La familia, fundamento primordial de la sociedad
Queridos hermanos y hermanas:
Entre los días 21 y 25 del presente mes de abril vamos a celebrar la XIII Semana de la Familia, con el título “La familia, fundamento primordial de la sociedad”. Organizada por la Delegación Diocesana de Familia y Vida, intervendrán en ella destacados ponentes, que subrayarán el importantísimo papel que juega la familia en la sociedad como manantial de valores y “escuela del más rico humanismo” (GS, 52). Al mismo tiempo que os invito a participar en la Semana con la convicción de que a todos nos enriquecerá, me parece oportuno glosar en esta carta semanal el mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz que celebramos el pasado 1 de enero y del que no pude hacerme eco en su momento. En él se contienen preciosas enseñanzas sobre la familia.
Afirma el Papa que la familia natural, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, es el lugar primero de humanización de la persona y de la sociedad y la cuna de la vida y el amor. La familia es la primera sociedad natural, una institución divina, fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social. Nos dice también que la familia, célula primera y vital de la sociedad, es la primera e insustituible educadora para la paz y la convivencia. En una vida familiar sana se experimentan algunos de los elementos esenciales de la paz: la justicia y el amor entre los hermanos, la función de la autoridad ejercida por los padres, el servicio afectuoso y gratuito a los miembros más débiles, los enfermos, los más pequeños o los abuelos, la ayuda mutua en los momentos difíciles y la disponibilidad para acoger al otro y, si fuera necesario, perdonarlo. Precisamente porque la familia es ante todo comunidad de vida y amor, nos dice el Papa que es particularmente intolerable la violencia cometida dentro de la familia, hacia las mujeres y los niños.
Nos dice también que la familia es fundamento de la sociedad porque permite tener experiencias determinantes de paz. Consecuentemente la comunidad humana no puede prescindir de sus servicios. En el seno de la familia aprenden los niños a gustar el sabor genuino de la paz, pues el lenguaje familiar es un lenguaje de paz, entretejido de experiencias de perdón y reconciliación. En su seno adquieren los niños el vocabulario de la paz, esa gramática que todo niño aprende de los gestos y miradas de sus padres antes incluso de poder comprender sus palabras.
Porque la familia tiene un papel decisivo en la vida social, es titular de derechos específicos. La Declaración universal de los derechos humanos, verdadera conquista de la humanidad en el siglo XX, afirma que “la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado”. La Santa Sede, por su parte, ha querido reconocer una especial dignidad jurídica a la familia publicando la Carta de los derechos de la familia, en cuyo preámbulo se dice que “los derechos de la persona, aunque expresados como derechos del individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que halla su expresión innata y vital en la familia”. Tales derechos se fundamentan en la ley natural, inscrita en el corazón de todo hombre. La negación o restricción de estos derechos, al oscurecer la verdad sobre el hombre, amenaza los fundamentos mismos de la paz.
Afirma también el Papa que quien pone obstáculos a la institución familiar, aún sin pretenderlo, debilita la paz de la comunidad nacional e internacional, al debilitar la institución que, de hecho, es “la principal agencia de paz”. Éste es un punto que merece una reflexión especial: todo lo que contribuye a debilitar la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, todo lo que directa o indirectamente dificulta su disponibilidad para la acogida responsable de una nueva vida, lo que se opone a su derecho de ser la primera responsable de la educación de los hijos, es un impedimento objetivo para el camino de la paz. La familia tiene necesidad de una casa, del trabajo y del debido reconocimiento de la actividad doméstica de los padres; de escuela para los hijos y de asistencia sanitaria básica para todos. Cuando la sociedad y la política no ayudan a la familia en estos campos, se privan de un recurso esencial en la promoción de la paz.
Concluye Benedicto XVI invitando a los medios de comunicación a promover el respeto por la familia, a mostrar sus esperanzas y derechos y a resaltar su belleza. Por mi parte sólo me queda decir que todo cuanto hagamos desde la Delegación Diocesana de Familia y Vida y desde los Centros de Orientación Familiar para servir y ayudar a las familias será poco. En ello estamos y a ello invito, redoblando los esfuerzos, a todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Obispo de Córdoba
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