas naturalezas creadas.
La ley natural es “la participación de la ley eterna en la creatura racional” (Santo Tomás). Es decir, esa misma ley eterna, basada en la naturaleza propia de la creatura racional, en cuanto se manifiesta a esa misma creatura racional mediante su inteligencia, para ser obedecida mediante su voluntad dotada de libre albedrío.
Dado que libremente ha querido crear, Dios se debe a Sí mismo, a su Bondad y excelencia infinitas, el hacer que la creación lo glorifique,conduciendo a las creaturas al fin para el que las ha creado, y lo hacemediante las leyes naturales, en el caso de las creaturas irracionales, y mediante la ley moral natural, en el caso de las creaturas racionales.
Este es el fundamento último de la obligación moral a la que están sujetas las creaturas racionales. Se trata del derecho de Dios, Sumo Bien, a ser amado por sobre todas las cosas, que de algún modo vale para Dios mismo, y que respecto de las creaturas dotadas de inteligencia y libre albedrío se convierte en la obligación moral de cumplir con la ley divina.
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Este derecho de Dios a ser obedecido por la creatura racional fundamenta el derecho divino de castigar la desobediencia de la creatura racional a la ley divina.
Dado que ha querido libremente crear en vez de no crear, Dios se debe a Sí mismo, a su Bondad y grandeza inefables, el hacer que la creación lo glorifiquealcanzando el fin al cual la ha ordenado. A eso se ordena la ley divina eterna, que impone el orden natural en el universo creado,de dos maneras diferentes: necesaria en el caso de las creaturas irracionales, por medio de las leyes naturales, libre en el caso de las creaturas racionales, por medio de la ley moral.
En el caso de las creaturas racionales, el orden natural incluye por tanto el orden de la justicia, pues se trata de creaturas dotadas de libre albedrío y responsables por eso mismo de sus propias acciones.
La desobediencia a la ley divina por parte de la creatura racional, entonces, exige de suyo la reparación del orden de la justicia, perturbado por el pecado de la creatura.
Esto se logra mediante la pena o castigo, que deprime a la voluntad creada tanto cuanto ésta se exaltó injustamente por encima del orden establecido por Dios.
El castigo divino es un mal físico infligido por Dios a la creatura racional en retribución por sus culpas, con la finalidad derestaurar el orden de la justicia perturbado por el pecado, y en algunos casos, de motivar la conversión o hacer purificación de los restos de las culpas, en esta vida o en el Purgatorio respectivamente.
La ley moral impone entonces efectivamente el orden en la Creación, por lo que respecta a las creaturas racionales, tanto como las leyes naturales que rigen a los seres irracionales, porque la creatura racional que se escapa del orden moral mediante el abuso de su libertad, cae bajo ese mismo orden moral mediante el castigo.
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Ahora bien, sabemos por la fe en la Revelación, que nos hace conocer los inauditos designios libres del Creador, que en el caso de la creatura racional hay de hecho tres posibilidades:
1) Obedece la ley natural y de ese modo da gloria a Dios alcanzando su propia plenitud.
2) Desobedece la ley natural, infringiendo el orden de la justicia, y se hace pasible del castigo divino, el cual reestablece el orden natural y da gloria a Dios mediante la manifestación de uno de los atributos divinos, que es precisamente la Justicia.
3) Desobedece la ley natural y, hecha merecedora del castigo divino, es sin embargo perdonada y salvada por Dios, y da gloria a Dios mediante la manifestación de otro atributo divino, que es la Misericordia.
En efecto, lo que en todo caso debe ser atendido por la Voluntad divina, en caso de crear un mundo poblado por seres racionales y libres,es la consecución de la gloria divina extrínseca, del modo ya dicho, y eso sabemos por la Revelación divina que se consigue tanto mediante la manifestación de la Justicia divina como mediante la manifestación de la divina Misericordia.
Eso quiere decir que Dios no está obligado a cumplir estrictamente con las exigencias del orden de la Justicia. Menos aún está obligado a manifestar su Misericordia, la cual por definición implica ir más allá de la Justicia y sus exigencias, perdonando en lugar de ejercer el derecho de castigar. Tanto por un camino como por el otro se alcanza el fin de la Creación, que es la gloria extrínseca de Dios.
La Misericordia divina, entonces, implica la libre decisión divina de no ejercer el derecho de castigar el pecado de la creatura racional, manifestando así la gloria de Dios mediante el perdón, en vez de hacerlo mediante el castigo .
Efectivamente, sólo el que tiene el derecho de castigar el pecado, puede tener también el derecho de perdonarlo.
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Por la fe en la Revelación sabemos que de hecho Dios, que es Amor, ha querido libre y soberanamente, en su Bondad y Sabiduría, permitir el pecado de las creaturas racionales, ángeles y hombres, y respecto de estos últimos, hacer brillar sobreabundantemente su Misericordia enviando a su propio Hijo hecho hombre, para que Él satisficiese las exigencias de la Justicia divina padeciendo y muriendo por nosotros en la Cruz, y mereciese así para nosotros el perdón de Dios y la vida eterna.
En los ángeles, que siendo puros espíritus no están sujetos al cambio y al tiempo en el sentido en que lo estamos nosotros, los seres corpóreos, toda la capacidad de elegir se juega en un único acto de aceptación o rechazo de la Voluntad divina que fija eternamente su destino en la Bienaventuranza o en la condenación. No hay lugar, por tanto, ni al arrepentimiento ni al perdón.
En los ángeles buenos se manifiesta la Gracia divina , que los eleva a la participación sobrenatural en la misma vida de Dios, en los ángeles malos o demonios brilla la Justicia divina, que los condena al infierno por toda la Eternidad.
La Misericordia de Dios se manifiesta en los seres humanos, seres temporales que sólo sucesivamente, mediante una serie de actos, ejercen su capacidad de elección, y que por tanto tienen en esta vida la capacidad del arrepentimiento, y que hechos pecadores en Adán, son redimidos por la Muerte y la Resurrección de Jesucristo y alcanzan así la vida eterna, si aceptan libremente la voluntad de Dios en su vida terrena mediante el auxilio de la gracia divina.
En los seres humanos que libremente rechazan la misericordia de Dios hasta el final se manifiesta la Justicia divina mediante la condenación eterna del infierno.
En esta vida, la manifestación de la Justicia divina se hace mediante las penas temporales , que al mismo tiempo manifiestan también la Misericordia de Dios, porque mediante ellas se da al pecador la oportunidad de expiar por su pecado y además, de convertirse de su mal camino orientándose hacia la salvación eterna.
Cuando hablamos de “penas temporales”, aquí, entendemos los castigos temporales, y por tanto, no incluimos los sufrimientos temporales que no son castigo por el pecado, sino que se ordenan a asociar a los justos a la obra redentora de Jesucristo Nuestro Señor participando en los sufrimientos del Salvador para la redención del mundo.
Igualmente se manifiesta la Misericordia divina junto con la Justicia en las penas purificadoras del Purgatorio, que tienen por finalidad expiar completamente las culpas cometidas en esta vida a fin de hacer posible la entrada en la Vida Eterna.
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Algunos dicen que Dios castiga solamente en el infierno, pero que las penas de esta vida no tienen sentido de castigo, sino una finalidad medicinal, de corrección.
Es decir, niegan que los sufrimientos de esta vida, o la misma muerte, puedan tener un sentido de retribución por nuestros pecados que apunte a restablecer el orden de la justicia, perturbado por nuestros pecados.
Pero el mismo ejemplo de los padres que corrigen a los hijos debería mostrarnos que hay siempre por medio una razón de justicia en la corrección de las faltas de los hijos por parte de los padres.
Si no fuera así, entonces cabe preguntarse cuál sería la justificación del sufrimiento que los padres infligen a los hijos cuando loscorrigen. El que entrena a un animal en un circo, por ejemplo, también se vale de estímulos dolorosos y estímulos placenteros para domesticarlo.
Pero la dignidad de los hijos como personas humanas exige que no se utilice el sufrimiento simplemente para condicionarlos como se hace a veces con los ratones en los laboratorios.
Los hijos no son animales, son seres humanos que tienen libre albedrío, tienen capacidad para cometer faltas contra el orden de la justicia, y de ser pasibles por tanto de los castigos que restablezcan ese orden.
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Otros parecen hacer imposible hasta esa misma corrección divina, porque dicen que ella no puede surtir efecto si no somos conscientes de que estamos siendo corregidos por nuestras faltas, cosa que en esta vida no sería posible, dado que no siempre los sufrimientos de esta vida tienen que ver con nuestras culpas o pecados, sino que a veces sufren también los justos, como se ve en el caso de Job.
Pero que Dios corrige a los pecadores en esta vida con sufrimientos es uno de los datos más claros de la Escritura y de toda la Revelación cristiana, junto con el hecho de que efectivamente a veces también sufren los justos e inocentes.
Por otra parte, no es cierto que en esta vida no tengamos ninguna noción al respecto, pues sabemos por la Revelación que en general ello es así, que Dios castiga a veces a los pecadores con sufrimientos que tienen una finalidadmedicinal. Eso basta para que reflexionemos si llevando una vida de pecado nos toca experimentar el dolor. Porque respecto de sí mismo cada uno sabe muy bien si es pecador o no.
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Y hay que tener presente, además, dos cosas, enseñadas por la teología tradicional:
1) Que si bien las penas de esta vida pueden tener un sentido de justa retribución por nuestras culpas, en este caso el sentido primario es el medicinal, mientras que en el infierno el sentido retributivo es el único, o bien, si tienen un sentido medicinal es solamente respecto de los que todavía estamos vivos, para que, como se dice, escarmentemos en cabeza ajena.
Algo análogo cabe decir de las penas del Purgatorio, a saber, que tienen un sentido primordialmente purificador y secundariamente retributivo.
2) En consonancia con lo anterior, enseña Santo Tomás en I, q. 21, a. 4, que en todas las obras de Dios se dan juntamente la misericordia y la justicia. Y eso se entiende particularmente en el caso en que Diosaplica al pecado mortal, en esta vida, una pena temporal que siempre va a ser infinitamente menos de lo merecido, que es la pena eterna, precisamente con la finalidad de evitar esta última.
Incluso respecto de los justos, Santo Tomás hace allí mismo una observación interesante:
“Hay que decir que también en el hecho de que los justos sean castigados en este mundo, aparecen la justicia y la misericordia, en cuanto por tales aflicciones se purgan en ellos algunas faltas leves, y dejando los afectos terrenos se orientan más a Dios, según aquello de Gregorio: “las cosas malas que nos afligen en este mundo nos fuerzan a ir a Dios”.”
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La pena o castigo por el pecado es un mal físico, es decir, la privación de un bien que la creatura racional debería tener y al cual tiende su naturaleza y por tanto, su voluntad, mediante el apetito. La voluntad creada sufre así una contrariedad que compensa por la injusta afirmación de sí misma por encima del orden establecido por el Creador.
Hay quienes piensan que Dios no puede castigar, porque el castigo es un mal y el mal no puede proceder de Dios.
Es clave en este sentido lo que dice Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, cuestión 19, artículo 9:
“Hay que decir que, como la razón de la bondad es la apetibilidad, como se ha dicho, y el mal se opone al bien, es imposible que algo malo, en cuanto tal, sea apetecido, ni por el apetito natural, ni por el apetito animal, ni por el apetito intelectual, que es la voluntad.
Pero algún mal es apetecido accidentalmente, en cuando se sigue necesariamente de algún bien.
Y eso sucede respecto de cualquier apetito. Porque el agente natural no intenta la privación o corrupción, sino la forma, a la cual va unida la privación de otra forma; y la generación de algo, que es corrupción de otra cosa. También el león, matando al ciervo, tiende al alimento, al cual se une la occisión del animal. De modo semejante, el fornicador tiende al placer, al cual se une la deformidad de la culpa.
El mal que va unido a algún bien es privación de otro bien. Por tanto, nunca sería apetecido el mal, ni siquiera por accidente, si el bien al que el mal va unido no fuese apetecido más que el bien que es destruido por el mal.
Pero Dios no apetece nada por encima de su propia Bondad, aunque sí quiere algún bien más que algún otro bien. Por lo que el mal de culpa, que priva a la creatura del orden al Bien divino, Dios no lo quiere de ningún modo.
Pero el mal del defecto natural o el mal de pena o castigo lo quiere queriendo algún bien al cual va unido ese mal, como, queriendo la justicia, quiere el castigo, y queriendo que se conserve el orden natural, quiere que algunas cosas naturalmente se corrompan.”
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Así, Dios puede preferir un bien finito a otro bien finito, de modo que queriendo el primero quiera y provoque indirectamente la destrucción del segundo. Por eso mismo Dios quiere y causa indirectamente y “per accidens” el mal físico.
En efecto, la privación de una forma sólo es posible mediante la actualización de la forma contraria, es decir, de una forma cuya actualidad es incompatible con la actualidad de la primera.
El ente en potencia es de suyo capaz de ser actualizado por muchas formas diferentes e incompatibles entre sí . La presencia de una de ellas hace imposible la presencia de las demás, que sólo podrán actualizarse en esa potencialidad destruyendo la actualización de la primera forma.
La actualización de esa otra forma, como todo pasaje de potencia a acto, tiene siempre una causa, y esa causa, o es directamente la Causa Primera, o lo es indirectamente, en cuanto dicha actualización se debe a la acción de una causa segunda, la cual en general sólo puede actuar en tanto es movida a ello por la Causa Primera.
No es que las causas segundas no tengan operación propia, sino que son causas segundas precisamente porque su operación propia la tienen en virtud de una moción e influjo de la Causa Primera.
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Por tanto, Dios es Causa Primera y Autor, indirectamente y “per accidens”, en cuanto se trata de un mal físico, de toda pena o castigo que se ejerce sobre la creatura racional.
Santo Tomás de Aquino distingue, entre las penas que sufren los condenados en el infierno, la pena de daño, que consiste en la pérdida dela visión de Dios, y la pena de sentido, que consiste en el fuego eterno. Respecto de la primera, dice que Dios la infligeno haciendo algo, es decir, no dando al condenado la gracia de la visión beatífica. Respecto de la segunda, dice que Dios la inflige realizando una acción positiva.
Esto plantea el problema de cómo puede depender la pena de daño del condenado de una libre acción divina, si al mismo tiempo la condenación es una consecuencia necesaria de la impenitencia final del condenado, en el caso de los seres humanos, o de la única elección libre definitiva, en el caso de los ángeles caídos.
La tesis tomista es que tanto el ángel después de su única opción libre, como el alma humana separada del cuerpo tras la muerte, tienen fijada su voluntad en su última opción, de modo que no la pueden cambiar. La eternidad de las penas del infierno depende justamente de esa imposibilidad de cambio en la voluntad del condenado, pues si pudiesen convertirse, ahí mismo terminaría para ellos el infierno, pues pasarían a estar en amistad con Dios y podrían acceder a la visión bienaventurada.
Para el tomismo se trata de una imposibilidad física, que depende de la naturaleza misma del espíritu creado y de su voluntad.
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Otros, como Escoto y Suárez, niegan esa imposibilidad física, y sostienen, en definitiva, con matices, que se trata simplemente de que Dios ha establecido no ofrecer la gracia de la conversión más allá de la muerte. Como sin esa gracia sobrenatural no puede darse enla creatura racional la conversión a Dios como fin último sobrenatural, que es necesaria para la salvación eterna, de hecho, en “sentido compuesto”, es imposible para el condenado convertirse y salvarse.
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Un gran tomista francés del siglo XVII, Billuart, (Cursus theologiae iuxta mentem Sancti Thomae, T. II, Lecoffre, Paris, 1878, p. 215) nos pone en la pista de la respuesta que entendemos más adecuada. Se plantea la siguiente objeción (traducción nuestra):
“Los santos ángeles tienen el ser inmutables en el bien solamente por gracia, por tanto, no son por naturaleza inflexibles, de lo contrario no necesitarían la gracia, sino sólo el obrar connatural.”
Lo cual equivale a decir: si la inmutabilidad de la opción final se debe a la naturaleza del ángel (y respectivamente, del alma humana separada delcuerpo), de modo que la imposibilidad de cambiar de elección es física, como dice el tomismo, entonces no hace falta ninguna intervención o no intervención divina para explicar sea la bienaventuranza eterna de los justos, sea la condenación eterna de los impíos.
A lo que responde Billuart:
“Los santos ángeles tienen solamente por gracia el ser inmutables en el bien más bien que en el mal: Concedo. El ser inmutables en el bien o en el mal. Niego. En efecto, por más que los ángeles por su modo natural de obrar exijan lainflexibilidad sea en el bien, sea en el mal, que ello sea en el bien más bien que en el mal no se debe a la naturaleza del ángel, sino a una gran gracia que los ángeles buenos tuvieron a diferencia de los malos, y que, acomodada a su modo natural de obrar, persevera en ellos. Además, por la gloria se vuelven inmutables acerca de lo sobrenatural, lo cual no se debe a su naturaleza.”.
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Al parecer sostiene que la inmutabilidad de la elección angélica se explica por causas puramente naturalessolamente en la hipótesis de que el objeto de esa elección sea natural, cosa que no sucede en el caso de la elección de Dioscomo fin sobrenatural, de modo que la inmutabilidad de esa elección se debe a la gracia divina, la cual sin embargo se acomoda en ello al modo de ser natural del ángel, que exige por su parte esa inmutabilidad de la elección.
En los demonios, entonces, lo que sucede es que han carecido de esa gracia divina, por soberana decisión de Dios, que no está obligado a dar lo sobrenatural a la naturaleza creada, de modo que su libre elección de rechazo de Dios posee la inmutabilidad natural que en ese caso corresponde.
Pero tratándose de una inmovilidad natural, podría ser cambiada esa voluntad por la gracia sobrenatural. Y así, por la denegación de esta gracia por justo juicio de Dios es que el ángel es castigado con la condenación eterna, así como por la libre colación de la gracia sobrenatural por parte de Dios es premiado el ángel bueno con la permanente adhesión a Dios claramente visto.
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Las almas humanas separadas del cuerpo tras la muerte están en una condición semejante a la angélica en cuanto a su total inmaterialidad, y así se cumple también en ellas la fijación de la voluntad en la opción que tenían respecto de Dios al morir, que en el caso de los que se salvan, se cumple por obra de la gracia divina, de modo análogo a lo ya dicho de los ángeles buenos.
En este caso, los condenados carecen, por libre decreto de Dios, de la gracia necesaria para convertirse y adherirse inmutablemente al Bien divino, por justo castigo por su pecado y su impenitencia final , y por esa razón, según las exigencias de su naturaleza, adhieren irrevocablemente al rechazo de Dios y de la vida eterna.
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Santo Tomás parece sintetizar toda esta explicación en el siguiente pasaje de la cuestión disputada sobre el mal (De malo, q. 16, a. 5):
“Es verdad que [los ángeles] están en potencia respecto del movimiento hacia lo sobrenatural, sea por conversión, sea por aversión, por loque sólo este cambio podría haber en ellos, que del grado propio de su naturalezase muevan hacia lo que está sobre la naturaleza, convirtiéndose a ello o rechazándolo. Pero como todo lo que le adviene a alguno, le adviene según el modo de su naturaleza, es necesario que los ángeles perseveren inmóvilmente sea en la aversión sea en la conversión al bien sobrenatural.”
Y continúa:
“Extrínsecamente, [los ángeles] son inmutables en el bien o en el mal después de la primer elección, porque entonces termina para ellos el estado de viadores, por lo que no pertenece a la razón de la Sabiduría divina que infunda ulteriormente la gracia a los demonios, por cual sean apartados del mal de su primera aversión , en la cual perseveran inmóvilmente.”
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Por eso hay que excluir, en cualquier caso, la idea de que Dios sea solamente un espectador impotente y pasivo de la condenación de la creatura racional.
En primer lugarporque esa condenación es justa, y si es justa, es buena, y si es buena, Dios no solamente la permite, sino que la quiere, y no solamente la quiere en forma indirecta y “per accidens”, sino en forma directa y “per se”, y si la quiere de ese modo, también la produce de ese modo, directamente y “per se”, no en tanto es un mal, sino en tanto es un bien, como se dijo.
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En segundo lugar, porque el don de la vida eterna por parte de Dios al que muere en estado de gracia tampoco es una mera consecuencia necesaria de losméritos adquiridos en esta vida. Como dice la Escritura, es un don: “Yo les doy la vida eterna” (Jn 10, 28). Como tal, es libre y contingente: Dios podría no dar lo que da. Además, todas las acciones divinas “ad extra”, es decir, hacia las creaturas, son libres.
Es cierto que la gracia de Dios hace que los actos del justo merezcan “de condigno”, o sea, en verdadera justicia, la vida eterna. Se trata de una obligación que Dios adquiere consigo mismo de recompensar así a los que mueren en amistad con Él. Hay entonces en ello una necesidad, pero es una necesidad por así decir moral, no física, que deja subsistir la libertad física con que Dios otorga la bienaventuranza.
Lo mismo sucede con la condenación eterna del que muere en pecado mortal . Con libertad física Dios determina no hacerle el don de la visión beatífica, habiéndose obligado consigo mismo a obrar de ese modo. Y en eso consiste la causalidad divina en la pena de daño.
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Es de subrayar el argumento que pone Santo Tomás en el “Sed contra” del artículo citado al comienzo:
“…al mismo que pertenece la remuneración pertenece la condenación , es decir, a aquel a quien corresponde juzgar los actos buenos y malos. Pero premiar las buenas obras es propio de Dios. Por tanto, también es propio suyo infligir las penas.”
En efecto, si A depende de la libertad de B, entonces No A también depende de la libertad de B.
Porque si No A es necesario, entonces A no puede ser contingente. En efecto, la necesidad de No A equivale a la imposibilidad, no a la contingencia, de A.
Por tanto, si el don de la vida eterna depende de la libertad divina y no es una mera consecuencia necesaria de las buenas obras del justo , entonces también la pérdida de la vida eterna depende de la libertad divina y no es una mera consecuencia de las malas obras del condenado.
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De hecho, si libremente cometo un delito, voy, por ejemplo, a la cárcel. Es claro que la cárcel es la consecuencia lógica y en cierto sentido necesaria, dada la sociedad en la que vivo, de haber cometido libremente el delito. Pero eso no excluye el hecho de que es el juez, no yo, el que me juzga, me condena y me manda encerrar.
Más bien sucede que la consecuencia lógica y necesaria del delito incluye el acto del juez que lo condena, y análogamente se puede decirlo mismo del acto por el cual el condenado sella su destino: que incluye entre sus consecuencias el acto de Dios justo Juez que lo condena al castigo eterno.
No porque el acto de la creatura provoque o determine ese acto divino, cosa imposible para la creatura, como tampoco el delito provocaautomáticamente la condena a la cárcel por parte del juez, sino porque es el Ser de Dios mismo, con la exigencia de su Bondad y de su gloria extrínseca, el que determina que así deba suceder en esos casos, enlos cuales la voluntad creada ha tomado una opción definitiva, irreformable del modo dicho, en contra del plan de Dios, de modo que así lo ejecuta la divina Voluntad, del modo dicho.
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En tercer lugar , porque la expresión “condenarse a sí mismo” puede entenderse en dos sentidos: uno que digamos “material”, y otro que digamos “formal”.
En sentido material, “condenarse a sí mismo” es, en el caso del ser humano, morir en pecado mortal sin haberse arrepentido del mismo, lo cual no puede hacerse sin propia culpa. Lo llamamos “sentido material” porque de ese modo se proporciona la “materia” (a saber, la impenitencia final) para el juicio y la condenación formalmente considerados.
Incluye un aspecto activo, que es la libre opción de no arrepentirse en la que le llega la muerte, y un aspecto pasivo, que incluye la muerte misma y el estado de condenación eterna en que se encuentra luego de la muerte.
Es claro que el autor de la “condenación” así materialmente entendida es el condenado mismo, mediante el abuso de su libertad.
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Pero el juicio y la condenación formalmente entendidos no pueden proceder del mismo condenado. Por “juicio y condenación formalmente entendidos” entendemos el acto de juzgar y condenar justamente al que se condena.
Ese acto no puede tener como sujeto al condenado mismo, porque éste no es superior a sí mismo ni tiene jurisdicción sobre sí mismo, ni es él mismo la suprema autoridad a la que está sujeto y a la que tiene que dar cuenta de sus actos.
Todo eso le corresponde en cambio a Dios, Creador, Señor y Juez, el cual es el único sujeto posible, por tanto, del acto del juicio y la condenación formalmente tomados.
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Por eso, en cuarto lugar, la condenación eterna, como mal físico que consiste ante todo en la pena de daño o privación de la visión de Dios, y en segundo lugar, en la pena de sentido del fuego eterno, no puede tener como única causa al condenado.
En efecto, todo mal físico que afecta al ser de algo y no solamente a su operación tiene causa eficiente, y esa causa eficiente es, como ya dijimos, la que produce directamente y “per se” el bien físico que tiene como consecuencia la privación de otro bien físico, en lo cual consiste aquel mal físico.
Y toda causa eficiente segunda actúa en virtud de la Causa Eficiente Primera, que es Dios.
Por tanto, ante el mal físico de la condenación eterna Dios no tiene un papel de mero espectador, sino deCausa Primera indirecta y “per accidens”, en cuanto es un mal, como se dijo, y de Causa Primera y directa, “per se”, en cuanto es un bien, a saber, un castigo que restablece el orden de la justicia.
Por eso, si se quiere hablar de un “autocastigo” de los condenados, sólo podrá entenderse en un sentido por así decir ministerial, a modo de causas segundas movidas en última instancia por la Causa Primera.
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Por lo que toca a la pena de sentido, y por extensión, a las penas que Dios puede aplicar en esta vida, en todas, como dijimos, Dios realiza según Santo Tomás una acción positiva, en vez de limitarse, como en la pena de daño, a no hacer algo.
En estos casos, la pena o castigo implica, por un lado, la producción de un determinado bien físico, el cualcomporta un determinado mal físico, con el cual, en tanto que castigo por el pecado cometido, se logra un bien de orden moral, que es el restablecimiento del orden de la justicia perturbado por ese pecado.
Pero el castigo no es solamente un medio para el restablecimiento del orden de la justicia, que es un bien, sin ser un bien en sí mismo. En efecto, el castigo por el pecado es justo, y lo que es justo, es bueno.
Así que bajo este aspecto de bien, Dios quiere el castigo directamente, y éste tiene a Dios como Causa Primera directa, y no solamente indirecta.
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Veamos por ejemplo el caso de los jóvenes que se burlan del profeta Eliseo y son devorados por dos osas que según la Escritura son enviadas por Dios con ese fin, como se lee en 2 Reyes 2, 23 – 25:
“Después subió de allí a Betel; y mientras subía por el camino, unos muchachos salieron de la ciudad y se burlaban de él, y le decían: ¡Sube, calvo; sube,calvo! Cuando él miró hacia atrás y los vio, los maldijo en el nombre del Señor. Entonces salieron dos osas del bosque y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos. De allí fue al monte Carmelo, y desde allí regresó a Samaria.”
El pecado consistió en burlarse de un profeta, de un enviado de Dios, y por tanto, de Dios mismo, de ahí la gravedad de ese pecado, que se mide por la dignidad del ofendido, que en este caso es infinita.
En efecto, al parecer la burla tiene un matiz religioso explícito, porque Elías se dirigía al santuario de Betel y losjóvenes con el “sube” parecen hacer referencia a ese hecho. “Calvo” tal vez haga referencia al hecho de que los profetas en aquellos tiempos se rapaban la cabeza o usaban cierta tonsura, lo cual querría decir que la burla efectivamente tenía porobjeto la religión y por tanto, el Dios de Eliseo. Otros dicen que “sube” de los muchachos hace referencia blasfema a la reciente ascensión de Elías, el maestro de Eliseo, y que los tales “muchachos” son idólatras, adoradores de los dioses cananeos contra los cuales había combatido incansablemente Elías.
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La pena consistió, por un lado, en un bien físico, que es el ejercicio por parte de las osas de la facultad natural que les ha sido concedida para alimentarse y poder así sobrevivir y reproducirse.
Dicho bien ha sido querido por Dios directamente, “per se”, y ha sido causado directamente por Dios como Causa Primera, siendo las causas segundas las mismas osas.
Ese bien físico comporta inevitablemente un mal físico que es el sufrimiento y la muerte de esos jóvenes. Dicho mal, en tanto que mal, ha sido querido por Dios indirectamente, “per accidens”, en tanto que va unido necesariamente, según el orden natural, que Dios ha querido conservar en este caso, al bien mencionado.
Las causas de ese mal físico, en tanto que mal, por tanto, han sido indirectas, “per accidens”, y han sido de dos clases: las osas como causas indirectas segundas, Dios como Causa Primera indirecta.
Pero ese mal físico, considerado en tanto pena o castigo por el pecado, es un bien, en tanto que comporta el restablecimiento del orden de la justicia.
Sin duda que ontológicamente la pena o castigo es solamente una privación y un mal, pero el bien que es el restablecimiento del orden de la justicia no es de tipo ontológico, sino moral, así que es concebible que lo que desde el punto de vista ontológico es un mal, desde el punto de vista moral sea un bien.
Bajo ese aspecto, entonces, ese bien moral que es el castigo, consistente ontológicamente en el mal que es el sufrimiento y la muerte de estos jóvenes, ha sido en tanto que bien querido directamente por Dios y ha tenido a Dios como Causa Primera y principal directa, siendo las osas causas segundas directas instrumentales.
Las osas obviamente que no pueden ser las causas principales de un bien moral, pero nada parece oponerse a que sean causas instrumentales del mismo, siendo la Causa Principal un ser Personal como es Dios.
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Lógicamente, en el caso de la pena de sentido en el infierno, la causalidad divina sobre el Infierno se reduce a la producción y conservación de ese fuego que afecta a los ángeles caídos, a las almas de los condenados humanos antes de la Resurrección y el Juicio Final, y también a los cuerpos de los condenados después de la Resurrección.
Fuego que en sí mismo es, como todo elemento natural, un ser y un bien, y que por tanto es producido directamente por Dios, sea en forma inmediata, sea por medio de causas segundas como pueden ser los ángeles y las creaturas materiales.
Produciendo así Dios como Causa Primera en forma indirecta y “per accidens” el sufrimiento que ese fuego produce en los condenados, que es un mal físico.
Y produciendo así Dios como Causa Primera en forma directa y “per se” el bien moral que ese mismo sufrimiento representa en tanto que restablecimiento del orden de la justicia.
Cambiando el sentido de condenación eterna por el sentido de purificación temporal, que no elimina tampoco el sentido retributivo de restablecimiento del orden de la justicia, como vimos en el “post” anterior, se debe hablar análogamente del fuego del Purgatorio.
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Por tanto, si se pregunta si Dios ha creado el infierno, hay que responder haciendo algunas distinciones.
Hay que distinguir entre la pena de daño y la pena de sentido, y hay que distinguir entre “ crear” en el sentido estricto, de hacer algo de la nada, y en sentido amplio, de “causar”, y aún dentro de este sentidoamplio de “causar” hay que distinguir entre hacer algo mediante una acción positiva y hacer algo mediante una libre determinación de no obrar.
La pena de daño, como hemos visto, tiene a Dios por causa en el sentido dela libre determinación divina de no dar al condenado la visión beatífica. La pena de sentido tiene a Dios por causa en el sentido de crear y conservar el fuego eterno que atormenta a los condenados.
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En cuanto al destino final de los jóvenes que se burlaron de Eliseo, no nos consta nada, parece, por la Revelación, ni en un sentido ni en otro. Ciertamente que el hecho de que hayan muerto como idólatras que se burlan delDios verdadero no es buena señal. Pero de suyo no es imposible que el que es castigado por Dios en esta vida, incluso con la muerte , alcance por la misericordia y la gracia divinas, mediando el arrepentimiento por los pecados, la salvación eterna.
Esto es importante, porque tendemos siempre a pensar que la muerte es el mayor de los males. Y no es así, es un mal infinitamente menor que la condenación eterna. Y ni siquiera ésta, en tanto que pena o castigo, es el mayor de los males, pues tiene como vimos un lado bueno: el restablecimiento del orden de la justicia.
El mayor de los males es el pecado , que en tanto pecado no tiene lado bueno alguno, y se opone directamente al Bien Supremo, pues es ofensa a Dios.
En efecto, si el acto de pecado tiene siempre algo o mucho de ser y de bien, lo que ese acto tiene propiamente de pecado es precisamente lo que le falta de ser y de bien, y por tanto, bajo ese preciso aspecto no tiene nada de ser ni de bueno.
Ni siquiera tiene, como el mal físico que es el castigo, un lado bueno desde el punto de vista moral. Al contrario, es justamente desde el punto de vista moral que está la privación que determina la maldad del pecado como desobediencia a la ley divina que implica una ofensa directa a Dios mismo.
Por eso el pecado no puede ser querido por Dios de ningún modo, ni “per se” ni “per accidens”, sino solamente permitido.
Debe ser permitido por Dios, si es que ocurre, porque lo que el Omnipotente no quiere al menos permitir, simplemente no sucede.
Y si Dios lo permite, lo hace solamente, sabemos por la Revelación, en la medida en que de él puede sacar un bien mayor, según el dicho de la Iglesia en la liturgia del Sábado de Gloria: “¡Oh feliz culpa, que nos mereció tal Redentor!”.
40 comentarios
Primero que nada, te felicito por la suerte que tuvo Uruguay ante Italia. Segundo, excelente post.
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Muchas gracias!!
Saludos cordiales.
Tal vez habría que matizar si sentido primario es lo mismo que fin primario en lo que respecta a la pena temporal (en esta vida) de los pecados es medicinal o retributivo. Le envié un texto de DERISI a Daniel Iglesias que lo explica bien.
Saludos.
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Siguiendo la sugerencia de Martìn, aquí va el texto referido:
Saludos cordiales.
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II — La sanción moral
7. Algo queda dicho ya de la sanción en el análisis que acabamos de hacer del concepto de obligación. Vamos a determinar ahora con más precisión su contenido, su fin y su necesidad. La sanción puede tomarse en sentido activo o pasivo. En el primero, es el decreto del Legislador que establece premios para la observancia de la ley y castigo para su transgresión. En la segunda acepción, la sanción es el mismo premio o castigo establecido. Este es el significado de sanción formalmente tal.
La sanción tiene un doble fin primario interno, impuesto —en el caso de la ley natural moral— por distintos atributos divinos.
a) Primeramente, la sanción intenta la retribución debida, sea como castigo al demérito de la transgresión de la misma. La sanción tiene, pues, un fin de justicia. En el caso de la ley natural, promulgación de la ley eterna de Dios, es la Justicia divina quien exige la sanción. "De las cosas naturales a las cosas humanas se deriva --dice Santo Tomás— que aquello que surge contra algo, reciba de éste un daño [...]. De aquí el que esto suceda también entre los hombres por inclinación natural, que cada uno abata a quien se levanta contra él [...]. Ahora bien: siendo el pecado un acto desordenado, es evidente que quienquiera que peca obra contra un orden; y por ello se sigue que sea abatido por el mismo orden, el cual abatimiento constituye la pena"[S. Th., I-II, q. 92, a. 1].
b) Pero en segundo lugar, el decreto de la sanción procede de la voluntad del legislador con el fin de urgir el cumplimiento de la ley, incitando la voluntad a su cumplimiento con la promesa del premio y la amenaza del castigo. Como dirigida a este segundo fin, la sanción de ley está exigida y determinada por la sabiduría del legislador y, en el caso de la ley natural, por la Sabiduría divina. Nótese, sin embargo, cómo estos dos fines primarios de la sanción no se obtienen del mismo modo, pues mientras el primero se logra con la ejecución de la sanción misma (in actu secundo), el otro se alcanza con la amenaza o promesa de la misma (in actu primo), la sanción opera antes de su ejecución y, tratándose del castigo, no llega a la ejecución precisamente cuando alcanza su fin.
La sanción como pena, en acto segundo, tiene, además, un fin secundario, a las veces extrínseco al sujeto mismo a quien se aplica: un fin medicinal, dirigido ya a la enmienda del culpable (una pena temporal), ya a la enmienda o prevención de otros (vgr.: la pena de muerte en la ley humana o la pena eterna en la ley divina no es medicinal para el reo, sino para los demás).
La ética autónoma y laica, a más de rechazar toda ley de Dios (heterónoma), tachando de "interesada" toda moral sostenida por una sanción divina, sólo admite una sanción inmanente (paz o intranquilidad del espíritu, o las buenas o malas consecuencias temporales del acto, etc.). No negamos que sea más perfecto y generoso obrar el bien por el bien mismo o, mejor todavía, por amor del Bien en sí de Dios, ni tampoco que ya en este mundo se dé una sanción de la ley natural en los efectos citados del acto moral, lo que sostenemos es que la sanción es necesaria para el sostén del orden moral, y que la inmanente y terrena sea insuficiente, y reclamamos, como exigida por este orden moral, una sanción perfecta, sólo alcanzable en la otra vida. (Esta exigencia de la justicia de una sanción perfecta del orden moral, observado o quebrantado, es ya de por sí un argumento de la inmortalidad del alma).
Que sea necesaria la sanción para la custodia del orden moral lo demostraremos en el número siguiente. Que sea insuficiente la asignada por la ética autónoma es evidente. En efecto, para que una sanción pueda llamarse perfecta no basta que premie y castigue; debe premiar y castigar de tal modo, que pueda lograr plenamente los fines primarios, antes expuestos, para los que ha sido establecida. Si sólo consigue esos fines imperfectamente, es sanción, pero imperfecta.
Ahora bien: es innegable que a la observación del orden moral establecido por la ley natural suelen seguirle como consecuencias intrínsecas la paz, la alegría, el aprecio y amor de parte de los demás, la salud del cuerpo, etc., así como, por el contrario, el remordimiento, el odio de los otros, el quebrantamiento de la fortuna, etcétera, suelen ir aparejadas de sí al quebrantamiento del orden moral.
Por consiguiente, ya en la presente vida hay alguna sanción de la ley natural. Estamos conformes en esto con los "autonomistas". Sin embargo, semejante recompensa o castigo no es suficiente para obtener los fines a que está destinada, es imperfecta, porque muchos de los bienes enumerados sobrevienen también a los transgresores de la ley natural, y los buenos tampoco siempre los obtienen y, a las veces, hasta están sometidos a los mismos males que aquéllos. Más aún: el cumplimiento del deber impone mortificaciones sin cuento y a veces heroicos y de toda la vida, de los cuales están exentos los malos. Además, no hay que olvidar que Dios se vale del dolor para probar y ejercitar en la virtud a las almas que ama, precisamente porque las ama; todo lo cual implica que se reserva el premio para la vida inmortal, así como también el castigo de los malos, a quienes, viceversa, no castiga como merecen en este mundo y, a las veces, hasta premia por ciertos actos buenos que no podrá recompensar después.
La diferencia que hay entre los bienes y males que soportan el hombre bueno y el malo reside en que, generalmente, al primero los bienes le sobrevienen como premio, y los males, como prueba, mientras que para el segundo los males son castigo y los bienes no siempre le son premio. Pero esta diferencia puramente interior no basta en manera alguna para constituir una sanción perfecta, ni guarda siempre esta proporción con los actos morales que la determinan.
8. La Justicia de Dios exige, pues, que en la otra vida se realice una perfecta sanción que no se encuentra en ésta. Dios, en efecto, como supremo y justísimo Gobernador del mundo, debe establecer la debida retribución en la otra vida, tanto para los que observan como para los que quebrantan su santa ley. De otra suerte, sufriría la justicia, ya que el mal, sin penas y a veces hasta acompañado del bienestar de este mundo, carecería de castigo, mientras el bien, casi siempre rodeado aquí de sufrimientos y desprovisto muchas veces toda retribución y siempre de la proporcional, estaría privado de la debida recompensa. La Sabiduría de Dios también exige esta sanción justa y perfecta de la otra vida. En efecto: como sabio Rector de los hombres, debe dar a éstos el medio eficaz para el cumplimiento de su divina ley, medio que no existiría sin la perfecta sanción del orden moral. Y a la verdad, de no ser así, muchos hombres, en ciertas situaciones y tentaciones difíciles, no llegarían a contenerse del mal con sólo saberse obligados a ello, si simultáneamente no conociesen también la pena y el premió con que, respectivamente, van aparejadas la transgresión y el cumplimiento de la ley.
El testimonio de nuestra conciencia refuerza la verdad que acabamos de poner en claro. Junto con el remordimiento del pecado cometido surge en ella el temor de una sanción punitiva, que muchas veces sólo puede referirse a la sanción ultraterrena, puesto que se trata de pecados ocultos y aun puramente internos.
También el testimonio de todos los pueblos manifiesta la evidencia de esta verdad de orden natural. "La mayor parte de las gentes sostienen alguna retribución futura y la separación de los buenos y malos después de la muerte. Los pueblos más primitivos, casi sin excepción, tienen suficientemente una clara idea de la diversa suerte de los buenos y malos en la vida futura".
Tomado de:
Derisi, O. Los fundamentos metafísicos del orden moral. 4ª ed. Buenos Aires (1980), pp. 439 y ss.
Desacuerdo:
"Pero toda pena es justa, como probó San Agustín en la distinción anterior. Por tanto, toda pena o castigo procede de Dios."
No entiendo que toda pena sea justa, sino que si la pena es justa, procede de Dios. El sentido humano de justicia, de ofensa, de castigo etc no tiene por qué tener mucho que ver con el divino -a los evangelios y sus desconcertantes parábolas y enseñanzas me remito.
Acuerdo:
"En un sentido, por tanto, decir que Dios ha creado las creaturas racionales para Su gloria extrínseca y que las ha creado para que sean felices es la misma cosa."
Todo es para nuestro bien. Esa es la clave, que en muchos casos cosas que parecen muy diferentes no lo son, sólo son distintos enfoques de una misma cuestión.
Saludos en Cristo
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Sin duda que todo en esta vida es para nuestro bien, pero eso incluye también el castigo, y también cuando es para restaurar el orden de la justicia, porque haciendo que expiemos en esta vida por nuestras faltas Dios nos da la posibilidad de no tener que pagar por ellas en el infierno.
De acuerdo también en que si la pena es justa, procede de Dios. Pero hay un sentido en que sí es verdad que toda pena es justa, sin que eso niegue lo que ya dijimos, de que a veces sufren los justos y los inocentes. Porque absolutamente inocentes, en este mundo, sólo han sido Nuestro Señor Jesucristo y su Madre, María Santísima, que no han contraído el pecado original en su concepción.
Dice por eso Santo Tomás en ese mismo Comentario a las Sentencias, en la distinción anterior, a la que se refiere justamente el texto citado en el "post" cuando cita a San Agustín diciendo que toda pena es justa:
Comentario a las Sentencias, libro 2 d. 36, q. 2 a. 4.
Si toda pena se inflige por algún pecado.
"Respondo: Hay que decir que nadie es castigado sino por el hecho de que es privado de algo que es bueno para él.
Hay que saber que algo es bueno para el hombre de dos maneras: o bien según su propia naturaleza, es decir, en cuanto es hombre, o bien según la naturaleza común, en cuanto es animal o viviente, etc.
Y porque el hombre es lo que es en tanto que es racional y tiene intelecto, los bienes que le corresponden en tanto que hombre son aquellos que son buenos según la razón, como ser, las virtudes, en las cuales naturaleza intelectual se perfecciona, y nadie es penado por la privación de estos bienes sino por su propia culpa.
En sentido secundario, son bienes de la razón aquellas cosas que sirven en forma orgánica e instrumental a la obra de la virtud, como la salud del cuerpo y las cosas exteriores. Estas cosas no son simplemente hablando bienes de la razón, sino bajo cierta medida, en cuanto ayudan a la virtud, por lo que el Filósofo dice en el libro 10 de la Ética que la sobreabundancia de riquezas, que impide la obra de la virtud, no debe ser llamada buena fortuna, sino mala.
Por lo que si alguno es privado de estos bienes en cuanto a aquello que no ayuda a la obra de la virtud, sino que más bien la dificulta, tal privación de bienes no es castigo del hombre en tanto que hombre, sino que lo es cuando es privado de las cosas que necesita para la obra de la virtud, como dice en Proverbios 30,8: no me des riqueza ni pobreza.
Por lo cual nadie sin culpa propia es castigado con la sustracción de estos bienes en cuanto son necesarios para la virtud, por lo que dice el Salmo 36, 25: fui joven, llegué a viejo, y no ví al justo abandonado, ni a su descendencia buscando el pan.
Pero si se considera al hombre según su naturaleza común, así todos los bienes corporales, y también las cosas exteriores, son bienes suyos, por lo que cualquier privación de esos bienes es algún castigo para él.
Pero no todos los castigos de este tipo se aplican por un pecado suyo propio; siempre sin embargo son consecuencia de algún pecado, por lo menos el pecado de la naturaleza: porque si la naturaleza humana no estuviese infectada por el pecado original, el hombre no sufriría ninguna molestia o defecto en estas cosas."
Saludos cordiales.
A pesar de que nadie es digno de recibir la gracia, Él, que quiere que todos se salven, da gratuitamente la gracia suficiente para la salvación, pero a algunos les da más. Se supone que el nivel de santidad no se debe a que alguien ame más a Dios, la mayor santidad se debe a que Dios, ama más a algunas creaturas, la creatura no tiene nada que merezca ese amor, esa fijación de Dios, es amada por la libre y soberana voluntad Divina.
¿Sí esto es así, es posible que ocurriera lo mismo en el mundo angelical?
El mal que va unido a algún bien es privación de otro bien. Por tanto, nunca sería apetecido el mal, ni siquiera por accidente, si el bien al que el mal va unido no fuese apetecido más que el bien que es destruido por el mal.
El mayor de los males es el pecado , que en tanto pecado no tiene lado bueno alguno, y se opone directamente al Bien Supremo, pues es ofensa a Dios.
En efecto, si el acto de pecado tiene siempre algo o mucho de ser y de bien, lo que ese acto tiene propiamente de pecado es precisamente lo que le falta de ser y de bien, y por tanto, bajo ese preciso aspecto no tiene nada de ser ni de bueno.
Haber si entendí bien, pongo un ejemplo: Dios puso en la sexualidad bienes como el amor, la procreación y el placer. Eso hace que deseamos esos bienes, en el caso del adulterio, es deseado ese mal, porque hay bienes (amor, procreación y placer) esos bienes la creatura los desea desordenadamente en lugar del bien del matrimonio, el adulterio priva y destruye el bien de la fidelidad, del matrimonio, único lugar bueno para ejercer el sexo, lo justo de obedecer a Dios, etc.
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En efecto, Santo Tomás enseña que nadie sería mejor que otro, si no fuese amado más por Dios. En esa línea, nadie ama a Dios más que otro, si no ha sido primero más amado por Dios. Eso quiere decir que Dios ama todo lo que ha creado, porque amar es querer el bien para otro, y la existencia es el bien fundamental, condición de todos los demás. Pero Dios no ama igualmente a todos, sino que ama más a aquellos a los que da más.
Por eso mismo nadie tiene motivo para vanagloriarse delante de Dios, porque si en algo uno supera a otro, no se lo debe a sí mismo, sino al amor generoso y dadivoso del Creador y Redentor.
El pecado consiste en amar algún bien en forma desordenada, o sea, en amarlo mal. El ejemplo del adulterio es claro: lo que se busca allí es algo que en sí mismo es bueno, pero que en ese caso es querido fuera del orden moral, o sea, no es querido bien.
Nuestra naturaleza humana es una participación en el Bien supremo que es Dios, y que se ordena totalmente a Él, de modo que por nuestra libre acción en conformidad con esa naturaleza, llegaremos a poseer eternamente ese Bien Infinito, porque para eso precisamente Dios nos ha creado.
Nuestros actos son buenos cuando apuntan a ese fin para el que fuimos creados, y malos cuando no lo hacen. Y tienden a ese fin cuando están en conformidad con las exigencias de nuestra naturaleza humana, que fue creada para ese fin.
Podemos entonces querer algo que en sí es bueno, pero queriéndolo de modo no conforme con nuestra naturaleza humana, y por tanto, de modo no ordenable al fin último.
Y en el ejemplo del adulterio, efectivamente, nuestra naturaleza humana exige que el acto sexual se realice dentro del matrimonio.
Saludos cordiales.
Dios por un solo pecado de los Ángeles creo el infierno para ellos. Por el contrario, a los hombres, aunque no lo apruebe, les permite vivir una vida de pecado.
Cierto es que los Hijos de Dios, seres inmortales, íntegros, inmunes, y con ciencia infusa (a nuestros ojos parecerían dioses) fueron tentados por Satanás, pero Luzbel también tentó a un tercio de los ángeles que le acompañaron en su caída.
Por eso Satán es misterio de iniquidad, porque el fue tentado por sí mismo, a diferencia del resto de las criaturas: los ángeles caídos y los hijos de Dios.
A eso me refería aquí con que los argumentos del doctor Angélico me parecía muy angelicales. Por eso, cuando decimos "Santo Tomás enseña que nadie sería mejor que otro, si no fuese amado más por Dios. En esa línea, nadie ama a Dios más que otro, si no ha sido primero más amado por Dios", encaja también con los ángeles, diferentes cada uno en su especie particular y sometidos a una prueba -fuera del tiempo- común a todos ellos.
Pero el caso del hombre es distinto, pues nosotros somos un linaje que hereda las consecuencias del pecado original.
Y aquí está precisamente el misterio así que ATENTOS porque no voy contra Santo Tomás sino que introduzco uno de tantos de sus queridísimos requiebros.
Si bien es cierto que Dios amó a las almas inmortales de los hombres análogamente a la de los ángeles y se puede decir con santo Tomás que "que nadie sería mejor que otro, si no fuese amado más por Dios. En esa línea, nadie ama a Dios más que otro, si no ha sido primero más amado por Dios" ESTAMOS OLVIDANDO que debido al PECADO ORIGINAL nuestra CARNE ES DÉBIL, algo no querido por Dios pero permitido a la libertad de Adán y Eva.
Como consecuencia, los hijos de los hombres nacemos dañados unos más y otros menos porque Dios así lo ha permitido en nuestra naturaleza.
Las almas son un pensamiento de Dios, y estos pensamientos son ETERNOS, pero en su providencia permitió que la libertad del hombre, la de Adán para cambiar el rumbo de la historia de la raza humana, pero también la libertad particular de cada hombre para cambiar el rumbo de su particular historia tengan cabida.
Por eso, a diferencia de los ángeles, no se puede decir solamente con Santo Tomás que el hombre ama en función de cómo Dios le ha amado sino que TAMBIÉN Dios ama al hombre en función de cómo el Hombre ha respondido a su Amor.
Una vez en el cielo, seremos como los ángeles, porque una vez fuera del tiempo y del espacio, el ente ama en función de cuanto le ama Dios, que en nuestro caso queda fijado en la muerte. Hasta ese momento no somos “ángeles”.
Es decir, los méritos en nuestra vida mortal harán que estemos más o menos cerca de la Visión Beatífica de Dios, a diferencia de los Ángeles que fueron creados puros.
Nosotros somos impuros en el nacimiento. Hasta tal punto lo somos que en el bautismo hay también un exorcismo, pues es cierta medida, desde el pecado original, Satanás tiene cierta ascendencia sobre nosotros.
Es decir, en nuestro nacimiento y por lo que heredamos para toda nuestra vida no somos -a diferencia de los ángeles- seres consumados sino que se nos engendra en el tiempo.
Porque siguiendo a San Pablo, el Hombre es cuerpo, alma y espíritu o imagen trinitaria de Dios, a diferencia del Ángel que es espíritu.
Al no disponer ya del cuerpo inmortal creado por Dios, no somos ya el designio original, porque la carne mediatiza nuestra existencia porque Adán y Eva quisieron ser como dioses.
Esa preferencia de Dios por los humildes, los heridos, los tullidos, los pobres, los olvidados, los perseguidos, los humillados, los niños de down, los enfermos, ...... todas esas condiciones de vida que Dios no quería las permitió para poder amarnos más y más.
Dios es providente pero no estamos predeterminados.
Hay un misterio. En el Pecado Original. Un misterio de misericordia, pues para los poderosos Angeles Dios es Amor, pero para los miserables hombres Dios es Misericordia.
Justicia para hombres y ángeles, pero la Misericordia sobrepuja a la Justicia y esa fue para los hombres.
Pensadlo si os hace bien.
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No veo que haya diferencia entre el caso del ángel y el caso del hombre en cuanto al principio que dice que nadie es mejor que otro si Dios no lo ama más.
Si nosotros hacemos méritos para la vida eterna, sólo los hacemos por el don de la gracia divina que nos capacita para ello y nos mueve a ello.
Los ángeles, por su parte, tampoco son seres "consumados" por el solo hecho de ser creados, tienen todavía que decidir libremente a favor o en contra de lo que Dios les propone, y sólo pueden hacer la buena elección con la ayuda de la gracia divina, como nosotros.
El cuerpo que los primeros padres tuvieron después de la caída, por otra parte, es el mismo que Dios les dio al crearlos, sólo que privado del don preternatural de la inmortalidad física y todo lo que lo acompañaba.
Saludos cordiales.
La naturaleza humana no exige que el acto sexual se realice dentro del matrimonio.
Esto es así porque el sexo en el animal está para la reproducción. Y el hombre, como animal racional, participa del mismo que el animal : la supervivencia de la especie mediante la progenie.
Es más, como católicos sabemos que nuestra Iglesia admite que paganos oficialmente casados por el Estado o por otras religiones, rompan aquel vínculo para casarse con otra persona, siempre que pasen primero por el bautismo que los hace Hijos de Dios. Ahora bien, una vez casados por la Iglesia Católica ya no es lícito el acto sexual fuera del matrimonio.
Es decir, la Iglesia para los no católicos sostiene que el acto sexual se realice dentro de un matrimonio civil o religioso en cuanto a que esta institución sirve a la familia, porque la finalidad del sexo es la formación de una familia.
Por tanto, no es cierto que sea la naturaleza humana la que exige que el acto sexual se realice dentro del matrimonio católico, sino que es la SOBRENATURALEZA humana, que nos da el Bautismo, la que nos exige que el acto sexual se realizara dentro del matrimonio, es decir dentro de un sacramento.
Por eso Moisés permitió el repudio. Si bien no era naturalmente conveniente lo permitió por dureza del corazón de los judíos.
Ahora bien, cuando Cristo trajo la sobrenaturaleza de la Gracia el repudio no puede ser admisible puesto que los cónyuges están casados mediante un vínculo matrimonional que es sacramento, es decir que es medicina, es decir que es Gracia suficiente para vencer la dureza del corazón.
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En ningún momento hemos sostenido que la naturaleza exija que el acto sexual se realice dentro del matrimonio católico, sino dentro del matrimonio, que será católico para el bautizado, y no católico para los no bautizados.
Saludos cordiales.
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Es diferente.
A diferencia de mi ángel de la guarda que fue creado perfecto, yo fui creado imperfecto.
A diferencia de mi perfecto ángel que resistió la tentación de Luzbel para rebelarse contra Dios fuera del tiempo, yo nazco en una situación irregular, en la que Luzbel tiene ciertos derechos sobre mí, que Cristo reconoce, pues le llama Príncipe de este mundo.
De hecho, nuestro bautismo no solo nos da la gracia de ser hijos de Dios sino que en él hay un exorcismo también. Primero se renuncia a Satanás y luego se te bautiza.
Dios pensó a los hombres antes del pecado original. Ya los amó. Los amó como amó a los ángeles. A unos más y a otros no tanto, pero nuestra suerte es diferente.
Porque los ángeles fueron creados perfectos, pero nosotros, como linaje, heredamos un "pecado" original, que nos deja a la altura de ser unos animales racionales, lo cual no está nada mal si nos comparamos con el resto de la creación, pero que es bien poco si nos comparamos con lo que la Gracia nos comunica: la filiación divina por adopciòn.
Ahí está la diferencia. Dios comunica el ser a los ángeles a los que engendró fuera del tiempo, pero Dios nos está engendrando dentro del tiempo a nosotros. Después tras la muerte ya solo nos comunicará el ser, pero no nos engendrará porque seremos como Ángeles del cielo, que ni toman esposo o esposa.
No somos el resultado de lo que Dios nos amó todavía porque todavía vivimos nuestra vida mortal. Sin el pecado original seríamos lo que Dios nos amó fuera del tiempo. Seríamos hijos de Dios perfectos que de pasar la prueba del árbol de la ciencia del bien y del mal, no por ello Dios nos amaría mas de los que nos amó.
Pero por el pecado original Dios nos puede amar más. Porque Dios es Amor para los Ángeles del Cielo, pero es Misericordia (Amor en la miseria) para los Hijos de los Hombres. Por eso, la Misericordia sobrepuja su Justicia.
Dios es Amor y Justicia para los Ángeles del Cielo. Pero por lo que nos hicieron Adán y Eva instigados por Satanás, Dios nos puede amar más en nuestra vida mortal de lo nos amó, cuando en su providencia decidió unir a la materia enferma por el pecado original un alma inmortal, un pensamiento suyo -nosotros- realizado fuera del tiempo, es decir desde la eternidad.
Y por último, no tiene usted razón cuando dice "el cuerpo que los primeros padres tuvieron después de la caída, por otra parte, es el mismo que Dios les dio al crearlos, sólo que privado del don preternatural de la inmortalidad física y todo lo que lo acompañaba".
Del mismo modo que Cristo cuando se apareció a los apóstoles en su cuerpo inmortal podía comer o no comer -y hecho comió un pescado para que no le tomaran por fantasma-, Adán y Eva antes de pecar comían o no comían según su voluntad de hijos de Dios. ¿Porque si eran inmortales para qué necesitarían comer?
Por tanto, nuestro cuerpo antes y después de la caída, creáme por el argumento que le doy, que era bien distinto.
Si Adán y Eva en su estado de Gracia de Hijos de Dios se presentaran ante nosotros en nuestro estado miserable, equivocadamente los adoraríamos como dioses, pues de hechos eran Hijos de Dios.
Ahí tiene un misterio que el tomismo aún tiene pendiente por resolver.
Por eso, por el misterio del pecado original que afectó a la materia, no somos lo que Dios pensó que seríamos, sino lo que Dios piensa, porque el vive en el eterno presente.
Evidentemente todo esto está conectado con el único error grave del Doctor Angélico : la Inmaculada Concepción.
Un error no querido por Dios pero permitido, para que a los cristianos nos quedara claro que el depósito de la fe no fue confiado al mayor de sus teólogos, sino a su Vicario.
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Perfecto, solamente Dios. Toda creatura es necesariamente imperfecta.
De hecho, Dios no puede pecar, y es más perfecto por eso que el ángel, que puede pecar, y que por eso solo, por tanto, ya es imperfecto.
Es cierto que si el ángel hubiese creado en estado de “naturaleza pura”, o sea, ordenado solamente a un fin natural, hubiese sido impecable, porque su inteligencia no puede equivocarse en aquello que naturalmente le corresponde conocer, y por tanto, tampoco puede pecar su voluntad, en ese orden.
Pero el ángel fue creado, como nosotros, en orden a un fin sobrenatural, que primero tiene que conocer solamente por fe, hasta que por la decisión correcta a favor de Dios y su plan recibe la gracia de la visión de Dios.
Respecto de ese fin sobrenatural, entonces, su inteligencia y su voluntad sí pueden fallar.
Y por eso, esa misma opción correcta sólo puede tenerla por la gracia de Dios, pues se trata de una opción favorable a un fin sobrenatural que supera su capacidad natural y que en ese momento el ángel sólo conoce por la fe.
De modo que efectivamente, los ángeles buenos son tales porque han sido más amados por Dios que los ángeles malos.
Sin duda que Dios da a todos la gracia suficiente que hace posible hacer el bien, pero la gracia eficaz , que hace además hacer el bien, no la da a todos, sino a aquellos que por eso mismo, ama más.
En cuanto a nosotros, necesitamos la gracia de Dios por dos razones: porque, como el ángel, estamos ordenados a un fin sobrenatural que no podemos alcanzar con nuestras solas fuerzas naturales, y porque, a diferencia del ángel, tenemos, los que venimos después de Adán y Eva, la herencia del pecado original.
Por tanto, también en nuestro caso, si somos mejores, es porque Dios nos ha amado más, es decir, es porque nos ha dado la gracia para serlo, ante todo la gracia de la justificación por la que pasamos de pecadores a justos.
Sin duda que el estado en que se encuentra un cuerpo inmortal es distinto del estado en que se encuentra ese mismo cuerpo una vez que ha perdido el don de la inmortalidad. Pero sigue siendo el mismo cuerpo, es decir, Adán y Eva no perdieron con el pecado el cuerpo que tenían para adquirir inmediatamente otro.
Eso no sería en realidad muerte y resurrección, pues no se trataría, según la hipótesis, del mismo cuerpo. En realidad, por tanto, sería una forma de reencarnación.
Además, si los primeros padres cambiaron de cuerpo por el pecado, el cuerpo que ha de resucitar tampoco sería el que tenemos ahora, contra lo que han dicho siempre los Padres y los Concilios de la Iglesia, que resucitaremos “in hac caro quae nunc gestamus”: en esta carne que tenemos ahora.
En cuanto al posible error de Santo Tomás en el tema de la Inmaculada Concepción, en todo caso no veo qué relación pueda tener con lo que estamos discutiendo.
Digo "posible error" porque hay tomistas, como el P. Del Prado, que sostienen que lo que Santo Tomás enseñó no va contra el dogma luego definido.
En todo caso, ese error del Aquinate no nos eximiría de la necesidad de conocerlo bien antes de discutirlo, porque no borra el hecho de que su sistematización de la doctrina teológica es sin duda la mejor que tenemos hasta el presente.
Saludos cordiales.
La respuesta de Bermúdez, en esencia, es que Dios premia y castiga en la otra vida, pero no en ésta. Acude para ello al Concilio de Trento, diciendo que está condenada con anatema la negación de las penas temporales, que son castigos, en el Purgatorio, pero que de ahí no se sigue que haya penas o castigos temporales en esta vida.
Pero no es así. El canon correspondiente del Concilio de Trento dice:
“Canon 30. Si alguno dijere que después de recibir la gracia de la justificación, de tal manera se le perdona la culpa y se le borra el reato de pena eterna a cualquier pecador arrepentido, que no queda reato alguno de pena temporal que haya que pagarse o en este mundo o en el otro en el purgatorio, antes de que pueda abrirse la entrada en el reino de los cielos, sea anatema.”
El Concilio, como vemos, no condena aquí solamente la negación de que pueda haber una pena temporal que pagar “en el otro mundo en el purgatorio”, sino también la negación de que pueda haber una pena temporal que pagar “en este mundo”.
Además, Bermúdez cita a San Pablo cuando dice que todos los atletas corren, pero no todos ganan el premio, para decir que en nuestro caso es distinto, todos ganamos el premio, precisamente porque el premio no depende de mérito alguno, o sea, no es premio en realidad, sino solamente don gratuito.
Pero San Pablo, en 1 Co. 9, 24, dice exactamente lo contrario de lo que dice Bermúdez:
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis.”
San Pablo, entonces, no está diciendo que todos ganan, sino todo lo contrario, que gana uno solo y que ése es el único que recibe el premio precisamente porque ha hecho el mérito necesario para recibirlo, o sea, ganar la carrera.
Es claro que nuestros méritos a su vez sólo son posibles por la gracia de Dios. Así que si miramos al origen último de nuestra salvación, que es el don de la gracia divina, entonces nos salvamos sin mérito alguno. Pero si miramos al origen próximo de nuestra salvación, que son los actos buenos que realizamos libremente, elevados y movidos por esa misma gracia divina, entonces nos salvamos (los que tenemos uso de razón) por nuestros méritos y sin los méritos necesarios no nos salvamos.
Pero ahí se está presuponiendo que la única finalidad del castigo es la educativa o medicinal, cuando ya hemos visto varias veces que la finalidad principal y primaria del castigo es la restauración del orden de la justicia.
El orden de la justicia es algo objetivo: tal voluntad creada se ha sobrepasado en tal medida y por tanto debe ser deprimida en tal medida. Eso es todo, y ahí no hay mención alguna de que el castigado sepa o no sepa que está siendo castigado por sus culpas.
El grado de fervor de caridad con que nos acercamos al sacramento de la reconciliación es el que puede hacer que además de sernos perdonada la culpa y la pena eterna, nos sea perdonada también la pena temporal debida por nuestros pecados, en mayor o menor medida según la mayor o menor caridad y contrición con que nos arrepentimos.
Y además, precisamente para eso están las indulgencias en la Iglesia: para que obtengamos para nosotros o para otros el perdón de la pena temporal debida por nuestros pecados y que sin ese perdón deberemos pagar "en este mundo o en el otro" como dice el Concilio de Trento.
"En cuanto al destino final de los jóvenes que se burlaron de Eliseo, no nos consta nada, parece, por la Revelación, ni en un sentido ni en otro. Ciertamente que el hecho de que hayan muerto como idólatras que se burlan delDios verdadero no es buena señal. Pero de suyo no es imposible que el que es castigado por Dios en esta vida, incluso con la muerte , alcance por la misericordia y la gracia divinas, mediando el arrepentimiento por los pecados, la salvación eterna."
No tengo claro, si te refiere a esto:
• Más adelante subió de allí a Betel, y según por el camino, unos cuantos muchachos salieron de la ciudad, y se burlaban de él diciendo: «¡Sube, calvo; sube, calvo!» El se volvió, se les quedó mirando y los maldijo en Nombre del Señor. Entonces salieron dos osos del bosque y despedazaron a 42 de aquellos muchachos (2 Reyes 2, 23-24).
Al perderse el sentido del pecado, muchos cristianos, ya no piensan que por esos desordenes contra la Voluntad de Dios, no esperan ser castigados.
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Sí, me refiero a ese pasaje, y digo que fueron castigados con la muerte por burlarse del profeta, y respecto del castigo eterno, digo que pueden haberlo recibido, pero que también la gracia de Dios puede haberles dado a último momento la conversión y el perdón.
Saludos cordiales.
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Ante todo, como se ha dicho aquí, una definición dogmática, o una profesión de fe de un Concilio Ecuménico, tiene mayor peso que el Catecismo, que es Magisterio Ordinario. En esos casos es el Catecismo el que tiene que entenderse, como no puede ser de otro modo, el contexto de la fe católica de siempre.
Por otra parte, la autoexclusión del pecador no excluye el juicio y castigo de parte de Dios. Pensemos simplemente que si el condenado tiene autoridad para juzgarse y condenarse, mucho más tiene Dios autoridad para juzgarlo y condenarlo, porque en realidad es Dios el que es ofendido por el pecado. Pues la ley que se viola al pecar es la ley de Dios, no la ley del hombre.
Y el que en realidad tiene autoridad para juzgar y condenar es Dios, no el pecador. En todo caso, si algo de esto hay en el condenado, es por participación en la capacidad judicativa y penal de Dios mismo.
Porque en definitiva, como hemos dicho tantas veces: la condenación del pecador que muere sin arrepentimiento es justa. Si es justa, es buena. Y si es buena, viene de Dios.
Saludos cordiales.
1) Muy bien pero entonces respondame esto: Dios es justo, pero si ese justo es justo en el sentido que nosotros lo entendemos, entonces para que le da un libre albedrio? Es verdad que para ser salvos hay que aceptar a Dios, pero como se puede decir que sea de forma libre, si nmos castiga al escoger lo que es contrario. Eso seria como si a uno el novio o la novia (dependiendo del ccaso de cada cual, es decir si se es hombre o se es mujer) le dijera es la libertad de elegir a otras personas, pero si en efecto relaizas tal acto te mato o te hago sufrir. Ahi hay libertad? Por supuesto que no la hay. (Aclaro que el ejemplo anterior no lo puse pensando en la simologia de cristo esposo y la iglesia esposa, sino como un ejemplo de la vida cotidiana). Ahora, Dios es padre como un buen padre corrige a sus hijos (nos hacemos hijos de Dios el recivir el espiritu santo cuando somos bautizados).
2) Para expresar esta otra idea voy a mencionar una situacion hipotetica: a ti te invitan a comer un helado, pides un helado de chocolate, pues tanto quien te invita a comerte el helado como quien te atiende en el lugar te dan helado de chocolate porque fue lo que pediste. De esa manera se debe entender la justicia divina: Dios nos pone el camino del bien y el camino del mal, y hemos de escoger solo uno de los dos caminos, entonces Dios al final de tu vida te dara lo que hayas escogido, pero esto realmente no es una pena, pues asi como en el lugar donde te consumiste el helado te dieron el sabor que elegiste respetando tu libertad, asi mismo hace Dios, y asi es que se deben entender las palabras de justicia y castigo. En cuanto a la analogia de la carrera que nos pone San Pablo, lo que yo dije de ningun modo implica que no tengamos que luchar por la salvacion, porque, siguiendo en la alegoria de la carrera, el atleta es libre de decidir si quiere o no ganar la carrera, pero si decide ganar la carrera, sabe que tiene que correr, e incluso sabe que para poderla correr, tiene que entrenarse conlo que le pida su entrenador. Pero, si el atleta decide no correr, no se puede pensar que el no ganar la carrera sea castigo de quin haya organizado la carrera.
En los puntos que te expongo es que se debe entender lo que dicen la Biblia, la tradicion y el magisterio de nuestra iglesia catolica.
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Lo que sucede es que ante Dios tenemos libertad física de hacer el mal, pero no tenemos libertad moral para hacer el mal. Estamos moralmente obligados a hacer el bien, lo que Dios nos manda hacer, pero podemos físicamente no hacerlo.
En ese sentido somos libres en lo que tiene que ver con el mal: con libertad física, pero no con libertad moral.
Es como sucede en una sociedad humana en la cual el asesinato está prohibido y penado por ley.
No es que los ciudadanos no sean libres porque no pueden asesinar a su gusto, es decir, porque tengan solamente libertad física, no libertad jurídica, para hacerlo.
Y es que de hecho es así. Estamos moralmente obligados a hacer el bien y a evitar el mal, no tenemos libertad moral ante el asesinato, la violación, el robo, etc. Sí tenemos libertad física, por ejemplo, tenemos la capacidad de apretar un gatillo y matar a alguien.
De hecho si se penaliza el homicidio, es porque se acepta que el asesino obró con libertad física, de lo contrario no sería culpable. Y también, si es culpable, es porque no tenía libertad jurídica, y en definitiva, moral, o sea, porque estaba moral y jurídicamente obligado a no asesinar.
El castigo divino al pecador es perfectamente compatible con la libertad física del pecador y la falta de libertad moral de ese mismo pecador.
En el caso de los novios es diferente, porque ahí hay libertad a la vez física y moral: nadie está obligado moralmente a ennoviarse con alguien en particular.
En el caso de las consecuencias de comer chocolate, desde el punto de vista médico y biológico es una mera consecuencia basada en las leyes naturales, pero precisamente por eso no tiene nada de moral.
No se puede explicar de ese modo el Infierno, por ejemplo, porque el Infierno tiene que ver con el pecado, y el pecado es algo de orden moral, que supone la libertad física y la falta de libertad moral.
En el orden moral no hay meras consecuencias naturales, hay méritos y culpas, premios y castigos, porque hay obligaciones y responsabilidades morales.
El mismo hecho de comer chocolate, si lo miramos desde el punto de vista moral, por ejemplo, si el enfermo descuidó su salud sabiendo que hacia algo perjudicial a la misma, y yendo entonces contra el quinto mandamiento que le manda entre otras cosas cuidar su propia salud, lleva a que eventualmente se pueda ver la enfermedad consiguiente como castigo por el pecado.
En ese caso, el castigo procede de Dios, porque Él ha hecho al ser humano de tal manera que esos desórdenes culpables llevan a esas consecuencias negativas para la salud.
Esa pena tiene esencialmente un contenido retributivo, de restauración del orden de la justicia vulnerado por el pecador, pero también puede tener un sentido medicinal, en el sentido de lograr la conversión del pecador que reflexiona y comprende que no debe atentar contra su salud.
Saludos cordiales.
Pero si eso fuera así, entonces entraríamos en un mero legalismo, puesto que al ser así entraríamos en un mero cumplimiento, y hay una frase coloquial que, para efectos de la vida espiritual define el cumplimiento de esta manera: cumplimiento significa cumplo y miento, es decir cumplo con unas obligaciones, pero miento porque no las estoy asumiendo como vida, y en ese sentido hay un predicador amigo mío que dice: si cumplimos la ley divina por cumplimiento, pues eres un buen fariseo, pero no un buen cristiano. Y con Dios estamos pensando en un juez en el sentido literal de la palabra, y entendiendo a Dios así, no es posible un cumplimiento de corazón, porque entre otras cosas, los actos que castiga un juez humano, son producto de una violación de la ley, pero la ley humana es producto de un acuerdo entre todos los individuos de una sociedad, que es lo que o sucede en el caso de la ley divina. Entonces en ese orden de ideas, no se puede pensar en la justicia divina como entendemos la justicia humana, porque como ya te dije la justicia divina se basa en que el hombre tiene un libre albedrío, porque Dios al ser amor no se impone. Y en ese orden de ideas, las escenas de la biblia en donde aparece la idea de un Dios castigador y violento, hay que entenderlas dentro de la concepción que el pueblo tenía en las épocas del antiguo testamento y que, aunque el Dios del antiguo y del nuevo testamento son el mismo, el antiguo testamento es necesario leerlo desde una perspectiva neotestamentaria, para incluso no caer en la idea medieval de Dios como el motor inmóvil que es la base de toda su argumentación, y en ese orden de ideas acá mismo en Colombia hay predicadores que dicen acerca de los ateos que su ateísmo lo basan en no creer en un Dios castigador: si los ateos no creen en ese Dios, pues ellos tampoco, incluso el Padre Alberto Linero de la corporación eudista minuto de Dios, cuando sale en estaciones televisivas seculares de cubrimiento Nacional ha dicho: “si Dios castiga yo me vuelvo ateo’’, aunque yo no llegue a tal punto, en efecto Dios no castiga, y esa idea del motor inmóvil de Santo Tomás aquí no aplica, y te lo explico porque: La escuela bíblica católica Yeshua de Medellín, tiene acá mismo en Medellín una emisora que se llama la voz de Jesucristo, y en esta emisora una vez transmitieron una prédica grabada de uno de los integrantes de esa comunidad, no sé si la dio en esa misma comunidad o como predicador invitado en otra comunidad, pero en esa predica contaba que una vez una persona le dijo que era o había sido atea, porque a él le habían secuestrado a sus hijas y las asesinaron y Dios no lo impidió, y este teólogo le dice que Dios no hizo nada porque respeta la libertad tanto de la victimario como de la víctima, porque al ser Dios un Dios de amor, no se impone por la fuerza.
Por eso es que a mis 23 años (próximo a cumplir 24) le doy a Alejandro Bermudez la razón, puesto que Dios no nos obliga.
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El cumplimiento no tiene porqué ser mero cumplimiento. No cumplir con alguno de los diez mandamientos, por otra parte, en materia grave, es pecado mortal.
No se puede “asumir como vida” el Evangelio si no se cumple con el precepto que dice “no matarás”, o con el que dice “no cometerás adulterio”, etc.
Obviamente, si el cumplimiento no está animado por la caridad, no salva. Pero lo único que impide la caridad en el bautizado, es precisamente el pecado mortal.
El pecado existe, y es una transgresión a la ley divina. Eso quiere decir que hay una ley que nos prohíbe hacer lo que hacemos cuando pecamos. Y eso quiere decir que estamos obligados moralmente (no físicamente, claro) a no hacerlo.
La transgresión de la ley divina es ofensa a Dios, que es el Legislador. Ésa es la definición tradicional del pecado en la Iglesia.
Dios es Amor, y también es nuestro Creador y Señor, no simplemente un amigo. Y porque es Amor quiere el bien de su creatura racional, y por eso le da la ley, porque el pecado destruye al pecador. Y por eso le prohíbe aquello que daña a esa creatura, y porque es Creador y Señor, tiene derecho a ser obedecido, y la desobediencia a su ley es una culpa y una ofensa a su Santidad, y tiene por tanto derecho a castigarla, y también a perdonarla, según su libre voluntad.
Y ya José Miguel Arraiz mostró con abundancia cuántas veces aparece en el Nuevo Testamento el castigo divino, por ejemplo, Ananías y Safira, Herodes, Elimas, etc.
La ley humana no es una mera convención social según la doctrina católica, sino que es la aplicación a una circunstancia histórica particular de la ley natural (Santo Tomás).
A su vez, la ley natural es la “participación de la ley eterna en la creatura racional” (Santo Tomás).
Y la ley eterna es “la razón o voluntad de Dios, que manda guardar el orden natural y prohíbe perturbarlo” (San Agustín).
Por eso hay obligación en conciencia de obedecer las leyes humanas cuando no se oponen a la ley natural, en cuyo caso no son leyes, sino corrupciones de la ley, y no obligan en conciencia.
No se trata, entonces, en lo esencial, de que pensemos a Dios como un juez humano, sino que los jueces humanos sólo son jueces en la medida en que participan de algún modo de la dignidad y la función del Juez divino.
Así como los legisladores humanos sólo cumplen bien su función cuando son dóciles instrumentos del Legislador divino.
Y así como toda autoridad humana “viene de Dios”, como dice San Pablo.
En cuanto al Primer Motor Inmóvil, sin duda que el Dios cristiano es Primer Motor, o sea, primera causa, no causada, de todo movimiento, e Inmóvil, o sea, sin cambiar ni moverse Él mismo.
El Antiguo Testamento y el Nuevo hay que leerlos a la luz de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, que enseñan lo que acabo de resumir.
Los predicadores católicos o no que dicen que Dios no castiga se apartan de la verdad revelada por Dios y trasmitida por el Magisterio de la Iglesia Católica.
Saludos cordiales.
En este pasaje de los hechos apostolicos, ¿se debe pensar que lo que les sucede a Ananías y Safira después del reclamo que les hizo Pedro inspirado por el Espíritu Santo, es decir el hecho de que se murieran, es un castigo Divino, o es una consecuencia del Dolor que pudieron haber sentido al defraudar de esa manera a Dios?
Y esto fue lo que me respondió:
Cuando en el texto se habla de la muerte de Ananías y Safira se está refiriendo de la muerte a la comunidad por haberle mentido. En ningún momento es un castigo de Dios pues ya hemos comprendido que él no castiga.
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¿Muerte a la comunidad? !!!!
"5 Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron."
¿Qué "quiere decir" entonces que "cayó"?
¿Y qué "quiere decir" entonces la sepultura?
"6 Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron."
Y en el caso de Safira:
"9 Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.
10 Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido."
¿De qué otra manera lo tenía que decir San Lucas para que entendiésemos lo que es obvio?
Es claro además que Pedro le anuncia a la mujer el castigo que ella va a recibir por haber querido tentar a Dios junto con su marido.
Saludos cordiales.
"20 Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos vinieron de acuerdo ante él, y sobornado Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era abastecido por el del rey.
21 Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó.
22 Y el pueblo aclamaba gritando: !!Voz de Dios, y no de hombre!
23 Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos."
"Un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio gloria a Dios, y expiró comido de gusanos".
El ángel del Señor obviamente que cumple órdenes del Señor.
Es claro que se trata de un castigo: "por cuanto no dio gloria a Dios".
Saludos cordiales.
"8 Mas les resistía Elimas el encantador (que así se interpreta su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul. 9 Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, poniendo en él los ojos, 10 Dijo: Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor? 11 Ahora pues, he aquí la mano del Señor es contra ti, y serás ciego, que no veas el sol por tiempo. Y luego cayeron en él obscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quién le condujese por la mano."
Es el mismo San Pablo el que dice aquí que es "la mano del Señor" la que está contra Elimas, de modo que queda ciego por un tiempo, en obvio castigo por haber querido apartar de la fe al procónsul.
¿Y Zacarías? En Lucas 1, 19 - 22:
"Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. 20 Y he aquí, te quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que todo esto acontezca, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo. 21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de su tardanza en el templo. 22 Pero cuando salió, no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo; y él les hablaba por señas, y permanecía mudo."
"por cuanto no creíste mis palabras": la razón del castigo que se aplica a Zacarías es la incredulidad.
Saludos cordiales.
En cuanto al reestablecimiento de el orden violado, es algo realmente cuestionable, porque aun si el castigo el el Genesis que Dios le da a Cain pormatar a Abel hubiese sido literal, pues no sirvio de nada, pues no hubo reestablecimiento, porque si lees bien cain siguio muerto, claro esta vuelvo y te digo, casi ninguna escena en la que se diga que el castigo sea enviado por Dios, es literal esta parte de que el sea el autor, y tampoco es cierto que esto ultimo haga a la palabra "mentirosa", puesto que tienes que entender que todas esas escenas donde Dios castiga violentamente, se le atribuye a el estos castigos, estan narrados desde una perspectiva teologica.
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Con ese argumento también podríamos decir que la Resurrección de Jesús es simbólica, metafórica, que no debe ser tomada al pie de la letra, y con argumentos “teológicos”: ¿cómo un muerto va a volver a la vida? ¿Cómo va a entrar en un lugar que tiene todas las puertas cerradas?
La misma muerte del Señor en la Cruz se podría interpretar “teológicamente” de ese modo: ¿cómo Dios va a morir? ¿Cómo va a decir “Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado”?
Igualmente se podría interpretar “teológicamente” la concepción virginal de Jesús ¿cómo eso va a ser posible? ¿Cómo se va tomar al pie de la letra?
La misma existencia de Dios podría no tener que tomarse “al pie de la letra” ¿no será más bien un símbolo de algo, por ejemplo, de la esperanza de la humanidad?
¿Qué criterio tenemos para saber qué es “símbolo” y qué debe tomarse “al pie de la letra”?
¿Los “razonamientos teológicos” de alguien?
En realidad, esos "razonamientos teológicos" son una simple muestra de racionalismo: "la Palabra de Dios no puede haber dicho eso, porque no encaja con mi idea de Dios".
El criterio seguro que tenemos es el Magisterio de la Iglesia. Y ése enseña ampliamente que Dios castiga, como pude mostrar en el correspondiente “post”.
En cuanto a los Hechos de los Apóstoles, el género literario es histórico, no poético ni simbólico:
“1:1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 1:2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; 1:3 a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.”
Es interesante que habla de “pruebas indubitables”, con lo cual ya es claro que no se coloca en el plano de los símbolos, las metáforas, las imágenes, los modos de decir, sino en el de los hechos realmente acontecidos.
Y en el “primer tratado” o libro, es decir, el Evangelio de Lucas, dice (como introducción a toda la obra, es decir, al “primer libro”, el Evangelio, y al “segundo libro”, los Hechos):
“1:1 Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, 1:2 tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. 1:3 Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, 1:4 a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.”
Habla de “los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros”, de “testigos oculares”, de “informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes”, y eso como fundamento de la “solidez de las enseñanzas” cristianas.
O sea, que no se propone escribir una obra alegórica, simbólica, metafórica, sino histórica en el sentido de narrar hechos acontecidos en el pasado reciente.
Por otra parte, si decir “teológicamente” que Dios castiga es decir que Dios no castiga, entonces hablar “teológicamente” es mentir, pura y simplemente.
Es como aquella definición de la fe (incorrecta, obviamente) que decía que consiste en creer aquello que sabemos que es falso.
Lo cual no sé porqué, en realidad, me hace acordar al cuento del habitante de Galicia que era ateo y que le dijo a los protestantes: “Hombre, no creo en la verdadera ¿y voy a creer en la de ustedes?!!”.
En cuanto a los "medios coactivos", sí, el temor del Infierno es, según el Concilio de Trento, un motivo válido para que el cristiano se abstenga de pecar. La imperfección en todo caso no está en Dios, sino en nosotros.
¿O es que Dios es imperfecto porque la Palabra de Dios, por ejemplo, tenga que llegarnos en un lenguaje humano, que como tal es imperfecto?
Y sin duda que Dios no actúa como nosotros en el sentido de nuestras acciones sean en todo semejante a las divinas, pero en algo deben asemejarse, de lo contrario no podríamos decir nada verdadero acerca de las acciones divinas, porque todos los conceptos con que describimos acciones los tomamos de nuestras acciones creadas y finitas.
El restablecimiento del orden, finalmente, no consiste en que Abel vuelva a la vida, sino en que Caín sufra una depresión, por así decir, de su voluntad ensoberbecida proporcional a la inflación, también por así decir, que esa voluntad experimentó cuando trasgredió la ley divina matando a Abel.
Y eso se logra mediante el castigo.
Y si Dios no aplica ese castigo a veces, no es porque sea injusto, sino porque es misericordioso, es decir, porque teniendo todo el derecho de castigar como Dios que es, pero no estando obligado a hacerlo porque no hay nadie por encima de Él mismo, libremente renuncia a hacerlo por amor a la creatura.
Saludos cordiales.
Y si Dios no aplica ese castigo a veces, no es porque sea injusto, sino porque es misericordioso, es decir, porque teniendo todo el derecho de castigar como Dios que es, pero no estando obligado a hacerlo porque no hay nadie por encima de Él mismo, libremente renuncia a hacerlo por amor a la creatura.
Falso, de hecho siempre, teniendo el poder de hacer justicia, ha escogido siempre la misericordia, y en su misericordia permite que el hombre escoja los únicos dos caminos que hay: vivir con él, acercarse a él, y al morir estar eterna mente con él, o alejarse, y permanecer lejos de él durante la eternidad, y ese es realmente el juicio, y lo que la iglesia dice va en este sentido, no en el que ustedes le quieren dar, y ustedes (es decir Arraiz, Diego Iglesias Grézes, y tú).
Y otra cosa la infalibilidad de la iglesia del magisterio eclesial, no quita que se transformen las formas de entender las verdades, es decir en las épocas de los concilios de Trento y de Letrán, que ustedes tanto citan, que pasa por hereje a todo quien niegue que Dios es quien impone la pena, pensar que en ese sentido aplicarían para hoy, sería ignorar el contexto histórico en el que se dieron las conclusiones de esos concilios, y no solo eso, sino porque se dieron esas conclusiones en esas épocas. Como diría un sacerdote del canal Televid al que lo le pregunté sobre esta parte: hay que tener en cuenta que la iglesia todavía estaba formándose, es decir haciendo la comparación con las etapas del desarrollo humano, estaba en la adolescencia, pero hoy en día el magisterio es única y exclusivamente el Concilio Vaticano II. Así que esos cánones de esos concilios que ustedes citan y que nos pasan por anatemas, no sirven ya como argumentos, porque hoy hemos comprendido que Dios no castiga, como también hemos aprendido que esta verdad no es una verdad contraria a la verdad revelada en los Evangelios.
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Decir que hoy día es Magisterio solamente el Vaticano II es uno de los disparates mas grandes que he escuchado en muchos años.
No sólo que el Vaticano II no habló de todos los temas que integran la fe cristiana, y se remitió explícitamente, como no puede ser de otro modo, a todo el Magisterio anterior, sino que negar la validez de todos los Concilios Ecuménicos y definiciones papales anteriores es lo mismo que negar la infalibilidad de la Iglesia, que es dogma de fe, y también negar la indefectibilidad de la Iglesia, por la cual no puede enseñar nada contrario a la fe, lo cual también es dogma de fe.
Nadie que sostenga que sólo el Concilio Vaticano II es hoy día Magisterio eclesial válido puede llamarse católico.
Si desde esas posiciones "teológicas" es que se defiende hoy que Dios no castiga, eso es un nuevo argumento a favor de la tesis que dice que Dios sí castiga.
Saludos cordiales.
- Los eudistas están enseñando erradamente contra el Magisterio.
- Se relativiza una enseñanza Magisterial como Trento apelando al contexto? Sabrán que es infalible lo enseñado por ese Concilio?
- Se acomoda la Palabra de Dios a conveniencia.
Triste realidad que se propaga y permea a los laicos.
Citar Concilios sin hacer la debida interpretacion, es un error, porque incluso una vez un apologete de la comunidad lazos de amor mariano (quien se dio cuenta de este debate entre Arraíz Y Bermudez) me decía que cuando la biblia, la tradicion y el magisterio nos hablan de castigo, es en sentido correctivo, no en sentido justiciero, y que ya lo que es la condenacion no es más que fruto de nuestra libertad.
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A lo que Ud. tiene que mirar para saber cuál es la fe de la Iglesia no es al laico tal ni al catequista cual, sino al Catecismo, los Concilios ecuménicos, las definiciones papales, las Encíclicas, es decir, a los documentos oficiales de la Iglesia.
Si su yerno o cuñado, o el laico tal o el catequista cual o incluso el Padre menecual, le dicen algo contrario a la enseñanza oficial de la Iglesia, están equivocados.
Además ¿quién dice cuál es la "debida interpretación" de un Concilio? ¿Mi amigo Pepe? No, sino el mismo Magisterio de la Iglesia, y si éste aún no se ha pronunciado, los teólogos, ante todo, los más grandes, por ejemplo, San Agustín y Santo Tomás de Aquino.
Saludos cordiales.
"El concilio vaticano II si da continuidad a los concilios anteriores, pero solo en algunas cosas, no en todas, porque si hubiera sido en todas, ¿entonces como habría de ser un concilio renovador? Pues, no tendría sentido esa renovación si se le da continuidad a todo".
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No se trata de que el Concilio dé o no dé continuidad a los Concilios anteriores. Todos los Concilios pertenecen al depósito doctrinal de la Iglesia, una vez celebrados, para siempre, sin necesidad de que venga ningún Concilio posterior a "darles continuidad".
De hecho, cada Concilio tiene una temática específica y ninguno de ellos aborda la totalidad de la fe católica. Lo esencial no son los Concilios, sino la Iglesia que se manifiesta por medios de los Concilios cuando los hay, y sin ellos, cuando no los hay, por ejemplo, mediante una definición dogmática del Papa.
Y la renovación no puede consistir en contradecir lo que la Iglesia ha trasmitido antes como Revelación divina, sino en explicitar lo que está implícito en lo trasmitido hasta entonces.
Saludos cordiales.
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Traducción: "No acudo al Magisterio porque no estoy de acuerdo con lo que éste enseña."
Así no habla un católico.
Saludos cordiales.
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Si no tiene Ud. conocimiento de cómo interpretar el Magisterio de acuerdo con la Iglesia Católica, entonces tampoco puede saber si mi interpretación del Magisterio es correcta o no.
Por otra parte, si no tiene conocimiento de cómo interpretar el Magisterio de la Iglesia, y si sin ese conocimiento no puede saber qué enseña la Iglesia, entonces no puede ser católico, simplemente.
Ahora bien, cuando la Iglesia se pronuncia en un Concilio, es para interpretar, justamente, algún pasaje de la enseñanza católica que ha dado lugar a discusiones entre los fieles.
Las discusiones vienen de que los fieles interpretan en formas distintas algunos determinados pasajes de la Escritura y/o de la Tradición o el Magisterio anterior.
La Iglesia es la única intérprete autorizada de la Revelación divina, que cuenta con la asistencia del Espíritu Santo prometida por Jesús mismo.
Por tanto, lo que el fiel tiene que hacer, más que interpretar la Revelación, es ante todo recibir en la fe la interpretación que la Iglesia hace de la Revelación. Sin eso será cristiano protestante, pero no católico.
Y la Iglesia se pronuncia ante todo por el Concilio Ecuménico o el Papa hablando "ex cathedra", no, ante todo, por mi amigo Pepe o su cuñado, que en todo caso, sólo son atendibles si enseñan lo mismo que enseña la Iglesia.
Es cierto que luego que la Iglesia se ha expresado sobre los diversos temas, quedan siempre cuestiones pendientes que son las que dan quehacer a los teólogos.
Pero no se puede ser teólogo si no se parte de la aceptación en la fe de todo lo que la Iglesia ha dicho en forma definitiva, anteriormente a toda interpretación personal.
Eso quiere decir que no se puede ser teólogo si no se sabe bien el Catecismo o no se cree en lo que éste enseña.
Ahí no hay contexto histórico que valga, porque, además, la verdad, en lo esencial, no depende del contexto histórico.
No hay una verdad para el siglo XIII, otra para el siglo XIV, y otra para el siglo XXI. La verdad en general es una sola, y en particular, la verdad revelada es una sola, la misma e idéntica a través de los siglos, e independiente, por tanto, de los contextos históricos.
Es cierto que cuanto más se conozca el contexto histórico de una enseñanza del Magisterio, se la entenderá mejor, pero eso quiere decir, que se captará mejor el contenido eterno, invariable, de esa enseñanza. No que la verdad "antigua" dejará de ser verdad.
Además, cuando la Iglesia define un dogma o se pronuncia en general en materia doctrinal, no habla en sentido metafórico, alegórico o simbólico, que deba ser "interpretado", porque eso sería lo contrario de "definir". Una definición, como su nombre lo indica, busca clarificar un punto, no oscurecerlo, buscar trazar con claridad, la línea que separa la verdad del error.
Más que para ser interpretadas, las definiciones dogmáticas están para ser entendidas en su formulación verbal, y creídas, y así, son los criterios a partir de los cuales interpretamos todo lo demás en la fe, incluida la misma Sagrada Escritura.
Repito, cuando nuestra fe es católica y no protestante.
Saludos cordiales.
Eso es falso. Y no lo digo yo, lo dicen profesores de teología de universidad expertos en esta materia.
Segundo, aquí tienen razón los teólogos modernistas cuando exigen replantear el magisterio en lo referente al castigo.
Tercero, usted dice que la verdad es la verdad sea el contexto que sea. Eso es falso y mas si se trata de Dios. Usted me podría decir que Dios no ha cambiado. Y es verdad, pero entonces aquí viene la pregunta, ¿quien dijo que alguna vez Dios castigo? y también, ¿de donde podemos estar tan seguros que algunos eventos relatados en la Biblia fueron realmente castigo de Dios?
Ese argumento de que la verdad no cambia, por ser verdad es un argumento falso. Dios no castiga. La teología moral, al menos en su interpretacion más tradicional falla, porque para que se hable de que el hombre es libre de elegir, implica que si se elige el pecado no va a haber castigo, o al menos solo será una consecuencia del pecado en la que nada tenga que ver Dios. Si la libertad es física, y no también moral, entonces el hombre no tiene libre albedrío. Para que se hable de libre albedrío se necesita que la libertad sea también moral.
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No hay libertad moral, pues hay mandamientos, porque al decirnos "No matarás", Dios nos quita la libertad moral sobre ese punto, ya que quedamos moralmente obligados a no matar y no libres de matar o no según nos parezca.
Lo otro es simplemente una muestra de que o Ud. no es católico, o tiene al menos una confusión muy grande en su cabeza.
En todo caso, es un ejemplo patente del daño que hacen las tesis de Bermúdez en un ambiente en el cual por lo visto la formación catequética mínima es muy defectuosa.
Saludos cordiales.
Como alguna vez decía un predicador católico: Dios no impide que un asesino mate a otra persona, porque Dios no coarta el libre albedrío humano, sino que lo respeta hasta sus últimas consecuencias e implique lo que implique. Así que el hecho de que haya unos mandamientos, no sirve como argumento para decir que si castiga.
(Ahora, aquí aclaro que el castigo en el que no creo es en el castigo vindicativo).
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Los mandamientos no nos quitan la libertad física, pero sí nos quitan la libertad moral, es decir, nos quitan el derecho de hacer lo contrario de lo que dicen los mandamientos.
De lo contrario no serían mandamientos sino consejos: "Sería mejor que no mataras a nadie", en vez de "No matarás".
Obviamente, conservamos la libertad física, podemos de hecho elegir, de todos, modos, matar a un inocente, por ejemplo.
En ese caso, desobedecemos los mandamientos, y entonces, somos culpables, y si somos culpables, merecemos la pena o castigo.
Por eso es que Dios puede perdonarnos, porque si no fuésemos culpables de nada y no mereciésemos castigo alguno, Dios no podría renunciar a castigarnos, que es una parte muy importante del perdón.
Saludos cordiales.
-------------------------------------------------¿Quien dijo que el concepto divino de justicia es el mismo concepto de justicia que tenemos nosotros los seres humanos? Pensar que somos merecedores de castigo cuando cometemos un pecado solo porque en nuestro concepto de Justicia dice que lo justo es que castiguemos a los que cometen una infracción, es un concepto muy reducido de justicia y que no tiene realmente nada que ver con la justicia divina. La lógica de Dios no es restablecer o no. La lógica que él usa estas conmigo o no estás conmigo, y si uno no esta con él, entonces viene la consecuencia, porque es cuando se cae en pecado. Ahora, no es cierto que Dios sea el autor de la consecuencia del pecado. Dios lo que hace con los mandamientos es hacer lo que hace un padre: Dios nos advierte que no matemos, porque nos podría ir mal, pero eso no implica que Dios sea el autor de la consecuencia. El "castigo" viene implícito en el pecado.
--------------------------------------------------- Cuando uno empieza a estudiar la Biblia uno se da cuenta de que probablemente ninguno de los castigos mencionados en la Biblia hayan ocurrido en realidad (y si no me cree pregúntele a biblistas serios). Cuando uno va madurando en la fe uno se da cuenta de que realmente Dios no es el autor de las consecuencias del pecado. Y también se va dando cuenta que cuando Jesucristo decía que Dios castiga, lo decía en cuanto a que el pecado nos condena, más no en cuanto a que Dios sea el autor de la condenación, porque es verdad que hay un juicio, pero ese juicio va orientado hacia ser una confirmación de la elección que hacemos en vida. Podemos elegir si trabajar para Dios, y al final ser premiado con la vida eterna, o podemos elegir seguir en pecado. al elegir seguir en pecado, elegimos la condenación. Y Dios lo único que hace con esa sentencia es confirmar esa elección, por lo cual el infierno no sería un castigo impuesto.
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¿Cómo sabe Ud. cuál es el concepto divino de la justicia si no hace caso ni a la Escritura, ni a la Tradición, ni al Magisterio de la Iglesia, sino solamente a Bermúdez y a su "razón teológica" privada? ¿Es por ahí que nos llega la Revelación divina?
¿Para conocer los conceptos de Dios Ud. utiliza otros conceptos que no son humanos? ¿O utiliza los suyos de Ud.?
Los mandamientos no son advertencias, son mandamientos. Obligan en conciencia.Y que "obligan", quiere decir que si los transgredimos, somos culpables ante Dios. Y si somos culpables ante Dios, somos merecedores de castigo.
Al final, con decir que el castigo viene implícito en el pecado, se está aceptando que el pecado es merecedor de castigo.
Con el mismo criterio habría que decir que tampoco la vida eterna es un "premio", contra lo que Ud. dice, sino una mera consecuencia de nuestras acciones.
Y si el pecado merece castigo, es a Dios al que le corresponde castigar, porque el pecado es ofensa a Dios.
Sin duda que el Infierno es consecuencia de las malas acciones del pecador y de su final falta de arrepentimiento. Porque en esos casos, la consecuencia es que Dios lo castiga con el infierno eterno.
Saludos cordiales.
Dios no es un Dios de justicia, Dios es un Dios de amor.
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Dice el Catecismo:
"211 El Nombre divino "Yo soy" o "Él es" expresa la fidelidad de Dios que, a pesar de la infidelidad del pecado de los hombres y del castigo que merece, "mantiene su amor por mil generaciones" (Ex 34,7). Dios revela que es "rico en misericordia" (Ef 2,4) llegando hasta dar su propio Hijo. Jesús, dando su vida para librarnos del pecado, revelará que Él mismo lleva el Nombre divino: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy" (Jn 8,28)"
Notar: "el castigo que merece".
¿Qué significa "perdonar", sino es renunciar a aplicar el castigo que se tiene derecho a aplicar?
Saludos cordiales.
Y también decía (pero creo que esto lo dijo en otro evento distinto al anteriormente mencionado): "Si Dios castigara dejaría de ser Dios, porque al castigar dejaría de ser suma bondad".
Ni es cierto que el castigo sea un bien, ni es cierto que el castigo restaure ningún orden.
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El castigo es justo, y lo justo es bueno, porque lo malo es lo contrario de lo bueno, y lo contrario de lo justo es lo injusto, que es malo.
Dios castiga porque es la Suma Bondad, y como tal, absolutamente opuesto al pecado, que es un mal. Es más, es el mayor mal, porque el Infierno al menos tiene de bueno, precisamente, el ser justo. El pecado ni eso.
Una religión sin dogmas no es la católica.
Saludos cordiales.
Hoy en día nadie que sea nadie que sea serio en teología se le ocurriría decir que Dios castiga solo porque lo afirman los concilios anteriores al CVII,ni mucho menos hacer esa ridícula afirmación de que un concilio si es infalible.
Un concilio puede haber dicho que se cae en herejía si se afirma que Dios no castiga, pero aunque un concilio lo haya afirmado, sigue siendo mentira que esta afirmación sea herejía.
Un concilio puede afirmar que se deja de ser católico si se afirma esto, pero sigue siendo mentira que se deje de ser católico si se dice: "Dios no castiga".
Es verdad que Jesus prometió el Espíritu santo a la iglesia, pero eso no significa entonces que un concilio sea infalible.
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Publico su mensaje solamente para que se vea la clase de pensamiento "católico" que tienen los seguidores de Bermúdez.
No vale la pena refutar estas afirmaciones cuya heterodoxia salta a la vista con sólo leer el Catecismo.
Saludos cordiales.
"211 El Nombre divino "Yo soy" o "Él es" expresa la fidelidad de Dios que, a pesar de la infidelidad del pecado de los hombres y del castigo que merece, "mantiene su amor por mil generaciones" (Ex 34,7). Dios revela que es "rico en misericordia" (Ef 2,4) llegando hasta dar su propio Hijo. Jesús, dando su vida para librarnos del pecado, revelará que Él mismo lleva el Nombre divino: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy" (Jn 8,28)"
Obviamente, cuando el Catecismo habla de la infidelidad del pecado y del castigo que merece, no está hablando del castigo según la "justicia humana", porque es claro que el castigo por el pecado en cuanto infidelidad para con Dios no lo aplican los jueces humanos ni consiste en penas de cárcel o de multa.
Está hablando del castigo según la justicia divina, que penaliza las infidelidades del hombre contra Dios, si éste no se arrepiente. Ahí se ve precisamente que el perdón divino consiste en la misericordiosa renuncia al derecho divino de castigar, por parte de Dios.
Y por lo mismo es claro que el que no se acoge a la misericordia divina por el arrepentimiento cae bajo la justicia divina por el castigo, al menos en el Infierno eterno.
Igualmente, aunque la afirmación que dice que los Concilios anteriores al Vaticano II hoy no obligan en la fe al católico sólo puede hacerla alguien que carece de las más elementales nociones de la doctrina católica, incluso en esa aberrante y heterodoxa hipótesis hay que señalar que el Catecismo es posterior al Concilio Vaticano II y recoge toda su herencia teológica.
Por donde se confirma que la tesis de Bermúdez y sus seguidores es contraria a la enseñanza de la Iglesia Católica en el Catecismo.
Saludos cordiales.
La misma Palabra inspirada en la Escritura es palabra divina porque es palabra humana inspirada por el Espíritu Santo. Lo que hay en la Escritura son palabras pertenecientes a un idioma humano, que significan conceptos humanos y por eso mismo entendibles por nosotros.
Y mediante esos conceptos humanos se nos hace llegar la Verdad revelada sobre Dios en Sí mismo y en su actuar salvífico respecto de nosotros.
Lo divino de la Palabra bíblica no está en que haya allí otros conceptos u otra lógica distintos de los nuestros, sino en el Espíritu Santo ha inspirado y movido al autor sagrado para escribir todo y sólo lo que Dios quería que escribiese.
Sin duda, los conceptos humanos, los únicos que hay y los únicos que tenemos, tienen que ser entendidos analógicamente al ser aplicados a Dios, pero eso mismo quiere decir que no hay dos clases de conceptos, los conceptos humanos y los "conceptos divinos", sino que lo que hay es una aplicación analógica válida y legítima de nuestros conceptos a Dios.
Porque además, nuestros conceptos son humanos porque son nuestros, y porque lo que nos hacen conocer, nos lo hacen conocer con modalidades propias de los seres humanos que somos, pero no porque lo que nos hacen conocer no sea la realidad misma de las cosas, que es la misma para humanos y no humanos.
Por ejemplo, que el concepto de "caballo" sea abstracto y prescinda de toda nota individual es una característica o modalidad propia de nuestro conocimiento humano, pero que el caballo sea un mamífero o tenga cuatro patas no tiene nada de específicamente "humano" ni depende de nuestro modo de conocer.
Por eso, no podemos conocer otra "justicia" en Dios que no sea aquella que puede ser conocida mediante algún concepto de "justicia" que siempre va a ser un concepto nuestro, analógicamente aplicado, eso sí, a Dios.
Saludos cordiales.
Cuando Jesús nos habló de Dios como un Juez, eso no era más que un por así decirlo.
Ahora no es que van a pensar entonces que si no castiga tampoco premia. Que Dios premie no tiene nada que ver con que castigue.El premio viene de Dios, pero aunque el premio viene de Dios, el castigo sigue siendo un autocastigo, decir que el castigo sea un autocastigo no implica negar que sea a Dios a quien corresponda premiar.
Y vuelvo y le digo yo: usted comete el error de creer que Dios castiga solo porque nosotros creemos que lo justo es que el Juez condene al asesino.
Es mentira que el castigo(hablo del castigo vindicativo) sea algo bueno por la sencilla razón de que el pecador también es hijo de Dios.
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Todo lo que decimos de Dios es analógico. Con ese criterio, nada de lo que decimos de Dios se da realmente en Dios.
Decimos analógicamente que Dios es Uno, Bueno, Espíritu, Santo, Padre, Hijo, etc. Si por el hecho de ser analógico lo que decimos de Dios eso que decimos no se da realmente en Dios, entonces Dios no es realmente Uno, ni Bueno, ni Santo, ni Padre, ni Hijo, ni Espíritu, etc.
Pero es realmente todas esas cosas, según nuestra fe.
Por tanto, también es realmente justo y también es real que tiene derecho a castigar, como dice el Catecismo, que el pecado del hombre merece el castigo.
Alcanza con que Dios tenga derecho a castigar para que ya no se pueda decir que Dios no castiga, porque es claro que Dios no va a tener derecho a algo malo, sino a algo que es justo y bueno, y si es justo y bueno que Dios castigue al pecador, entonces no hay razón para decir que Dios no castiga.
Además, realmente es justo que el juez humano castigue a los criminales. Y si es justo, es bueno. Y si es bueno, procede de Dios, Bien Supremo y fuente de todo bien. Y entonces, Dios castiga.
Todo castigo humano justo tiene a Dios como Causa Primera y al juez humano como causa segunda. Así lo dice San Pablo en la carta a los Romanos:
"13:1 Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él. 13:2 En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. 13:3 Los que hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio. 13:4 Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal. 13:5 Por eso es necesario someterse a la autoridad, no sólo por temor al castigo sino por deber de conciencia."
Estamos en el Nuevo Testamento, y ahí el Apóstol, inspirado por el Espíritu Santo, nos dice que la autoridad humana está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal.
Con lo cual muestra que la justicia humana, cuando es realmente justa, es también divina, y que el juez humano castiga al delincuente como ministro de Dios, y que por tanto, es Dios el que castiga como Causa Primera, mediante el juez humano.
No hay dos justicias, una humana y otra divina. La autoridad humana está al servicio de Dios para hacer justicia, dice el Apóstol. Y habla obviamente de la justicia humana que se usa con los delincuentes en la sociedad. Y sin embargo, dice que aplicar esa justicia humana es algo que se hace en servicio de Dios. Por lo cual dicha justicia humana es también divina.
Y por eso dice: "no sólo por temor al castigo, sino también por deber de conciencia".
Porque si estamos obligados en conciencia a obedecer a la autoridad humana legítima (obviamente, cuando no nos manda algo contrario a la ley de Dios), entonces la desobediencia es un pecado, y el castigo es justo, pero no hay pecado que no sea violación de la ley de Dios, que es la que nos obliga en conciencia, pues la ley moral es la ley natural que procede del Creador.
Por tanto, por lo que dice San Pablo, si somos castigados justamente por desobedecer la ley civil, somos castigados por desobedecer la ley divina, y ese castigo, entonces, viene de Dios.
Por tanto, Dios castiga.
Por otra parte, el que tiene autoridad para castigar también tiene autoridad para premiar. Porque el castigo sigue a la culpa del mismo modo que el premio sigue al mérito. En ambos casos se trata de algo que se debe a alguien por causa de sus obras.
Por tanto, si es el hombre y no Dios el que tiene autoridad para castigar su propio pecado, igualmente es el hombre y no Dios el que tiene autoridad para premiarse sus propias buenas obras. Lo cual es absurdo.
En todo castigo, por más educativo que sea, hay un elemento vindicativo. De lo contrario no se diría que el castigo es justo, sino solamente que es adecuado, o educativo, o pedagógico, etc. Sin duda que puede ser todas esas cosas, pero también es justo que un padre castigue a un hijo que ha cometido una falta.
Decir que el padre que castiga a un hijo obra justamente es decir que con su castigo, además de todos los efectos educativos que pueda tener, restablece el orden de la justicia perturbado por la falta del hijo. No hay otra forma de darle sentido a la palabra "justo" usada en esos casos.
También en esos casos, siguiendo el razonamiento de San Pablo, el padre obra como ministro de Dios, que castiga a ese hijo por medio de ese padre. Porque todo lo que es realmente justo, procede de Dios, que es la Suma Justicia.
Y de hecho, el cuarto mandamiento no manda solamente honrar y respetar a los padres biológicos, sino también a toda autoridad legítima, por eso el texto de San Pablo se aplica también, analógicamente, a este caso: así como de toda autoridad legítima se puede decir analógicamente lo que se dice de los padres, así también de los padres se puede decir analógicamente lo que San Pablo dice de la autoridad civil en el pasaje citado.
Todo en definitiva procede de Dios, que es Padre, Autoridad y Juez justo en forma eminentísima.
Por eso no sirve de nada decir que el Infierno es una consecuencia natural de los pecados de los hombres. Porque en todo caso hay que reconocer que el castigo del infierno para el que muere sin arrepentirse de sus pecados es justo. Y si es justo, es bueno, y entonces, procede de Dios, Bien Supremo. Y entonces, Dios castiga.
Además, si la pena del infierno es justa, ahí ya no se trata de ninguna justicia humana, sino que sólo puede tratarse de la justicia divina. Y entonces, es Dios el que aplica esa justa pena al pecador finalmente impenitente.
Saludos cordiales.
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"Desde ahí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos".
Editado el resto.
Saludos cordiales.
Néstor:
Te sigo desde hace largo rato (10 años creo, desde el blog FE Y RAZÓN) y te doy gracias porque sin saberlo tu, más de una vez me has ayudado a aclarar muchas cosas y a defender la fe.
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Te hago estos comentarios porque te cuento que en parte, gracias a este tema estoy un poco en crisis con la teología tomista (no con la filosofía aristotélico-tomista).
1. Creo que cuando Alejandro habla de la razón teológica, habla como lo dices arriba de la razón filosófica pero APLICADA al MAGISTERIO DE LA IGLESIA. Es decir, no podemos quedarnos con la filosofía solamente y tampoco pensar que la manera de mirar desde la razón este problema y de arrojar luces sobre el magisterio, única y exclusivamente puede y debe ser la de Santo Tomás.
2. Y en esto reconozco que mi problema es que estoy de acuerdo con Loring, cuando dice: "la expresión castigo de Dios es bíblica, Pero necesita ser entendida rectamente. No es que Dios mande un castigo. Sino que el castigo es algo intrínseco a la culpa.
Por eso el castigo es obra del hombre, no de Dios. Dios se limita a manifestar la situación del hombre impenitente. Como el catedrático se limita a manifestar que el alumno no es apto. El catedrático no suspende, es el alumno el que se suspende a sí mismo al no estar bien preparado. Se supone que el catedrático obra con justicia. Dios permite el castigo, por necesario; pero no lo quiere. Lo mismo que no quiere el pecado."
En otras palabras la discusión aquí------------------no es tanto defender simple y llanamente la afirmación Dios castiga o Dios no castiga, sino de EXPLICAR QUE ES LO QUE SIGNIFICA ESA AFIRMACION.
He escuchado a Alejandro y entiendo que eso es lo que él debate.
3. Quedarse solo defendiendo la afirmación: "Dios castiga" sin más, es no caer en cuenta precisamente de lo analógico tanto en el ser, como en el lenguaje y formarse una idea antropomorfizada de Dios que termina por desfigurarlo y humanizarlo.
Es aquí donde comenzamos a tomar imágenes y figuras humanas (el juez, el padre, el policía etc) para tratar de entender lo que significa el castigo de Dios, pero al final, nos quedamos en esas imágenes pensando que ellas son la verdad y no es así.
Siempre he pensado que Santo Tomás fue demasiado consciente de esto, pero que sus interpretes no tanto (como por ejemplo Ceferino).
En ese sentido, lo que se discute es que si Dios castiga directamente, si él envía males físicos y/o catástrofes, terremotos, SIDAS, canceres, enfermedades, es desde este punto de vista que entiendo a Loring y a Alejandro cuando dicen que Dios no castiga.
Prefiero entender que Dios creo llamó a la existencia un universo con un orden tal, que cuando el hombre choca contra esa realidad, atrae sobre si mismo la desintegración de su propio ser, es decir su castigo. Ese castigo sería en últimas dado por Dios, por que fue él, el que creó todo el orden existencial, y la estructura de lo real, fue él que creó las reglas en su justicia y su sabiduría infinita, en ese sentido Dios es el autor del castigo. Pero no pensar que Dios envía castigos y penas a las personas. Decir que el infierno es una consecuencia natural de no escoger a Dios es decir que la naturaleza (la realidad) trae en si misma a la justicia como cualidad esencial dada por Dios. Es así como entiendo que Dios es fuente del castigo solo como causa primera y per accidens y en este sentido es que se afirma que Dios no castiga, es el mismo hombre cuando hace el mal que atrae para si su pena, apartándose precisamente de quien le de y lo afinca en su existencia: DIOS:
Gracias, perdona lo largo. No me des tan duro.
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El mal es siempre un no ser, la falta de un ser, y por tanto, de un bien, que debería estar, o sea, una privación. Puede ser físico o moral. El mal físico es la privación de una perfección exigida por la naturaleza del ente en cuestión, por ejemplo, la ceguera en un animal que naturalmente está dotado de vista. El mal moral es la carencia voluntaria de la debida ordenación al fin último en la acción de una creatura racional.
El castigo por el pecado es un mal físico. No es un mal moral, porque no es un pecado, sino el castigo por el pecado.
El mal, siendo un no ser, no puede tener causa “per se” o causa directa.
El mal físico tiene causa indirecta, que es la causa que produce directamente, “per se”, un bien que es incompatible con otro bien, y así, lo elimina, produciéndose entonces el mal en forma indirecta, “per accidens”. Así, el bien que es la alimentación del león conlleva el mal que es la muerte de la gacela.
Todo mal físico tiene a Dios como Causa Primera indirecta, “per accidens”.
Porque toda causa directa y “per se” creada de un bien que conlleva un mal físico es causa segunda, dependiente en su causalidad de la Causa Primera.
Dios es así, Causa Primera directa y “per se” de todo bien producido por las causas creadas que lo producen también directamente y “per se” pero como causas segundas. Y por eso mismo es Causa Primera y “per accidens”, indirecta, de todos los males físicos anejos a esos bienes.
Entre esos males físicos, por tanto, está la pena o castigo por el pecado. Causar el castigo, aunque sea como Causa Primera e indirecta, es castigar.
Sin embargo, ahí no queda la cosa, porque el castigo por el pecado no es solamente un mal: es también un bien, porque es justo.
En el castigo no hay solamente el mal físico que sufre el pecador, lo cual es un no ser. Hay también el restablecimiento consiguiente del orden de la justicia, que es un cierto ser y bien de tipo relacional, como todo orden.
Y entonces, bajo ese aspecto, Dios es Causa Primera “per se”, directa, de ese bien que es el justo castigo por el pecado en tanto restablecimiento del orden de la justicia.
Dios quiere y causa indirectamente, entonces, el mal físico que hay en el castigo, y quiere y causa directamente todo lo que en el castigo hay de ser y de bien, por ejemplo, el ser y acción de las creaturas mediante las cuales se produce el castigo, y en particular, el orden restablecido de la justicia.
Y con más razón, todavía, entonces, causar el castigo, como Causa Primera y directa, es castigar.
Por supuesto, que Dios sea Causa Primera directa y “per se” del castigo del pecador no quiere decir que sea Causa inmediata o única del mismo. La Causa Primera actúa muchas veces por medio de las causas segundas.
O sea, no hay problema en ver el castigo del pecador como consecuencia natural de su pecado. Dios es Causa Primera “per se” y directa de todas las consecuencias naturales, en tanto son buenas, y Causa Primera indirecta de todas las consecuencias naturales en tanto que son males físicos.
Esas consecuencias naturales proceden de causas creadas segundas, que actúan siempre bajo la moción de la Causa Primera, que por tanto, también es Causa Primera del castigo, del modo dicho.
Que las cosas sucedan según leyes naturales no quiere decir que dejen de tener a Dios como Causa Primera. Quiere decir solamente que a los seres irracionales Dios los mueve a que actúen de modo necesario, según leyes fijas, mientras que a los seres racionales los mueve a que actúen por elección del libre albedrío.
No se trata de ver si Dios interviene o no en la Creación: sin la “intervención” continua de la Causa Primera, que implica la conservación de lo creado en el ser y la moción de toda causa segunda a que produzca su efecto, nada seguiría existiendo ni menos aún obrando.
Cuando pensamos en un “dios” que “deja que sucedan las consecuencias naturales” no nos damos cuenta de que ése ya no es el Dios Creador y Conservador de la fe cristiana, sino que se parece más al “Gran Arquitecto” masónico que da solamente la “patada inicial” al mundo y después lo deja funcionar solo (como si se pudiera “funcionar” desde la inexistencia, que es el destino obligado de toda creatura dejada “sola” por su Creador).
Es decir, no se trata solamente de que Dios "creó" un universo ordenado, sino que Dios conserva continuamente en la existencia ese Universo y lo mueve continuamente como Primer Motor, sin lo cual en ese Universo no sucedería nada. Y así Dios es Causa Primera directa de todo lo que sucede en el Universo en tanto eso que sucede es ser y es bien, Causa Primera indirecta de los males físicos, y no Causa, pero sí Condición primera, por su permisión, de los males morales o pecados, que simplemente no sucederían si Dios no permitiese que sucedan.
Por eso Dios no puede solamente "permitir" el castigo, como sí permite el pecado, porque el castigo no es pecado, y además, el pecado no tiene nada de bueno, y así, no puede ser querido por Dios ni directa ni indirectamente.
El mal físico tampoco es "permitido" solamente por Dios, porque va unido necesariamente a un bien que Dios quiere directamente, y así, el mal físico es querido indirectamente por Dios, al querer directamente ese bien.
Pero el castigo, en tanto justo, es bueno, y lo bueno no se permite ni se quiere sólo indirectamente, sino que se quiere directamente, "per se".
En ese sentido, ¿Dios manda, por ejemplo, un cáncer, en pena por un pecado? El cáncer, en tanto es malo, tiene algún tipo de causa natural "per accidens", y esa causa natural es una causa segunda, que sólo puede actuar, produciendo directamente un bien e indirectamente ese mal, si es movida a ello por la Causa Primera, que lo es por tanto, directamente respecto de ese bien, e indirectamente respecto de ese mal.
Es además el cáncer un mal físico, no un mal moral o pecado. Se entiende perfectamente entonces que Dios sea la Causa Primera indirecta del mismo, en tanto es un mal físico, y que en tanto mediante ese mal sufrido por el pecador se restablece el orden de la justicia, haya Dios desde la Eternidad determinado producir directamente el bien físico que conlleva ese mal, en pena del pecado del hombre también previsto desde la Eternidad.
En ese caso, el mal físico propiamente dicho es querido por Dios sólo indirectamente, en tanto es querido directamente el bien al cual va necesariamente unido: el restablecimiento del orden de la justicia vulnerado por ese pecado.
Eso no quiere decir, obviamente, que todo cáncer sea pena por el pecado. Puede responder también al designio de Dios sobre sus santos, para hacerlos avanzar en el camino de la santidad de modos que sólo Dios conoce plenamente.
Cuando es castigo, tratándose del caso particular de un cáncer, y por tanto, un castigo temporal, hay también un bien de tipo educativo, correctivo, que tiende a producir en el pecador el arrepentimiento y la salvación eterna.
Pero eso es accidental a la noción de "castigo" como tal, y así se entiende que haya un castigo puramente vindicativo, como es el del infierno eterno.
Saludos cordiales.
En otra oportunidad te molestaré con alguna pregunta sobre el infierno.
Gracias hermano, gracias, de verdad.
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Gracias por preguntar.
Saludos cordiales.
No lo hace porque Dios no coarta la libertad del asesino. Dicho de otra manera: Dios no coarta la libertad del pecador de ofenderle.
Que Dios sea Dios, eso no demuestra que Dios castigue.
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Sin duda, Dios permite el pecado, eso no quiere decir que una vez cometido no lo castigue, si no lo perdona.
Si no lo permitiera, no podría castigarlo, por que no habría pecado que castigar.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
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En efecto. El caso es que si no se vuelve el rostro a Él, procede entonces el castigo, y Dios no puede salvar al que no se arrepiente de sus pecados. Al que estaba crucificado al lado de Dimas, y que por lo que nos dicen los Evangelios murió increpando al Señor, no dice que le haya dicho "Hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Saludos cordiales.
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